Cuba: esperanza, espera y decepción

El presidente Raúl Castro ha hecho una serie de anuncios que significan la postergación de sus tímidas, pero esperanzadoras, reformas en Cuba, debido a los efectos de la crisis global. El trance en que se ve el mundo es consecuencia de los excesos del libre mercado cuando la situación cubana hunde sus raíces en la conmoción causada por la crisis del comunismo y el desmoronamiento del bloque soviético así como tiene que ver con la contumaz impericia de los dirigentes de La Habana, su irresponsabilidad perseverante y el envanecimiento y el fundamentalismo de Fidel Castro. Es el peso muerto de ese régimen anquilosado, esclerótico y exánime, que ahora cumple cincuenta años, lo que mantiene postrada a Cuba. El régimen castrista es el origen de la cuestión y la crisis capitalista le sirve de nueva coartada.

Las reformas –Raúl dice– no han sido engavetadas y se irán aplicando «sin apresuramiento ni exceso de idealismo». Le faltó decir que «y con la venia de Fidel» o «después de que mi hermano se muera». La reestructuración general del Gobierno quedó también aplazada. La contrarreforma de Raúl tendrá, pues, que esperar más en medio de la decepción del pueblo, que siguió a la espera tras los primeros anuncios a raíz de tu toma de posesión en febrero pasado. Porque la verdad es que hasta ahora las principales iniciativas de Raúl y otras que, según se afirmaba, tenía en mente –entre ellas la libertad de entrada y salida del país para todos los cubanos– han sido frenadas una tras otra por el líder providencial de la isla desde su ignoto retiro de enfermo, desde donde mantiene maniatado a su hermano menor. El general Raúl Castro es, en efecto, el Presidente de la República. Pero Fidel Castro continúa siendo el Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista. Y no se pude olvidar que en Cuba el Partido Comunista está legalmente por encima de todas las demás instituciones. Además, Fidel continúa siendo venerado como Comandante en Jefe. De manera que a Raúl le queda la decoración, el protocolo y poco más, con casi ningún margen de maniobra.

Se trata ahora, dice Raúl, de «ajustar los sueños a las verdaderas posibilidades», que realmente vienen determinadas por la voluntad de su hermano Fidel. Antes de cualquier reforma sustancial, mucho más allá del simbólico permiso para pernoctar en hoteles o la autorización de compra de ciertos enseres electrodomésticos para gente que mayormente carece de posibles, habrá que celebrar el Sexto Congreso del Partido Comunista de Cuba, que tendrá que pronunciarse sobre cualquier cambio. Se dice que ese congreso tendrá lugar el mes de octubre, pero hasta la fecha no lo han convocado. Tampoco han comenzado los preparativos ni las reuniones provinciales, de las bases y de las organizaciones políticas y de masas. De modo que los observadores tienen sus dudas. Si para cuando se celebre ese congreso siguiera vivo Fidel seguramente pondrá todo su enorme peso ideológico para que nadie cambie sustancialmente. No parece probable que al final de su vida el obstinado Fidel vaya a dar su brazo a torcer ni nadie se atreva a contradecirle.

En su discurso de fin de año en la Asamblea Nacional, Raúl dijo de alguna manera que Cuba no puede quedar a merced de Venezuela en temas económicos. El régimen de Hugo Chávez, según fuentes en Cuba, proporciona a La Habana una ayuda que anualmente asciende a 6.000 millones de dólares una cantidad muy importante comparada con los 5.000 millones de dólares en los buenos tiempos le proporcionaba a Castro la Unión Soviética. No se sabe cuanto peso habrá tenido en esa afirmación los sentimientos de Raúl hacia Chávez. Es de sobra conocido que al hijo putativo de Fidel, el tío putativo Raúl no lo quiere, lo le cae bien.

En ese discurso Raúl propuso recetas que obligarán a los cubanos y sus dirigentes a ajustarse el cinturón, a quienes les quede cinturón y cintura para aguantar.

Francisco R. Figueroa
franciscorfigueroa@hotmail.com

El uribismo y los urubues

El uribismo trata de medrar en la putrefacta política colombiana como buitres. Jotes, zamuros, zopilotes, gallinazos, urubues… distintos nombres para definir el mismo animal o a sus hermanos y primos rapaces. Todos viven en la carroña.

Ganador de las elecciones del 2002, Álvaro Uribe logró la reelección en 2006 para otro mandato de cuatro años merced a una reforma constitucional comprobadamente tramposa como demuestra el escándalo conocido como la «yidispolítica», por la diputada Yidis Medina –condenada por la Corte Suprema de Justicia por cohecho propio – cuyo voto supuestamente comprado con prebendas decidió la modificación de la Carta Magna a favor del jefe del Estado. Hubo más congresistas comprados.

Uribe ganó aquellas elecciones sacando a relucir sus éxitos contra las guerrillas y el aumento de la seguridad en el país. Obtuvo dos tercios de los votos en unos comicios en los que un 55% no participó. Eso significó el apoyo a Uribe en las urnas de sólo un 25% de los colombianos con derecho a voto. Pero ha logrado ser el presidente colombiano más popular en el último medio siglo, según dicen en su país.

Ahora, el uribismo preconiza una nueva reforma constitucional sin piedad que permita la tercera candidatura de Uribe en 2010. De hecho, la mayoría uribista, en ausencia de la oposición, con nueve colaboradores muy cercanos a Uribe controlando la situación desde dentro el hemiciclo y ejerciendo la conminación, ha aprobado por las bravas un vergonzoso proyecto de reforma para permitir un referéndum sobre la reelección presidencial en el 2014. Hubo un error pues la fecha debía haber sido el 2010. Ahora se tratará de cambiar el año con nuevas triquiñuelas con la intención de aferrarse al sillón presidencial.

Eso ha ocurrido en un congreso convocado entre gallos y medianoche, vaciado por la oposición, infestado por los escándalos con los parapoliciales de extrema derecha que han dejado tras de si un reguero de muertos y 50 diputados y senadores involucrados.

Veteranos políticos como el ex presidente César Gaviria han puesto el grito en el cielo y alertado del peligro para la democracia. La prensa también ha reaccionado contra la indecencia hablando del cinismo y la desvergüenza por la reforma constitucional en beneficio propio de Uribe. Colombia está iniciando el camino que conduce a la dictadura.

Involucrado en otros escándalos por alegadas relaciones con el narcotráfico y narcotraficantes como los Ochoa o los Escobar, y los paramilitares, Uribe ansía quedarse todo el tiempo que pueda en el poder, al que tiene un apego extraordinario. Su popularidad está en declive tras el reciente escándalo por los asesinatos de civiles inocentes por parte de los militares para ponerse galones y medallas y cobrar recompensas haciéndoles pasar por terroristas, o las pirámides financieras que se han desmoronado enlodando al gobierno, al presidente y familiares suyos.

Queda aún margen para la esperanza. Siendo Colombia un país con apego a la institucionalizada y sin tradición caudillesca, debe naufragar el proyecto de Uribe de perpetuarse en el poder, como hace su vecino Hugo Chávez. A su paso por la cámara alta, los senadores tienen la posibilidad de frenar el dislate. Quedaría aún la Corte Constitucional y finalmente el veredicto del pueblo. Pero la política colombiana está muy corrompida, estragada y arruinada. El hecho de que el presidente Hugo Chávez esté haciendo exactamente lo mismo que pretende Uribe ilustra aun más lo inconveniente de este fenómeno, ha dicho la prensa colombiana.

Políticos como Uribe o Chávez no deben olvidar nunca el caso del peruano Alberto Fujimori, que movió todos los diablos y agitó tanto el caldero como aprendiz de brujo hasta que le acabó reventando en la cara.

Creyó que era el gobernante providencial que le daría al Perú veinte años de estabilidad política, económica e institucional. Jugó a salvador de la patria, a vencedor del terrorismo y estabilizador de la economía tras la desastrosa primera gestión de Ala García.

Defecó sobre la democracia y el Estado de derecho. Buscó la reelección con reformas constitucionales, trapacerías y leguleyadas; maleó la política y sus reglas; desvirtuó la vida pública y fue un embustero contumaz. Siendo japonés hizo añicos el código del honor y la decencia.

Se convirtió en un político marrullero y tramposo. Cultivó amistades peligrosas e hizo alianzas non sanctas hasta que tuvo que poner pies en polvorosa, al extranjero, para refugiarse en el Japón de sus ancestros desde donde renunció a la presidencia por fax. Hoy está en la cárcel, en Lima, juzgado por siete cargos de crímenes de lesa humanidad y corrupción.

Sería ceguera por parte de Uribe arrojar por la borda lo que la revista «Semana» considera unas de las trayectorias políticas más exitosas que se han visto en la historia de Colombia.

Francisco R. Figueroa
franciscorfigueroa@hotmail.com

Males de la chaveta

Hugo Chávez juega al superhéroe de Latinoamérica, como el Chapulín Colorado. «No contaban con mi astucia», dice también el presidente venezolano mientras impone de nuevo la enmienda para su reelección indefinida. Política marrullera, prestidigitación ideológica, mitomanía revolucionaria y heroísmo de hojalata. Con arengas patrioteras y soflamas revolucionarias se disfraza una ambición obsesiva de poder. ¡Tiemblen, tiemblen pitiyanquis, vendepatrias, oligarcas que ahí tienen otro caudillo mandón como tantos que ha conocido Latinoamérica!

Hace unos días se cumplió otro aniversario de la muerte de viejo, en 1935, del mayo tirano que ha tenido Venezuela: Juan Vicente Gómez, tras 27 años de ignominia . Curiosamente nació y murió en los mismos días que Simón Bolívar. Según Chávez, Bolívar pudo ser asesinado vilmente. Los historiadores dicen que hablar de ese asesinato es de locos. ¡El Libertador murió tísico! Pero Chávez está dispuesto a descubrir a los asesinos, que identifica con los enemigos de la patria, con Estados Unidos, sus adversarios colombianos y la oligarquía venezolana. «Curiosamente los enemigos que Chávez atribuye a Bolívar son sus propios enemigos», apunta la prensa. «Rompan los mármoles de la patria, abran el sacrosanto sepulcro del Panteón Nacional y veamos, porque tengo dudas». Si el comandante duda… Exégetas del Libertador y alabanceros de Chávez afirman que Bolívar fue asesinado porque pretendía implantar una revolución. Ni más ni menos. Hay una manipulación grosera de la historia por parte del chavismo. Chávez adultera la historia.

