Uribe tiene la iniciativa

El presidente Álvaro Uribe ha retomado la iniciativa, fortalecido en su gira en curso por Europa donde ha cosechado apoyos importantes a la causa de la paz y la democracia en Colombia, en contra de los grupos terroristas.

Su explicación de que en Colombia hay una democracia —y no una dictadura como tantas hubo en América latina— traspasa los oídos reacios de muchos europeos para quienes las guerrillas son sinónimo de fuerzas alzadas por unos ideales políticos de libertad y justicia. Ante los ojos de Europa Uribe desnuda los horrores de las FARC.

De otro lado, desarma de argucias a las FARC al reiterar su disposición al inicio de conversaciones de paz y a disponer una zona segura para negociar, con garantías internacionales para las partes y una fuerza multinacional de ser requerida, con la sola condición de que los 750 rehenes sean soltados.

Por añadidura, al meter de nuevo en el proceso a Francia, España y Suiza —junto a la Iglesia católica— recupera la mediación internacional que neutraliza la desautorizada, pero persistente, mediación del venezolano Hugo Chávez.

Nadie —salvo un país insignificante como la Nicaragua de Daniel Ortega— ha secundado la iniciativa de Chávez, de dar reconocimiento político a los grupos guerrilleros colombianos. Ni el ecuatoriano Rafael Correa ni el boliviano Evo Morales se han animado a secundarlo. Cuba ni menciona el asunto. Para Fidel Castro las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) nunca fueron confiables. El castrismo siempre prefirieron como aliado al Ejército de Liberación Nacional (ELN), que fue metido tangencialmente por Chávez en el tema del reconocimiento político internacional. Casi nadie habla de ello, pero los «elenos» a la chita callando están liberando rehenes.

Ahora un Chávez, fracasado y fuera de sí, predica en el desierto a favor de las FARC, y persista a la desesperada en sus obstinados ataques a Uribe, tan desmesurados como insolentes. Este domingo, sin ir más atrás, lo llamó «mafioso», «cobarde», «mentiroso», «cizañero», «indigno» y «triste peón del imperio».

Hay motivos sobrados para que Bogotá rompa todas las relaciones con Caracas, pero con inteligencia Uribe evita dar un paso que supondría más munición a Chávez para explotar los muchos sentimientos anticolombianos que hay en Venezuela y convertirían en la contraparte diplomática en Colombia a las FARC, que serían sujeto de derecho internacional una vez que la Asamblea Nacional venezolana las reconoció políticamente.

Chávez seguramente tomará represalias comerciales contra Colombia y los venezolanos, absolutamente dependientes de las importaciones, saldrán perdiendo por la alta necesidad de alimentos y piezas que tienen del vecino país. En Colombia se teme un apoyo económico y militar a la FARC del régimen chavista. Hay quienes rezan en ambos países para que Chávez no se atreva a tanto porque podría dejarlos al borde de una guerra. Seguramente el comandante bolivariano siga apretando las tuercas pensando en los réditos internos para sus planes personales de reelección indefinida.

La Francia de Nicolas Sarkozy ha entendido las razones de peso de Uribe, que ha visitado en primer lugar Paris en su gira europea. Después fue a Bruselas y a Madrid. Ha quedado claro que Francia no pagará con un reconocimiento a las FARC la libertad, tan ardorosamente perseguida por Sarkozy, de la franco-colombiana y rehén más conocida, Ingrid Betancourt, que languidece en su penoso cautiverio de la selva. La postura anunciada por Francia constituye otro revés para Chávez, que poco antes se había paseado por París alardeando de su ascendencia sobre las FARC, que acabaron engañándole. ¿Por qué las FARC mantuvieron a Chávez en la ignorancia sobre que no tenían al niño Emmanuel y le hicieron pasar aquel amargo trago cuando Uribe reveló la situación? ¿Por qué Chávez no muestra públicamente las cartas que dice haber recibido de «Manuel Marulanda Tirofijo», el cabecilla de las FARC? Ha quedado claro que Chávez no tiene el hilo directo, del que tanto presume, con el estado mayor de las FARC. Los relojes de Chávez y las FARC andan desajustados, pero los relojes de Francia y Colombia, como se ha dicho en París, están sincronizados.

