Petro: Retorno a Macondo

Francisco R. Figueroa 

✍️6/8/2023

El presidente de Colombia, Gustavo Petro (63), cumple este lunes su primer año en el cargo muy fatigado a causa  de un acontecimiento desencadenado por lo que popularmente se define como «ataque de cuernos» y que al poco adquirió tantos ingredientes aparatosos que sobra chicha y peculiaridades para un buen culebrón al gusto nacional.

Vayamos desde el principio. El presidente tiene un hijo primogénito, Nicolás, hoy de 37 años, fruto de un amor de juventud. No lo vio nacer, porque estaba en la cárcel, ni crecer, ya que al salir de prisión, tras año y medio, se enredó en un nuevo romance.  Ahora está en su tercer matrimonio.

Eran los viejos tiempos de militancia en el M-19, la guerrilla castrista nacida de uno de tantos traumas electorales habidos en Colombia, que se desmovilizó en 1990 tras 16 años de ensoñación revolucionaria, con su correspondiente cuota de sangre y horror.

«Él no me crió y no fue culpa mía. Fue porque él abandonó a mi mamá siendo yo un bebé recién nacido. Esa es la realidad. Él, para mí, era mi superhéroe, realmente. Pero siempre fue una relación muy distante y fría, por (culpa de) él», ha declarado Nicolás a una revista colombiana.

En efecto, Nicolás no tuvo nunca buena relación con su papá, hasta que se metió a trabajar para él en la última campaña electoral, la tercera carrerilla de Petro en pos de la ansiada Casa de Nariño, el palacio presidencial bogotano que finalmente conquistó y ocupó el 7 de agosto de 2022 como primer mandatario colombiano netamente de izquierdas. 

Como dice Nicolás, Petro era en la distancia su superhéroe. Lo admiraba tanto que también se metió en la política. Logró en 2019 una curul de diputado regional  mientras se proclamaba «uno más del pueblo». Pero resultó que ese hombre del pueblo llegó a gastar por mes lo que un trabajador medio colombiano recibe en dos años de duro trabajo.

Nicolás se creció a la sombra de su padre y, sobre todo, después de que Petro asumió la presidencia. «Se creía la verga», dice su todavía esposa, la barranquillera Daysuris del Carmen Vásquez.

Durante la campaña electoral fue recaudador de fondos y el dinero entraba a chorros. Harta plata. Tanto que el brazo derecho de Petro, con el que rompió a las malas, reveló que llegaron al triple del tope permitido por la ley. Nicolás colectó con Day para los fines políticos de papá pero, sobre todo, para llenarse ellos los bolsillos. Maletas y más maletas de billetes que procedían de lo más granado del hampa colombiana: contrabandistas, traquetos, paracos, extraditados, extraditables, gestores de contratos amañados…, casi todo ellos con identidad, apodo, prontuario policial y antecedentes penales conocidos.

Nicolás, que está considerado un buen mozo guapetón echado pa´ lante, se instaló con gran estilo en un condominio de millonarios en Barranquilla y mostraba a todo vapor poderío y plata. La mismísima verga, como dice Day, con la que acabó a la greña. Parece que los dos se «cuerneaban» mutuamente. Él está claro: espera un hijo adulterino con la mejor amiga de su esposa, Laura Andrea Ojeda (30), barranquillera como ella, abogada, modelo y famosa de los realities televisivos y las redes sociales. Sólo en Instagram tiene 400.000 seguidores.

En un cruce de reproches, Nicolás echó en cara a Day su traición: «Me jodiste hace tiempo. Saliste con una persona, (...) con mi peor enemigo. Lo sé todo. Te chucé». Nicolás confesaba así que le tenía pinchado el celular. Sin embargo, desconocía que su celosa esposa también había sometido a espionaje electrónico los móviles de él y de la amante, usando aparentemente la pericia de unos agentes de la inteligencia policial comprados, sin que esté claro aún si tuvo un papel en eso Gleydis, su hermana policía. 

A Day le costó comprender porqué Nicolás, mientras se entendía con su mejor amiga, le prometía a ella amor eterno y volverse a casar, esta vez por la Iglesia, durante una romántica fiesta, con el lujoso departamento de Barranquilla lleno de globos y rosas rojas. De modo, que despechada fue a mostrarle a u suegro, al presidente Petro, los trapos sucios de su hijo y desenmascarar a la gente de tan mala catadura con la que anduvo. El gobernante quedó tan impactado que no perdió tiempo en pedir a sus ministros abstenerse de tener ningún tipo de consideración con miembros de su familia.  Los cinco hermanos de Nicolás son gente muy discreta, de modo que la instrucción tenía nombre y apellido.