¿Podrá Chávez demostrar algo? ¡Pero si sus policías son incapaces de solucionar los cuantiosos crímenes que hay en el país!, aseguran sus adversarios. Esa violencia social convierte cada semana a Caracas en un valle de sangre. Crece y crece. Una chacina. Los proyectos sociales de Chávez, diez años después, no logran nada contra la violencia que campea. Los barrios adentro se pueblan de deudos. Los periódicos contaron durante el fin de semana de las últimas elecciones regionales 44 homicidios en Caracas, con todos los policías y militares de la república en pie de guerra. ¿Cuántos ocurren durante los demás fines de semana cuando la seguridad es bien menor? ¿Sesenta? ¿Setenta?

Ahora, cuando Chávez festeja sus diez primeros años en el poder, se cumple el centenario del inicio de la satrapía de Gómez, que coincidentemente era otro militronche personalista, astuto, listo y ladrón. Algunos militares, dicen historiadores, ven en Chávez la reencarnación de Gómez, el que instituyó las Fuerzas Armadas. Gómez trató también de mantener una fachada constitucional y democrática, enmendó la Carta Magna según sus intereses y era el benefactor de la patria, el Benemérito. Puestos en cargos públicos – ¡oh coincidencias! – sus familiares se aprovecharon del botín de la patria. Igual dicen que pasa en la llamada República de Barinas. En sus primeros años Gómez promovió la concordia nacional, mientras Chávez atiza desde siempre la discordia.

El pueblo venezolano rechazó en 2007 una reforma constitucional que posibilitaba la reelección presidencial indefinida, es decir la temida implantación de un régimen autoritario duradero, quizás un vitaliciado. Chávez vuelve ahora a imponerla con un desprecio supino por la voluntad popular expresada en aquel referéndum y pide a la gente que lo secunde. Dicen que cuatro millones y medio han firmado dándole su apoyo. La Asamblea Nacional es mayoritariamente obsequiosa y dispuesta a la aclamación. Los que tienen un puesto público y los que viven de las prebendas han debido firmar. ¡Qué remedio! Los hay que siguen al líder a pie juntillas, con obediencia ciega. «¡Síganme los buenos!», gritaría el Chapulín. Sin darle tregua al país ni para las ayacas y las gaitas de Navidad, una Venezuela al borde de la extenuación política tienes otra consulta electoral en puertas, para febrero, sobre la continuidad de Chávez. «Ya le dijimos que no. ¿Es que quiere ser rey?», claman sus adversarios. Quizás un soberano de Barataria.

Una multitud ciega grita al «Uh, ah, Chávez no se va» y cosas tan pintorescas como «estamos logrando la plena felicidad». «Todos mis movimientos están fríamente calculados», diría el Chapulín. Cómo para salir corriendo. ¿Qué se puede pensar de un gobernante que dice que está dispuesto a quedarse en el cargo hasta el 2019, el 2021 o «cuando Dios y el pueblo manden»? «El poder y el delirio», responde el pensador Enrique Krauze en un libro muy atractivo. Aquello parece un país con gobernante y gobernados envilecidos, con el Estado totalmente echado a perder y al servicio discrecional del proyecto chavista. ¿Cuánto duraría Chávez sin petróleo o con este derrumbe del precio del barril?

Los dos lustros que lleva Chávez mandando no ha sido una década prodigiosa. Más bien lo contrario. Su revolución mesiánica parece una cáscara vacía y a la deriva. En el país ha habido el cambio de la clase corrupta de la «conchupancia» de la Cuarta República por otra, la «boliburguesía» de la revolución chavista mucho más degradada. El escocés etiqueta azul y los coches Hummer son sus señas de identidad. Corrupción a raudales, la peor de Iberoamérica, en la Quinta República, esa que nació bajo el signo de la honestidad. Chávez dilapida la riqueza nacional que proporciona el petróleo en su aventura de poder personal, fuera y dentro del país.

Bolívar advertía contra los gobernantes que se eternizaban en el poder. Gómez fue uno de ellos. Chávez lo pretende. ¿A cual de ellos se parece más a Chávez? Quizás a Robert Mugabe, su admirado «guerrero de la libertad», quien en su demencia senil se aferra al poder de un país hechos añicos gritando «Zimbabue es mío». Como afirmaba Octavio Paz, «la Revolución comienza como promesa, se disipa en agitaciones frenéticas y se congela en dictaduras sangrientas…».

Francisco R. Figueroa
franciscorfigueroa@hotmail.com

Latinoamérica en la cumbre

El compromiso alcanzado para constituir una organización de estados latinoamericanos y caribeños parece un sensible revés para las políticas exteriores de España y Estados Unidos y un triunfo genuino para Brasil.

La fecha fijada en principio para ello es el 2010, año emblemático porque abrirá las conmemoraciones del bicentenario de la independencia de las repúblicas iberoamericanas.

Los representantes de las 33 naciones de América Latina y el Caribe –casi todos jefes de Estado entre los que predominan los de izquierda y centro-izquierda–, han conseguido reunirse por vez primera, incluida Cuba, sin copartícipes ajenos a la región ni complejos de inferioridad, en una señal de independencia sin precedentes y con un discurso autónomo, en el lujoso balneario tropical de Costa do Sauipe del estado brasileño de Bahía, a unos cien kilómetros de su capital, Salvador, esta misma semana.

La cita, arduamente preparada, ha sido para Brasil posiblemente su mayor triunfo diplomático en su legendaria puja por erigirse en líder de América Latina, ahora que goza de estabilidad económica y política envidiables, tiene un prestigio internacional creciente, se codea con los más poderosos, es cabecilla entre los emergentes y se siente con un pie en el Consejo de Seguridad de la ONU a la espera de poder meter el otro en cuanto haya una reforma del organismo. Algún medio brasileño ha publicado que el país tiene, con México, la misión delegada por Estados Unidos de »tutelar» a América Latina.

Su presidente, el antiguo obrero del metal y líder sindical Luiz Inácio Lula da Silva, está exultante y así se muestra en público. Vio coronada la pretensión brasileña de expandir su influencia regional, hasta el punto de que se permitió criticar el servilismo de América Latina a Estados Unidos en el discurso final, aunque de entrada había quedado patente en el sesgo antiamericano de la cita con la inclusión en la misma de Cuba. Aunque nada hubiera ocurrido, la cumbre mereció la pena por la simple inclusión en ella de Cuba, arguyó Lula. A la vez, el presidente brasileño neutraliza la influencia del venezolano Hugo Chávez, quien muy a su pesar fue mantenido al margen de los preparativos y se enteró cuando todo estaba cocinado. Se quejó por ello a Lula. Los preparativos comenzaron cuando el brasileño visitó La Habana enero pasado y el acuerdo se logró en octubre. Cuba muestra que tiene el respaldo real de América Latina, que pide su regreso a la Organización de Estados Americanos (OEA) de la que fue expulsado hace 47 años y a la vez amplía un abanico de alianzas que alivia su excesiva dependencia de Caracas.

La cumbre fue enclavada estratégicamente entre las elecciones estadounidenses y la toma de posesión del nuevo presidente, Barack Obama, y justo cuando está arruinada la figura del mandatario saliente, George Walker Bush. El estruendoso fracaso del gobierno de Bush y la crisis económica global ofrece mejores perspectivas que nunca para una coordinación política efectiva y acuerdos económicos y financieros. La conferencia de Costa do Sauipe se celebró cuatro meses antes de que los mandatarios latinoamericanos, sin Cuba, se reunan con Obama en Puerto España, la capital de Trinidad y Tobago, en la quinta Cumbre de las Américas, prevista para abril. América Latina debe explorar la oportunidad que se ha abierto con la llegada al poder de Obama.

La organización que se pretende crear será para gobernantes como el cubano Castro, el venezolano Chávez, el boliviano Evo Morales, el nicaragüense Daniel Ortega, el ecuatoriano Rafael Correa y el paraguayo Fernando Lugo en menor medida una institución antiimperialista, antiyanqui. Pero Brasil, con México, Argentina, Chile, Colombia y Perú seguramente le darán un sesgo más bien relacionado con la importancia que tiene que el continente hable con una sola voz para beneficiarse política y económicamente en el mundo globalizado. Por cierto que los mandatarios peruano, Alan García, y colombiano, Álvaro Uribe, no estuvieron en la cumbre de Costa do Sauipe. Como señalaba el mexicano Felipe Calderón se trata de crear una unidad real sobre bases políticas, sociales, económicas y culturales que le den a América Latina la solidez que necesita para en un mundo global y hacer valer su propia identidad, fuerza y potencialidades. Para México es vital no condicionar sus relaciones con Estados Unidos, pero también no dependen demasiado de Washington.

Es cierto que ha habido múltiples intentos de crear mecanismos de integración latinoamericanos regionales o subregionales y que ninguno ha prosperado o tuvieron escaso éxito, de modo que esto puede ser un contratiempo para el nuevo organismo que no tiene aún ni nombre ni forma y solo una vaga promesa de reunirse de aquí a dos años. Dependerá de una conferencia de segundones el año próximo. Hay demasiadas pendencias abiertas en la región: prácticamente todos de los países de América del Sur tiene problemas con sus vecinos de orden histórico y territorial (Chile, Bolivia, Perú, Colombia, Venezuela) o comercial y financiero (Brasil, Argentina Paraguay, Ecuador y Bolivia), ambientales (Argentina con Uruguay) o por las guerrillas (Colombia, Venezuela y Ecuador).

Pero hasta ahora la simple celebración de una reunión de mandatarios latinoamericanos y del Caribe, incluida Cuba, era una quimera. La incorporación de Cuba significa por lo pronto que América Latina muestra independencia en relación con las políticas de Estados Unidos. La entidad que quieren formar se muestra como un proyecto que nada tiene que ver con los intereses de Washington y que tendrá sus propias reglas.

Si se concreta esta organización latinoamericana y del Caribe, se augura un futuro incierto a las cumbre iberoamericanas que los 22 países de ese origen tienen con España y Portugal anualmente desde 1991. Estas conferencias están cada día más vacías de contenido y muchos gobernantes van a ellas con manifiesta desgana, por pura formalidad. Cuba dejó de asistir a nivel de jefe de Estado en el 2001; Chávez manifiesta abiertamente su aversión a ellas; Brasil deja habitualmente patente su desinterés; México mantiene el tipo porque tiene un compromiso moral de haber sido el iniciador de las conferencias, junto con España. Las Cumbres Iberoamericanas perderían su mayor razón de continuidad: ser el único foro regional en el que se sentaba también Cuba. Por lo pronto está proyectada una segunda cumbre para el 2010 en México y otra para el 2011 en Venezuela.

