Maduro se inspira en Putin


Francisco R. Figueroa

✍️31/3/2024

Para Nicolás Maduro la «democracia ejemplar e impecable» es la que personifica Vladimir Putin, según se desprende de lo declarado por el autócrata venezolano al comentar la reciente farsa electoral que ha proyectado la era de dominio absoluto sobre Rusia del antiguo espía de la KGB por encima de los treinta años.


Resulta, por tanto, fácil de entender lo que ocurre en Venezuela de cara a la elección presidencial convocada por el mandatario chavista para el 28 de julio próximo, con la idea de perpetuarse en el solio donde lleva once años sentado como continuador de un régimen que el ex teniente coronel Hugo Chávez patrocinó hasta su deceso desde el mismo año de 1999 en que Putin ascendió al pináculo del Kremlin de la mano de Boris Yeltsin.


Maduro personifica también un régimen cruel y totalitario que no nació para conceder ni mucho menos para resignar pacíficamente el poder. «Solo muertos nos sacarán de Miraflores», proclamó en una ocasión un gerifalte chavista. Miraflores es el palacio presidencial de Caracas y el emblema del poder en Venezuela desde que comenzó a ser usado, en 1900, por el dictador Cipriano Castro, antecesor del general Juan Vicente Gómez, prototipo de sátrapa latinoamericano en el que el Nobel colombiano Gabriel García Márquez se inspiró posiblemente para escribir su celebérrima novela El otoño del patriarca.


Maduro, que en 2018 se hizo reelegir en una clamorosa patraña electoral, usufructúa el Estado, dispone de un formidable esquema militar y policial de control social, domina todas las instituciones y se extralimita en el uso de los medios públicos. 


El mandatario es consciente de que si permite unas elecciones libres genuinas perderá porque tiene sostenidamente en contra al 80% del país,sin contar esa multitud inmensa de adversarios que tuvieron que partir al exilio por cuestiones políticas o sociales, un éxodo sin precedentes superior a los siete millones de personas, a las que se les está impidiendo registrarse como electores.


Si fuera derrotado, ¿qué le queda a Maduro? Pocas opciones: un incierto exilio en Nicaragua o Cuba, los mismos calabozos donde ahora él recluye y tortura a sus opositores o la más confortable cárcel en La Haya del Tribunal Penal Internacional. Salvo que viéndose perdido negocie algún tipo de inmunidad o escape hacia adelante con poco riesgo y sufrimiento.


De manera que con tanta aversión hacia su persona y su calamitosa gestión, las dañinas sanciones internacionales —sobre todo de Estados Unidos— económicas y financieras, así como las restricciones a numerosos jerarcas chavistas, y el crecimiento notable de sus rivales democráticos en el aprecio ciudadano, el chavismo accedió a una negociación —la enésima—, que se escenificó en Barbados, con la coalición opositora democrática, frente a siete testigos internacionales, entre ellos EE.UU., Noruega, Colombia y México. 


De esas conversaciones salió el acuerdo de convocar, dentro de 2024, unas genuinas elecciones competitivas, libres y justas, con reconocimiento expreso de las partes al derecho de las formaciones políticas en liza a escoger sus candidatos sin interferencias gubernamentales.


Como contrapartida, Washington levantó algunas de sus sanciones, alivió otras y entregó a Maduro en canje a su añorado testaferro, el colombiano Alex Saab, que tenía en su poder tras ser extraditado por Cabo Verde en octubre de 2021. El alivio de las sanciones supone para el régimen venezolano unos ocho mil millones de dólares adicionales de ingresos petroleros.


Analistas han llegado a conjeturar que el auténtico objetivo del chavismo en Barbados era obtener la liberación de Saab y el alivio a las sanciones porque es evidente que un régimen de naturaleza totalitaria y con miras a eternizarse  nunca va aceptar unas elecciones libres multipartidarias con igualdad de oportunidades.


Cuando llegó la hora de la verdad, de aplicar el acuerdo de Barbados, el régimen autoritario sacó sus garras y volvió a las viejas mañas represivas. Lo violó sin más alarmado, sobre todo, por la masiva respuesta popular, con casi dos millones y medio de participantes espontáneos, a una convocatoria opositora de elecciones primarias abiertas para escoger un candidato de unidad.  Una sorprendente y abrumadora del 92% cerró filas en torno a la aguerrida dirigente conservadora María Corina Machado, un martillo pilón que golpea y desgasta al régimen desde hace diez años con tozudez de termita.


Dos de cada tres electores (65%) confiesa que votaría en las presidenciales a esa luchadora tenaz e insobornable, contra el 15% que escogería a Maduro, lo que expresa a las claras una voluntad popular de cambio por hartazgo de un régimen tan largo como corrupto, abusador y causante de calamidades en cascada que tiene el rechazo explícito de ocho de cada diez venezolanos, según los sondeos de opinión más recientes.


A la vista de todos esos números las alarmas saltaron en Miraflores. La primera medida del gobierno autoritario fue quitar de en medio a Machado mediante la confirmación por el Tribunal Supremo de una nueva inhabilitación fullera, impuesta por la Contraloría, por motivos tan capciosos como los esgrimidos cuando la anularon políticamente ante las elecciones parlamentarias de 2014.


La inhabilitación es un arma preferida del chavismo para neutralizar oponentes, hasta el punto que así lleva incapacitadas a casi mil quinientas personas desde 2003.


El régimen se bunkerizó, endureció las fortísimas restricciones políticas existentes y detuvo, encarceló, incomunicó y hostilizó a los principales colaboradores de la candidata, algunos de los cuales buscaron refugio en la embajada de Argentina.


