Lección de anatomía política de Aznar

La fundación que preside José María Aznar y el propio ex primer ministro derechista español acaban de dar una lección de anatomía política bajo el solemne título de «Informe Estratégico sobre la situación y el futuro de América Latina», con el claro objetivo de combatir a regímenes como los de Fidel Castro, Hugo Chávez, Evo Morales o Rafael Correa.

El informe emana de la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES), que también tiene un nombre doctoral, y fue presentado en público, en Madrid, por Aznar, quien se propone pasear bajo el brazo ese documento por diferentes capitales latinoamericanas, de aquí a poco.

Desde que dejó el poder, hace tres años, Aznar juega al de guía espiritual de los conservadores y depositario de las esencias de unas pretendidas ideas liberales, de centro-derecha, que sus rivales de izquierda no dudan en calificar derechismo del más rancio, cada día que pasa con más vigor.

La fundación de Aznar confiesa que quiere aportar ideas para el futuro latinoamericano y lo primero que aconseja es evitar el camino por donde van, sobre todo, Chávez, Morales y Correa –a los que no nombra– cuando advierte de la inconveniencia del «populismo revolucionario, las ideas caducas, el neoestatismo, el militarismo nacionalista y el indigenismo racista». Al tiempo, condena a la hoguera lo que el líder venezolano bautizó como «socialismo siglo XXI», la ideología de perfiles inciertos que nortea su revolución. Aznar y la FAES dicen que ven «con preocupación que esas ideas vuelven a renacer, incluso con el aval de procesos electorales», en clara alusión a los recientes triunfos en los comicios presidenciales de gobernantes izquierdistas como Morales, Corrrea o el nicaragüense Daniel Ortega porque hace implícitamente la salvedad de líderes que, como el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva o la chilena Michelle Bachelet –a quienes tampoco mencionó por sus nombres–, «legítimamente desarrollan sus programas políticos con un escrupuloso respeto al normal juego democrático».

Afirma también que el populismo «utiliza la desesperación de los más desfavorecidos y los más vulnerables para perpetuarse en el poder, engaña con el espejismo de un falso atajo hacia la prosperidad y el bienestar y lleva, a la pobreza y la marginación». Aznar imbuye a sus correligionarios latinoamericanos de ideas para que «derroten democráticamente» el proyecto político que Chávez irradia por el Continente americano.

Esa propuesta de «derrota democrática» supone un paso delante de quien, como Aznar, ha estado señalado como alentador del golpe de Estado que desalojó a Chávez del poder durante 47 horas, en abril del 2002. En esa época Aznar aún era el Presidente del Gobierno de España. Diferentes testimonios señalan la intervención en aquellos hechos del Gobierno de Aznar, junto el de George W. Bush: conspiraciones, idas y venidas de políticos entre Caracas, Madrid y Washington en los días previos; alegadas componendas empresariales para repartirse el petróleo venezolano; trajín de los embajadores español (Manuel Viturro) y estadounidense (Charles Shapiro) en Caracas para consolidar en el poder a los golpistas; conversación teléfonica del propio Aznar con el presidente de facto, Pedro Carmona; declaración y lanzamiento de un comunicado desde la presidencia de la Unión Europea, que desempeñaba España, manifestando “confianza en el gobierno de transición en cuanto al respeto de los valores y las instituciones democráticas”, sin consultar con los demás socios comunitarios; y las iniciativas con Estados Unidos para arrancar un pronunciamiento latinoamericano favorable al nuevo gobierno, que resultó en un tiro por la culata por la actuación de México y Chile, cuyas cancillerías lograron una declaración de apoyo al orden constitucional en Venezuela. Como dijo el entonces Canciller mexicano, Jorge Castañeda, “España y Estados Unidos metieron la pata».

El «socialismo del siglo XXI» es, según la tesis de Aznar y la FAES, «heredero del que en el siglo XX «generó miseria y opresión». En este punto se alude a Cuba, a cuyo régimen califican de «tiranía». Aznar dijo en su discurso de presentación del informe que «en Cuba un régimen totalitario, siniestro aún en su decrepitud, continúa negando la libertad y los derechos a los cubanos». Las relaciones entre Aznar y Castro fueron de mal en peor desde el momento en que se conocieron en 1996, en Santiago de Chile, en la Cumbre Iberoamericana de aquel año, ocasión en la que el gobernante español instó al dirigente cubano a promover cambios democráticos. El intento de amistarles apenas se tradujo en la anécdota de un intercambio de corbatas entre ambos. Durante el gobierno de Aznar las relaciones con La Habana fueron peor que malas. Castro ha despotricado alto y copiosamente contra Aznar, a quien ha llamado, entre otras cosas, «payaso», «bandido», «cobarde», «caballerito», «führercito de ideas nazi-fascistas» y «la chancleta de Franco».

