Venezuela: ¿Chávez en la cuerda floja?

Francisco R. Figueroa / 28 septiembre 2010

Lo más llamativo de las elecciones legislativas celebradas en Venezuela el domingo pasado no es cuántos diputados ha obtenido cada cual, sino que esos comicios han dejado posiblemente al fogoso caudillo Hugo Chávez bailando en la cuerda floja para las presidenciales del 2012.

La pérdida de la estabilidad del Chávez viene determinada por la cantidad de votos directos, no por las porciones de la nueva Asamblea Nacional (el parlamento unicameral venezolano) obtenidas por el chavismo (98 diputados) y la oposición (65), siendo los dos restantes hasta completar los 165 escaños para el partido Patria Para Todos (PPT), una disidencia del oficialismo que se ha estrellado en estas elecciones y, sin embargo, podría darle vida al comandante de paracaidistas que desde hace casi 12 años dirige el país.

Sean 5,42 millones de votos los obtenidos por Chávez y 5,32 millones por la oposición ― como el presidente dice ― o el 52% (contra el 48%) que se atribuyen los rivales del mandatario venezolano, lo cierto es que la diferencia ― a favor o en contra ― debe producirle una gran inquietud de cara a la reelección que buscará en diciembre de 2012, para la que dice que ya está «calentando motores», dentro de un ambicioso plan de perpetuarse en el poder, hasta que cuerpo aguante (pide a Dios «vida y salud») y de, ser posible, proyectarse más allá de la muerte, en una ― dice ― sucesora, quizás a la norcoreana. Posiblemente sueñe para eso con su hija preferida, María Gabriela, hoy con 30 años.

Esos cien mil votos de ventaja que se ha atribuido Chávez apenas significan el 0,56% del total de electores venezolanos inscritos y un 0,9% de los ciudadanos que en las elecciones del domingo ejercieron su derecho al sufragio. Poca cosa y más si continúa la tendencia ― como viendo ocurriendo desde 2006 ― de pérdida progresiva de liderazgo del gobernante, acelerada en los últimos tiempos a causa de la crisis económica que tiene al país sumido en la recesión y la carestía; la escalofriante violencia, con 19.000 homicidios al año; el racionamiento de la electricidad, el escándalo de los alimentos podridos, la corrupción inmensa, el desbarajuste administrativo, los despropósitos de gobierno, la cubanización, la pugna permanente con la prensa insumisa, etc.

En las últimas elecciones presidenciales, las de 2006, Chávez logró 7,3 millones de votos (un 63%) y la oposición 4,3 millones (37%). Aunque entonces hubo mayor participación (74,7%) que el domingo (66,5%), Chávez ha perdido efectivamente un inmenso caudal de casi dos millones de votos como consecuencia de su gran desgaste. Téngase en cuenta que los comicios del domingo pasado no fueron unas simples elecciones legislativas puesto que el propio gobernante había dado expresamente a la consulta popular un carácter plebiscitario sobre su persona, su gestión y su revolución. Salió trasquilado.

Chávez afirma que hay en marcha una campaña para convencer al mundo de que la oposición ganó, con la idea de crear matrices de opinión por parte de «la burguesía apátrida y subordinada al imperialismo». Desde La Habana su principal aliado y mentor, Fidel Castro, atiza el fuego para calentar a los revolucionarios tibios arguyendo que «Estados Unidos quiere apoderarse del petróleo» de Chávez y que Washington solo cuenta en Venezuela «con fragmentos de partidos (los 22 que integran la opositora Mesa de la Unidad Democrática) hilvanados por el miedo a la revolución y groseras apetencias materiales». El apetitito de Chávez de eternizarse en el poder sería así puramente algo espiritual.

En sus primeras reacciones, Chávez ― como no podía ser de otro modo ― ha restado importancia al logro de la oposición y se ha mostrado con ella desafiante: «vengan a por mí» (él sabe que gana en la confrontación) o «convoquen un referéndum para revocarme el mandato», mientras se regodeaba por el casi 60% de escaños ganados por el bloque chavista y por el hecho de haber triunfado en 56 de las 87 circunscripciones electorales que hay en el país y en 18 de sus 24 estados.