Ante la inminente finalización del plazo para inscripción de candidatos, Machado recurrió  a delegar su candidatura en la octogenaria y desconocida profesora universitaria de filosofía ya jubilada y flamante académica de la lengua, Corina Yoris.


Era un traspaso inteligente. Yoris, una mujer escasamente conocida pero con cierto prestigio entre las élites cultivadas, sin tachas, ningún pedigrí político definido y, por tanto, sin rechazo popular y, por añadidura, del mismo nombre: Corina, parecía una convincente aspirante capaz de rentabilizar el ingente arrastre electoral de Machado, que no parece menguar a pesar de las constantes embestidas del régimen contra ella, que se circunscriben, por falta de otros argumentos, a su ideología liberal-conservadora y a su alcurnia, a la que Maduro se refiere habitualmente como «los apellidos oligarcas» o «la banda» y «la mafia» de los apellidos, que vincula al imperialismo y el neoliberalismo, mientras él se contrapone como «hombre del pueblo, de a pie, y obrero».


El régimen neutralizó a Yoris en un santiamén, impidiendo su inscripción como candidata mediante del servil Consejo Nacional Electoral (CNE), tanto por vía telemática, anulando el código de acceso de su partido al sistema, como  presencialmente, bloqueando con militares los accesos a la sede del máximo órgano comicial.


Pudieron, sin embargo, inscribirse sin trabas casi una docena de candidatos, la inmensa mayoría considerados falsos opositores, vendidos al chavismo o sin el menor arrastre popular. Puros comparsas que no representan, ni juntos ni individualmente, una amenaza a las pretensiones continuistas de Maduro, quien también pudo registrarse como candidato del oficialista Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV) y una decena de formaciones parásitas.


El gobernante acudió a la sede del CNE eufórico, ostentando poderío y rodeado de familiares, notables de la nomenclatura chavista y numerosos fieles, muchos acarreados con autobuses, a los que dirigió un encendido discurso mezclado con toda clase de diatribas contra la oposición, incluido el recurso a la trillada denuncia de un nuevo intento de asesinarle por parte del partido de Machado. Hubo un detenido, que iba armado, cuyas vinculaciones políticas son motivo de discusión pues hasta se ha afirmado que se trata de un escolta del «número dos» de la dictadura, Diosdado Cabello.


El presidente progresista de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, un valedor histórico del régimen chavista, se ha sacudido de encima a Maduro al manifestar su contrariedad por el impedimento a Yoris y, durante una rueda de prensa en Brasilia con su colega francés, Emmanuel Macron, expuso que la «grave» medida «no tiene justificación política ni jurídica».


Lo dicho por Lula sin duda constituye una bofetada en el rostro de Maduro y ha descolocado al régimen de Caracas tanto o más que las objeciones en el mismo sentido expresadas por el mandatario colombiano, Gustavo Petro, otro líder que el mandatario venezolano incluía en su menguada  lista de amigos. De hecho, únicamente le ha manifestado apoyo claro Cuba, Nicaragua, Bolivia y China. 


Venezuela, secundada por esos pocos aliados, esgrimen argumentos gastados sobre la mano negra imperialista norteamericana moviendo a su antojo los hilos tanto de las numerosas naciones latinoamericanas que han desaprobado los tejemanejes electorales como de la oposición democrática interna. 


Argüir que Lula, Petro o el chileno Gabriel Boric danzan al son de orquestina washingtoniana muestra la desesperación de los gerifaltes chavistas y la falta de argumentos coherentes de los portavoces oficialistas. Por ejemplo, Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional subordinada al chavismo, virtual «número tres» del régimen, delegado de Maduro en Barbados y hermano e la vicepresidenta y ministra de Economía, Delcy Rodríguez, ha tratado de persuadir a Lula y a Petro sobre el carácter «insurreccional y magnicida» de la oposición venezolana, alentada, según él, por «los fascistas de Miami». A la vez ha mandado a ambos gobernantes «a meterse sus opiniones por donde les quepan». Mientras tanto, Maduro insiste erre que erre en que él «obedece con él corazón el mandato de Chávez», el llamado «Comandante Eterno», y asegura «la continuidad del proceso revolucionario» iniciado por el difunto caudillo.


Estados Unidos ha exigido a Maduro que permita la participación en las elecciones de cuantos candidatos opositores lo deseen, y no sólo los que resulten cómodas a sus afanes continuistas, al tiempo que ha amenazado con reponer en toda su contundencia las sanciones que suavizó tras el acuerdo de Barbados para favorecer la hoja de ruta establecida en la isla antillana en octubre pasado.


Entre los candidatos que pidieron registrarse figuran tres ubicados en la órbita opositora democrática. Enrique Márquez (60 años), un pactista que, acusado de hacerle el juego al chavismo, fue expulsado del partido socialdemócrata llamado Un Nuevo Tiempo  y que, incluso, llegó a ser miembro, a propuesta del oficialismo, de la dirección de ese CNE que está tan sometido al régimen. Otro es el líder de esa misma formación política, Manuel Rosales (71), con una larga cohabitación con el chavismo, si bien con altibajos, y a quien se considera el rival apetecido por Maduro como exponente de la mayoritaria plataforma opositora y apropiada para dar un barniz democrático a la farsa electoral. Para Machado y Yoris, Rosales es «un traidor» por haberse inscrito a ocultas, sin contar con los dirigentes de la plataforma opositora y tras haber eludido concurrir a las primarias de octubre. Por último, Edmundo González Urrutia (74), un antiguo ministro en el gobierno anterior a Chávez y embajador, fue registrado como candidato  en el tiempo de descuento concedido por el CNE a la plataforma opositora. Hace el papel de «guarda puesto» a la espera de poder sustituirlo, si el régimen lo permite, por una figura de consenso en el plazo reservado para el reemplazo de candidatos.