Dice Aznar que más allá de Cuba «la América Latina libre y democrática vive hoy bajo la sombra aciaga de otro viejo conocido: un adversario de la libertad que ahora se viste de populismo». Agrega que quienes en América Latina siguen el camino que se «aleja de las sociedades abiertas, libres y prósperas» van rumbo a desastre. Arremete contra lo que llama «indigenismo radical» e «indigenismo racista» porque «siembran la división y agudizan los problemas» y en Estados ya de por sí frágiles «dificulta y daña la integración nacional».

Propone Aznar que América Latina «estreche aún más sus lazos con Estados Unidos», país que, en su concepto, debe ser «un socio fundamental para garantizar el proceso de la región, su anclaje en el mundo democrático y pueden actuar como un garante activo de la libertad y los derechos fundamentales».

Aznar se muestra convencido de que Estados Unidos ha aprendido de «los errores del pasado», aunque nada dice qué han aprendido él o su Partido Popular, en el sentido de que los ochos años que detentaron el poder en España, muy al estilo del Departamento de Estado, pusieron la política exterior al servicio de los intereses de las empresas españolas asentadas en América Latina por sobre los vínculos políticos, culturales e históricos de más de quinientos años de antigüedad. Eso ocurrió con motivo del golpe contra Chávez, pero también en la crisis argentina del 2000 y, ese mismo año, con ocasión de la fraudulenta reelección de Alberto Fujimori como presidente de Perú, crisis que acabó con su renuncia por fax camino a su exilio en Japón, o ignorando por completo a Lula da Silva en la campaña que a fines del 2002 le llevó al poder en Brasil, en unos comicios de resultados tan cantados que solo los políticamente ciegos no veían.

Según afirma Aznar, Estados Unidos «haría bien en aceptar el papel de líder regional» en América. Pero la cuestión es que la mayor parte de los gobiernos que actualmente hay en América Latina –incluídos los citados, pero también a Brasil y Argentina, entre otros– y, según encuestas, gran parte de la sociedad latinoamericana no aceptan ase liderazgo, como se ha puesto de manifiesto con ocasión de la reciente gira de Bush. La última vez antes de esa gira que Bush se había acordado de América Latina fue para implicarla en la invasión a Irak, hace cuatro años. En aquella ocasión, Aznar hizo de emisario de Bush para ganar voluntades latinoamericanas a la causa de la guerra.

Francisco R. Figueroa

El gurú rojo


La guerrilla colombiana ha encontrado en Hugo Chávez un nuevo gurú rojo, el sustituto como farol ideológico del senil Fidel Castro, quien fue durante medio siglo su paradigma. Los guerrilleros colombianos estudian ahora la figura de Chávez y sus obras, ven documentales, escuchan por radio sus alocuciones y lo tienen por líder ideológico.


Quién asegura lo anterior no habla por boca de ganso, sino que es un testigo de primera. Se trata del ministro de Relaciones Exteriores de Colombia, Fernando Araújo Perdomo, que apenas lleva en el cargo un mes. Este ingeniero civil cartagenero pasó seis años cautivo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, las FARC, la guerrilla más antigua del país, en armas desde 1964. A principios de diciembre del 2000 Araújo Perdomo se enfrentó con los puños desnudos al grupo de las FARC que acabó llevándole bajo secuestro de Cartagena de Indias a los Montes de María. Seis años y unos pocos días más tarde, aprovechando la confusión que se organizó en el campamento guerrilleros por un ataque militar con helicópteros, se escabulló hacia la maleza. Resistió cinco días en la jungla hasta que finalmente halló un punto civilizado y un destacamento del Ejército.

Araújo Perdomo habla por los poros, aunque comedido por el lenguaje diplomático aprendido a prisa. «Los guerrilleros admiran ideológicamente a Chávez», ha dicho. Él fue testigo en primera línea, cautivo como estaba en las montañas colombianas. Esa era la realidad en los frentes guerrilleros números 33 y 35 que Araújo conoció. El Frente 33 de las FARC, llamado «Mariscal Antonio José de Sucre», se le atribuye influencia al otro lado de la frontera, en territorio venezolano, concretamente en los estados de Táchira y Zulia.