También lo están con la Unión Europea. El Alto Representante de Política Exterior del Consejo de la UE, el español Javier Solana, ha respondido claramente delante de Uribe, en una rueda de prensa en Bruselas, que las FARC no dejarán de ser consideradas como una organización terrorista. La UE, pues, respalda la política de seguridad democrática de Uribe y su propuesta de conversaciones de paz a cambio de la liberación sin condiciones de los 750 rehenes que se pudren en las selvas, para los que el mandatario colombiano está buscando atención médica internacional urgente con el auspicio de la Cruz Roja, dado el precario estado de salud de muchos de ellos, según ha quedado de manifiesto en la correspondencia remitida con las dos mujeres recienemente puestas en libertad.

Uribe se ha apuntado nuevos tantos al aceptar incluso el despliegue de una fuerza multinacional en lo que denomina una «zona de encuentro» desmilitarizada, con observadores internacionales, para lograr un acuerdo de paz con la guerrilla. El presidente colombiano puede lograr que el mundo entero ejerza presión sobre las FARC por la penosa situación de los secuestrados y porque sus argumentos son de peso.

Chávez ha logrado que en Colombia haya casi unanimidad en torno a Uribe hasta de sus más aguerridos rivales políticos internos —incluso los considerados chavistas—, que han condenado la intolerable injerencia en los asuntos colombianos del mandatario venezolano, en quien ven a un portavoz de las FARC. Esta situación está dejando a Uribe sobre raíles para buscar un tercer mandato.

Francisco R. Figueroa
www.apuntesiberoamericanos.com
franciscorfigueroa@hotmail.com

Chávez abraza a «Tirofijo» y apuñala a Uribe

El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, ha abrazado de forma descarada la causa de las guerrillas colombianas, particularmente de las FARC, que han sido reconocidas este jueves por el parlamento de Caracas como «fuerzas beligerantes» y no organizaciones terroristas.

A instancias del mandatario, tanto las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) como el Ejército de Liberación Nacional (ELN) fueron reconocidos también como «movimientos de liberación» por los miembros de la Asamblea Nacional venezolana, todos fieles a Chávez, salvo siete.

Se trata de un acto de hostilidad hacia el Gobierno de Colombia que preside Álvaro Uribe y de una injerencia descarada y mayúscula en el vecino país. Chávez olvida que Colombia combate desde siempre a sus guerrillas desde la legalidad y la legitimidad democrática. Ni ahora ni antes ha habido en Bogotá un régimen dictatorial que justificase un derecho a la insurgencia o ameritase la existencia de fuerzas de liberación nacional.

Desde el punto de vista del derecho internacional, Chávez ha quedado con las manos libres para apoyar moral y materialmente a unas organizaciones consideradas terroristas por medio mundo, con Estados Unidos y la Unión Europea en cabeza.

Con la decisión de la Asamblea venezolana, desde el punto de vista diplomático, las guerrillas y el Gobierno de Colombia han quedado al mismo nivel para Caracas. Puede, incluso, haber intercambio de representantes.

Venezuela ha dado un paso sumamente grave ya que el conflicto colombiano, aunque enconado y con medio siglo de antigüedad, no es una guerra civil en toda regla.

Las FARC y el ELN no son fuerzas militares que dominen permanentemente territorios y ejerzan en ellos la autoridad. En realidad son fuerzas irregulares, ilegales, clandestinidad, con apariencia y liturgia castrense, que realizan acciones reñidas con las normas internacionales de guerra y el derecho internacional humanitario; cometen toda clase de atrocidades contra la población civil, secuestran, extorsionan y mantiene cautivos de manera degradante, y usan el narcotráfico como fuente de financiación y para su provecho. Está por demostrar que cualquiera de ella signifique una opción política pues con el paso del tiempo se ha convertido al bandolerismo salvaje. El gobierno de Uribe parece que jamás va a considerar a esas guerrillas como fuerzas beligerantes.