Con independencia de que el día 28 de julio hayan pucherazo monumental, un fraude en las urnas sin precedentes en un país con una historia electoral plagada de irregularidades desde tiempo inmemorial, o de que la campaña electoral ponga de manifiesto el ventajismo de Maduro usando a su favor toda máquina los recursos del Estado, lo inmediato es conocer si el régimen permitirá la sustitución de candidatos, si la oposición democrática, plagada de personalismo, egos revueltos y conveniencias particulares, hallará un consenso y, sobre todo, si la gran electora que sin duda es María Corina Machado unge a uno de ellos. ✅


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Maduro ya tiene «sus» elecciones

Francisco R. Figueroa 

✍️26/3/2024

El dictador venezolano, Nicolás Maduro, ya tiene las «elecciones» a su medida que quería, sin la temible María Corina Machado pero con un enjambre de candidatos de pacotilla que le permitirá hablar de unas presidenciales pluralistas.

El régimen chavista ha consumado una engañifa a la comunidad internacional, ante la que, en octubre pasado, suscribió en Barbados con la opositora Plataforma Unitaria Democrática el compromiso de garantizar la celebración en 2024 de unas elecciones presidenciales limpias y justas con el candidato que cada parte seleccionara, una obligación asumida frente a testigos de Noruega, Estados Unidos, Colombia, México, Paises Bajos, Rusia y los anfitriones barbadenses.

El plazo de inscripción de candidatos concluyó a medianoche del lunes con un bloqueo total del acceso al sistema electrónico de inscripciones del Consejo Nacional Electoral (CNE) de la candidata en la que había delegado el viernes Machado debido a la imposibilidad de aspirar ella misma a causa de la inhabilitación trapacera impuesta por el régimen.

Machado era la candidata de la oposición unitaria en virtud de unas elecciones primarias abiertas, acordes con el pacto de Barbados, en las que participaron 2,4 millones de votantes y ella arrasó con el 92% frente a otros nueve aspirantes. 

Según los sondeos sobre intención de voto, Machado estaba objetivamente en una situación inmejorable para impedir, urnas mediantes, la perpetuación en el poder de Maduro, quien tiene el rechazo del 80% de los venezolanos, y finiquitar así un régimen que ha hecho jirones al país.

Corina Yoris, la candidata sustituta, una intelectual sin pedigrí político de 80 años de edad, limpia de polvo y paja, y llamada a capitalizar el enorme tirón electoral de Machado, aseguró que, aún no teniendo ella ningún impedimento legal como ciudadana, el sistema electrónico de inscripción no le permitió registrarse y que un cerco militar le imposibilitó el acceso a la sede del CNE para inscribirse personalmente.

Poco después, en la misma sede del máximo organismo electoral, controlado mayoritariamente por chavistas, como todas las instituciones del Estado venezolano, Maduro era recibido con su combo a bombo y platillo para inscribir su candidatura y protagonizar el primer mitin.

El organismo electoral permitió la inscripción de otros once candidatos, casi todos de formaciones políticas moldeadas a su antojo por el régimen chavista. Se trata de postulantes mediocres, dóciles, sin arrastre popular ni representatividad. Es decir, pura comparsa, fanfarria para distraer y confundir a incautos a la vez que se dispersa el voto opositor y, en fin, también atrezo para el teatro electoral montado para Maduro, que el 28 de julio, en el natalicio de Hugo Chávez y en el último acto de esta farsa, se representará la victoria del hombre que en 2013 heredó el reino del difunto caudillo y dio continuidad a un régimen totalitario que dura ya un cuarto de siglo.

El régimen chavista permitió, por ejemplo, la candidatura —presentada entre gallos y media noche— de un controvertido dirigente de uno de los partidos de la unidad opositora —llamado Un Nuevo Tiempo— , con una larga cohabitación con el chavismo, si bien con altibajos, y a quien se considera el rival con cierto lustre pretendido por Maduro como exponente de la mayoritaria plataforma opositora.

Manuel Rosales (71 años), cuya trayectoria política se remonta a la vieja república borrada del mapa por Chávez, compitió por la presidencia contra el caudillo en 2006 y actualmente es gobernador de Zulia, la segunda región en importancia de Venezuela. Dentro de la plataforma unitaria, Rosales, que se negó a participar en las primarias frente a Machado, ha jugado con dos barajas, levanta ronchas, despierta sospechas, ha puesto palos en las ruedas y ha hecho un consistente trabajo de zapa contra de la lideresa, aunque la apoyaba de boca para afuera, posiblemente buscando congraciarse con la dictadura y creyendo que esta es su hora ante la extrema debilidad del chavismo y la impopularidad de Maduro. Machado, en su primera reacción, habló de «burla» a la voluntad de los electores que la escogieron a ella, sin que Rosales quisiera participar en aquellas primarias, y describió lo sucedido como «grotesco», «burdo» y «demasiado oscuro».