Pero Araújo Perdomo hace una salvedad importante: «Eso no quiere decir que Chávez tenga una acción directa sobre la guerrilla». El canciller colombiano pretende que la opinión pública mundial entienda «la realidad de un fenómeno ideológico que existe en la guerrilla colombiana y cómo ellos se identifican con Chávez, y cómo sienten que el proceso que Chávez están llevando en Venezuela los ayuda en su propósito de lograr un espacio en la sociedad colombiana». No quiere que sus palabras sean interpretadas como un reclamo a Venezuela.

El Canciller hizo esas declaraciones a periodistas en Washington, a donde ha viajado para recabar el apoyo del Congreso, controlado por los demócratas, a la segunda fase del llamado «Plan Colombia» contra las drogas y las guerrillas, mediante el que su país es el tercer receptor de ayuda militar estadounidense en el mundo, después de Israel y Egipto. En su reciente visita a Bogotá, el presidente George Bush apoyo la continuidad de dicho plan, pero debe ser el Congreso quien apruebe los fondos. Los demócratas parecen escépticos, sobre todo después del escándalo en Colombia por la implicación de parlamentarios próximos al presidente Álvaro Uribe con los paramilitares, entre ellos miembros de la familia de la antecesora de Araújo Perdomo en la Cancillería colombiano, María Consuelo Araújo, sin parentesco con él, que cayó por ese motivo. Uribe es el más fuerte aliado de Estados Unidos en América del Sur y se considera una especie de contrapeso a Chávez. Es cierto que Uribe y Chávez, uno la antípoda política del otro, ha desarrollado una forma muy peculiar de entenderse y tratarse mutuamente.

Por lo que dice Araújo Perdomo, Chávez ha dado oxígeno ideológico a una guerrilla que había perdido su norte y derivado al bandolerismo. La identificación con Chávez puede ayudar a los guerrilleros en su propósito de hallar un espacio en la sociedad colombiana, en opinión del ministro. Tras la última victoria electoral de Chávez, en diciembre pasado, las FARC comentaron que ese resultado y los registrados en otros países de la región, como Brasil, Nicaragua y Ecuador, «nos permiten reafirmar la validez» del principio de «solución política» del conflicto civil colombiano y que otro sería la historia si las transformaciones que, a juicio de ellos, requiere Colombia pudieran ser debatidas en una campaña electoral. «Pensando en esto ya tenemos lista la Propuesta de un Gobierno de Reconciliación y Reconstrucción Nacional», agrega un documento de las FARC. La guerrilla colombiana entiende también que Chávez señaliza el camino para los demás militares latinoamericanos: la revolución socialista.

La influencia de Chávez es notoria en las FARC. Basta seguir sus proclamas desde el año 2000. Cuando Chávez llevaba gobernando 14 meses, el Estado Mayor Central de las FARC saludó la «formidable lucha colectiva» en Venezuela, al mismo tiempo que señalaba a Fidel Castro y Cuba como «ejemplos de dignidad y de firmeza revolucionaria para el mundo» y exhortaba a Daniel Ortega y los sandinistas nicaragüenses a «redoblar esfuerzos y a no desfallecer en las tareas que se han trazado para la reconquista del poder». Chávez y las FARC fueron camaradas en el Foro de São Paulo que congrega a los revolucionarios latinoamericanos desde 1990. Se trató de iniciativa de Fidel Castro recogida por el entonces belicoso y radicalizado líder de la izquierda brasileña, el actual presidente Luiz Inácio Lula da Silva. Chávez se incorporó al foro en 1995, una vez fuera de la cárcel por haber dirigido una intentona golpista tres años antes y ya con su proyecto político revolucionario bolivariano en marcha.


PE: un día después de haber dado esas declaraciones, el ministro Araújo Perdomo reconoció -todavía en Washington- haber recibido una bronca del presidente Uribe. Agregó que sus palabras sobre que Chávez era el ídolo de las FARC no fueron afortunadas. «Me halaron las orejas de Palacio. El presidente me recomendó una reflexión, con el ánimo de mantener las buenas relaciones» [con el régimen de Hugo Chávez].

Francisco R. Figueroa

Otro desconcierto de Chávez

Hasta que el presidente de Estados Unidos, George Bush, decidió hacer una gira por América Latina, su homólogo venezolano, Hugo Chávez, parecía un entusiasta de los biocombustibles. Por eso han desconcertado los ataques viscerales que ha hecho contra este tipo de carburantes después de que los presidentes de Brasil y Estados Unidos sellaran, la semana pasada en São Paulo, una alianza estratégica para impulsar los biocombustibles.