La reciente liberación de las dos rehenes —Clara Rojas y Consuelo González— ni otras más prometidas que pueden venir, no prueban que las FARC han cambiado su modo de actuar. Lejos de eso, mientras ambas mujeres regresaban a Bogotá las FARC hacían rehenes a otras seis personas que hacían turismo en el litoral del Pacífico.

Cuando Chávez propuso a la Asamblea venezolana, la semana pasada, reconocer a ambas guerrillas como fuerzas beligerantes desencadenó en el mundo reacciones adversas y ninguna a favor. Por ejemplo, Estados Unidos y Alemania se pronunciaron en contra de manera inequívoca. Se sabe, además, que España, un país que sufre del terrorismo, está también en contra.

Chávez afirma que busca abrir espacios para obtener la liberación de más cautivos de las FARC y para encontrar una solución política a un conflicto que no la tiene por la vía de las armas.

Por otro lado, Chávez está convencido de que puede convertir a las FARC —y, porqué no, también al ELN— en una fuerza política para consolidar en la región su proyecto revolucionario bolivariano. En ese sentido, le señaló el camino a «Manuel Marulanda Tirofijo», el jefe de las FARC, cuando dijo que él, que también usado el fúsil, en el levantamiento militar venezolano de 1992, se había dado cuenta de la conveniencia de conquistar el poder por la vía del voto.

Seguramente Chávez espera que en el reconocimiento a las guerrillas le imiten otras naciones afines, como Cuba —que siempre, históricamente, se ha guardado muy mucho de tomar una resolución como esa—, o sus patrocinadas Bolivia o Ecuador; quizás sueñe con que también lo haga el Brasil de Luiz Inácio Lula da Silva. Argentina se ha pronunciado en contra. Por la cabeza de Chávez pasa seguramente Francia pues a cambio de un pronunciamiento en ese sentido, aunque fuera ambiguo, del ambicioso e hiperactivo Nicolas Sarkozy se produciría la liberación de Ingrid Betancourt, convertida en la pieza más cotizada entre los más de 700 rehenes que las FARC mantienen, de ellos unos 50 canjeables y el resto carne para la extorsión.

Francisco R. Figueroa
www.apuntesiberoamericanos.com
franciscorfigueroa@hotmail.com

Embrujo castrista

El postrado caudillo cubano, Fidel Castro, ha reaparecido en imágenes al cabo de tres meses, junto a su colega brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, que en La Habana hizo una solemne declaración de amor: «siento pasión por la revolución cubana».

Esa pasión puede ser platónica, metafísica, mística o causada por el embrujo de Castro porque en los cinco años que este antiguo tornero, militante trotskista y sindicalista reconvertido lleva al frente del Gobierno de Brasil no hizo el menor amago de aplicar en su país cualquier política afín a la revolución cubana. Por otro lado, esa pasión contrasta con las escasas inversiones de Brasil en Cuba y un comercio bilateral de poco más de 450 millones de dólares.

Lejos de eso, Lula da Silva abrazó el pragmatismo y la sensatez, y de la mano de banqueros y empresarios dio continuidad a las políticas económicas y monetarias, de rienda suelta al mercado, adoptadas por su antecesor en los años noventas. Los resultados están a la vista y contrastan tambien con la situación interna cubana.

En La Habana Lula da Silva se ha comportado como un izquierdista más, quizás como el revolucionario que fue, cegado por el espejismo del castrismo, eso que un ensayista cubano llamó la «Fantasía roja», la misma que deslumbró a personajes como Jean-Paul Sartre, Régis Debray o, más recientemente, Oliver Stone.