A la neutralizada María Corina Machado le queda ahora decidir si  boicotea las elecciones, lo que favorece a Maduro; se mantiene en sus trece, firme con Yoris, un camino que no parece conducir a ninguna parte; se busca una solución alternativa en el tiempo que aún hay para la sustitución de candidatos, o, como ya propugnan algunos de sus partidarios hartos del desastre chavista, toma públicamente la calle de en medio, que se llama Manuel Rosales, a quien posiblemente ha acomodado a su antojo el autócrata que gobierna el país, que «no respeta ni las leyes democráticas más elementales», como afirma el veterano ex presidente de Uruguay Jose Mujica, antiguo aliado del chavismo.

Los gobiernos de Argentina, Perú, Ecuador, Uruguay,  Paraguay, Costa Rica, República Dominicana y Guatemala, han manifestado una «seria preocupación» por la cerrazón del régimen venezolano a la candidatura de Yoris. Chile guardó silencio, lo mismo que el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, pese a haber perdido a Machado «dejar de llorar» y escoger sustituto, como hizo él en 2018 impedido de ser candidato por el proceso que le llevó a la cárcel. Justo eso fue lo que hizo la venezolana mientras Lula se mantiene fiel a una dictadura con la que él Compadre desde los viejos tiempos de Chávez. ✅

franciscorfigueroa@gmail.com

PE.- Brasil y Colombia han expresado su malestar por lo sucedido y han desatado las iras de Caracas, que echó contra ambos sapos y culebras. Del continente americano unicamente Maduro han obtenido el apoyo entusiasta de Nicaragua y tibio de Cuba. 

Venezuela: María Corina por Corina

Francisco R. Figueroa

✍️23/3/2024

¿Qué posibilidades tiene una intelectual impoluta, octogenaria, filósofa y académica, bisoña en política, de derrotar en las urnas a un régimen sin escrúpulos, fullero, a la defensiva y enquistado como el chavista?

La respuesta, el 28 de julio, día de las presidenciales sin libertad ni equidad que ha convocado la dictadura, en coincidencia con el natalicio del difunto Hugo Chávez, para perpetuar en el poder a Nicolás Maduro y alargar el régimen para alcanzar los treinta años desde su implantación en 1999.

La intelectual Corina Yoris (80) es la alternativa audaz que ha encontrado la oposición democrática venezolana para enfrentar al batracio Maduro (61), sátrapa desde 2013 por disposición testamentaria del caudillo Chávez, en las elecciones del 28 de julio, una vez que el régimen dictatorial ha logrado finalmente su objetivo de neutralizar como rival a la tenaz y valiente dama de hierro María Corina Machado (56), una líder conservadora cuya consigna de vida es el «nunca te rindas ante el poder abrumador del enemigo» de Winston Churchill y su firme propósito desalojar «una tiranía brutal, cruel y corrupta» para «construir una Venezuela de respeto y libertad».

La cuestión está en si el régimen permite la inscripción de la candidatura alternativa o si también neutraliza a Corina Yoris, flamante miembro de la Académica de la Lengua Venezolana, en el sillón que ocupó, entre otros, el escritor y presidente Rómulo Gallegos. Es una respetada licenciada en Filosofía y Letras, doctora en historia, profesora de la jesuítica Universidad Católica, presidente de las sociedades de Filosofía y Lógica, articulista y con méritos académicos reconocidos por varias universidades extranjeras, incluida la de Salamanca. Una trayectoria intelectual que contrasta con el magro recorrido escolar de Maduro, quién a duras penas hizo la secundaria antes de meterse a sindicalista, conductor de autobuses, beisbolista mediocre, rockero de andar por casa, guardaespaldas, alumno en Cuba de doctrina castrista, golpista de tercera en la segunda asonada de 1992, incrustado luego en el revoltijo izquierdista que se aferró a Chávez, diputado, ministro y heredero del caudillo, sobre todo por determinación de los hermanos Castro, que vieron en él un comunista confiable y leal a las causas cubanas que no cortaría el conducto por el que esquilmaban a Venezuela. 

Como presidente, Maduro destruyó Venezuela, incluida su indispensable industria petrolera, que fue saqueada, pauperizó a las grandes mayorías y sumió al país en el peor drama de su historia, que provocó el éxodo masivo de más de siete millones de personas, con lo que una nación que antaño atraía migrantes a manadas perdió la cuarta parte de su población.

Imposibilitada por una inhabilitación política que ella define justamente de «acto irrito, absolutamente inconstitucional y cobarde», Machado ha cedido la candidatura presidencial para la que fue escogida en octubre último, en unas elecciones primarias abiertas, con el 92% de más de 2,4 millones de votantes y frente a nueve contrincantes, una demostración de fuerza que el régimen dictatorial acusó, también porque las encuestas de intención de voto eran muy adversas, con un 80% para Machado contra el 20% del mandatario, y otros sondeos muestran una fuerte voluntad de la gente de ganarle el pulso en las urnas a tan desastroso, opresivo, aberrante y debilitado régimen.

Prontamente, el Tribunal Supremo, servil a Maduro y su camarilla en el poder, como todas las demás instituciones del Estado que el chavismo copa y parasita, dictaminó una interdicción de Machado por quince años basada en causas falaces, como la supuesta connivencia de ella con aquel infructuoso gobierno paralelo que encabezó Juan Guaidó, al que ella siempre se opuso. La inhabilitación es el mecanismo que usa el régimen para quitar de en medio a los rivales y así ha neutralizado a unos 1.400 opositores desde 2002.

La autoridad electoral, tan sumisa como el Tribunal Supremo y la Fiscalía, impidió este jueves la inscripción como legitima candidata presidencial de Machado con el sencillo truco de no proporcionar claves de acceso al sistema electrónico de registro electoral a los dos partidos que quedan sin ser proscritos entre todo el conjunto de la oposición democrática.