Francisco R. Figueroa
franciscorfigueroa@hotmail.com

Los megavatios de la ira

Carlos Quinto Mateo Balmelli parece un hombre bienintencionado, probo, diligente y moderado, sabedor de que el cargo que ocupa, aunque suene poco o la mayoría lo desconozca, es el más importante en su país tras la Presidencia de la República.

Parece muy consciente de que el coloso que dirige ha sido desde su nacimiento una ciénaga de corrupción y de que en esa empresa Brasil tiene enredado a Paraguay hace mucho tiempo.

Durante los dos años que viví en Asunción él estudiaba en el extranjero. Acabé conociéndolo ahora a principios diciembre cuando estuvo en Madrid buscando cómplices con una causa justa convertida en la prioridad del nuevo gobierno paraguayo que preside el ex obispo Fernando Lugo.

Mateo Balmelli, abogado de 47 años y ex senador liberal, es el director paraguayo de la hidroeléctrica Itaipú, esa empresa de titanes levantado en el río Paraná entre los años 70 y 80 del siglo pasado. Eran tiempos de dictadura tanto en Brasil como en Paraguay. Además, Paraguay era tenido por un virtual protectorado de Brasil, el país que en la segunda mitad del siglo XIX lideró una guerra que lo redujo a cenizas y diezmó su población. Desde entonces los brasileños han solido ser determinantes en Paraguay, y más durante la dictadura del general Alfredo Stroessner (1954-89), su rendido admirador. También durante los gobiernos civiles que siguieron hasta el de Fernando Lugo.

Itaipú aún es la mayor hidroeléctrica en funcionamiento del mundo, con una producción de unos 93 millones de megavatios-hora anuales, con 20 turbinas cada una del tamaño de un edificio de nueve pisos y capaces de iluminar Londres por dos años a consumo máximo las 24 horas del día.

¿Cuánto vale esa energía? Varía por los diferentes precios de la electricidad en el mercado. En Europa podría llegar a 10.000 millones de dólares. Dentro del Mercosur, a la tarifa que paga el consumidor final, serían unos 8.800 millones de dólares. La cuestión que trae de cabeza a Lugo, a su país y, por supuesto, a Mateo Balmelli es lo poco que recibe Paraguay y las deudas que la maniatan.

Brasil y Paraguay son nominalmente dueños a partes iguales de la central y la energía que produce, pero los brasileños consumen el 95% del total porque los paraguayos les basta con una pequeña parte de su mitad. Los paraguayos deben transferir a su socio la electricidad excedente, que explota la estatal brasileña Eletrobras en su mercado interno y, quizás también, cuando vende a sus vecinos Argentina y Uruguay. Entre unas cosas y otras Brasil acaba pagando a Paraguay un precio de ganga: unos 275 millones de dólares al año por algo que vale diez, doce o catorce veces más.

Los paraguayos se consideran expoliados y víctimas de práctica colonialistas. Consideran leonino el contrato de cincuenta años de duración que el vasallo Stroessner firmó a favor de sus protectores brasileños. Los brasileños siempre han tratado el asunto como si Itaipú fuera casi exclusivamente de su propiedad, pues ellos pagaron las obras y pusieron el capital. Paraguay es así un mero comparsa al que repasan migajas. Pero Paraguay continúa pagando su parte de una deuda por aquellas obras que aún es cuantiosísima y que muchos consideran amortizada. El gobierno de Lugo duda de su legitimidad y la considera fraudulenta. Por ejemplo, un crédito de Taiwán de 1999 por 500 millones de dólares desapareció íntegro. El control ha sido mínimo cuando no inexistente. Itaipú Binacional ya ha pagado 31.000 millones de dólares de deuda a Eletrobrás y los bancos y falta por amortizar una cantidad semejante. El costo inicial de la obra de unos 2.000 millones de dólares se multiplicó por diez sin explicaciones razonables. La sobrefacturación benefició a los contratistas brasileños en su inmensa mayoría. La corrupción se mezcla con la usura, se asegura en Paraguay.

Ahora que Paraguay transita, desde agosto último, por un cambio real de régimen con el desalojo del poder del Partido Colorado –que ha controlado el país ininterrumpidamente desde mediados del pasado siglo, concretamente desde 1947, bajo presidentes militares y también con los civiles–, afloran las miserias del famoso Tratado de Itaipú que celebraron en 1973 Emilio Garrastazu Medici, el más cruel de los generales-presidentes de la dictadura brasileña, y Stroessner.

Paraguay reclama poder vender directamente en el mercado brasileño su energía, en lugar de que lo haga la estatal Eletrobras. Aspira a obtener cuanto más mejor de una fuente de riqueza equivalente al 40% de su Producto Interior Bruto (PIB). El PIB paraguayo es el más bajos del mundo y su nivel de desarrollo uno de los menores, con indignantes niveles de desigualdades y pobreza extrema. Un país de recursos agropecuarios, con una economía sumergida enorme y un contrabando endiablado y enconado. En desarrollo tecnológico Paraguay es el 120º país del mundo, detrás de Nicaragua y Bolivia, por ejemplo.

Ante las reivindicaciones paraguayas del gobierno de Lugo, los brasileños sacan a relucir indirectamente su fuerza militar, con las maniobras militares Operación Pampa en la frontera con Paraguay, y directamente toda clase de razones jurídicas y de derecho internacional, que quedan desnudas a la vista de las cifras.

La diplomacia presidencial desde el Palacio de Planalto y la propia de esa trituradora llamada Itamaraty, la famosa cancillería brasileña, representan un Goliat frente al David guaraní. Pero el ex clérigo Lugo y sus ministros, desde que llegaron al poder sacan pecho decididos a librar pacíficamente una Guerra del Paraguay que les vuelva dueños de su destino y sus riquezas.

Los gobiernos «colorados» anteriores no plantearon ningún reclamo y usaron a Itaipú como caja grande de un sistema de corrupción y enriquecimiento ilícito que mancha a todo el anterior sistema de poder, a ministros, parlamentarios, funcionarios, incluidos los dos antecesor de Mateo Balmelli, y políticos de toda laya, a proveedores, fundaciones y medios de comunicación. Un basto esquema de corrupción que no podía funcionar sin el conocimiento, la obsecuencia y talvez el aliento de Brasil, conocedor de las debilidades ante el dinero de sus socios paraguayos. Delitos que nunca han sido investigados, cuentas que nadie ha auditado y papeles que se hacen humo por la mano de implicados que han llegado a meter fuego a las pruebas. Paraguay está considerado uno de los países más corruptos de América Latina.

Sin duda que Brasilia hubiera preferido a otro «colorado» en la Presidencia de Paraguay. Fernando Lugo sólo le importó a Brasil cuando su victoria era inevitable, en las vísperas de las últimas elecciones presidenciales. En el caso de Paraguay, el antiguo obrero metalúrgico y ex trotskista, Luiz Inácio Lula da Silva, desde la presidencia de Brasil, debiera sintonizar con un gobierno como el de Fernando Lugo, pero mantiene hacia Paraguay la misma política imperial de sus antecesores.

Crecidos como están en su nuevo liderazgo regional latinoamericano, los brasileños no va a facilitar las cosas y parece distante un arreglo que consiste en cuadrar las cuentas, fundamentalmente la deuda, acabar con la corrupción interna y explotar como socios igualitarios y solidarios una gigantesca fuente de riqueza como es Itaipú.

Francisco R. Figueroa
franciscorfigueroa@hotmail.com

¿Quién para a Hugo Chávez?

El comandante Hugo Rafael Chávez Frías está cumpliendo diez años en el poder en Venezuela como caballo desbocado, sin freno ni medida, con la obstinación de un Robert Mugabe que ha sumido a Zimbabue en el caos, la desesperación y la plaga.

¿Quién lo para? ¿Quién puede contener a este gobernante que ha convertido la presidencia en asunto personal, en un monumental desatino, en una obsesión desproporcionada, en piedra de toque de una revolución fútil que luce en pañales dos lustros después de haber sido parida, a este autócrata cuartelero revestido de capa pluvial verde oliva y roja de sumo sacerdote de una democracia en la que fehacientemente no cree?

La oposición política ha ocasionado algunos tropiezos a Chávez, pero hasta el momento nada que el antiguo comandante de paracaidistas no haya sabido sortear brincando con la insensatez de un canguro grillado.

Fuera de Venezuela no se ve nadie –en América Latina, Estados Unidos, la Unión Europea ni en parte alguna– dispuesto a hacer algo para contener a un gobernante que vilipendia la democracia, la ha convertido en una farsa, atropella y subvierte la voluntad popular y la usa como a él mejor le viene, que no tiene empacho en falsificar el legado del venerado prócer Simón Bolívar y tomar su nombre en vano.

Entre gritos y bravatas como «yo ya no soy yo. Yo soy el pueblo» o «este soldado se prepara mentalmente, físicamente, desde todo punto de vista, para trascender el 2012» [año en que habrá nuevas elecciones presidenciales] o «¡Prepárense oligarcas!» o «yo estaré aquí [en la presidencia] hasta que Dios quiera y mande el pueblo» o «el que no está con Chávez está contra Chávez» o «Uh, Ah Chávez no se va» o «¡Vamos a demostrar quién manda en Venezuela!», el gobernante ha dado otra vuelta a la tuerca que le atornilla al poder con la idea de perpetuarse legalmente en el cargo.

Hace un año los ciudadanos se pronunciaron contra la posibilidad de reelección presidencial indefinida porque no deseaban tantísimo poder concentrado en un gobernante que podía ser eterno y porque conocen de sobra la enorme capacidad que tiene el jefe del Estado para compra voluntades, corromper y mantener su clientela política. También conscientes de que, como sentenció Bolívar, en el acto constitucional de Venezuela la continuación de la autoridad en un mismo individuo frecuentemente ha sido el término de los gobiernos democráticos y nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder porque el pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo.

Chávez prometió entonces no insistir sobre el tema y afirmó que el resultado del referéndum había sido «una señal» para él.