Después de que Bush y Lula da Silva firmaran ese alianza, Chávez, durante la «contragira» simultánea que hizo, dijo entre otras cosas que «pretender sustituir la producción de alimentos para animales y seres humanos por producción de alimentos para vehículos, para darle sustentación al “american way of life” (modo de vida norteamericano) en el que cada quien tiene un vehículo, es una cosa loca de remate». La cuestión, según el impetuoso líder venezolano, «es aún más grave» ya que «estaríamos usando tierras fértiles, el agua disponible, tecnología, maquinaria, fertilizantes, etc., no para producir alimentos para las personas, sino para abastecer a los vehículos de los ricos».

Esto lo dice el jefe de Estado de una nación que produce cotidianamente más de 3.000.000 de barriles –que cuestan en el mercado 150 millones de dólares cada día o casi 55.000 millones de dólares al año– y que exporta a Estados Unidos casi la mitad de todo ese crudo.

Chávez fue más lejos al exigir a los gobiernos de las naciones de Centroamérica y el Caribe que no produzcan etanol. Pidió «a todos los países hermanos», entre los que citó a Brasil, que «las tierras que se usan para sembrar caña de azúcar y maíz para ese combustible se destinen a producir alimentos para la gente».

En Venezuela se ha recordado después que la petrolera PDVSA (el monopolio estatal del crudo) compra etanol a Brasil y lo usa para sustituir el tetraetilo de plomo en la gasolina ecológica. En distintas ocasiones, durante los últimos dos años, Chávez se refirió a la integración de Venezuela con Brasil para la producción de etanol, del que PDVSA consume unos 30.000 barriles diarios. En presencia de Lula da Silva, a quien dirigió sus palabras, anunció la construcción en Barinas, su tierra natal, de un complejo azucarero, con tecnología brasileña y apoyo cubano. Agregó que allí mismo aspiraba a instalar la planta de producción de etanol y que Venezuela necesitaba duplicar su producción de caña de azúcar para producir el biocombustible, un proyecto de energía limpia del que destacó sus beneficios para el equilibrio ecológico, la agricultura y el empleo. Hace apenas tres semanas, los ministros de Energía de los gobiernos de La Habana y Caracas firmaron un convenio para instalar en Venezuela once plantas de etanol. Pocos días después PDVSA anunció el montaje de 14 centrales azucareros y la siembra de 275.000 hectáreas de caña, entre 2005 y 2012, para producir 25.000 barriles diarios de etanol.

En Brasil han llamado a Chávez «bocazas» y «fanfarrón» por lo que califican de «desatinos». En tono irónico alguien propuso que Lula da Silva le responda: «Está bien, Chávez, aceptó no vender etanol para los autos de los ricos a cambio de que tu vendas petróleo al imperialismo americano».

Sin cintar a Chávez, en un discurso que divulgó el gobierno brasileño, que se interpretó como una educada respuesta al líder venezolano, Lula da Silva dice que su país «hace una contribución relevante el cambio de la matriz energética mundial y se presenta al mundo como un socio verdaderamente democrático». A renglón seguido, el presidente de Brasil sostiene que la decisión de impulsar la producción de los biocombustibles es una medida «soberana» a la vez que «competitiva» para entrar en el mercado mundial.

Brasil es al mayor productor mundial de etanol proveniente de la caña de azúcar con casi 18.000 millones de litros en el 2006, de los que aproximada exporta el 20%. Su experiencia en el campos de los combustibles biológicos se remontan a la década de los años setenta del siglo pasado, cuando durante el régimen militar se apostó por una fuente de carburantes alternativa al petróleo, cuya importancia secaba entonces las arcas del Estado. Actualmente Brasil produce cerca de un millón de barriles diarios de crudo que sumados al etanol garantizan el autoabastecimiento. El 70% del etanol comercializado en el mundo lo producen Brasil y Estados Unidos, este país a partir del maíz, del que es el primer productor mundial.

Los planes de los países desarrollados de que para el año 2020 el 20% del combustible sea de origen vegetal han dado al sector una nueva dimensión. A pesar de su gran producción, que aumentado a un ritmo del 30% anual, Estados Unidos es un fuerte importador de etanol. Argentina, que es el segundo exportador mundial de maíz tras Estados Unidos, acaba de adoptar una ley de promoción de los biocombustibles con la intención de pasar a producir 850.000 metros cúbicos anuales en el año 2010.

Bush y Lula da Silva, tienen previsto otro encuentro el 31 de marzo en Estados Unidos, en la residencia de Camp David. Después, Lula da Silva estará en Caracas los próximos 16 y 17 de abril para participar de un encuentro de gobernantes que tratará sobre energía.