El mandatario brasileño pertenece a esa izquierda diletante internacional que justifica el régimen de Castro, elogia al venezolano Hugo Chávez y hace la vista gorda ante las atrocidades de la organización terrorista FARC en Colombia. Claro que desde el poder no critica a Estados Unidos y, por el contario, traza alianzas estratégicas e intercambia elogios con Washington. Lula da Silva aún no ha asimilado aquella sentencia evangélica de que nadie pude servir a dos señores que un día, en el Foro Social Mundial de Porto Alegre, le espetó en la cara el sacerdote y sociólogo belga François Houtart.

En su despedida en el aeropuerto de La Habana, después de haber sido llevado al lugar secreto donde Castro convalece, para un encuentro que duró dos horas y media, Lula da Silva ensalzó la «lucidez como en los mejores momentos» del octogenario Comandante en Jefe cubano. Manifestó también su impresión de que el enfermo «está muy bien de salud» y que «enseguida se va a recuperar físicamente».

La apreciación de Lula da Silva choca con realidad filtrada por el propio Castro que acaba de reconocer sus limitaciones físicas incluso para salir a hablar directamente a la gente. En cambio, escribe y medita, y admite estar «preparado para lo peor».

Lula da Silva ha dejado firmados en Cuba acuerdos que representen un respaldo económico a la isla, que han desatado en su país críticas. Algunos hubieran preferido a esperar al postcastrismo para hacer acuerdos con una nueva Cuba. Castro define a Brasil como la «tabla de salvación» alimenticia para América Latina.

El gobernante brasileño ha estado en Cuba poco antes que se celebren este domingo las elecciones, con candidatos exactos dentro de una lista única, para la Asamblea Nacional Popular. Castro es uno de los 614 candidatos que serán elegidos en estos comicios con resultados conocidos antes de celebrarse. Todos ellos escogerán colegiadamente a los 31 miembros del Consejo de Estado, cuyo presidente es el jefe del Gobierno y de la Nación.

Hay gran expectativa por saber si Castro, enfermo y en sus cuarteles de invierno, volverá a ser escogido para la primera magistratura cubana. Hace poco tiempo dijo –maestro de la demagogia- que ahora no está apegado al poder y que cuando lo estuvo fue por un pecado de juventud. Resulta cuanto menos grotesco escuchar decir eso a quien lleva medio siglo como dictador de Cuba.

Francisco R. Figueroa
www.apuntesiberoamericanos.com
franciscorfigueroa@hotmail.com

Chávez se queda solo con las FARC

El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, se ha atragantado con los rehenes de las FARC y con las reacciones adversas a su petición alocada de reconocimiento político internacional para las dos organizaciones guerrilleras colombianas, que el mundo señala como terroristas.

Mientras Chávez insistía el domingo pasado en su petición, hecha tanto a Colombia, como América Latina y el resto de mundo de que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) fueran reconocidos como ejércitos beligerantes, la guerrilla secuestraba a un nuevo grupo de civiles. Son seis turistas colombianos que fueron sorprendidos mientras visitaban la zona de Niquí, en la costa del Océano Pacífico.

Estados Unidos y la Unión Europea han respondido coincidentemente a Chávez señalándole la inconveniencia de sacar a las FARC de la lista de organizaciones terroristas. No hay a la vista un debate en eses sentido en la Comunidad Europea, precisó Javier Solana, Alto Representante de la UE para Política Exterior y Seguridad Común. Si las FARC quieren no ser tratados como terroristas, que dejen de actuar como terroristas, se ha dicho de lado estadounidense. Organizaciones de derechos humanos han calificado de inaceptables que Chávez intente producir una imagen de las FARC que no se corresponde con la realidad.