Desde el punto de vista democrático aquel triunfo de la oposición, que Chávez tildó de «victoria de mierda» cuando se vio forzado a reconocerlo públicamente, debió haber zanjado la cuestión de la reelección presidencial indefinida, con lo que el mandatario tendría que abandonar el cargo el 10 de enero del 2013, fecha en la que concluirá su actual sexenio.

Pero, como tantas veces hizo en estos diez años, Chávez ha cambiado otra vez de opinión.

Arguye ahora que ese mudanza se ha debido a que ha visto más clara «la gran amenaza fascista que se cierne sobre el pueblo venezolano», en referencia a sus opositores y su muy significativo avance en las recientes elecciones regionales y municipales, cuando vencieron a Chávez en distritos que representan no menos de la mitad del país en población y riqueza.

«Inmorales, sinvergüenzas…!» grita Chávez contra sus oponentes porque argumentan que el asunto de la reelección indefinida ya fue votado y rechazado por el pueblo en aquel referéndum del 2 de diciembre del 2007, cuyos resultados oficiales aún no han sido divulgados por unas autoridades electorales tan sumisas a Chávez como prevaricadoras.

Chávez ha hallado en la propia Constitución el camino para driblar la voluntad popular contraria a sus pretensiones continuistas pues la Carta Magna establece la posibilidad de su propia a iniciativa ciudadanía (con el respaldo de cuanto menos 2,6 millones de firmas) y de la Asamblea Nacional, que en su inmensa mayoría es chavista hasta el tuétano. Como hay tres posibilidades de iniciar una reforma Chávez no tiene empacho en colocar el mismo asunto a votación una y otra vez.

En realidad no ha habido ahora una iniciativa ciudadana pues ha sido el propio Chávez quien, tras el resultado desfavorable de las elecciones regionales y municipales celebradas el último 23 de noviembre, puso en marcha con celeridad el mecanismo de reforma constitucional para la reelección indefinida e impartió ordenes a sus huestes de «movilización para el combate» en lo que él con su grandilocuencia considera «una guerra».

Pretende que el nuevo referéndum se celebre en febrero próximo. Con esta nueva votación Chávez trata también de aniquilar de antemano la posibilidad de que la oposición impulse una consulta popular con la intención de revocar su mandato, cosa posible en el ordenamiento legal venezolano contra cualquier cargo a la mitad del período de un mandato. Eso es de aquí a poco más de un año en el caso de Chávez.

El presidente venezolano también distrae con ello la atención sobre el fracaso estrepitoso de estos diez años de revolución hueca y se anticipa a la aguda situación crítica que amenaza al país debido al abrupto desplome del precio del petróleo, la casi exclusiva fuente de riqueza nacional. Antes Chávez había amedrentado a la oposición vaciando los despachos, las arcas y las intendencias o quitado competencias administrativas a las gobernaciones y municipios donde sus rivales han triunfado, en un nuevo y arbitrario alarde de autoritarismo.

Chávez opina que la democracia consiste en el voto popular y la alternancia en el poder en que en las elecciones haya más de un candidato. Sostiene que no hay ninguna diferencia desde el punto de vista democrático entre lo que él quiere y lo que ocurre en democracias consolidadas como la británica o la española, en las que –dice- nadie elige a los jefes de Estado [en ambos casos son reyes sin la potestad de gobierno] y los primeros ministros pueden buscar la reelección sin límite. Ignora qué es una democracia parlamentaria.

¿Qué harían los británicos si escucharan a Gordon Brown diciendo como Chávez que quiere «trascender» más allá de determinada fecha, o los españoles si José Luis Rodríguez Zapatero proclamara que «el pueblo soy yo» o cualquiera que tildara de «victoria de mierda» un triunfo electoral de sus opositores?

La democracia tiene que ver fundamentalmente con la votación popular y la alternancia en el poder, pero también mucho con algo que en la Venezuela de Chávez se suele patear como es el respeto a la voluntad ciudadana y a las minorías, el uso responsable de los recursos nacionales, la libertad y la igual ante la ley, el derecho a la crítica, el ejercicio de la oposición, la liberad de opinión, que el gobernante tenga en cuanta lo que el pueblo quiere, etc.

¿Quién contiene a Chávez en sus afanes desmedidos, en su iniquidad, en su forma tan arbitraria de gobernar?

Internamente la oposición ha mejorado sus resultados y debe haber aprendido tras al referéndum del año pasado y los comicios recientes que sólo unidos pueden hacer frente al enjambre chavista, una sociedad de cómplices donde las fidelidades y las lealtades valen su precio en petrodólares o bolívares fuertes. Pero aún no parecen tener fuerza para desbancar a Chávez del poder y menos teniendo el presidente un poder electoral reverente.

Internacionalmente no se avizora nadie dispuesto a, como diría un venezolano, «echarle un parao a Chávez». Cualquiera que levante la voz será identificado inmediatamente como el enemigo. Chávez no anda ahora sobrado de enemigos. Uno le daría fortaleza interna. Con Barack Obama como presidente de Estados Unidos se le acaba el discurso contra George Bush. Seguramente, como los hermanos Castro, seguirá zahiriendo al imperialismo. Reamistado con los presidentes Álvaro Uribe, de Colombia, y Alan García, de Perú, y hechas las paces con el rey de España, no le quedan enemigos externo de peso. Y los viejos camaradas [Lula da Silva, Cristina Fernández…] tampoco están dispuestos a abrir la boca, el brasileño porque los amigos de Chávez de Ecuador, Bolivia o Paraguay se han alborotado para no pagarle deudas que considera ilegítimas, y todos escudados en el principio de la no intervención en los asuntos internos de otro país, cuando Venezuela clama por una ingerencia en toda regla, como pedía a gritos Zimbabue desde hace años y solo ahora que ha sobrevenido la terrible crisis humanitaria, económica y política por la obstinación y los caprichos del sátrapa Mugabe, es que Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Europea le exigen que deje el poder.

Francisco R. Figueroa
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Olímpico menosprecio de Lula a Madrid

Embalado como está en defensa de la candidatura de Río de Janeiro como sede de la Olimpiada del 2016 contra Madrid, Tokio y Chicago, el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, ha recurrido en Pekín al golpe bajo del terrorismo, en la estela del juego sucio que hizo Alberto de Mónaco, que era miembro del jurado, contra las aspiraciones de Madrid a los juegos del 2012.

Según Lula da Silva, Río de Janeiro tiene la ventaja sobre las ciudades rivales de no sufrir los embates del terrorismo. El gobernante no citó a Madrid, pero cuantos siguieron sus declaraciones entendieron que se refería a ella, hasta tal punto que el alcalde de la ciudad, Alberto Ruiz-Gallardón, le respondió por entender que las palabras de Lula da Silva constituían una descalificación para la capital española. «Si mirásemos la violencia, iríamos a preguntar por qué hacer unos Juegos en un país que tiene terrorismo y en el se practican atentados todos los días», dijo Lula dejándose llevar por el afán.

El presidente brasileño olvida que Río de Janeiro vive desde hace décadas en un virtual estado de guerra permanente contra el crimen organizado, una ciudad temible en cuya área de influencia cada día, según estadísticas oficiales, ocurren en promedio 17 homicidios y 60 asaltos a transeúntes. Esto sin hablar de otros crímenes habituales como violaciones, hurtos, asaltos a bancos, etc. que menudean allí. En Río de Janeiro en sólo un año hay más del doble de víctimas que las provocadas por el peor atentado en Estados Unidos, el del las Torres Gemelas de Nueva York del 2001; doce veces más que las ocasionadas por los atentados de los integristas musulmanes en Londres del 2005 y seis veces más en tan solo doce meses que los habidos en cincuenta años de actos terroristas en España.

¿De qué ciudad segura habla, pues, Lula da Silva para celebrar unos Juegos Olímpicos si su propio gobierno tiene que enviar frecuentemente a Río de Janeiro tropas federales porque la policía del estado se ve desbordada? La que fuera capital de Brasil hasta 1960 decae desde entonces y está marcada a sangre y fuego por la violencia social. Vean la película «Tropa de Elite» que muestra cómo es la violencia en Río de Janeiro y qué clase de policía hay allí para contenerla. Vuelvan a ver «Ciudad de Dios» que, aunque basada en hechos más antiguos, no pierde frescura.

En la mal llamada «Ciudad Maravillosa», uno de los lugares más violento de la tierra, hubo en julio del 2007 unos Juegos Panamericanos que se celebraron a punta de fusil, con el despliegue de tropas especiales de diez mil soldados y 700 vehículos llevados de todos los rincones del país, y una más que posible tregua pactada con esos verdaderos señores de la guerra que controlan las favelas. Hay tanta violencia en las favelas cariocas que Lula da Silva tardó cinco años para visitar una como presidente, previo rastreo palmo a palmo por el Ejército de la misma, ubicada en la zona más noble de Río, entre Ipanema y Copacabana. Y acabó siendo una visita fugaz bajo la protección de decenas de agentes y francotiradores. Río de Janeiro quizás esté bien para los Juegos Olímpicos Miliares que está previsto se celebren allí en 2011 con la participación de seis mil soldados-atletas que seguramente sabrán defenderse de los peligros que oculta la ciudad. Pero son cosa bastante distinta unos Juegos Olímpicos universales en los que compiten jóvenes desarmados que más allá de una jabalina o un florete no suelen lidiar con armas. Lula da Silva quizás frivoliza cuando pide para la ciudad los Juegos Olímpicos del 2016 y para su país el Mundial de Fútbol del 2014, del que Río de Janeiro será la sede principal con su imponente estadio de Maracaná.

El Mundial de Fútbol Lula da Silva lo tiene en el bolsillo. Pero en cuestión de Juegos Olímpicos ese presidente tan cortejado por España –Premio Príncipe de Asturias de Cooperación del 2003 y flamante Premio Don Quijote de la Mancha de la Fundación Santillana- pretende tapar el sol con el dedo que le falta en una mano.

Francisco R. Figueroa
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Lula posiciona a Brasil para el poscastrismo

La visita que acaba de hacer a Cuba el canciller brasileño, Celso Amorin, acompañado de directivos de veintidós empresas, ha representado un paso más en la toma de posición de Brasil para el poscastrismo.

Con unas u otras palabras lo ha reconocido el propio Amorin tras reunirse en La Habana con miembros de la nomenclatura cubana y el general Raúl Castro. El ministro brasileño afirmó que en Cuba se está abriendo una nueva etapa en la que su país quiere ser el socio número uno, formar parte del esfuerzo de modernización económica cubana e ir a lo concreto, es decir al negocio en unas relaciones hasta ahora excelente pero con poca sustancia comercial.

