Carta de La Habana

De nuevo Hugo Chávez ha hecho de pregonero de la salud de Fidel Castro, tras recibir supuestas buenas noticias de La Habana, en una misiva con la firma del anciano caudillo cubano que, según aseguró después un grafólogo colombiano, es una engañifa.

Tras leer la carta que acababa de entregarle en mano, en Caracas, Carlos Lage, el vicepresidente cubano, Chávez se mostró tan eufórico y feliz que desafió a quienes proclaman que Fidel Castro se está muriendo a verificar el vigor y la firmeza en la firma que aparece en aquella misiva.

Con el cartapacio conteniendo la carta en las manos, Chávez proclamó: «El caballo está casi trotando». «Caballo» es el apodo que los cubanos dieron a Castro en 1959, al parecer por su vigor y fortaleza.

«¡Sigue adelante, caballo, que te necesitamos, así como te queremos! (…) Ya no está en su lecho de enfermo, sino que quizás está trotando», apostilló Chávez.

El líder bolivariano mostró la última hoja de la carta a las cámaras de televisión, destacó el «trazo firme de su firma» y desafió a que la analicen a quienes aseguran que Fidel Castro se está muriendo.

En Bogotá el noticiero de televisión de RCN aceptó el retó y pidió un peritaje. El grafólogo colombiano Rodolfo Valero fue tajante: «¡La firma es falsa!».

El experto colombiano mostró en la televisión rúbricas de Fidel Castro de los años 2004 y 2005. Ambas acusaban en el trazo, dijo, «una serie de temblores propios de la vejez» y de «degradación escritural».

Pero la rúbrica que mostró con tanta euforia Chávez era «muy pronunciadamente ágil y sin ninguna afectación sicosomática», lo que, según explicó el grafólogo colombiano, es impropio de un anciano octogenario. Se trata de «una imitación muy buena», posiblemente hecha por un joven de entre 20 y 30 años, apostilló.

El grafólogo Valero dijo más: esta no es la primera firma falsificada de Fidel Castro que ha sido mostrada a las últimas semanas. También lo era la del mensaje de Año Nuevo en el que Fidel Castro afirmaba, entre otras cosas, que su salud estaba lejos de ser una batalla perdida.

La carta que recibió Chávez de La Habana era privada y expresamente no debía ser divulgada. Pero el líder venezolano, con su habitual incontinencia verbal y posiblemente satisfecho por las noticias, leyó algunos trechos y mostró la rúbrica. «Fidel Castro es también, como Bolívar, más grande que César, porque es el César de la dignidad, del socialismo», clamó.

La semana pasada, con ocasión de un discurso que pronunció en Río de Janeiro, Chávez había colocado Fidel en estado agónico, al afirmar que estaba librando una batalla contra la muerte. Quizás sentía remordimientos por haber contribuido —él, que ha sido el portavoz médico de Castro— ha poner a funcionar a todo vapor la fábrica de conjeturas que suple la falta de información en La Habana.

Lo que diga Hugo Chávez sobre Fidel Castro debe ser tomado en todo su valor. No en vano, Chávez es el único dirigente extranjero que ha accedido al círculo más íntimo de Fidel Castro, al cogollo de los escogidos; que ha podido llegar hasta su lecho de enfermo; que se ha fotografiado con él; que se comunica por teléfono con frecuencia y que ha traslado al mundo alguna información sobre su estado de salud.

Todos esos gestos hay que considerarlo en su real valor político. Fidel Castro ha ungido a Hugo Chávez como heredero universal para portar por América Latina y el resto del mundo la espada encendida de la revolución comunista, socialismo del siglo XXI que prefiere decir el presidente de Venezuela.

Castro vio venir al hijo rebelde de la rica Venezuela en medio de las penurias del llamado «período especial», cuando recibió en 1994 en La Habana, con todos los honores, a aquel ex coronel golpista que acaba de salir de la cárcel. Le puso a las órdenes para su proyecto político a todo el estamento pro cubano de Venezuela; bendijo su triunfo electoral en 1998 y su ascensión al poder en 1999; jugó un papel casi decisivo para reponerlo en el la presidencia con ocasión del golpe de Estado en Caracas de 2002; y se deleitó con la marcha imparable de la revolución bolivariana. Ya en su lecho de enfermó sonrió muy complacido cuando hace poco mas de dos semanas lo vio por televisión jurando para otro mandato presidencial a los gritos de «socialismo o muerte». «Ese es mi chico», pudo haber dicho

Chávez, desde luego, se comporta desde hace tiempo como el discípulo más dilecto y se ha convertido en el principal sostén de Cuba, con la que acaba de suscribir acuerdos que supondrán contribuciones de más de mil millones de dólares anuales. Se le nota que ha recogido el testigo y que actúa, en nombre de Fidel Castro, como el mandarín revolucionario latinoamericano.

¿Por qué los dirigentes cubanos se empecinan en seguir ocultando el auténtico estado de Fidel Castro? Es un anciano de 80 años en el límite de la existencia. El pueblo cubano es consciente de ello y de los serios achaques de salud que tiene. Si al régimen cubano, como afirma, le importa realmente el pueblo, debe informarle con seriedad periódicamente. Los engaños, las medias tintas y la falta de información sobre la salud de los dirigentes políticos siempre han dado malos resultados y han acontecido en dictaduras personalistas.

El secretismo que se traen los dirigentes de La Habana muestra lo contrario de lo que la revolución siempre ha pregonado: que en Cuba no hay un régimen dictatorial personalista que depende angustiosamente de un caudillo providencial y que la inmortalidad de la revolución está íntimamente relacionada a la existencia de Fidel Castro.

La carta de La Habana, tras las dudas sembradas por el perito colombiano, ha tenido el efecto inverso al que pretendía Hugo Chávez. Lejos de haber servido para acallar las conjeturas en torno a la salud de Fidel Castro, las agrava.

Como las empeoran también los propios altos funcionarios cubanos dando mensajes contradictorios. Sin ir más lejos, en el acto con Chávez el vicepresidente Lage afirmó que «hoy Castro no está al frente de las tareas de la revolución». Pero en La Habana, ese hombre de aire doctoral, gestos amanerados y verbo florido que suele ser Ricardo Alarcón, presidente Asamblea Nacional del Poder Popular, aseguraba el mismo día que Fidel Castro «sigue al frente» del país.

Francisco R. Figueroa
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