Como señaló el diario colombiano «El Tiempo», la negativa de Estados Unidos y la Unión Europea, que son los principales actores políticos mundiales, deja sin vida la propuesta del presidente venezolano. Pero tampoco los amigos de Chávez han salido a secundar su iniciativa. Según parece, varios mandatarios latinoamericanos han expresado en privado su apoyo al presidente colombiano, Álvaro Uribe, quien, en respuesta a Chávez, ha dicho que si las FARC comienzan a obrar de buena fe y aceptan iniciar seriamente un proceso de paz, entonces sería el momento de quitarles las condición de fuerza terrorista. Colombia se defiende desde la democracia, y no desde la dictadura, y espera el apoyo de la comunidad internacional, dijo Uribe en Guatemala, donde asistía a la toma de posesión del nuevo presidente de ese país centroamericano, el socialdemócrata Álvaro Colom. En dicho evento, Uribe recibió en mano una carta del su colega galo, Nicolas Sarkozy, con nuevas presiones sobre la liberación de la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt, que también tiene la nacionalidad francesa y es la más notoria personalidad entre los más de setecientos cautivos que mantiene las FARC. Sarkozy parece pensar más términos de éxitos personales, aunque resultaría desproporcionado que Francia hiciera un reconocimiento político a las FARC a cambio de Betancourt.

También en la investidura del presidente Colom, en Ciudad de Guatemala Chávez bajó el tono de su discurso y cultivó el arte del disimulo al decir que él realmente anda es buscando de buena fe ideas para lograr la liberación de los cautivos de las guerrillas. Trata de desdibujar así su imagen de abogado y aliado de las FARC.

Una prueba de que las FARC no renuncia a hacer rehenes –como posiblemente tampoco lo hagan a otras variadas formas de violencia contra la población civil ni al narcotráfico- son esos últimos seis secuestros, que se han producido después de que la dirección de la propia organización guerrilla reclamara mediante un comunicado y casi al unísono con Chávez el reconocimiento internacional como fuerza beligerante.

Mientras, en Bogotá, familiares de personas retenidas por las FARC desde hace mucho tiempo —algunos hasta diez años— recibían una prueba de que siguen vivas. Las cartas y fotografías, algunas de personas encadenadas, llegaron con Consuelo González de Perdomo, la política que recuperó la libertad el jueves pasado junto a Clara Rojas por intermedio de Chávez. Volvió así a quedar patente el drama de los rehenes en Colombia y la manera infrahumana y miserable en que son tratados en su cautiverio por unos captores que pretenden que el mundo deje de tratarlos como terroristas. «Por favor, quítenle cuanto menos las cadenas, que ya son suficientes los diez años que ellos llevan pudriéndose en la selva», ha pedido a las FARC la esposa de uno de los rehenes tratando de llegar al corazón encallecido de los líderes guerrilleros.

Francisco R.Figueroa
www.apuntesiberoamericanos.com
franciscorfigueroa@hotmail.com

En memoria de Emmanuel

El encuentro al cabo de tanto tiempo de la política colombiana Clara Rojas con Emmanuel, su hijo de casi cuatro año, las circunstancias de su nacimiento, la dramática separación de la madre, las piripecias vividas y las penalidades pasadas por ambos, exponen con crudeza la abyección de las FARC, el grupo armado para el que Hugo Chávez pide, con cierta candidez y cartas en la manga, reconocimiento nacional e internacional como actor beligerante en el proceso político colombiano.

En su programa dominical «Aló, presidente», que transmite la radio y televisión públicas de Venezuela, Chávez tocó este domingo —día en que se reencontraron Clara y Emmanuel— la misma tecla que el jueves anterior cuando, en la Asamblea Nacional venezolana, pidió a Colombia, América Latina y el resto del mundo la consideración para las FARC de ejército regular y no más como organización terrorista. Fue un nuevo estiletazo de Chávez en el hígado político de Uribe en su afán de intervenir cada vez más en la política neogranadina, en la que se ha entrometido, sin respetar el principio de la injerencia, invocando su «inmenso amor» por Colombia, pero con el objetivo de establecer una alternativa afín capaz de alcanzar el poder en el país más emblemático para la internacionalización de su proyecto revolucionario bolivariano.

Zaherido por las críticas y ante el escaso eco que ha tenido esa propuesta a favor de las FARC, Chávez ha tenido que dar explicaciones en dicho programa sobre que él no apoya a la guerrilla colombiana ni es su abogado y que no está de acuerdo con el secuestro ni con la vía armada. Pero Chávez no condena las atrocidades de las FARC, como tampoco hace en general la izquierda latinoamericana y europea.