El comercio bilateral alcanzaba solo los cien millones de dólares hace un puñado de años. Hoy ha subido a entre cuatrocientos y quinientos millones, con tendencia a seguir subiendo como consecuencia de la visita a La Habana que enero hizo el presidente Luiz Inácio Lula da Silva.

Lula confiesa su entusiasmo por la revolución cubana cuando se le presenta ocasión. Pero más parece un ensueño de viejo revolucionario que comunión ideológica en alguien que abandonó en la cuneta el fundamentalismo de izquierda para hacer del pragmatismo virtud.

La devoción por Fidel Castro era fuerte en aquel desaliñado metalúrgico, barbudo, feroz, ceñudo y chillón, de puño en alto, colmillos afilados y cara de pocos amigos que incluso llegó a repudiar la constitución democrática adoptada por Brasil tras veinte años de dictadura militar. Lula comprendió que la ideología solo le servía para perder elecciones. La metamorfosis convirtió aquel sindicalista montaraz en un hombre de estado. Quien dirige la mayor nación latinoamericana desde enero del 2003 es, ante todo, un gobernante práctico y sensato de un país que prospera, al tiempo que el primer negociante de una marca llamada Brasil. Aunque de vez en cuando le salga el ramalazo trotskista.

Brasil es el mejor socio al que puede aspirar Cuba. Entre ambos no hay litigios ni Brasil pone condiciones como Estados Unidos o la Unión Europea sobre cuestiones como las faltas de democracia y libertad o las violaciones de los derechos humanos. Tampoco es una relación por conveniencia de un proyecto político supuestamente revolucionario como la de la Venezuela chavista. Brasil ofrece créditos para financiar proyectos de infraestructuras para sus multinacionales de la construcción; para la deprimida agricultura de la isla y concretamente al desarrollo del cultivo de soja, unas 40.000 hectáreas de momento; para la importación de alimentos de los tanta escasez tienen los cubanos; para máquinas y herramientas, y también para prospección de crudo en aguas profundas, una técnica que Brasil domina a través de la estatal Petrobrás, la única empresa petrolera en América Latina con capacidad de inversión. Ni la mexicana Pemex ni mucho menos la venezolana PDVSA del amigo Hugo Chávez la tienen, como tampoco poseen capacidad tecnológica o recursos para adquirirla. En el litoral norte de Cuba puede haber entre 4.600 millones y 9.300 millones de barriles de petróleo y gas natural en cantidades también apreciables.

En dictadura y en democracia Brasil siempre ha demostrado en sus relaciones externas un sentido práctico que pone por encima los intereses nacionales. Igual que durante la Guerra de las Malvinas de un lado representaba ante Londres a «la hermana» Argentina y por el otro consentía que aeronaves británicas hicieran escala para repostar en la sureña base de Canoas, rumbo al escenario del conflicto, ante la perspectiva de vender aviones de entrenamiento a la RAF. Del mismo modo que con la boca defendía los valores democráticos y en los hechos sostenía la dictadura paraguaya del general Alfredo Stroessner para disponer de la energía de Itaipú a precio de banana. Exactamente lo mismo que cuando vendía armas a Irán e Irak en plena guerra entre ambos países o, más recientemente, cuando Lula se deshace en elogios con el presidente estadounidense, George W. Bush, y al mismo tiempo se muestre embrujado por Fidel Castro.

Francisco R. Figueroa
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Cristina en horas bajas

La presidenta Cristina Fernández parece ir, de la mano de su marido, Néstor Kirchner, de desastre en desastre, como refleja la vertiginosa caída del favor popular del 58% al 24% en seis meses escasos que lleva al timón de Argentina.

Ningún otro presidente argentino desde que acabó la dictadura hace 25 años ha recibido en tan poco tiempo tantas críticas ni acumulado tantos conflictos en tantos frentes a la vez, según graficaba la situación una influyente publicación digital suramericana.

El desgaste debe ser compartido porque en Argentina tanto manda, manda tanto, Néstor como Cristina. El poder es allí un bien ganancial desde que él transfirió a ella el bastón de mando, en diciembre último, o quizás desde el mismo instante en que ambos decidieron convertir en asunto de familia la presidencia de la Nación.

Los hechos demuestran que el esposo, que formalmente es el jefe del Partido Justicialista (peronista), mantiene todo su poder en el Ejecutivo. Es el poder «K». En realidad el gobierno de Argentina es un «ménage à trois»: ella (Cristina Fernández), él (Néstor Kirchner) y el jefe del Gabinete ministerial, Alberto Fernández, una especie de mayordomo fiel. Está también el piquetero Luis D’Elía, que hace la colada repartiendo improperios y mamporros. Se gobierna por decreto, con poderes delegados por el legislativo, y en medio de un griterío.

El deterioro de la señora Kirchner se ha agudizado en los dos meses y medio último, en la áspera y descontrolada batalla que libra con los cuatro gremios de empresarios del campo (que suman cerca de 300.000 afiliados) por una subida de impuestos a las exportaciones de granos. Esta batalla ha puesto de relieve el papel decisivo del señor Kirchner en apoyo de la señora Kirchner. El oficialismo tilda las protestas de «desestabilizadoras» y «golpistas» con el ánimo de destituir a la presidenta, a sus impulsores de ser miembros de «la oligarquía» y a la prensa que la apoya de «profetas del odio».

Contribuye negativamente en esa crisis la intransigencia de ambos Kirchner, su mal genio y las maneras de los dos de entender el poder en términos de fuerza y seguir una estrategia del combate frontal a quienes osan oponérseles.

La situación es muy grave en un país que es lo que es gracias a la agricultura. Argentina es el primer exportador mundial de girasol, el segundo de maíz, el tercero de soja y el cuarto de trigo, y ocupa también puestos de relevancia en el comercio de derivados de estos granos.

La crisis le costó el cargo al ministro de Economía, Martín Losteau. A su sucesor, otro Fernández (Carlos), algunos lo ven quemado tras solo un mes en el cargo. La situación ha sido calificada como la crisis más innecesaria e inexplicable de la historia argentina.

Los Kirchner se muestran decididos a hincar de rodillas a los empresarios rurales, a que el campo muerda el polvo de la derrota, aseguran los comentaristas. El estilo de ambos parecer ser consecuencia de la consigna «Perón si, Stalín no» acuñado por los disidentes justicialismo de kirchnerismo, que acusan así de stalinismo al mismísimo señor Kirchner.

La presidenta es famosa por sus arrebatos de cólera y por sus gritos. Desdeña a la prensa, menosprecia a la oposición, es obsesiva y arbitraria, dicen quienes la conocen, según se lee en los periódicos argentinos. Propensa al autobombo, maneja a su gusto las estadísticas y parece que las maquilla tanto como a ella misma. Su marido decapitó el instituto nacional de estadística porque daba datos que a él no le convenían. Los Kirchner basan sus «éxitos» en unas estadísticas manipuladas, alegan sus críticos.

Dicen instituciones privadas que la inflación es el doble o el triple de lo que sostienen los institutos que Cristina Fernández maneja. La Iglesia católica, por ejemplo, critica las cifras oficiales sobre «disminución significativa» de la pobreza. Aseguran los curas que afecta a uno de cada tres argentinos, que hay regiones donde los pobres son una legión del 60% y que cada vez más gente acude a pedir comida a Cáritas. Las cuentas de unos y otros no difieren en poco: se trata nada menos que de tres millones de pobres.

El empleo en la economía sumergida está cerca del 40% de la población activa y la balanza comercial se retrae con una caída del superávit del 30% en abril respeto a un año atrás. En cuanto a la inflación, hay estudios que pronostica que este año puede superar el 20%. Mientras, Argentina es el único país del mundo donde el dólar aumenta de valor y el gobierno, tratando de mantener su precio, quema sumas astronómicas de unas reservas que recientemente marcaron un récord superior a los 50.000 millones de dólares, pero que están menguando aceleradamente. ¿Dónde va a acabar esa coyuntura con crecimiento económico sostenido del 8% anual que tanto robusteció a Néstor Kirchner?

A ello se suma una crisis energética por falta de planificación durante el gobierno del señor Kirchner y también por el desaliento de las inversiones. Los perfiles de esa crisis comienza a definirse de manera dramática con el comienza de la temporada austral del frío. Las restricciones en el servicio de gas natural han sido aumentadas cuando el país sufre estos días una ola de frío polar.

Francisco R. Figueroa
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Después de Tirofijo, ¿qué?

Hacia finales del siglo pasado un amigo colombiano me decía en Bogotá, en medio de las negociaciones del presidente Andrés Pastrana con las Farc, que no imaginaba un «Tirofijo» apaciguado, jubilado de la guerra, saliendo de compras del shopping El Dorado con su nieto de la mano. Mi amigo tenía razón: aquellas esperanzadoras negociaciones fracasaron porque «Tirofijo» las dinamitó. El caudillo guerrillero nunca volvió a la vida civil y ahora ha muerto de viejo, con las botas puestas, en el monte al que se echó hace 60 años.

La muerte del legendario Pedro Antonio Marín, de nombre de guerra «Manuel Marulanda Vélez» y el «Tirofijo», que él tanto detestaba, por mote, cuando iba a cumplir 80 años -otros dicen que los 78-, ocurrió el 26 de marzo pasado, a consecuencia de un infarto, en la selva del Meta. Se asegura que murió en brazos de su compañera Sandra y rodeado de su guardia pretoriana. Un ministro con afanes presidencialistas del Gobierno de Álvaro Uribe dio el viernes la noticia como por casualidad a un semanario diciendo que «Tirofijo» se había ido «al infierno de los criminales». Le chafó así a Uribe un anuncio rimbombante. Finalmente, este último domingo, el fallecimiento de «Tirofijo» fue confirmado con pompa y circunstancia por el comandante «Timochenko» (Rodrigo Londoño) que leyó la necrológica por una de las televisoras del venezolano Hugo Chávez. Esto sucedía precisamente en vísperas del 44 aniversario de la fundación por «Tirofijo» de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc).