Chávez se proponía demoler a la oposición y conquistar en estas elecciones los dos tercios de la cámara (110 diputados) para continuar sin mayores sobresaltos con esa revolución que inició hace casi doce años y va camino de convertirse en el cuento de nunca acabar, con el país infectado por toda clase de males. Por tanto, Chávez ha sufrido un traspié significativo, un revés de mayores proporciones de las que ahora se alcanzan a vislumbrar. Dadas las pretensiones de Chávez de continuar legislando a su antojo, este triunfo bien puede ser calificada de pírrico; incluso alguien puede devolverle la soez expresión que él uso cuando perdió el referéndum de 2007 y calificó el triunfo de sus oponentes de «una victoria de mierda».

La supremacía del chavismo en la nueva Asamblea Nacional se debe mayormente a un reparto mañoso de curules, no equitativo, pergeñado recientemente por el chavismo en una nueva ley electoral que prima las circunscripciones más despoblados en las que el mandatario arrastra más votantes. El reparto es tan desigual que en Caracas, por ejemplo, con un virtual empate a votos el chavismo se lleva seis de los siete escaños en disputa. Hay zonas donde un diputado es elegido con veinte mil votos y en otras necesita cuatro cientos mil. Es decir, un traje cortado de arriba a bajo a la medida exacta de cada parte del esqueleto del caudillo venezolano para que siga manejando Venezuela.

Con 98 diputados, Chávez se ha quedado sin la fuerza de la apisonadora, pero está a un escaño de alcanzar los tres quintos de la asamblea que precisa para obtener del legislativo la facultad delegada de gobernar por decreto (la llamada Ley Habilitante), como ha hecho en conjunto durante tres de los cinco años de la legislatura que ahora acaba. Sin embargo lo tiene fácil: basta que consiga la vuelta al redil chavista de al menos uno de los dos diputados de Patria Para Todos, o de ambos, a fuerza de ideas o a golpe de billete.

A un gobernante como, por ejemplo, el español José Luis Rodríguez Zapatero, el resultado de las elecciones legislativas venezolanas lo dejaría extasiado, pero para Chávez, habituado a ejercer el poder de manera omnímoda y hasta caprichosa y a que el parlamento en sus manos sea un títere, representa un serio contratiempo a medio plazo que repercutirá en las presidenciales de 2012, según la idea generalizada entre los analistas.

Nadie descarta la puesta en marcha de estratagemas para tratar de consolidar su posición, incluso usando la Asamblea Nacional saliente, en la que Chávez dispone de mayoría abrumadora (salvo una disidencia de 16 diputados, equivalente a sólo el 10% de la cámara) pues la oposición boicoteó los comicios legislativos de hace cinco años. Esa Asamblea tiene aún tres meses por delante para legislar a mayor gloria de Hugo Chávez, y a su servicio.

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Hugo Chávez se va quedando sin amigos

Francisco R. Figueroa / 25 septiembre 2010

La muerte en un bombardeo del jefe militar de las FARC, el «Mono Jojoy» (Víctor Julio Suárez), de 57 años, restó otro amigo al «duce» venezolano, Hugo Chávez, cuya relación activa y solícita con las guerrillas colombianas parece demostrada, aunque ahora mira hacia otro lado en su papel electorero de hombre de paz.

En su momento, si el Estado colombiano lo permite, se verá qué hay en las tripas de las computadoras halladas en la guarida del «Mono Jojoy» y si hay información que apunta a Chávez como hace dos años las computadoras de «Raúl Reyes» (Luis Edgar Devia) mostraron sus relaciones peligrosas con las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), una organización que el mundo democrático considera terrorista y el mandatario venezolano luchadores por la libertad y contra el imperialismo.

En vísperas electorales en Venezuela por los comicios legislativos de este domingo, Chávez se ha limitado a lamentar cautelosamente la muerte de un ser humano, al tiempo que hacía votos por la paz en Colombia, en contraste con sus alharacas por las muertes, en marzo de 2008, primero de «Raúl Reyes», el «número dos» de las FARC abatido en otro bombardeo fulminante de las Fuerzas Armadas colombianas, y luego de su máximo cabecilla, «Tirofijo» (Pedro Antonio Marín), de un ataque al corazón o de cáncer.

