Los milicianos de Evo

El presidente Evo Morales, en el primer aniversario de su ascenso al poder, ha hecho una amplia remodelación ministerial, que deja a Bolivia con un gobierno más izquierdista, y ha arengado a los milicianos indios conocidos como los «ponchos rojos» para que eviten una secesión de los departamentos que reclaman autogobierno.

Los siete nuevos ministros se alinearon, este martes por la noche, junto a los nueve que mantienen las carteras en el Palacio del Quemado, la sede ejecutiva en La Paz, para jurar sus cargos al «servicio de la Revolución Democrática y Cultural y de los más desposeídos y abandonos del país», según proclamó Morales.
En su aniversario, con el país en crisis y abrumado de problemas, Evo Morales ha insistido en la idea de «refundar» Bolivia mediante la Asamblea Constituyente, en la que gobierno y oposición continúan a la greña sobre cuestiones básicas de procedimiento. Volvió a insistir en un modelo socialista de Estado que, según él dice, acaba con las taras dejadas por el colonialismo, el imperialismo y el neoliberalismo.

Por otro lado, instó a la milicia de indios aimara (su propia etnia) llamada los «ponchos rojos» a unirse a los militares para evitar el «descuartizamiento» patrio. Evo Morales se estaba refiriendo a la lucha por un autogobierno de cuatro de los nueve departamento bolivianos.

Ese apelo causó sorpresa debido a que la defensa de la unidad nacional es una función propia de las Fuerzas Armadas. En La Paz, un periódico consultó al respecto al comandante el jefe de las Fuerzas Armada, general Wilfredo Vargas, quien se escabulló alegando que no estaba al tanto del discurso ni acostumbraba a comentar las palabras del presidente. En el acto con los milicianos aimaras estuvo presente en comandante del Ejército, general Freddy Bersatti, y como único invitado extranjero el embajador de Cuba, Rafael Daussa. Todos, incluso Evo Morales, vestían el poncho rojo, que es la principal seña de identidad de esos guerreros indios.

El acto tuvo lugar en Achacachi, en la zona del lago Titicaca, donde se habían concentrado unos diez mil campesinos, algunos armados con fusiles Mauser. El alcalde de Achacachi, Eugenio Rojas, ofreció poner en pie de guerra a cien mil ponchos rojos para evitar la secesión de los departamentos rebeldes.

El alcalde fue menos ambiguo que Morales y centró el problema sin medias palabras en el conflicto regional, pero también étnico, que hay en Bolivia. Rojas fue tajante al manifestar la cerrada oposición de los collas (los indios andinos) a las pretensiones autonomistas y secesionistas de los cambas (la gente mestiza y blanca de los departamentos selváticos).

«El poncho rojo no es un disfraz. Es la identidad de la nación aimara. Es el coraje de los collas (...) No queremos autonomías departamentales, no queremos autonomía camba, quienes robaron y humillaron al país», dijo al alcalde, un colla como Evo Morales.

Los cambios en el gabinete fueron anunciados un día después de que en su discurso, de cuatro horas y veinte minutos de duración, de primer aniversario, el presidente destacara el éxito de la nacionalización de los hidrocarburos, en mayo pasado, y anunciara que expropiará los intereses privados multinacionales de las empresas de capital mixto donde sean verificados hechos de corrupción o incumplimiento de las inversiones comprometidas, lo que las deja al arbitrio del Ejecutivo.

Como queriendo preparar el terreno para la confiscación, Evo Morales anticipó que en ese tipo de empresas se han encontrado muchas irregularidades. Hay en ellas intereses estadounidenses (sector eléctrico), chilenos (ferrocarriles) e italianos (telecomunicaciones), además de bolivianos (aviación). No parece que al menos en el caso de Chile, el presidente Morales abra un litigio cuando el gobierno de Santiago se ha mostrado dispuesto a conversar sobre la centenaria pretensión boliviana sobre el litoral oceánico que Bolivia perdió hace casi 125 años como consecuencia de su derrota en la Guerra del Pacífico.

Evo Morales recibió el aplauso general boliviano por la toma del control de los hidrocarburos, que ha supuesto una notable inyección de recursos para el Estado boliviano. No obstante, su nivel de aprobación popular ha caído del 77 % por ciento inicial a un 59 %, que es aún superior a los votos que recibió en las elecciones que le llevaron a la presidencia.

Francisco R. Figueroa
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1 comentario:

Fran Invernoz dijo...

Evo Morales, según las últimas noticias, se desmarca de Venezuela y Cuba, quizás se queda solo como el último mohicano. Sin embargo, tiene esa perspectiva interesante de recuperar la salida al mar perdida en la Guerra del Pacífico. La situación en Bolivia poco difiere de la de otros países latinoamericanos que pretenden un giro a la izquierda rápido y algo radical. Hay que añadir la falta de integración en la región. La situación actual no sirve de mucho para paliar las desigualdades y el reparto de la riqueza sigue siendo injusto. Los populismos imperantes frenan cualquier avance.