Francisco R. Figueroa
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Hugo «veneno»


Una de las últimas escaramuzas de la guerra verbal permanente que el presidente venezolano, Hugo Chávez, libra contra su homólogo estadounidense, George Bush, acaba de tener lugar en la tierra argentina, donde el dirigente de la llamada «revolución bolivariana» divide hasta matrimonios.


Todo parece indicar que Chávez es un factor que rompe la armonía del matrimonio presidencial argentino, esa aparentemente bien avenida pareja, con más de 30 años de casamiento, que forman Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Él demuestras sus simpatías por el dirigente venezolano a cada oportunidad que se le presenta; a ella, sin embargo, le repele Hugo Chávez, por partida doble: política y personalmente.

El ex presidente argentino Carlos Menem insinúa que la afinidad entre Kirchner y Chávez es puro interés crematístico: los casi 5.000 millones de dólares que Venezuela ha inyectado hasta ahora a la Argentina –la mayoría de esa cantidad en la compra de bonos– para superar la bancarrota.

Curiosamente la figura de Chávez aproxima a Cristina Fernández de Kirchner, aspirante a candidata presidencial en las elecciones de octubre próximo, a Menem, uno de los más envaronados rivales políticos de ella y de su esposo. El antiguo presidente argentino disputó con su marido las elecciones del 2003 y quizás se mida con ella en las de octubre próximo.

En lo que se refiere a Chávez, Menem parece mantener intacta su simpatía hacia Estados Unidos de sus tiempos de gobernante, cuando afirmaba tener una «relación carnal» con Washington. Sin pelos en la lengua, Menem acaba de calificar a Chávez de «veneno».

«Chávez es el veneno de América Latina y un personaje autoritario, con visiones de poder absoluto», afirmó Menem.

Los gestos y las palabras de Kirchner hacia Chávez demuestran al menos una coincidencia de estrategia política, incluso frente a Estados Unidos. No obstante, en este último caso, la diplomacia porteña suelen dar una de cal y otra de arena, tal como ha hecho durante la presencia de Chávez en Buenos Aires, cuando el gobierno de Kirchner se desmarcó de la manifestación popular contra la presencia de Bush en América Latina, que el líder venezolano encabezó este último fin de semana justo cuando el titular de la Casa Blanca se hallaba en la etapa uruguaya de su gira por cinco naciones de la región (Brasil, Uruguay, Colombia, Guatemala y México).

Menem representa casi todo lo que Chávez más detesta: el político neoliberal, privatizador, condescendiente con los mercados, amigo de Estados Unidos y uno de los grandes exponentes de las políticas predominantes en América Latina en los años noventa del siglo pasado que, según el mandatario venezolano, supusieron un estruendoso fracaso.

Uno de los aspectos de la gira simultánea y contrapuesta a la de Bush que ha hecho Chávez, también simbólicamente por cinco naciones (Argentina, Bolivia, Nicaragua, Haití y Jamaica), es el Banco del Sur, una entidad de fomento para proyectos de infraestructuras en América Latina, alternativa a las entidades crediticias tradicionales, cuya piedra angular colocó con Kirchner a su paso por Buenos Aires. Luego, en la etapa de La Paz, Evo Morales se sumó al proyecto. Parece que se unirá también el Ecuador de Rafael Correa. Venezuela afirma que están interesadas en el banco otras naciones como Brasil, Chile, Colombia, Perú y Uruguay.

Habrá que esperar a ver realmente quien más le da coba a un proyecto que ha nacido con cara de querer ser el brazo financiero exterior del proyecto revolucionario chavista.

Chávez ha voceado a los cuatro vientos, del sur al norte del continente, la consigna de «gringo go home», el viejo grito de guerra de la izquierda antiimperialista latinoamericana; predicado el ocaso y caída del imperio norteamericano, y afirmado que Bush es un cadáver político; promocionado lo que llama el eje de fuerzas populares progresistas; denunciado la mendacidad del titular de la Casa Blanca por presentarse en esta gira con la mano tendida hacia la legión de pobres del continente solo ahora que las izquierdas han resurgido; e insistido en la existencia de conspiraciones golpistas y planes de la CIA para derrocar o asesinar a él y a otros lideres populares latinoamericanos.

En relación a la gira de Bush diferente ha sido, por ejemplo, la posición de la presidente socialdemócrata de Chile, Michelle Bachelet, quien ha valorado el periplo del mandatario estadounidense como muestra de una cierta relevancia que Washington ha vuelto a dar a América Latina.

Francisco R. Figueroa
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Kirchner y Kirchner


Por segunda vez en su historia Argentina puede tener una mujer en la presidencia. Por segunda vez también, la presidenta sería la esposa de alguien que ha sido jefe del Estado. Más que nunca, la Casa Rosada puede ser un asunto de familia.