Lejos de condenar esas acciones, Chávez justifica a las guerrillas y les da alas. Ahora afirma que si las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) fueran reconocidos como fuerzas beligerantes, como organizaciones insurgentes que ocupan territorio y son una opción política respetable, el conflicto civil colombiano pasaría regirse por la Convención de Ginebra con lo que no podrían hacer ni mantener más rehenes y la población civil no quedaría tan expuesta como ahora a los ataques indiscriminados. Arguye que siendo así se estaría en el camino de lograr la paz para Colombia, pues el enconado problema no tiene solución militar, y abriéndole las puertas de la libertad a los rehenes de la guerrilla. Se trata de más de 700 personas que padecen un cautiverio atroz en condiciones tan infrahumanas como han sufrido Clara Rojas y Consuelo González de Perdomo, que ha recordado esos horrores tras recobrar la libertad, recién el jueves último. Entre ellos hay políticos como la antigua candidata presidencial franco-colombiana Ingrid Betancourt, militares, policías, hacendados y hasta tres estadounidenses que trabajaban en Colombia como contratistas militares del Pentágono.

Si quisieran mostrar una voluntad de cambio, de poner hitos en el camino de la paz, las FARC debieran comenzar por liberar sin condiciones a todos sus cautivos, dejar de lado la extorsión, salir del narcotráfico, olvidarse de las levas infantiles y respetar los derechos humanos. Una vez que eso ocurra sería el momento de negociar con el Gobierno de Colombia las condiciones de su reinserción en la vida política, con los perdones o amnistías, las compensaciones o ayudas que fueran precisas para librar al país de una pesadilla que va camino de cumplir medio siglo. La declaratoria internacional de fuerza beligerante lo único que haría sería darle legalidad internacional a una guerra civil en que cualquier podría tomar partido con armas, dineros o apoyos políticos, o todo al mismo tiempo, agravando la situación que se pretende solucionar. Tampoco vale que haga de padrino único de las guerrillas colombianos alguien como Chávez, un militronche con un pasado golpista y violento sobre quien existen serias dudas de que sea un demócrata a carta cabal y pesa su condición de líder revolucionario de inspiración castrista.

Francisco R. Figueroa
www.apuntesiberoamericanos.com
franciscorfigueroa@hotmail.com

¿Reconocimiento a las FARC?

El presidente Hugo Chávez ha reconocido a las dos organizaciones insurgentes de Colombia y propuesto al mundo que retire a ambas la consideración de terrorista para ser tratadas como ejércitos combatientes, como fuerzas beligerantes en guerra con el gobierno del presidente Álvaro Uribe.

Pretende Chávez que las Fuerzas Armadas de Colombia (FARC) y también el Ejército de Liberación Nacional (ELN) se conviertan en movimientos alzados legítimamente, con capacidad de relaciones internacionales, de lo que se deriva que la situación colombiana pase a ser tratada en derecho internacional como una guerra civil en la que cualquier país puede tomar bando.

Ocurre que ambas organizaciones, enquistadas en la vida colombiana desde hace decenios, mantiene un accionar que les ha convertido en terroristas al practicar infinidad de delitos contra la población civil: secuestro, extorsión, atentados, levas de niños y tráfico de drogas, más allá de su vieja pretensión de cambiar por las armas el orden político en el país.

Para Estados Unidos y la Unión Europea, entre otros, las FARC es un grupo terrorista, exactamente igual que Al Qaeda o la ETA. Sin embargo, Chávez asegura que tanto las FARC como el ELN son «fuerzas insurgentes» y «verdaderos ejércitos que ocupan un espacio en Colombia». Son grupos beligerantes que tienen «un proyecto político bolivariano», es decir, son sus correligionarios. Las FARC también han insistido en la necesidad de su reconocimiento en un comunicado que emitieron tras la reciente liberación de las políticas colombianas Clara Leticia Rojas y Consuelo González de Perdomo.