La «Operación Sodoma», de tan significativo nombre, ha causado la muerte al «Mono Jojoy» en su madriguera en La Macarena, un bunker en medio de la selva en el departamento del Meta, junto a una veintena de guerrilleros, incluida posiblemente la holandesa Tanja Nijmeijer. Ha sido una perfecta operación de inteligencia militar, un ataque fulminante y el más contundente golpe asestado por el Estado colombiano a las FARC, en pleno corazón, en sus más de 45 años de existencia. Para Colombia, según ha dicho su presidente, Juan Manuel Santos, la muerte del «Mono Jojoy» equivale a que el mundo se hubiera librado de Osama Bin Laden.

A estas alturas hay pocas dudas sobre la intensidad de las relaciones de Chávez con las FARC. Campamentos, campos de entrenamiento o descanso y otros santuarios tolerados en Venezuela; facilidades para el tránsito de armas y drogas, entrega de armamento y dinero; apoyo político como el reconocimiento de legítima «fuerza beligerante» e «insurgente» y un «verdadero Ejército»; declaraciones de respeto «al proyecto bolivariano» de los terroristas y otros elogios, apoyos explícitos y manifestaciones de deseo en el éxito su lucha; auxilio alegadamente «humanitario» y hospitalizaciones de heridos; reabastecimiento, terroristas que adquieren la nacionalidad venezolana, monumentos a los caído como «Tirofijo» en una plaza de Caracas, etc. El «Mono Jojoy» le correspondía en el afecto a Chávez, alias «Ángel» para las FARC, y le «entusiasmaba la revolución chavista».

Algunos analistas han interpretado que tras la reanudación, el mes pasado, de las relaciones diplomáticas entre Caracas y Bogota con salida del poder de Álvaro Uribe, Chávez ha comenzando a distanciarse de las FARC, con la petición que les hizo de abandonar la lucha armada y liberar a todos sus rehenes. Sin embargo, hay quienes consideran que se trata de una posición táctica del gobernante venezolano, de una estrategia coyuntural, una conveniencia supeditada a los fuertes vaivenes internos.

Las computadoras encontradas en el campamento en la frontera con Ecuador donde murió «Raúl Reyes» mostraron información sobre armas, dinero y otras complicidades entre el grupo terrorista y el Gobierno de Chávez. En la guarida del «Mono Jojoy« han aparecido 15 ordenadores, 14 discos duros externos y 94 «pen driver»(memorias USB) que contienen infinitamente más información valiosa sobre las actividades de las FARC y sus amigos y cómplices. Colombia filtró información contenida en las computadoras de «Raúl Reyes» relacionada con Hugo Chávez, para dejar en evidencia al gobernante venezolano, con quien había un serio enfrentamiento. Chávez se había metido hasta los corvejones en los asuntos colombianos. También trascendió en aquella ocasión información de las relaciones de las FARC con el Ecuador de Rafael Correa, sin duda para justificar, entre otras cosas, también la necesidad del ataque en territorio ecuatoriano al campamento guerrillero. Sin embargo, apenas se filtró información sobre las relaciones con las FARC de miembro del brasileño Partido de los Trabajadores (PT) del presidente Luiz Inácio Lula da Silva y de gente importantísima de su gobierno. ¿Qué ocurrirá con lo hallado en los computadores del «Mono Jojoy»? Se sospecha que hay diez veces información más valiosa que en las de «Raúl Reyes». Si se encuentra datos relacionada con Venezuela (apuesto que los hay), va a depender de la actitud que tenga en los próximos meses Hugo Chávez. Desde luego, el presidente Juan Manuel Santos no va a buscar el enfrentamiento gratuito.

La actitud de Chávez en los próximos meses estará relacionada con el resultado de las elecciones legislativas de mañana y la campaña en la que prácticamente ya está metido en busca de la reelección en 2012. En los comicios de mañana busca una mayoría absoluta de parlamentarios que le permita legalizar sus acciones de gobierno, incluidos desmanes y proyectos delirantes, y también seguir gobernando mayormente por decreto con facultades legislativas delegadas por la Asamblea Nacional, como ha hecho mayormente durante la pasada legislatura. La oposición trata de evitar que Chávez no logre esa mayoría suficiente que le permitiría profundizar su «revolución» o, a juicio de sus rivales, el fenomenal desastre económico, social y político que es hoy Venezuela.