Pero la senadora Cristina Fernández, esposa de Néstor Kirchner, no parece una persona que vaya a conducir a Argentina al despeñadero al que la llevó la corista María Estela Martínez de Perón, la «Isabelita» que heredó el cargo tras la muerte de su marido, el mítico caudillo Juan Domingo Perón, y que aguantó en la presidencia durante 20 meses, entre 1974 y 1976, hasta que la sacaron los militares. Esta mujer de pocas luces, manipulable, dada al esoterismo y muy limitada para gobernar, está ahora en libertad condicional, en su domicilio cerca de Madrid, a la espera del trámite de un pedido de extradición que ha hecho la justicia de su país. (Ver en estos Apuntes el artículo «Isabelita: ella desató los demonios» del 13 de enero de 2007, en http://www.apuntesiberoamericanos.blogspot.com/2007/01/isabelita-ella-desat-los-demonios.html).

Las comparaciones suelen ser odiosas, pero si Cristina Fernández formaliza su candidatura a las elecciones presidenciales previstas para octubre próximo surgirán las comparaciones tanto con la viuda «Isabelita» como con «Evita» Perón, la segunda esposa del general Perón muerta de cáncer con 33 años en 1952. Pero mientras Eva Duarte y María Estela Martínez seguramente no hubieran sido nada sin el general Perón, Cristina Fernández tiene una sólida vida política propia desde de casi 20 años. Incluso alcanzó antes que su marido notoriedad nacional.

En Argentina se habla abiertamente de la candidatura de Cristina Fernández y la clase política se acepta que alcanzará la presidencia dado el favoritismo que muestran las encuestas electorales. Se han celebrado comicios a favor de su candidatura y se han escuchado diferentes declaraciones de personeros del kirchnerismo en el mismo sentido. El presidente, llamado a convertirse en el gran elector, no ha sido claro aunque ha admitido que si el candidato no fuera él sería lo sería ella con aquella ya famosa frase: «si no es pingüino será pingüina». «Pingüino» es el apodo de Néstor Carlos Kirchner, oriundo de las frías tierras patogonas de la provincia de Santa Cruz, en cuya capital, Río Gallegos, nació hizo recientemente 57 años. Las encuestas, en todos los escenarios medidos, arrojan una victoria muy clara tanto en el caso de que el candidato sea Néstor Kirchner como si fuera Cristina Fernández. Y cada día que pasa parece más claro que será ella.

Según la prensa, Kirchner baraja dos planes: el primero consiste en buscar la reelección, como la esposa como número dos, y el segundo retirarse y dejarle el paso franco a la esposa. La primera opción parece alejarse por el alegado mal estado de salud del presidente, que puede padecer cáncer en el aparato digestivo, posiblemente en el colón. En Río Gallegos se comenta abiertamente esa situación, de la que han informado medios locales. Según esas versiones, el entorno de Kirchner maneja la salud del presidente como un secreto de estado, del mismo modo que en Cuba se lleva la de Fidel Castro. Por otro lado, corren las versiones de que el mandatario acude frecuentemente a Río Gallegos en los fines de semana para ser tratado por médicos de su confianza, lejos de Buenos Aires.

Cristina Fernández tiene una carrera política de larga trayectoria, aunque forme con su marido una pareja política imponente. De 54 años, Cristina Fernández es la esposa de Kirchner desde 1975. Se conocieron de estudiantes en la Universidad de la Plata donde ambos se graduaron como abogados. Es una mujer vistosa, de fuerte carácter y fama de combativa. Desde 1989 tiene su propia carrera política. Ha sido legisladora en la provincia de Santa Cruz y después diputada y senadora nacional. Actualmente es la jefa de la bancada peronista en el senado federal argentino.

Francisco R. Figueroa

Pelea de gallos

Una pelea de gallos protagonizan los presidentes George Bush y Hugo Chávez con motivo de la gira latinoamericana del estadounidense, sobre la que el venezolano ha superpuesto su propio viaje.

Bush se expresa en la víspera del viaje en un tono mucho más moderado que el volcánico Chávez, quien está poniendo toda la carne en el asador con la finalidad de transformar la gira de Bush en un vía crucis como, por ejemplo, el que tuvo Richard Nixon cuando siendo vicepresidente visitó, a fines de los años cincuenta del siglo pasada, entre otras, Caracas, donde los estudiantes apedrearon su limusina y la llenaron de escupitajos en una muestra de hostilidad a Estados Unidos y su política intervencionista.