Chávez hizo ese planteamiento ante la Asamblea Nacional venezolana, en medio de fuertes aplausos, apenas 24 horas después de la liberación ambas mujeres a quienes las FARC mantuvieron cautivas, en la jungla y en condiciones lamentables, casi seis años a una y cerca de seis años y medio a la otra. La liberación de Rojas y González parecía implicar que la próxima pieza en el tablero de la crisis colombiana le correspondía moverla al presidente Uribe. Pero se adelanto Chávez con habitual audacia.

El presidente de Venezuela sigue jugando muy fuerte al papel de padrino de las guerrillas colombianas que desempeña desde mediados del año pasado. Ahora, como dice el ministro colombiano de Defensa, Juan Manuel Santos, Chávez se ha destapado por completo.

Colombia y su gobierno democrático han puesto el grito en el cielo. Maldito –puede decir Bogotá- el día en que Uribe aceptó a Chávez como negociador para obtener el canje de medio centenar de rehenes secuestrados por medio millar de guerrilleros presos de su gobierno. Cuando en noviembre le retiró esa condición era tarde. Chávez corría desbocado, firme en su propósito de intervenir decisivamente en la política colombiana. Ahora clama por el reconocimiento internacional de la guerrilla dentro de un supuesto plan de panificación de Colombia que sólo él conoce.

Al liberar a Rojas y González algunos pueden haber pensado que las FARC mostraron su rostro humano. Sin embargo, quizás hayan enseñado sus entrañas canallas pues la propia liberación de ambas recuerda que mantienen a otros 700 cautivos en penosísimas condiciones en las selvas colombianas. Ambas han recordado al mundo el terrible drama de los cautivos en poder de las FARC y con sus testimonios posiblemente hayan contribuido a que la propuesta de Chávez haya sido acogida en el mundo con bastante frialdad.

La condición de fuerza beligerante implica reconocimiento político y jurídico. Siendo así cualquiera país puede, por ejemplo, tomar partido por las FARC, tener relaciones normales con ella, suministrarle armas y apoyo logístico, intercambiar representantes, conceder asilo a sus miembros, etc. En Colombia se han escuchado voces al unísono opuestas a la propuesta de Chávez por inmoral, chantajista e intervencionista. La circunstancia de que las FARC pidieran el estatus de fuerza beligerante y al poco Chávez saliera a reconocerlas como tales supone para los observadores una nueva prueba de que seguramente están actuando de común acuerdo. Ni siquiera se había atrevido a hacer una proposición de esa naturaleza el cubano Fidel Castro.

Francisco R. Figueroa
www.apuntesiberoamericanos.com
franciscorfigueroa@hotmail.com

Chávez: ardid o cambio

El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, acaba de dar una sorprendente muestra de moderación, un talante nuevo que desconcierta.

«No podemos dejarnos arrastrar por las corrientes extremistas. Nosotros no somos extremistas ni podemos serlo. Tenemos que buscar alianzas con la clase media e incluso con la burguesía. No podemos plantearnos tesis que han fracaso en el mundo», ha dicho el caudillo bolivariano, que aparece sensiblemente debilitado.

Esas declaraciones, en las que también defendió la propiedad privada, contrastan con las de ahora hace un año, cuando en su última juramentación presidencial Chávez se mostró como un radical comandante revolucionario listo a forjar un cubanismo a la venezolana.

Chávez ha anunciado, al mismo tiempo, una remodelación importante de su gabinete ministerial al cabo de tan sólo un año de gestión. Los cambios parecen estar determinados por el varapalo que supuso para Chávez la pérdida del referéndum constitucional de hace un mes, las sombras que hay sobre su figura en el mundo, el «síndrome Emmanuel» que padece, los desatinos económicos en el 2007 y la necesidad de ganar como sea las próximas elecciones regionales y municipales, sobre todo.