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Brasil: sonado escándalo de corrupción enturbia a Rousseff

Francisco R. Figueroa / 18 septiembre 2010

Un sonado escándalo de corrupción servido a los postres de la campaña electoral brasilera desluce la cantada victoria de Dilma Rousseff y echa otro borrón en la trayectoria del presidente Luiz Inácio Lula da Silva.

Las elecciones presidenciales en Brasil han quedado afectadas por un factor brusco, inesperado e insospechado llamado Erenice Guerra y sus hijos coimeros. Esta mujer era de tanta confianza y tan fuerte su amistad con Rousseff que fue nada menos que la sucesora en la jefatura del Gabinete brasileño de quien seguramente sucederá a Lula en la jefatura del Estado.

Hasta marzo pasado, cuando Rousseff renunció como ministra de la Casa Civil ― el despacho oficial más importante de Brasil después del presidencial y equivalente a la jefatura del Gabinete ― para meterse de lleno en la campaña electoral, la abogada de 51 años Erenice Guerra era su brazo derecho y heredera natural, de modo que la sustituyó. Erenice Guerra es una creatura de Dilma Rousseff, lo mismo que ésta lo es de Lula.

A dos semanas de las elecciones, Guerra ha debido renunciar por los escándalos de tráfico de influencias y extorsión de sus hijos. Es posible que el jaleo salpique a Rousseff, aunque no hasta el punto de que pierda la presidencia.

Por cálculo electoral Lula se ha librado de Erenice Guerra tratando de controlar los daños, antes de que la metralla alcanzara a la mujer que él escogió para que ocupe su lugar y que con su enorme popularidad y carisma personal convirtió en pocos meses de una virtual desconocida para el gran público en un fenómeno electoral al que los sondeos han llegado a atribuir un potencial próximo al 60% de los votos validos en la primera vuelta. La preocupación se ha traducido en que por vez primera durante su mandato Lula haya suspendido su participación en la Asamblea General de la ONU, donde siempre refulgía.

Se investiga si dentro de sus fechorías los hijos coimeros de Erenice Guerra, desde su posición de privilegio, también pidieron dinero tanto para ellos como para la campaña electoral de Rousseff. La mamá no era ajena al asunto pues habría actuado a favor de sus hijos al menos para que se concretara una de las operaciones.

Se sabe que el negociado se inició siendo Rousseff jefa de Gabinete, época en la que uno de los «damnificados» dice que alertó por e-mail al despacho oficial de la extorsión a que estaba siendo sometido.

Guerra afirma que se siente «atacada en su honra» y «ultrajada por las mentiras». Se asegura que la dimisión de la jefa de Gabinete de Lula ha sido una «decisión personal» y «para probar su inocencia fuera del Gobierno». Pero está claro quien dio la orden.

Un asesor de Guerra también tuvo que renunciar y uno de los hijos (Israel) fue despedido por el Gobierno del Distrito Federal (Brasilia), donde era un empleado fantasma con un salario de primera. La misma administración aprovechó para echar también a un hermano de Erenice llamado Euricélio. Ambos hombres fueron contratados por favores políticos y los dos están bajo sospecha de haber participado en millonarios chanchullos y arreglos en perjuicio de la administración del Distrito Federal.

Dilma Rousseff está convencido de que el escándalo no perjudicará sus aspiraciones presidenciales y aseguró que ella no está envuelta en el «affaire». ¿Es posiblemente que Rousseff no conociera a su buena amiga Erenice Guerra, que trabajaba íntimamente a su lado desde los tiempos del ministerio de Minas y Energía y cuya carrera impulsó? ¿Miró para otro lado o la dejó hacer? ¿Erenice Guerra no sabía qué hacían sus hijos, un ahijado también implicado y hasta su propio hermano? ¿Rousseff y Guerra son dos ineptas a quienes se pueden engañar fácilmente? Lo peor, como ha señalado una analistas brasileña, es que una de ellas está llamada a convertirse en la presidente de Brasil. La otra, dada los antecedentes y la cercanía entre ambas, es posible que hubiera ocupado un cargo importante en el equipo de gobierno de Rousseff.