El propio Chávez se pondrá al frente de una manifestación contra la presencia de Bush en América Latina. El mandatario estadounidense ha minimizado esa protesta, que tendrá lugar en la capital argentina mientras él se encuentre de visita al vecino Uruguay. «Son cosas de la libertad y yo amo la libertad», ha venido a decir Bush en una entrevista colectiva a diarios de los naciones que va a visitar: Brasil, Uruguay, Colombia, Guatemala y México.

El presidente venezolano tiene orientadas todas sus baterías contra Bush, al que le ha disparado varias andanadas este martes desde los micrófonos de su programa radial «Aló, Presidente». Soltó Chávez una retahíla de improperios contra Bush: ignorante, caballerito, mentiroso, lobo vestido de oveja para viajar a América Latina, diablo, jefe del imperio más genocida, rey del cinismo, señor de la guerra… Los latinoamericanos «te decimos: ¡Bush go home!», manifestó al tiempo que lanzaba retos e insultos.

En Estados Unidos los medios de comunicación presentan el periplo de su presidente como «una gira anti-Chávez». En el mundo hay conciencia de que si no fuera por Chávez seguramente este viaje no se habría hecho. A Chávez se suma el aumento en América Latina de los sentimientos anti-estadounidenses y la ausencia durante más de cinco años de una acción política y comercial en la región, vacío que se ha apresurado a ocupar el activo presidente venezolano en su afán de expandir la revolución y lo que él llama «socialismo del siglo XXI», un sancocho político con ingredientes comunistas, nacionalistas, estatistas, panamericanistas, militaristas, populistas y anti-imperialistas, con retórica y leyendas patrióticas y una pizca de cristianismo, que cuece al fuego vivo en un hornillo de petróleo inagotable.

Desde Washington, antes de subir al avión, Bush pronostica el fracaso de Chávez, dice que lo suyo son falsas promesas y afirma que el modelo de gobierno del líder venezolano es ineficaz y agrava la pobreza.

Para combatir a Chávez, Bush lleva a América latina un discurso social y promesas de contribuir a la lucha contra la pobreza y las desigualdades, en un intento tan evidente como posiblemente infructuoso de arrebatar banderas al líder bolivariano.

Chávez promete estar ojo avizor para ver qué dice y hace Bush durante su estancia en América Latina. Para él está claro que el mandatario estadounidense viaja para sembrar la discordia y la cizaña entre los pueblos latinoamericanos, para enfrentar a unos contra otros, y a sumar a todos cuantos pueda contra Venezuela. Se ha mostrado feliz por la posición de Argentina y Brasil de no tratar el tema venezolano en sus relaciones con Estados Unidos ni servir en absoluto de contendores de Chávez.


Francisco R. Figueroa
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Bush y Chávez miden fuerzas en sendas giras

La tardía gira por Latinoamerica del debilitado presidente George Bush difícilmente recompondrá las maltrechas relaciones con una región que ha sido ninguneada durante los seis años en el poder que lleva el actual inquilino de la Casa Blanca.

Bush viaja también con la pretensión de neutralizar la «peligrosa influencia» que, según el Departamento de Estado, ejerce en América Latina el presidente venezolano, Hugo Chávez, cuyo peso y capacidad para envenenar las relaciones de la región con Estados Unidos han ido creciendo en la misma medida en que la administración Bush ignoraba a sus vecinos del sur. Precisamente Chávez ha organizado su propia gira sudamericana –a Argentina y Bolivia– en coincidencia con la de Bush, entre otras cosas para encabezar la protesta contra la presencia en América Latina del líder estadounidense.

Sin duda alguna para un presidente en sus peores horas, empantanado en sus guerras de Irak y Afganistán, enfrascado con Irán, Siria y Corea del Norte, y complicado en sus relaciones con la Unión Europea, por citar solo algunos frentes que tiene abiertos, América Latina definitivamente no ha podido ser «el compromiso fundamental» de política externa que el propio Bush anunció durante su primera campaña presidencial, en el 2000.

De la mano de la poderosa secretaria de Estado, Condoleezza Rice, Bush recorrerá cinco países en seis días para tratar de recuperar la influencia perdida en la América Latina y acallar al mismo tiempo las múltiples críticas internas que recibe por haber descuidado una región en la que han surgido –y se han consolidado– liderazgos como el de Chávez, al tiempo que posiciones como las de Brasil y Argentina daban al traste con el pretencioso Tratado de Libre Comercio para las Américas que se idealizó durante el gobierno de Bill Clinton o en México la izquierda estuvo en un tris de ganar el poder.

