Ecuador: Lasso decidió morir matando

Francisco R. Figueroa

20/5/2023

Convencido de su inevitable e inminente linchamiento político, el presidente de Ecuador, Guillermo Lasso, prefirió morir matando: de un limpio tajo se llevó por delante la Asamblea Nacional y se hizo el harakiri sin salirse del marco constitucional.

Guillermo Alberto Santiago Lasso Mendoza, de 67 años de edad, dos en el cargo, un respaldo parlamentario raquítico y prácticamente sin apoyo popular, usó el mecanismo legítimo que permite a un mandatario ecuatoriano disolver el legislativo y dar paso forzosamente a unas elecciones intercaladas presidenciales y legislativas, que tras su convocatoria, en breve, deben celebrarse en la misma jornada y en un plazo de noventa días.

Este banquero guayaquileño, católico profundo, conservador en lo social y liberal en lo económico se enfrentaba a un juicio político orquestado por una mayoría bastarda con la finalidad de derribarlo acusándolo de un presunto delito de malversación, con una acusación endeble: pasividad frente a una red de corrupción tejida en el gobierno anterior, de Lenin Moreno (2017-21), relacionada con un contrato de transporte de combustibles de la petrolera estatal, un caso que salpica al presidente a través, sobre todo, de un cuñado y socio.

Con un puñado de parlamentarios de fidelidad dudosa en la fragmentada Asamblea Nacional, en la que su gente del Partido Social Cristiano participa ahora de la alianza anti-Lasso, un respaldo popular menor al 20 %, evidentes errores de gestión, el incremento de la violencia del crimen organizado, olor a compra de parlamentario y exigencias desorbitadas de los tránsfugas potenciales, y lo que él llamó «los triunviros de la conspiración», por los dirigen complotados en su contra, el presidente danzaba con la soga al cuello cuando se aferró, el miércoles último, al decreto de «muerte cruzada», que era la última bala en su recámara.

Había que evitar el trance de una destitución humillante, como le ocurrió en 1997 al «Loco» Abdalá Bucaram, el mandatario relevado por el parlamento por «incapacidad mental», el morboso espectáculo público de ver simbólicamente su cabeza exhibida en una pica en la vieja plaza Grande de Quito, frente al palacio de Carondelet, a su archienemigo el huido –a Bélgica– y prófugo expresidente Rafael Correa relamiéndose de gusto o a su correligionario Jaime Nebot frotándose las manos, y, quién sabe, tener que huir quizás por los tejados de la casa presidencial como tuvo que hacer el coronel Lucio Gutiérrez en 2005.

Lasso no ha dicho públicamente aún si buscará la reelección, que seguramente será misión imposible a la vista de la situación interna en Ecuador. Para noviembre, como máximo, estarán investidas las autoridades que resulten de las próximas elecciones intercaladas, que deben completar la actual legislatura hasta mayo de 2025.

Los partidarios del prófugo (asilado por Bélgica) Rafael Correa de la Revolución Ciudadana, que socavaron la presidencia de Lasso, se ven ganadores. Si lo logran, su misión será limpiar –tiene pendiente una condena a ocho años por cohecho– al que fue presidente de 2007 a 2017 y, una vez blanqueado, propiciar su retorno triunfal al país y la vuelta al poder en las presidenciales de 2025, con gran estilo, como el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva. Correa está convencido de «aplastar» a cualquier rival.

PE: El presidente Lasso declinó días después concurrir como candidato a las nuevas elecciones, convocadas para el 20 de agosto.

Chile: ¡Vista a la derecha, ar!












Francisco R. Figueroa

✍️8/5/2023

Las derechas de Chile, con los ultras de José Antonio Kast (35 % del voto) en cabeza, se han hecho en las urnas, este domingo, con el control absoluto —34 de los 50 puestos— de la nueva asamblea constituyente, en otro movimiento del péndulo político nacional.

Kast (57 años), líder del Partido Republicano, es, paradójicamente, un firme partidario de la Constitución de 1980, legada por la dictadura del general Augusto Pinochet, un acérrimo defensor del modelo neoliberal y mercantilista de Estado impuesto por esa ley fundamental, que tiene 62 remiendos hechos en la etapa democrática, y un alabancero de la herencia pinochetista, si bien nunca nombra al difunto autócrata ni se reconoce como su vástago en ese juego de simulaciones propio de las fuerzas más radicales.

Con sus 23 puestos en el nuevo Consejo Constitucional, el Partido Republicano se ha hecho con suficiente representación para vetar cualquier norma y definir a su antojo el tipo de Constitución que debe ser sometida a referéndum el próximo 17 de diciembre.

Sumados los 11 puestos obtenidos por la derecha tradicional es absoluto el control conservador de la Constituyente, que debe elaborar un nuevo proyecto de Carta Magna tras el rechazo popular, en septiembre del año pasado, en referéndum (62 %), al anterior, determinada por los progresistas y los movimientos sociales, por ser un auténtico bodrio extravagante.

En aquella primera constituyente las izquierdas, ensoberbecidas y sectarias, pasaron la apisonadora sobre las derechas, sin dejarles la menor opción. Debido a ello, el presidente Gabriel Boric, en un discurso tras la derrota, pidió a los vencedores «sabiduría y templanza» y los invitó a no cometer el mismo error en que incurrieron ellos de no saber escuchar a quienes pensaban distinto.

Está por ver si la derecha tradicional de Chile Seguro –integrado por la UDI (Unión Demócrata Independiente), Renovación Nacional y Evolución Política–, que quedó como tercera fuerza con el 21 %, endurece su posición y se aproxima a la línea ideológica de Kast pensando en las venideras elecciones.

También se adueña Kast del liderazgo de la oposición chilena en menos de dos años de su derrota en 2021, por once puntos porcentuales, en el balotaje de las presidenciales frente a Boric, mientras su Partido Republicano se convierte en la primera fuerza nacional a menos de cuatro años de su fundación y él se proyecta como favorito para las presidenciales de 2025.

Ni los mejores pronósticos auguraban unos resultados tan holgados para este hijo de un oficial nazi de la Wehrmacht, huido en 1950 a Chile con el apoyo del Vaticano, y ferviente católico del Movimiento Apostólico de Schoenstatt, forjado en política a los pechos del asesinado ideólogo pinochetista Jaime Guzmán, defensor de la permanencia del dictador en la jefatura del Estado en el perdido plebiscito de 1988, dos veces derrotado como candidato presidencial, admirador del brasileño Jair Bolsonaro y de otros ultraconservadores, como Vox en España.

Un paisano suyo, buen conocedor, retrata a Kast como político extremadamente conservador, pero no un fascista que represente una amenaza para la democracia, ni racista, homofóbico o demagogo como Donald Trump; sí un implacable anticomunista, enemigo de todo lo que se considera políticamente correcto, contrario al matrimonio igualitario y al aborto, indiferente a los derechos de la comunidad LGTBQ y el feminismo.

El resultado de las elecciones de este domingo deja a Boric en la presidencia en una debilidad extrema con el revoltijo de partidos progresistas que le llevaron al poder. La coalición de Boric quedó en segundo lugar (28 % del voto) y sin posibilidad de influir en la redacción de la nueva ley fundamental y sin presencia en el Consejo constituyente de la izquierda moderada, que fue barrida. También, al carecer Boric de mayoría parlamentaria, se dificulta aún más la posibilidad del joven presidente y antiguo líder estudiantil de sacar adelante, con apoyo de la derecha tradicional de Chile Seguro, de las reformas básicas (pensiones, salud e impuestos) que tiene en cartera. Una pesadilla. ✅

franciscorfigueroa@gmail.com