«Tirofijo» arrojó la toalla muy pocos días después de saber que su lugarteniente «Raúl Reyes» (Luis Edgar Devia) había caído muerto en su campamento del norte de Ecuador, en un certero bombardeo de la aviación colombiana; que a otro de sus segundones, «Iván Ríos» (Manuel de Jesús Muñoz), un guardaespaldas comprado por el Gobierno le había volado la cabeza, junto a su amante, y que el brutal «Mono Jojoy» (Jorge Suárez Briceño, el jefe militar de las Farc) se había librado de una celada parecida fusilando a tres de sus gorilas traicioneros. El de marzo fue un mes muy negro para las Farc. Meses antes habían sido abatidos a tiros los comandantes Milton Sierra Gómez «J.J.», el «Negro Acacio» (Tomás Medina Caracas), hombre de las drogas, y Martín Caballero, y capturado el carcelero «Martín Sombra» (Hely Mejía Mendoza), casi tan veterano en el monte como el propio «Tirofijo». Distintos frentes de combate fueron hechos trizas, otros desaparecieron y las deserciones son harto frecuentes: 10.000 en los últimos cinco años y 1.300 desde enero. Posiblemente en vista de la muerte del legendario líder y fundador se entregó recientemente la terrible «Karina» (Nelly Ávila), una guerrillera con una reputación de cruel y feroz ganada a pulso. Por otro lado, las computadoras de Raúl Reyes exponen cada día las tripas podridas de las Farc, sus negocios y alianzas inconfesables.

Uribe sueña con una casi imposible victoria. Es poco probable que los herederos de «Tirofijo» -el intelectual «Alfonso Cano» (Guillermo León Sáenz Vargas), de 59 años, como líder formal y el «Mono Jojoy» como jefe militar- se avengan con el Gobierno. De otro lado, nunca nadie manejará las Farc como lo hizo «Tirofijo» hasta su última hora, de una forma personalista, verticalmente, con la autoridad que le daba ser el fundador de la guerrilla y mito, con mano de hierro, sin que nadie dudara de su liderazgo, teniendo obediencia incondicional, con una sagacidad, una astucia y una malicia primitiva de campesino indio, un hombre terco e indoblegable, hijo de la Colombia profunda, que llegó a comandar un ejército guerrillero de 20.000 combatientes actualmente muy menguado y probablemente desmoralizado. Las Farc llevan demasiado tiempo en el monte sin haber logrado nada y lo que no pudo «Tirofijo» no es posible que lo logre Alfonso Cano, el «filosofo del terrorismo de la barba tupida», como lo llama con sorna Uribe, ni el «Mono Jojoy», respaldado por un historial de brutalidades. Sin la ideología ni los objetivos políticos fundacionales ni más norte que la codicia y convertida en una mafia, ¿terminarán las Farc languideciendo como el Ejército de Liberación Nacional (ELN)? Por mucho que las Farc estuvieran preparadas desde años para la muerte de su líder, los analistas esperan que haya desconcierto, traumas y tensiones entre los herederos y que la organización comience a resquebrajarse.

Francisco R. Figueroa
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Viva el pueblo cubano

La sociedad cubana «se desmorona» tras «décadas de abandono» bajo el «despotismo personal» y «opresivo» de los «dictadores» Fidel y Raúl Castro. La economía de la isla «está en ruinas» y resulta «de lo más hipócrita» permitir la compra de enseres domésticos básicos cuando «prácticamente ningún cubano tiene dinero para adquirirlos». En Cuba «no hay libertades políticas ni de empresa», ni tampoco «voluntad de cambios verdaderos». Los presos políticos «sufren en los calabozos de la dictadura». Los «gestos» del general Raúl Castro resultan «una broma cruel» a costa del sufrido pueblo cubano, cuya vida «no cambiará fundamentalmente» hasta que mude su actual régimen de gobierno. Esa mudanza «es inevitable» y «llegará el gran día» en que los cubanos elijan a sus líderes «votando en comicios libres e imparciales». «El mundo tiene en la mira al régimen cubano».

Quien dice todo eso, a juicio de mucha gente, tiene razón, aunque se llame George Walker Bush, ocupe la presidencia de Estados Unidos, sea considerado un fundamentalista de derechas, acoja y proteja a disidentes y exiliados que La Habana tilda de terroristas, mercenarios y cipayos, tenga una credibilidad raquítica y en una época determinada de su vida le hubiera dado, al parecer desmesuradamente, a la frasca. Lo dijo Bush el otro día en la proclamación del Día de la Solidaridad con el Pueblo Cubano, instituido por él en homenaje a quienes «sufren en Cuba», a sus presos políticos en particular, y para favorecer la causa de las libertades en la isla.

El octogenario Fidel –«flaco, lúcido y sabio», al decir de su pupilo boliviano Evo Morales, el último de sus visitantes conocidos— ha bramado desde el ostracismo que lo de Bush son «mentiras groseras». Del «cerco de hambre y bloqueo a la isla», que dura decenios, Bush ni habló, reprocha Fidel en la última de sus «reflexiones» desde la convalecencia. Echa en cara a Bush, de nuevo, «los bombardeos, las torturas y las muertes absurdas» en Iraq al tiempo que atiza con argumentos médicos sobre el supuesto «daño permanente» que veinte años de alcoholismo le causaron al presidente estadounidense. Pero calla sobre la situación política, social y económica interna o se escuda otra vez en «el apóstol» José Martí, su émulo, y, como siempre, blande el sobado embargo estadounidense contra la isla, considerado su gran coartada ideológica.

Barack Obama, el aspirante demócrata a candidato presidencial y aparente preferido de los hermanos Castro, se acaba de mostrar a favor de facilitar, si alcanza el poder, los viajes a la Isla y las remesas de dinero porque «ayudarán en la lucha por la libertad», pero mantendrá el embargo. También está dispuesto a hablar con Raúl Castro. El embargo es algo muy complejo de levantar porque el desmontaje de la tupida maraña de normas y disposiciones que lo regulan obliga a tal cantidad de cabildeos y pago de favores que políticamente resulta más cómodo a está a cualquier administración estadounidense, dice un experto. Voceros del gobierno de Estados Unidos ya ha dicho que buscar un acercamiento con La Habana o hablar con sus líderes, como predica Obama, equivale a «fortalecer al régimen» de los hermanos Castro, a darle «una legitimidad que no merecen». El aspirante republicano, John McCain, por el contrario, es partidario de la política del gran garrote contra los Castro. Nada de contemporizar hasta que los presos políticos no sean excarcelados, haya libertades civiles y se celebren elecciones multipartidarias. El presidente Franklin Roosevelt -arguye McCain- no habló con Adolf Hitler; Ronald Reagan tampoco lo hizo con los rusos hasta que Mijail Gorbachov estuvo dispuesto a cambiar la situación interna en la hoy extinta URSS.

El régimen cubano acaba de emplazar a Bush a que responda de las acusaciones hechas contra sus representantes en la oficina de la Sección de Intereses de EE.UU. en La Habana -la SINA-, incluido el jefe de la misma, Michael Parmly, involucrados en el transporte de dinero, entre Miami y la isla, para disidentes internos, una actividad -argumentan- «violatoria en materia de relaciones diplomáticas». Antes, la televisión oficial cubana, en el programa más ortodoxo, la Mesa Redonda, había mostrado mensajes electrónicos del correo personales -«análisis de correspondencia» dijeron- de «la mula» Parmly y de disidentes, denominados durante el programa «cipayos, mercenarios, criminales y terroristas», para demostrar lo que el régimen de La Habana llama la «oscura» y «alevosa» trama de trasiego de dinero. Al tiempo que hacia la revelación, el régimen cubano dejaba claro que tiene totalmente controlado Internet en la isla. Y todo en nombre del pobre pueblo cubano y la sacrosanta «seguridad nacional» tantas veces invocadas en América Latina por los regímenes dictatoriales para privar a los pueblos de las libertades y como justificativo de las aberrantes violaciones de los derechos humanos.

Francisco R. Figueroa
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Sanciones de Bush a Chávez pasan por A. Latina

El dictamen de la Interpol de autenticidad de las computadoras de «Raúl Reyes» y su contenido, con los nexos entre el presidente Hugo Chávez y los terroristas de las Farc colombiana, proporciona a Estados Unidos una herramienta para actuar contra el líder venezolano. Desde el Capitolio de Washington se desaconseja a George Bush aplicar sanciones sin el respaldo de América Latina.

Washington dio de inmediato por valido el dictamen pericial que el secretario general de la Interpol, Ronald Kenneth Noble, divulgó en Bogotá, el jueves último, sobre los equipos informáticos portátiles, cargados de información extraordinariamente valiosa, que fueron hallados en el campamento de Reyes en Ecuador, en la incursión militar colombiana que le causó la muerte el día 1º de marzo pasado.

«El panorama es sumamente inquietante. Hay acusaciones graves de que Venezuela está suministrando armas y apoyo a una organización terrorista», manifestó el portavoz del Departamento de Estado, Sean McCormack. Explicó que Estados Unidos ha tenido acceso a información relevante de las computadoras del fallecido cabecilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) y está realizando sus propios análisis.

Las tres computadoras de Reyes y las cinco unidades externas de memoria aprehendidas por los militares colombianos deben aportar información más abundante y valiosa de la poca que hasta ahora ha trascendido. Esos documentos muestran el envolvimiento de Chávez y otros altos funcionarios de su gobierno, civiles y militares, con las Farc, con apoyo político, dinero, armas y refugio. Las Farc están catalogadas como terroristas por Estados Unidos, así como por Canadá y la Unión Europea.

El «zar» antidrogas de Estados Unidos, John Walters, en declaraciones que publicó este último domingo el diario bogotano «El Tiempo», calificó de «muy profundas» las relaciones entre las Farc y el régimen de Venezuela, a la luz de la información contenida en las computadoras de Reyes. Según la revista colombiana «Semana», las computadoras de Reyes demuestran «de manera detallada el escandaloso grado de colaboración del Gobierno de Hugo Chávez con las Farc en los temas militar, político, económico y logístico» durante los dos últimos años. Numerosos correos electrónicos prueban que Chávez ayuda a las Farc a conseguir armas en el mercado internacional.

Chávez -agregó Walters- «tiene mucho que explicar». Se trata de un asunto «muy serio» que requiere «algo más que simplemente negar» como hacen Chávez y su homólogo ecuatoriano, Rafael Correa, también vinculado a las Farc, aunque en menor medida que el venezolano, en la documentación del difunto Raúl Reyes. «Es una vergüenza para los implicados» que han sido «cogidos con las manos en la masa», expresó Walters en esa entrevista.