Desde que asumió la presidencia de Estados Unidos, en enero de 2001, desde luego que a Bush en América latina le han crecido los enanos. Los problemas se han multiplicado y los gobernantes de izquierdas han proliferado. Ganaron el poder Lula da Silva en Brasil, Néstor Kirchner en Argentina, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador y Daniel Ortega en Nicaragua. En Chile a un socialista (Ricardo Lagos) le sucedió otra socialista (Michelle Bachelet). En Uruguay los viejos tupamaros –aunque muy descafeinados– llegaron al gobierno con Tabaré Vázquez. En Venezuela se robusteció vigorosamente Hugo Chávez tras fracasar un golpe de Estado en el que estuvo la mano diligente de Washington. En Perú Ollanta Umala estuvo a punto de dar el campanazo. En Paraguay el ex obispo Fernando Lugo, que bebe en el pozo de la izquierdista teología de la liberación, es favorito para las elecciones presidenciales. En Guatemala la india y Premio Nobel, Rigoberta Menchú, disputa las presidenciales de septiembre. Al mismo tiempo en América Latina ha crecido la influencia de China y Venezuela se rearma en Rusia, se alía con Irán y Cuba y financia las causas de la izquierda y el indigenismo. Todo ello ante la virtual impasibilidad de Estados Unidos.

Bush pisará Brasil, Uruguay, Colombia, Guatemala y México entre el 8 y el 14 de marzo. Brasil es la mayor economía de la región, tiene un gobierno pragmático de izquierda muy activo entre las potencias emergentes que trata de hablar de tú a Estados Unidos. Lula es de hecho un presidente que cumple los pactos, no amenaza ni crea líos los mercados y no supone un riesgo. De otro lado, Estados Unidos cree que un político así, de extracción popular, es el contrapeso adecuado para un a líder tan exuberante y e hiperactivo como es Chávez. Brasil es el amigo fundamental para tratar de mantener un equilibrio en la región.

Colombia es una de las tres naciones del mundo que más ayuda recibe de Estados Unidos para la lucha contra las guerrillas y los narcotraficante, y su su gobierno, encabezado por Álvaro Uribe, esta muy pero que muy cercano al de Washington. En tercer lugar, México es el estratégico vecino del sur con el que hay grandes temas comerciales, de inmigración y de narcotráfico en la agenda bilateral. Lo tres dan sentido y contenido al viaje.

No en cambio Uruguay, dejando de lado Argentina, cuyo presidente, Néstor Kirchner, está con Venezuela en unas relaciones tan carnales como en su día Carlos Menem afirmó que las tenía con Estados Unidos. Kirchner
defiende sus relaciones privilegiadas con Chávez y recuerda cómo Venezuela ayudó vigorosamente a Argentina a salir de la crisis. Durante una reciente estancia en Venezuela, denunció alto y claro que él y Lula habían recibido pedido de Estados Unidos para que sirvan de freno a Chávez. «No lo haremos», aseguró. Por último, Guatemala, país que como candidato de Estados Unidos, libró una crispada disputa con Venezuela por un puesto en el Consejo de Seguridad de la ONU.

En América Latina el rechazo a la política de Bush esta generalizado. Chávez lo sabe y lo aprovecha, en Argentina vociferando al frente de sectores sociales afines justo al mismo tiempo en que Bush visita Colonia, al otro lado del Río de la Plata. Estados Unidos ha anticipado que evitará la confrontación con Argentina aunque Chávez celebre el anunciado acto multitudinario contra Bush.

El gobierno de Ecuador ha expresado su malestar por la gira de Bush sugiriéndole al presidente estadounidense que «deje de intervenir en la política de los pueblos que tienen derecho a (…) buscar sus propios caminos hacia la felicidad y el desarrollo», dijo el vicepresidente Lenin Moreno. «Cada vez que el presidente Bush viene a Latinoamérica temblamos….», agregó. Ecuador tiene unas relaciones muy tensas con la vecina Colombia y desconfía de «disposiciones viene impartir» Bush. El presidente Uribe «no debiera atenerse únicamente a las órdenes que mandan del imperio», agregó Moreno.

La gira de Bush recuerda otra que en los años ochenta hizo el fallecido Ronald Reagan, quien literalmente anduvo perdido. En Brasilia, Reagan brindó en una cena oficial por «mis amigos bolivianos». Luego rectificó y dijo: «Oh, no: brindo por mis amigos colombianos, porque Bolivia es el próximo país que visitaré». En realidad Reagan iba desde Brasilia a Bogotá. Esa noche, en el palacio Itamaraty de Brasilia, Ronald Reagan nos sabía donde estaba ni a donde iba. Estaba perdido en el ombligo de América del Sur.

Francisco R. Figueroa
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