Por lo pronto, como ha afirmado «The Times», el escándalo de corrupción del clan de los Guerra ha quitado el brillo a la posible sucesora (Rousseff) de una superestrella como Lula y ensombrecer el inicio de su mandato.

Son acusaciones que recuerdan otros caso de corrupción que mancharon la jefatura del Gabinete y al partido de los Trabajadores (PT), como el que costó en 2004 el puesto a José Dirceu, hasta entonces el hombre fuerte de Lula, a quien precisamente sucedió Rousseff, que entonces era ministra de Energía y Minas.

Las denuncias son consecuencias de investigaciones periodísticas de «Folha de São Paulo», quizás el mejor diario brasileño, y de «Veja», posiblemente el semanario más prestigioso.

La oposición brasileña se ha animado con el escándalo y ve la posibilidad de que Rousseff tenga que disputar una segunda vuelta contra el socialdemócrata, José Serra, un candidato que ha demostrado ser bastante flaco. Algunos se frotan las manos pensando que Lula resolvió un problema en su gobierno, pero ha podido crear un problema a su candidata y protegida. Parece que la enorme en brecha entre Rousseff y Serra en la intención de voto ha comenzando a disminuir. En el Brasil profundo, donde Lula es idolatrado y tiene un aprobación cercana asombrosamente a la unanimidad, este escándalo importa poco y, por tanto, no debe causar mayores perturbaciones en la tendencia del voto.

El último sondeo, publicado este sábado y hecho en medio de la difusión de las noticias del escándalo, pero antes de la dimisión de Erenice Guerra, otorga a Dilma Rousseff una intención de voto del 51% y a Serra, su principal rival, el 25%. Descontados los nulos y en blanco, Rousseff tendría esa preceptiva mayoría de votos, en su caso de un 58%, para que se convierta en la primera mujer en la presidencia de Brasil.

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¿Puede perder Chávez las elecciones?

Francisco R. Figueroa / 17 septiembre 2010

Venezuela anda enredada de nuevo con las urnas con la oposición amalgamada contra Hugo Chávez, a ver cuánto poder logran arrebatarle en las elecciones legislativas del próximo 26 de septiembre y si ha surtido algún efecto la afirmación de Fidel Castro de que el modelo cubano, que copia el caudillo de Caracas, no le vale ya ni a ellos en la isla.

Parece improbable que el «duce» venezolano se quede en estas elecciones sin el control de la Asamblea Nacional, que la oposición dura, unida en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), y los disidentes chavista de Patria Para Todos, reforzados con activistas de nuevo cuño, logren evitar la supremacía de las tres formaciones del bloque oficialista, principalmente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) de Chávez.

La meta del chavismo es lograr las dos terceras partes de la Asamblea Nacional que le otorgaría mayoría absoluta y autonomía legislativa, dentro de un proyecto continuista que tiene, en principio, como meta confesada 2031, cuando Chávez tendría 77 años. Las leyes electorales fueron amañadas en diciembre pasado para que eso ocurra, para ver si Chávez ― afanado en ser presidente eterno ― logra su propósito de abandonar el poder quizás de viejo y, como él dice, cuando lo lleven en silla de ruedas.

Además, está seriamente en duda que si pierde las elecciones respete las reglas del juego alguien como Chávez acostumbrado a pisotear la Constitución y las leyes, que tiene bajo sumisión perruna a todos los resortes de poder, incluida la autoridad electoral, que actúa desde año al margen del orden internacional y que está acostumbrado a ponerse el mundo por montera. Cuando perdió poder en las últimas elecciones locales, neutralizó a los cargos electos de la oposición convirtiendo sus competencias en quimeras.

La oposición carece actualmente de representación parlamentaria ― salvo por algunos pocos disidentes del chavismo ― ya que boicoteó las anteriores elecciones legislativas, celebradas en diciembre de 2005, alegando falta de garantías.