Pero lo más llamativo de las declaraciones de Walters -quien además recuerda la «crecientes facilidades» de la Venezuela chavista al tráfico internacional de drogas-, es su llamamiento, ahora que se conocen los vínculos de Chávez con las Farc, para que América Latina «asimile» y «reaccione».

Un reciente informe titulado «Jugando con fuego» de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos considera que tras una certificación por Interpol de la información contenida en las computadoras de Reyes sería probable que una presión del Congreso para que el Departamento de Estado cambie su política hacia Venezuela e, incluso, para designar a este país como un estado patrocinador del terrorismo, lo que implicaría legalmente la aplicación de sanciones contra el Gobierno de Chávez.

Pero, por ejemplo, unas sanciones económicas perjudicarían a Colombia porque Venezuela es su segundo cliente tras Estados Unidos con una importancia creciente. Los negocios con Venezuela dan empleo a unos cien mil colombianos y envuelven exportaciones superiores a los cinco mil millones de dólares.

El informe de la comisión senatorial refiere la posibilidad de que la aplicación de sanciones a la ligera lleve a Chávez a movilizar a su favor la opinión pública latinoamericana, donde mayormente no se cataloga a las Farc como grupo terrorista, sino como guerrilla o insurgencia, o afecten el comercio bilateral, entre ellos los importantes suministros petroleros venezolanos a Estados Unidos que Chávez ha amenazado reiteradamente con cortar.


En consecuencia, recomienda diseminar ampliamente la información obtenida de las computadoras de Reyes sobre la complicidad de Chávez con Farc para desacreditarlo por su apoyo ostensible y significativo a una organización terrorista y que el líder venezolano comience a ser visto como un peligro para la región, alguien capaz de desestabilizar o sabotear a cualquier nación que no comparta sus ideas.

Sólo después de un proceso transparente de análisis sería el momento de pensar en acciones, pero dentro de la Organización de Estados Americanos (OEA).

«En otras palabras, si se descubre que Venezuela es cómplice (de las Farc), Estados Unidos debería ser lo suficientemente juicioso para dejar que la dinámica regional agarre su curso. Si Estados Unidos reacciona muy fuertemente, la atención se desplazará de las transgresiones de Venezuela a otro ejemplo de “intervención americana” y tácticas de mano dura», señala el informe.

Francisco R. Figueroa
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Cumbre apagada

La cumbre de gobernantes de la Unión Europea y América Latina que acaba de ser celebrada en Lima ya es historia rancia.

Vista a la distancia, la cumbre ha carecido de brillo. También de escándalos. Eso si: fue políticamente correctísima. Parece haber servido para que los peruanos se sientan legítimamente orgullosos por ella y para dilatar el ego, ya de por sí inflado, de su presidente, Alan García. El gobernante obsequió a sus invitados su propio libro y se pavoneó con un gran collar de curaca símbolo de su poderío al frente de una nación que prospera y que se muestra generosa con sus visitantes.

Hace no demasiado tiempo una cumbre así en Perú era una quimera. Por ejemplo, hace veinte años, cuando también mandaba García, entonces un gobernante errático, y su actual primer ministro, Jorge del Castillo, era el alcalde de Lima, resultaba muy peligroso con un Perú económicamente hundido en las profundidades de un abismo, socialmente aniquilado y postrado frente al terrorismo.

Las sesenta delegaciones participantes —treinta y tres de América Latina y las veintisiete de la Unión Europea— produjeron una declaración conjunta de diecisiete páginas cargadas de buenas intenciones, pero sin ninguna medida concreta sobre la pobreza que flagela al 40% de América Latina, la hambruna en aumento, las desigualdades, el deterioro del medio ambiente, la pertinaz crisis del crédito que trae de cabeza a Europa y Estados Unidos o el absurdo precio del petróleo siendo Venezuela, Brasil y México países productores, ni para culminar pronto negociaciones sobre la tan procurada integración comercial.

Como todas las declaraciones de su género, la de Lima estaba equilibrada, ni demasiado corta ni tan larga, ni estrecha ni ancha, en su justa medida, tibia y sosota para contentar a tirios y troyanos. El parto en el Museo de la Nación de Lima, escenario de la cumbre, resultó, pues, indoloro y la criatura sietemesina.

Tampoco afloraron los conflictos entre naciones latinoamericanas, como los que enfrentan a Colombia, Ecuador o Venezuela, ni que en Europa hay síntomas de xenofobia que ha comenzado por los gitanos en Italia y puede acabar por los ecuatorianos, los dominicanos o los bolivianos en cualquier barrio de Madrid en estas horas de vacas flacas, cuando la recesión toma cuerpo y asusta.

La cita de Lima sirvió para que algunos hicieran las paces. El venezolano Hugo Chávez buscó a la alemana Angela Merkel y se disculpó porque con su conocida incontinencia verbal había denigrado a la canciller durante otra de sus llamativas peroratas diciendo que tenía el apoyo de la misma derecha alemana que había secundado al régimen nazi de Adolf Hitler.

Hubo un abrazo, y hasta elogios, entre Hugo Chávez y Alan García, que andaban a la greña. Sellaron la paz que habían comenzado a florecer en un encuentro anterior en Bolivia. Rafael Correa y Álvaro Uribe, que llevan dos meses peleados, con las relaciones rotas, se dieron una tregua, y eso que el ecuatoriano llegó a Lima calientes tras que la Interpol reconociera la autenticidad los computadores de la Farc y los pavorosos contenidos que gestionaba el fallecido cabecilla guerrillero «Raúl Reyes». Un auténtico jonrón para Uribe, sobre todo frente a Chávez, cuyos vínculos con esa organización terroristas colombiana le va a dar seguramente muchos quebraderos de cabeza. Quizás lo presiente y de ahí su modosidad.

También parece haber quedo superada la crisis del «Por qué no te callas» que se abrió con ese exabrupto del rey Juan Carlos para atajar a un Chávez más lenguaraz que de costumbre durante la Cumbre Iberoamericana de Santiago de Chile. Chávez y el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, han mostrado tres veces en Lima la reamistad hispano-venezolana. Zapatero dijo que el rey le había encargado expresar su respeto por las instituciones venezolanas. Pero, ¿cómo respetar a una institución como la presidencia de Venezuela que un día si otro también ultraja de la manera más abominable a quien se le pone por delante, como a Merkel la otra semana o a Bush y Uribe casi todos los días?


Francisco R.Figueroa
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La Interpol acorrala a Chávez y Correa

La Interpol ha puesto contra las cuerdas a los presidentes Hugo Chávez y Rafael Correa al certificar la autenticidad de las computadoras de la Farc y que sus contenidos no están manipulados. Hay archivos que vinculan inquietantemente a ambos presidentes, al venezolano sobre todo, con esa organización terrorista y narcotraficante colombiana.

El secretario general de la Interpol, el estadounidense Ronald Kenneth Noble, de 46 años, presentó este jueves en Bogotá las conclusiones de la investigación sobre tres computadoras y cinco unidades externas de memoria halladas en el campamento guerrillero en Ecuador donde, el 1º de marzo pasado, murió por un bombardeo aéreo colombiano el «número dos» de las Farc, «Raúl Reyes» (Luis Edgardo Devia Silva).

La Interpol es la tercera organización más grande del mundo, detrás de la ONU y la FIFA, con 186 países miembros. Al cabo de un largo, laborioso y exhaustivo análisis de esos equipos informáticos, a pedido de Bogotá, ha certificado que pertenecían a Reyes y que no fueron manipulados por el gobierno colombiano. La Interpol no ha entrado en los contenidos; sólo en la parte técnica.

Lo más destacado del contenido de esos equipos informáticos es que Chávez parece que aportó dinero, armas y contactos a las Farc y ésta fondos para la campaña electoral de Correa. Hay aún muchísima información desconocida que puede enlodar más aún a ambos presidente, dada la intensidad del relacionamiento.

Las conclusiones de la Interpol fueron presentadas en Bogotá mientras Correa acababa en París una gira europea, con escalas en Madrid y Bruselas, tratando de ahormar voluntades. Ha dicho en todos los tonos posibles y cuantos han querido escucharle que nada tiene que ver con las Farc. Ha llegado a decir que el gobierno de Álvaro Uribe, con el que se peleó por la incursión que mató a Reyes, «sembró» los equipos informativos en el campamento que había atacado. Un dislate que merca su menguada credibilidad. Su gira ha podido servir de poco.

Es posible que Correa sea sincero en lo concerniente a su persona. Pero nadie garantiza a algunos de sus allegados. Su ministro de Seguridad, Gustavo Larrea, y un coronel «bolivariano» llamado Jorge Brito están en entredicho. ¿Dónde fueron a parar los 100.000 dólares que entregó Reyes a Brito para la campaña electoral de Correa si éste nada sabe de ese dinero? En el entorno de Correa actúa gente tratando de orientar los cambios institucionales en curso hacia Caracas y el chavismo. ¿Es tan ingenuo Correa como demostró recientemente cuando se percató de que la cúpula militar y los servicios secretos ecuatorianos le engañaban con la CIA? ¿Por qué la gente de las Farc andaba por Ecuador como Pedro por su casa y con la vista gorda de las autoridades locales tenía levantados cerca de una decena de campamentos en el norte del país donde recibían hasta visitas de simpatizantes extranjeros?

En cuando a Chávez, sus relaciones con las Farc son antiguas, por lo menos desde 1992. Son notorias, estrechas e intensas. De él y de colaboradores suyos, como el ministro del Interior, el ex capitán de navío Ramón Rodríguez Chacín. Chávez se ha reunido repetidamente con los jefes de las Farc, comenzando por el propio Reyes; ha defendido a los terroristas, les ha dado santuarios y todo tipo de facilidades en Venezuela y le ha otorgado a la guerrilla la condición de fuerza beligerante. Según las computadoras de Reyes, Chávez donó dinero y armas a la Farc y les iba a poner en contacto con traficantes internacionales de armamento. Las Farc iban a entrenar a elementos chavista en tácticas guerrilleras. O lo han hecho.

Chávez y sus allegados han hecho esfuerzos denodados para desprestigiar a la Interpol. Han repudiado el dictamen y han desacreditado a la Interpol, han despellejado a Noble hasta convertirlo en una piltrafa y han amenazado a Colombia con represalias. Ello prueba la profunda preocupación que hay en Caracas en estos tiempos en que Chávez aparece alicaído, desde que perdió el referéndum constitucional, a raíz del los documentos que lo imputan como aliado de las Farc, en medio de una severa crisis económica interna que el chavismo no sabe como abordar y con la división de la base oficialista.