La causa de la inhabilitación es la presunta participación de Machado en hechos de corrupción ocurridos durante aquel gobierno paralelo, de 2019 a 2023, de Guaidó, aunque ella nunca fue parte de esa estructura y siempre se mantuvo en una posición crítica. Anteriormente, en 2015, ante unas elecciones legislativas en las que se proponía ser candidata, el régimen la quitó de en medio con otra inhabilitación basada esa vez en que en su declaración de impuestos había omitido incluir un bono de alimentación que recibía como congresista, una función de la que había sido destituida en 2014 acusada de «traición a la patria» por haberse unido a una delegación panameña para poder hablar ante la asamblea general de la Organización de Estados Americanos (OEA) en Washington. Machado sufre persecución desde que en 2012 protagonizó un sonado duelo verbal con el entonces presidente Chávez, no se le permite viajar al extranjero ni tomar vuelos domésticos y está permanente vigilada por la policía secreta.

El régimen que encabeza Maduro se había comprometido en octubre, en Barbados, mediante un acuerdo formal suscrito con la oposición, con garantes internacionales como Estados Unidos, a celebrar unas elecciones limpias este año, a que cada parte podía elegir libremente a sus candidatos presidenciales y a promover «un clima favorable al desarrollo de un proceso electoral pacífico y participativo». Cinco días después Machado arrasó en las primarias organizadas por la Plataforma Unitaria. El régimen actuó de inmediato: un diputado afín solicitó la nulidad de esas primarias y el diligente fiscal general, Tarek William Saab, un poeta que actualmente redacta libelos inculpatorios, abrió una investigación contra los organizadores aduciendo usurpación de funciones, traición a la patria y asociación para delinquir. La Corte Suprema nada demoró en suspender cautelarmente los efectos de las primarias y unos meses después ratificó la inhabilitación por quince años de Machado. Siguió una nueva ola de detenciones de opositores —pasan de treinta desde enero, incluidos destacados miembros de la campaña de Machado— justificadas en los recurrentes argumentos sobre participación en conspiraciones para matar a Maduro y otros personajes, atacar cuarteles y desestabilizar el país, complots cuyos detalles nunca se detallan más allá del enunciado genérico y que fuera y dentro de Venezuela, incluida la ONU, se consideran pretexto para sofocar y debilitar a la oposición ante las elecciones.

Corina Yoris no parece tener puntos débiles para que el régimen la ataque, ni bagaje político, aparte de haber formado parte de la coordinadora de las elecciones primarias que el fiscal Saab acusó de usurpación de funciones y traición a la patria, argucias que podrían ahora ser usadas contra ella para sacarla de la carrera.

«Tenemos que lograr la cuadratura del círculo, que es poder inscribir un candidato que sea apoyado por María Corina, que sea apoyado por todos los partidos, que el régimen no lo destruya y que pueda ganar. Ese es el tamaño del reto que tenemos. ¿Es posible? Yo sí creo que es posible”, afirma el dirigente opositor Julio Borges.

La primera reacción del régimen ha sido impedir la inscripción de Yoris y parece que tratarán de forzar a la oposición a presentar otro candidato factible de ser derrotado por Maduro sin un fraude electoral escandaloso. ✅

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Jair Bolsonaro, golpista convicto


Francisco R. Figueroa


✍️16/3/2024


A estas alturas de las investigaciones policiales ha quedado claro, más allá de la duda razonable, que Jair Bolsonaro, ídolo brasileño de la creciente y ensoberbecida ultraderecha mundial y amigo de Donald Trump, Javier Milei o Santiago Abascal, es un golpista contumaz.


Según los testimonios recogidos en sus meticulosas indagaciones por la Policía Federal brasileña, Bolsonaro no ejecutó, a fines de 2022, un plan felón para mantenerse en el poder, tras haber perdido la reelección, e impedir con ello la asunción del ganador de las últimas presidenciales, el progresista Luiz Inácio Lula da Silva, por la negativa a secundar tal desatino de los entonces comandantes del Ejército, general Marco Antônio Freire Gomes, y la Aviación militar, brigadier Carlos de Almeida Baptista Júnior, el primero de los cuales incluso amenazó con detenerlo.


Bolsonaro, dos generales en puestos ministeriales, diversos oficiales militares más y una serie de colaboradores civiles, idearon un plan golpista revestido de apariencia constitucional. Las Fuerzas Armadas, según ese proyecto, saldrían a la calle para tomar el control ciudadano, accionadas por un decreto presidencial imponiendo un estado de excepción —reservado por la Constitución nacional para circunstancias extraordinarias—, bajo el pretexto de que en Brasil se registraba «una grave perturbación del orden  público», cuando en realidad eran miles de bolsonaristas acampados frentes a cuarteles militares en una clara provocación planificada por los estrategas del movimiento ultraderechista. Además, unos interventores creados ad hoc dispondrían la clausura del Tribunal Supremo Electoral e invalidarían las presidenciales de octubre de 2022 ganadas por Lula, cuya apretada victoria sobre Bolsonaro había sido reconocida interna e internacionalmente y también ratificada prontamente por las autoridades judiciales correspondientes.


El general Gomes Freire y el brigadier Baptista Júnior han prestado declaración recientemente en la Policía Federal y confirmado en ella que Bolsonaro les presentó, a través de su asesor principal Filipe Martins (actualmente preso) y en presencia del ministro de Defensa, general Paulo Sérgio Nogueira de Oliveira, sus planes golpistas y que trató de convencerlos para que se unieran a la asonada, según se ha sabido tras el levantamiento del secreto del sumario por el magistrado del Supremo Alexandre de Moraes, instructor del caso.