La sociedad venezolana se divide en tres partes. La mayor (alrededor del 40%) son los indecisos ― los «ni ni», ni chavistas ni antichavistas ― capaces de inclinar la balanza electoral y llamados a catalizar la futura superación de los fuertes antagonismos. Los chavista son cerca de un 30% y las antichavista de un 25%. Ambos se detestan encarnizadamente.

La Mesa de la Unidad Democrática, que congrega a más de una treintena de organizaciones políticas, es favorita en las regiones mayores, mientras que el chavismo lo es en las menores. Aunque las encuestas de intención de voto arrojan resultados muy dispares, sería posible que entre la Mesa y Patria Para Todos obtengan más votos que el chavismo. Pero eso no se reflejaría en la composición de la nueva Asamblea Nacional debido a las modificaciones al reparto territorial de curules introducidas ex profeso por Chávez para primar las circunscripciones rurales, en las que él tiene más adeptos.

La reforma a la ley del sufragio, de diciembre del año pasado, otorga a la formación política que consiga la mitad mas uno de los votos más del 70% de los escaños. De modo que así un diputado vale 20.000 votos en la Venezuela profunda y 400.000 en las regiones más densamente pobladas. En total, las entidades con mayor población, que congregan a más de 11 millones de votantes, elegirán 80 diputados, mientras que las restantes, con 6,5 millones de electores, escogerán a 82 representantes.

De hecho, las elecciones están planeadas como un virtual plebiscito (uno más) sobre Chávez, cuya presidencia avasallante en la campaña electoral opaca a los candidatos oficialistas y los convierte en simples figurantes. «Estos son mis candidatos. Votar por ellos es votar por Chávez», reitera el mandatario venezolano. El presidente usa sin escrúpulos cuantos recursos tiene el Estado contra unos adversarios a los que desprecia, insulta y acusa simplistamente de que si ganan en las elecciones darán un golpe de Estado. No quiere que su poder se vea de ningún modo menoscabado. Su actuación sobrepasa la legalidad. El Estado es un gigantesco aparato de propaganda.

La oposición machaca con el eslogan «Chávez, tás ponchao», en alusión al desgaste que sufre Chávez y la supuesta inminencia de su salida del poder. «Ponchao» es una expresión con varios sentido: «eliminado», en aplicación del término beisbolero, o «estar out», lo que quiere decir, botado, echado, suspendido. Los carteles marcan en rojo «chao» como expresión de despedida al caudillo nacido en Sabaneta.

No hay debate de ideas. O se votará por Chávez o se votará contra Chávez. «O los liquidamos, o ellos nos liquidan», dicen los voceros de Chávez. Aunque el mandatario se encuentra en una posición vulnerable, no está tan quemado como sus adversarios proclaman. Conserva un 45% del favor popular y mantiene seducidas ― una relación pasional ― a las clases menos favorecidas. Uno de cada tres venezolanos lo ve como líder providencial capaz de resolver los graves problemas del país ― aunque lleve 12 años sin haberlo hecho ― y le profesa adhesión incondicional.

Las elevadísimas tasas de criminalidad, propias de una nación en guerra, con más de 16.000 homicidio al año; los desmanes, la ineficacia y la corrupción entre las huestes oficialistas; los múltiples errores de gobierno, el mesianismo errático del líder, el liberticidio permanente, la persecución y el encarcelamiento de connotados rivales; la recesión, la carestía, la crisis eléctrica, los atentados a la propiedad privada, el desestímulo permanente a la inversión, la caída de la estratégica producción petrolera y la percepción de alrededor de dos de cada tres venezolanos de que la situación está mal y pondrá empeorar parecen convertir a Chávez en una presa fácil.

Pero no es tarea sencillo, aunque después de casi 12 años en el poder, comienza a ser responsabilizado ― una 54% lo señala directamente ― por los problemas que afligen a la nación. Le costará mucho votos, pero no tantos como para poner en riesgo su proyecto político personalista. La victoria de Chávez posiblemente sea precaria, pero, como señala un analista venezolano, arreglará la situación con cañonazos de dinero. Mientras haya petrodólares.

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