No contenta, Day sopló con furia el trombón de la prensa. Estalló el escándalo, que fue creciendo y creciendo. El fiscal Mario Burgos olió sangre en las alturas e hincó el diente en las presas. Day había grabado tantas horas a su esposo y a la amante que la transcripción en poder de la Fisclía ocupa nada menos que 1.600 páginas llenas de revelaciones, discusiones, escenas de celos y cuantiosos reproches.  Perlar como la dicha por Day: «Acá  él está robando, yo estoy robando y todos estamos robando».

Nicolás fue detenido hace una semana e imputado por lavado de activos y enriquecimiento ilícito. Está sujeto a penas que van de diez a treinta años, dependiendo de la gravedad de los delitos que le puedan probar. Tras pactar con la Fiscalía la delación para aliviar su situación procesal y evitar el presidio, ha sido dejado en libertad condicional, este viernes, con limitaciones de movimiento, tras confesar quienes fueron los donantes (o algunos de ellos) y que «una parte» de la plata (sin precisiones) la ingresó a la campaña presidencial. Es decir, reconoció que la campaña de Petro recibió  y se financió con dinero ilegal. Day, que está procesada por lavado de dinero y por haber entrado a saco en la intimidad de su rival, también pactó delatar a quien haga falta.

Petro trata de achicar el agua que ya le llega a la nariz y huele bastante mal.  Se le recuerda, por ejemplo, que como senador era tan intransigente en sus embestidas contra la corrupción que justificaba la anulación de unas elecciones si aparecía «un solo voto» mal habido. Además, está sus compromisos de combatir al narcotráfico y su historia personal como azote de los paracos, los ejércitos privados formados para combatir a las guerrillas y acabaron envueltos en atrocidad y crímenes, y también en financiación de campañas de otros que llegaron a la presidencia de Colombia antes que Petro. Uno de los más notorios paracos se la había jurado de muerte a Petro que, con mido sin duda, puso pies en polvorosa rumbo a Washington.

Ahora Petro aduce que «un mandato popular» como es el suyo debe ser respetado hasta que su conclusión y también que si fuera cierto el ingreso de dineros no declarados a su campaña, se tendría que ir, porque él no es como su antecesores y citó concretamente a Álvaro Uribe, Juan Manuel Santos e Iván Duque. «Nosotros venimos de algo diferente, de otra realidad, de otra sensibilidad, entonces tengo que decirle a esa persona: no siga diciendo mentiras. Mi hijo no dijo eso, y no dijo eso por una razón básica: a ninguno de mis hijos les he dicho jamás que delincan, eso no ha existido», agregó.

Tras su puesta en libertad, Nicolás ha asegurado a una revista colombiana que «nunca» comentó con su padre la procedencia de los aportes. Ni con él ni con el gerente de campaña. «Fue un error, es mi falla», dijo a Semana. En un aparente reproche a su progenitor ha explicado que no quiere ir a la cárcel porque desea estar en el nacimiento de su hijo y criarlo. «Se qué es sentir o qué es crecer con un padre frío y distante», remachó.

Por Twitter el presidente ha explicado después lo «terrible y lamentable» que resulta para él lo ocurrido con su hijo. «Ojalá algún día pueda hablar con él y perdonarnos» y ha asegurado que jamás hará una presión a la justicia en favor de su hijo.

«La campaña no recibió dinero alguno de carácter ilícito y de lo sucedido me enteré por una reunión que tuve con la ex esposa de Nicolás en mi oficina hace apenas unos meses cuando pedí que investigarán a mi hijo», remató en su tuit.

A ver quién le cree. Su popularidad ha caído en picado. Ahora, prácticamente dos de cada tres colombianos lo desaprueba. A su favor tiene todo un hecho inédito en Colombia: Nicolás es el primer hijo de un presidente que va a la cárcel, pero no porque los hijos de otros mandatarios no hayan delinquido, sino porque ninguno de ellos, excepto Petro, permituó que la justicia actúe con independencia, como afirma uno de los escuderos del gobernante. 

La famosa espada de Damocles pende sobre la cabeza de Gustavo Francisco Petro Urrego, aquel guerrillero que se hacía llamar «Aureliano», por los aurelianos de Cien años de soledad.  Quizás como el mayor de todos, el coronel Buendía, que dominaba el arte de la telequinesia y tenía capacidad de predecir, tras haber participado en innumerables guerras sin ganar ninguna, también padre múltiple con múltiples mujeres, fatigado de luchar sin sentido se retire a Macondo dedicado en su implacable soledad a fabricar pececitos de oro, o como el último de ellos, Aureliano Babilonia, descubra, mientras el pueblo es arrasado por un huracán, que su destino estaba escrito en los indescifrables pergaminos de Melquiades, el gitano que volvió de la muerte en los médanos de Singapur y elaboró la pócima que curó a todos de la epidemia de olvido.

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