Freire Gomes fue el más claro y contundente al atestiguar sobre las reuniones —hubo cinco o seis— que los mandos militares de la época mantuvieron con Bolsonaro, en su residencia oficial del Palacio Alvorada, después del balotaje de las presidenciales, que Lula ganó por una diferencia del 1,8% o poco más de 2,1 millones de votos. El plan golpista consistía en la activación del mecanismo constitucional que entrega el orden público a las fuerzas armadas —la llamada en Brasil GLO (Garantía de la ley y el orden)— o decretar un estado de defensa o, alternativamente, imponer el estado de sitio, junto con la creación de una invención denominada Comisión de Regulación Electoral —ajena al ordenamiento legal brasileño—, con la tarea de anular simple y llanamente las elecciones ganadas por Lula pretextando irregularidades. Las elecciones fueron reconocidamente limpias y transparentes, y, paradójicamente, en los planes golpistas no se cuestiona el resultado de las legislativas, que se celebraron simultáneamente, ni el primer turno de las presidenciales, en el que Bolsonasro y Lula se clasificaron para el balotaje. 


El general adujo que esas medidas suponían un atentado contra el estado democrático de derecho y que si se ejecutaba el plan él mismo iba a ordenar el arresto inmediato de Bolsonaro. 


El brigadier Baptista Júnior confirmó que fue testigo de esa negativa en la cara de Bolsonaro. «En el caso de que el general Gomes Freire hubiera concordado, el golpe de Estado se habría consumado», declaró el antiguo jefe de la aviación militar brasileña. Se sabe que el entonces jefe de la tercera fuerza militar, la Marina, almirante Almir Garnier Santos, estaba de acuerdo con dar un golpe y parece que Bolsonaro trató de sumar de todas formas al Ejército puenteando al general Gomes Freire.


El coronel Mauro Cid, un ayudante presidencial de órdenes al que el matrimonio Bolsonaro usó incluso como un muchacho de los recados, reveló en la declaración que prestó en la Policía Federal que estaba planificada la detención del presidente del Supremo Tribunal Electoral y miembro del Tribunal Supremo, el magistrado Alexandre de Moraes, al que en la trama denominaban «la profesora», y cuyos movimientos estuvieron siendo espiados. Cid tiene un acuerdo de colaboración con la justicia y por su proximidad diaria a Bolsonaro cuando ejerció la presidencia resulta un testigo clave incluso en las investigaciones sobre la apropiación de valiosos regalos hechos por el gobierno de Arabia Saudí.


Los dos comandantes militares opuestos al golpe sufrieron una campaña de descrédito como «traidores a la patria» en la que participó el general Walter Braga Netto, mano derecha (o izquierda) de Bolsonaro en su condición de ministro de la Casa Civil (un suerte de jefatura de gabinete) y anteriormente como ministro de Defensa, y uno de los más comprometidos en el plan golpista junto al general Augusto Heleno Ribeiro Pereira, ministro-jefe del Gabinete de Seguridad Institucional, con quien el brigadier Baptista Júnior mandó a Bolsonaro el mensaje de que la Aeronáutica no se sumaba al golpe.  El brigadier fue conminado por aliados civiles del entonces presidente a «no abandonar» a Bolsonaro, como hizo la combativa diputada ultraderechista Carla Zambelli, lo que confirmaría que la conspiración golpista iba mucho más allá de los muros del palacio presidencial y se extendía a las huestes bolsonaristas a  través de los grupos en las redes sociales.


Las declaraciones de los dos antiguos jefes del Ejército y la Aeronáutica colocan a  Bolsonaro contra las cuerdas. Hasta ahora, el excapitán, que fue separado del Ejército por su conducta incorrecta poco antes de meterse en la política a fines de los años ochentas, se había escudado en subterfugios como que él siempre combatía «dentro del cuadrilátero constitucional» o que los golpes de Estado se dan con tanques y soldados en la calle y no con papelitos, en referencia a la conocida como «minuta del golpe», un documento con los planes de la asonada que la Policía Federal halló en sendas requisas a un despacho del exmandatario en la sede del Partido Liberal y a la residencia de uno de sus principales colaboradores civiles, el que fue su ministro de Justicia, Anderson Torres. Bolsonaro es un nostálgico de régimen militar que controló Brasil de 1964 a 1985 y siempre se declaró rendido admirador de los generales que se sucedieron en la presidencia de la República durante aquellos años y un entusiasta de las prácticas represivas contra los adversarios de izquierda que, según él, debieron ser mucho más cruentas.


Bolsonaro alega que ningún plan fue ejecutado ni convocadas las instancias consultivas de la nación que intervienen para la convocatoria de un estado de excepción. Por tanto, aduce, no hay delito. «No es crimen hablar o debatir sobre lo que está escrito en la Constitución» y «Yo no soy Hugo Chávez ni Maduro», respondió tras ser consultado por un periodista sobre los testimonios a la Policía Federal del general Gomes Freire y el brigadier Baptista Júnior. 


Pero cuando a su turno Bolsonaro fue convocado a declarar por la Policía Federal se mantuvo siempre en silencio. De momento, el exmandatario está inhabilitado por ocho años, por sus campañas de descrédito al proceso electoral y a las instituciones democráticas. Tiene prohibido participar en actos militares, entrar en contacto con otros investigados por golpismo y abandonar Brasil. En la causa de la intentona golpista Bolsonaro figura aún como investigado.