En ese referéndum, celebrado el 2 de diciembre último, se malograron los planes de Chávez de perpetuarse en el cargo, de acaparar poderes propios de dictadores y de poner al servicio de su proyecto revolucionario comunistoide los recursos de la nación. La culpa de la derrota la tuvo, sin duda, el propio Chávez, pero sacrifica como chivo expiatorio al vicepresidente Ejecutivo, el médico psiquiatra Jorge Rodríguez, su brazo derecho y gallo de pelea, a quien ha sustituido por el oscuro coronel retirado Ramón Carrizales, un militar sin pasado golpista que está desde el 2004 en el gabinete ministerial.

En el 2007 la inflación y otras variables de al Economía se le fueron de las manos al Gobierno. De ahí que haya destituido al ministro de Finanzas, Rodrigo Cabezas, a quien sustituye el gerente del estatal Banco de Desarrollo, Rafael Isea. EL IPC ha crecido en Venezuela el doble del 12% que el Gobierno previó. Y con la carestía y la desconfianza empresarial en el modelo chavista cundió el desabastecimiento. El país tiene necesidad de activar el aparato productivo. De ahí, quizás, la necesidad de esa alianza con «la burguesía» que ahora preconiza Chávez. A esto se suma el notable incremento de las importaciones (160% en tres años), aunque minimizadas por el importantísimo aumento que los ingresos petroleros han tenido (75%); el incremento considerable del gasto público y un muy recalentado sistema de control del cambios y precios. En el área económica del Gobierno también cambia el cerebro de la Planificación que será el teórico del socialismo Haiman El Troudi Douwa, un humilde académico de provincias, paisano de Chávez, que ahora vive con holgura Caracas y que, a diferencia del jefe del Estado, se opone a la estatalización de la banca. Mudan asímismo los titulares de los ministerios de Industrias Básicas y Minería, y de Alimentación.

Como consecuencia del empeoramiento notable de una inseguridad ciudadana y una violencia civil ya de por sí grandes en el país cayó el ministro del Interior y Justicia, el ex capitán golpista Pedro Carreño, cargo al que retorna el capitán de navío Ramón Rodríguez Chacín, que acaba de ser representante personal de Chávez en la rocambolesca frustrada liberación de rehenes del movimiento terrorista Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). En este episodio Chávez actuó como si las Farc fuera realmente un actor legítimos en el escenario político colombiano y no una organización terrorista. Su separación por el presidente colombiano, Álvaro Uribe, como mediador por haberse extralimitado en sus funciones y desnaturalizado la negociación al haber actuado como virtual vocero de la guerrilla, su empecinamiento en llevar adelante por su cuenta la liberación de tres rehenes y el severo revés que supuso haber quedado enredado en las mentiras de la organización armada en el caso del pequeño Emmanuel, hicieron que Chávez saliera trasquilado en lugar de -como pretendía- robustecido en su dimensión internacional.

En fin, entre nuevos y enroques la remodelación afecta a más de la mitad del Gabinete venezolano. Ha sido remozadas trece de veinticuatro carteras. Chávez ya ha tenido 125 ministros en sus nueve años en la presidencia.

La nueva actitud de Chávez significa para unos un frenazo en la marcha hacia el socialismo, que está soltando lastre revolucionario y deshaciéndose de algunos radicales. Para otros, es simplemente una operación de maquillaje, un cambio de estilo para adaptarse a los nuevos tiempos.

No queda claro, pues, si el hombre fuerte venezolano ha sido moderado por la adversidad y reconvertido por las circunstancias —cosas harto improbables dada su abigarrada y exuberante personalidad— o sus declaraciones son una ardid, dar paso atrás para tomar impulso político. Por otro lado, el cambio de ministro pudiera ser poco representativo dado que éstos suelen actuar como meros ejecutores de los dictados del líder, simples secretarios en un sistema de poder personalizado en Hugo Chávez Frías, peones, en fin, sacrificables en el altar mayor de la revolución.

Francisco R. Figueroa
www.apuntesiberoamericanos.com
franciscorfigueroa@hotmail.com