Quizás Hugo Chávez considere a José Vicente Rangel, de 77 años, muy viejo o sumamente cansado o timorato para los «nuevos tiempos» que proclama el «gran timonel» de la llamada Revolución Bolivariana.
Tal vez Chávez juzgue, también ahora, al que ha sido su principal asistente civil durante ocho años como una persona incapaz de seguir comulgando con ruedas de molino, un hombre de criterios propios, de convicciones fuertes, con su propia gravitación política. Es decir, un incordio en esta nueva etapa de «profundización revolucionaria».
En Venezuela, según ha proclamado Chávez, han comenzado, con su reelección hace un mes, el tiempo de las grandes definiciones, de «lucha para alcanzar el socialismo del siglo XXI» y contra «el diabólico capitalismo imperialista». A la par, ha ordenado la constitución de un partido único -el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV)-, para congregar al heterodoxo frente que hasta ahora le ha respaldado.
En esta etapa de la revolución «chavista» parece que es fundamental la lealtad y la sumisión incondicional, la obediencia ciega y una unidad de acero, inquebrantable, en torno al líder.
Antes de la destitución, Chávez, en el mejor estilo revolucionario, desacreditó a quien le sirvió desde la primera hora de su gobierno, en 1999, sucesivamente en los cargos de Canciller, Ministro de Defensa y «número dos» en su condición de Vicepresidente Ejecutivo de Venezuela.
Fue en el acto conmemorativo de la muerte de Simón Bolívar, el 17 de diciembre pasado en el Panteón Nacional de Caracas, a cuenta de un fallo de protocolo (se interpretó el himno de Panamá cuando entraba la delegación de Bolivia).
Los observadores venezolanos afirman que después de la bronca les quedó bien claro que Rangel tenía los días contados. No hizo falta, pues, más que esperar el momento. Fue el propio Chávez quien este miércoles anunció la destitución interrumpiendo con una llamada telefónica un programa de la televisión estatal.
Parece que Chávez había criticado también a Rangel a cuenta de la inauguración de una tienda de su esposa, la escultora chilena Ana Ávalos, en el Hotel Tamanaco, uno de los más tradicionales de Caracas, a la que asistieron miembros de la alta sociedad, entre ellos el adinero banquero Víctor Vargas Irausquín, padre de Maria Margarita Vargas y suegro de Luis Alfonso de Borbón, duque de Anjou y biznieto del generalísimo Francisco Franco.
De modo que ha sido despedido por la revolución ese periodista de opinión, hombre de criterio y de firmes convicciones, escritor, abogado, ex guerrilleros comunista, activista contra la dictadura y exiliado, parlamentario de muy larga singladura, y candidato en tres ocasiones a la presidencia, siempre en la izquierda, ese hombre que es José Vicente Rangel que condujo los pasos de Chávez por distintos vericuetos políticos y que mostró los entresijos del poder y cómo funciona el Estado a los agrestes militares que llegaron con el líder bolivariano.
Chávez le dio una palmadita en el hombro y afirmo que fue difícil destituirlo, «por el respeto que yo le tengo, que es como el de un hijo a un padre, y por todo lo que ha ocurrido en estos ocho años».
El promotor de la Revolución Bolivariana sustituyó a Rangel por el ex presidente del Consejo Supremo Electoral, el médico siquiatra Jorge Rodríguez, hijo de un dirigente de Liga Socialista, asesinado en un calabozo en los años setenta. Rodríguez ha estado en la máxima instancia electoral venezolana en los tormentosos tiempos del referéndum de 2004 y las parlamentarias del 2005, a las que la oposición no concurrió.
También anunció que el nuevo ministro del Interior y Justicia va a ser Pedro Carreño, un ex capitán del Ejército que participó en el fallido golpe de Estado que Chávez acaudilló en febrero de 1992, considerado fiel entre los fieles al comandante venezolano. En el ministerio del Interior Chávez sólo ha colocado a militares.
Como Chávez, Carreño tuvo su proceso en una corte marcial sobreseído en 1994 dentro de una política de pacificación militar que llevó a cabo el entonces presidente conservador Rafael Caldera y que acabó dándole alas al «chavismo», hasta barrer en las elecciones legislativas y presidenciales que se celebraron a fines de 1998.
Francisco R. Figueroa
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1 comentario:
Antonio Gala comparó en una ocasión al poder con el nogal, pues no deja crecer nada bajo su sombra. En este análisis excelente sobre la situación política venezolana se percibe la intención del presidente Hugo Chávez de concretar un partido único, algo que alguien ha calificado como neoperonismo. Las críticas procedentes de la Organización de Estados Americanos, por el cierre de una emisora de televisión privada opositora, han crispado a Chávez porque no quiere aceptar que le digan que no respeta la libertad de expresión. Con estos últimos cambios en su gabinete, descriptos a la perfección en este post, se confirma el culto personalista del presidente venezolano que pretende liderar América Latina. Después de leer el comentario, habría que reflexionar con criterio para saber si realmente Chávez le conviene a Venezuela y a América Latina.
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