El plan golpista no fue ejecutado. Bolsonaro, seguramente por temor a ser detenido, abandonó Brasil, rumbo a Estados Unidos, aún como jefe de Estado, en vísperas de que el primero de enero del año pasado Lula asumiera por tercera vez la presidencia. Una semana después de esa investidura presidencial, las huestes bolsonaristas estallaron una insurrección civil que llevó a la ocupación y destrucción en Brasilia de las sedes de los tres poderes del Estado (Presidencia, Congreso y Tribunal Supremo), en busca de un alzamiento militar para derrocar al gobierno constitucional de Lula, un dramático episodio por el que casi ciento cincuenta personas ya han sido condenados por la Justicia.


En su última aparición pública, Lula ha advertido contundentemente sobre el peligro de la amenaza ultraderechista en Brasil y fuera, debido a la expansión «del fascismo, el nazismo, de esa extrema derecha rabiosa ignorante y bruta, que ofende a las personas, no cree en ellas y las engaña con su maquinaria mentirosa» a través de las redes sociales.


El presidente argentino, Javier Milei, o Jair Bolsonasron son, según Lula, exponentes de esa «política de odio» que también existe en España, en referencia implícita al partido Vox de Santiago Abascal, y Portugal, por el Chega!, la formación de André Ventura que tan meteórico renacimiento en las recientes elecciones. Lula conminó a pelear contra el «pensamiento perverso y malvado» de la ultraderecha que descalifica a la clase política, las instituciones, los tribunales y los sindicatos.


Este sábado, en un acto político en Río de Janeiro, Bolsonaro afirmó que no teme ser procesado siempre que tenga jueces imparciales, en clara alusión a algunos magistrados del Tribunal Supremo que él detesta, y se definió como «una piedra en el zapato de la izquierda». ✅


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Portugal bascula a la derecha


Francisco R. Figueroa 

✍️12/3/2024

A cincuenta años de la Revolución de los Claveles que en 1974 sepultó el rancio régimen salazarista, la extrema derecha portuguesa se ha agrandado asombrosamente en unas elecciones en las que las tradicionales fuerzas conservadora y socialista acabaron en un virtual empate que deja en la incertidumbre la formación del próximo gobierno.

El partido Chega! (¡Basta!), que en los comicios de hace tan sólo cuatro años y medio (octubre de 2019) logró su primer diputado, ha avanzado en una galopada impresionante —e inquietante— a 48 escaños (el 21% del parlamento nacional) espoleado por el voto de protesta. Chega! ha cuadriplicado prácticamente la bancada con doce curules que obtuvo en enero de 2022, cuando se celebraron las anteriores elecciones en las que el ahora dimisionario premier socialista, António Costa, logró una inesperada mayoría absoluta.

En votos, Chega! pasó de unos cuatrocientos mil (7%) a más de un millón (18%), de un universo de casi once millones de electores. Su líder, André Ventura, se ofreció con entusiasmo para formar gobierno con la coalición centroderechista Alianza Democrática (AD), de Luís Montenegro, que ganó las legislativas en una llegada de foto finish.

AD superó ligeramente en número de diputados (79 a 77) al Partido Socialista (PS), de Pedro Nuno Santos, pero con un virtual empate en votos en torno al 29% y una diferencia a favor de los conservadores de apenas cincuenta mil sufragios u ocho décimas porcentuales. Los socialistas sufrieron un retroceso muy notable desde la mayoría absoluta de 2022, al caer de 120 a 77 diputados y un 24% en votos, mientras que AD apenas subió dos escaños y un 6% sobre los resultados que tuvo en solitario en las anteriores elecciones el Partido Social Demócrata (PSD), el dominante en la coalición de centroderecha.

El notable incremento de la participación, que pasó del 52% al 66% del censo electoral, sin precedentes en treinta años, benefició exclusivamente al Chega!

Eran unas elecciones anticipadas en más de dos años respecto al límite natural de la legislatura, a consecuencia de la renuncia de António Costa como consecuencia de un escándalo de corrupción en su entorno, que se desinfla a medida que pasa el tiempo y sin que el premier luso haya sido indiciado ni interrogado por la justicia cuando ya han pasado cuatro meses.

Faltan cuatro escaños por repartir, correspondientes al voto de la emigración, que no alterarán significativamente la composición de la nueva Asamblea de la República, el parlamento unicameral portugués de 230 escaños, que han quedado repartidos entre ocho formaciones diferentes, con un dominio de las derechas —AD, Chega! y los liberales— de casi el 60% del hemiciclo.

Santos reconoció a Montenegro como vencedor de las elecciones y anunció que los socialistas, después de ocho años en el gobierno, pasan a la oposición, lo que significa, explicó, que no obstaculizarán pero tampoco viabilizarán ni soportarán un ejecutivo conservador, con lo que Montenegro queda a merced de un pacto con la ultraderecha. «No nos vamos a sumar al programa que combatimos, que es incompatible con nosotros. Que quede claro», dijo tajantemente Santos.

Montenegro, tras proclamarse ganador, defendió el diálogo, la concertación y la tolerancia entre los partidos políticos y se ofreció para formar gobierno, sin dar mayores precisiones sobre eventuales alianzas para lograr los apoyos que necesita en el legislativo para sacar adelante las reformas que propone o los presupuestos nacionales. Apeló genéricamente al sentido de responsabilidad de los partidos parlamentarios para garantizar la estabilidad y la gobernabilidad. Pero, dijo, cumplirá su palabra empeñada al decir a Chega! que «no es no» (a un gobierno en coalición ) y espera que los socialistas respeten la voluntad popular. Sin embargo, Chega! significa para Montenegro la posibilidad de integrar un gobierno estable para toda la legislatura mientras que el mantenimiento del veto a la ultraderecha dejaría al líder conservador bailando en la cuerda floja al frente de un ejecutivo frágil y licuable a corto plazo.

La inestabilidad está servida. El presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, puede caer en un pecado de irresponsabilidad si encarga la formación de un gobierno en precario a un líder como Montenegro apoyado exclusivamente en un tercio del parlamento. El jefe del Estado luso parece propenso a hacer ese encargo porque al final de cuentas Montenegro y él son correligionarios, y ya se verá cuánto dura el gobierno. También está por ver —y parece a priori que no— si una extrema derecha ensoberbecida e inflada por su logro en las urnas y ansiosa de participar en el reparto del poder como socio de gobierno de pleno derecho, se presta a servir de muleta puntual y ocasional a un débil primer ministro conservador llamado a ser un jefe del ejecutivo más que no logra culminar mandato. Por lo pronto, Montenegro únicamente cuenta con la colaboración del pequeño grupo (ocho diputados) de Iniciativa Liberal. ✅

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Venezuela: ¿Para qué elecciones?


Francisco R. Figueroa 

✍️8/3/2024

La dictadura venezolana ha convocado presidenciales el 28 de julio, natalicio del difunto Hugo Chávez. Pero no serán las elecciones «libres y justas» que el mundo democrático y la oposición interna reclaman y Venezuela necesita desesperadamente.

El simbolismo de la fecha, sumado al de la convocatoria en el aniversario del deceso de Chávez, expresa a las claras las intenciones del régimen autocrático: embadurnar de nuevo con la figura histórica del caudillo bolivariano a un gobernante calamitoso, desgastado e impopular como es Nicolás Maduro, que está en el cargo desde 2013, como dejó dispuesto el propio Chávez, y se mantuvo mediante unas elecciones en 2018 profundamente fraudulentas.

Tal como están planteadas no son unas elecciones sino una farsa continuista. Otra más. Una burla a los acuerdos asumidos por el gobierno venezolano frente a la oposición democrática y la comunidad internacional en Barbados, en octubre pasado. Y obliga tanto a Estados Unidos como a la Unión Europea a reimplantar las sanciones a un régimen que usa el castigo para enardecer a sus fieles propalando sus manidas consignas antiimperialistas.

Mientras no se permita participar a la inhabilitada María Corina Machado y a otros catorce potenciales aspirantes también excluidos, mientras haya partidos proscritos, mientras continúe la represión, mientras no se sanee el censo, mientras el tribunal electoral y la justicia sigan en manos de amorosos paniaguados, mientras no se garantice equidad en el acceso de los candidatos a los recursos y medios públicos, mientras haya prensa prohibida y periodistas amordazados, mientras la legión de exiliados no tenga garantizado el voto y mientras las fuerzas armadas y de seguridad sigan siendo instrumentos de la dictadura no habrá en Venezuela elecciones potables.

Machado fue inhabilitada por quince años por una falta fiscal nimia, algo así como condenar a la perpetua al niño que se robó el caramelo.

Entre invocaciones a la memoria de Chávez,  los electores podrán escoger en las elecciones entre ese compendio de desastres y engañifas que es Nicolás Maduro y unos alacranes, es decir, políticos a los que el régimen llena los bolsillos a cambio de su complicidad con la intención de dar unos brochazos de democracia la un régimen autocrático e ilegítimo producto de una seguidilla de elecciones amañadas.

La irreductible Machado, luego de su enorme victoria en las primarias de la oposición real, prosigue en campaña, erre que erre, como la gota malaya que diluirá el blindaje de un régimen que en un cuarto de siglo de disparates e insensateces ha destrozado Venezuela.

«Yo recibí un mandato. El mandato de conducir a este país a unas elecciones limpias y libres. Yo estoy comprometida a llegar hasta el final con esto. Así como se salieron de la negociación, ahora se quieren salir de la ruta electoral porque tienen miedo. Mi compromiso es lograr elecciones limpias, y con la fuerza de la gente lo haremos posible», ha dicho ella tras la convocatoria.

La revolución chavista no se hizo para devolver algún día el poder ni para la alternancia. El chavismo, como el castrismo, tiene un marchamo de eternidad impuesta mediante el control social, el dominio militar y policial, y el control absoluto de todos los poderes del Estado y las dependencias de la administración pública. El régimen sabe que perderá si permite la celebración de unas elecciones genuinas. Maduro pierde frente a Machado, y lo vaticinan todas las encuestas, pero también posiblemente ante cualquier otro candidato opositor de mediana calidad. Otra cosa es frente a alacranes. Las dos últimas convocatorias a la urnas en Venezuela mostraron que el régimen está muy de capa caída, con ocasión del referéndum sobre el Esequibo que Maduro improvisó y tuvo una exigua participación, y la numerosa afluencia, fruto del hartazgo popular, a las primarias opositoras que Machado ganó con el 90%.

Pero quizás Maduro no necesite un fraude tan enorme y descarado como en 2018. Neutralizada Machado, con la oposición dividida, unos candidatos rivales entre despreciables y abyectos, y la fuerte abstención que se espera, al antiguo chofer de autobuses le bastará posiblemente con el voto de rebaño de la cada vez más menguada piara que sigue adicta al pesebre chavista. 

franciscorfigueroa@gmail.com