Por informes contenidos en los computadores de Reyes fue detenido en Tailanda un traficante de armas, se encontró el uranio empobrecido cerca de Bogotá o se halló casi medio millón de dólares en San José de Costa Rica. Citando información contenida en los tres computadores, las autoridades colombianas han señalado que las Farc tienen contactos con centenares de organizaciones en diferentes países, especialmente en México, Ecuador, Argentina, Perú, Paraguay, República Dominicana, Costa Rica y Venezuela.

Las conclusiones de la Interpol abren diferentes interrogantes sobre cómo quedaran las maltrechas relaciones de Colombia con Ecuador y Venezuela, qué harán otras naciones latinoamericanas que han mantenido una prudente distancia y, más que nada, cómo reaccionará Estados Unidos tras la confirmación de los vínculos de Chávez y Correa con una organización terrorista.

Francisco R. Figueroa
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franciscorfigueroa@hotmail.com

Uribe tiene la iniciativa

El presidente Álvaro Uribe ha retomado la iniciativa, fortalecido en su gira en curso por Europa donde ha cosechado apoyos importantes a la causa de la paz y la democracia en Colombia, en contra de los grupos terroristas.

Su explicación de que en Colombia hay una democracia —y no una dictadura como tantas hubo en América latina— traspasa los oídos reacios de muchos europeos para quienes las guerrillas son sinónimo de fuerzas alzadas por unos ideales políticos de libertad y justicia. Ante los ojos de Europa Uribe desnuda los horrores de las FARC.

De otro lado, desarma de argucias a las FARC al reiterar su disposición al inicio de conversaciones de paz y a disponer una zona segura para negociar, con garantías internacionales para las partes y una fuerza multinacional de ser requerida, con la sola condición de que los 750 rehenes sean soltados.

Por añadidura, al meter de nuevo en el proceso a Francia, España y Suiza —junto a la Iglesia católica— recupera la mediación internacional que neutraliza la desautorizada, pero persistente, mediación del venezolano Hugo Chávez.

Nadie —salvo un país insignificante como la Nicaragua de Daniel Ortega— ha secundado la iniciativa de Chávez, de dar reconocimiento político a los grupos guerrilleros colombianos. Ni el ecuatoriano Rafael Correa ni el boliviano Evo Morales se han animado a secundarlo. Cuba ni menciona el asunto. Para Fidel Castro las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) nunca fueron confiables. El castrismo siempre prefirieron como aliado al Ejército de Liberación Nacional (ELN), que fue metido tangencialmente por Chávez en el tema del reconocimiento político internacional. Casi nadie habla de ello, pero los «elenos» a la chita callando están liberando rehenes.

Ahora un Chávez, fracasado y fuera de sí, predica en el desierto a favor de las FARC, y persista a la desesperada en sus obstinados ataques a Uribe, tan desmesurados como insolentes. Este domingo, sin ir más atrás, lo llamó «mafioso», «cobarde», «mentiroso», «cizañero», «indigno» y «triste peón del imperio».

Hay motivos sobrados para que Bogotá rompa todas las relaciones con Caracas, pero con inteligencia Uribe evita dar un paso que supondría más munición a Chávez para explotar los muchos sentimientos anticolombianos que hay en Venezuela y convertirían en la contraparte diplomática en Colombia a las FARC, que serían sujeto de derecho internacional una vez que la Asamblea Nacional venezolana las reconoció políticamente.

Chávez seguramente tomará represalias comerciales contra Colombia y los venezolanos, absolutamente dependientes de las importaciones, saldrán perdiendo por la alta necesidad de alimentos y piezas que tienen del vecino país. En Colombia se teme un apoyo económico y militar a la FARC del régimen chavista. Hay quienes rezan en ambos países para que Chávez no se atreva a tanto porque podría dejarlos al borde de una guerra. Seguramente el comandante bolivariano siga apretando las tuercas pensando en los réditos internos para sus planes personales de reelección indefinida.

La Francia de Nicolas Sarkozy ha entendido las razones de peso de Uribe, que ha visitado en primer lugar Paris en su gira europea. Después fue a Bruselas y a Madrid. Ha quedado claro que Francia no pagará con un reconocimiento a las FARC la libertad, tan ardorosamente perseguida por Sarkozy, de la franco-colombiana y rehén más conocida, Ingrid Betancourt, que languidece en su penoso cautiverio de la selva. La postura anunciada por Francia constituye otro revés para Chávez, que poco antes se había paseado por París alardeando de su ascendencia sobre las FARC, que acabaron engañándole. ¿Por qué las FARC mantuvieron a Chávez en la ignorancia sobre que no tenían al niño Emmanuel y le hicieron pasar aquel amargo trago cuando Uribe reveló la situación? ¿Por qué Chávez no muestra públicamente las cartas que dice haber recibido de «Manuel Marulanda Tirofijo», el cabecilla de las FARC? Ha quedado claro que Chávez no tiene el hilo directo, del que tanto presume, con el estado mayor de las FARC. Los relojes de Chávez y las FARC andan desajustados, pero los relojes de Francia y Colombia, como se ha dicho en París, están sincronizados.

También lo están con la Unión Europea. El Alto Representante de Política Exterior del Consejo de la UE, el español Javier Solana, ha respondido claramente delante de Uribe, en una rueda de prensa en Bruselas, que las FARC no dejarán de ser consideradas como una organización terrorista. La UE, pues, respalda la política de seguridad democrática de Uribe y su propuesta de conversaciones de paz a cambio de la liberación sin condiciones de los 750 rehenes que se pudren en las selvas, para los que el mandatario colombiano está buscando atención médica internacional urgente con el auspicio de la Cruz Roja, dado el precario estado de salud de muchos de ellos, según ha quedado de manifiesto en la correspondencia remitida con las dos mujeres recienemente puestas en libertad.

Uribe se ha apuntado nuevos tantos al aceptar incluso el despliegue de una fuerza multinacional en lo que denomina una «zona de encuentro» desmilitarizada, con observadores internacionales, para lograr un acuerdo de paz con la guerrilla. El presidente colombiano puede lograr que el mundo entero ejerza presión sobre las FARC por la penosa situación de los secuestrados y porque sus argumentos son de peso.

Chávez ha logrado que en Colombia haya casi unanimidad en torno a Uribe hasta de sus más aguerridos rivales políticos internos —incluso los considerados chavistas—, que han condenado la intolerable injerencia en los asuntos colombianos del mandatario venezolano, en quien ven a un portavoz de las FARC. Esta situación está dejando a Uribe sobre raíles para buscar un tercer mandato.

Francisco R. Figueroa
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Chávez abraza a «Tirofijo» y apuñala a Uribe

El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, ha abrazado de forma descarada la causa de las guerrillas colombianas, particularmente de las FARC, que han sido reconocidas este jueves por el parlamento de Caracas como «fuerzas beligerantes» y no organizaciones terroristas.

A instancias del mandatario, tanto las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) como el Ejército de Liberación Nacional (ELN) fueron reconocidos también como «movimientos de liberación» por los miembros de la Asamblea Nacional venezolana, todos fieles a Chávez, salvo siete.

Se trata de un acto de hostilidad hacia el Gobierno de Colombia que preside Álvaro Uribe y de una injerencia descarada y mayúscula en el vecino país. Chávez olvida que Colombia combate desde siempre a sus guerrillas desde la legalidad y la legitimidad democrática. Ni ahora ni antes ha habido en Bogotá un régimen dictatorial que justificase un derecho a la insurgencia o ameritase la existencia de fuerzas de liberación nacional.

Desde el punto de vista del derecho internacional, Chávez ha quedado con las manos libres para apoyar moral y materialmente a unas organizaciones consideradas terroristas por medio mundo, con Estados Unidos y la Unión Europea en cabeza.

Con la decisión de la Asamblea venezolana, desde el punto de vista diplomático, las guerrillas y el Gobierno de Colombia han quedado al mismo nivel para Caracas. Puede, incluso, haber intercambio de representantes.

Venezuela ha dado un paso sumamente grave ya que el conflicto colombiano, aunque enconado y con medio siglo de antigüedad, no es una guerra civil en toda regla.

Las FARC y el ELN no son fuerzas militares que dominen permanentemente territorios y ejerzan en ellos la autoridad. En realidad son fuerzas irregulares, ilegales, clandestinidad, con apariencia y liturgia castrense, que realizan acciones reñidas con las normas internacionales de guerra y el derecho internacional humanitario; cometen toda clase de atrocidades contra la población civil, secuestran, extorsionan y mantiene cautivos de manera degradante, y usan el narcotráfico como fuente de financiación y para su provecho. Está por demostrar que cualquiera de ella signifique una opción política pues con el paso del tiempo se ha convertido al bandolerismo salvaje. El gobierno de Uribe parece que jamás va a considerar a esas guerrillas como fuerzas beligerantes.

La reciente liberación de las dos rehenes —Clara Rojas y Consuelo González— ni otras más prometidas que pueden venir, no prueban que las FARC han cambiado su modo de actuar. Lejos de eso, mientras ambas mujeres regresaban a Bogotá las FARC hacían rehenes a otras seis personas que hacían turismo en el litoral del Pacífico.

Cuando Chávez propuso a la Asamblea venezolana, la semana pasada, reconocer a ambas guerrillas como fuerzas beligerantes desencadenó en el mundo reacciones adversas y ninguna a favor. Por ejemplo, Estados Unidos y Alemania se pronunciaron en contra de manera inequívoca. Se sabe, además, que España, un país que sufre del terrorismo, está también en contra.

Chávez afirma que busca abrir espacios para obtener la liberación de más cautivos de las FARC y para encontrar una solución política a un conflicto que no la tiene por la vía de las armas.

Por otro lado, Chávez está convencido de que puede convertir a las FARC —y, porqué no, también al ELN— en una fuerza política para consolidar en la región su proyecto revolucionario bolivariano. En ese sentido, le señaló el camino a «Manuel Marulanda Tirofijo», el jefe de las FARC, cuando dijo que él, que también usado el fúsil, en el levantamiento militar venezolano de 1992, se había dado cuenta de la conveniencia de conquistar el poder por la vía del voto.

Seguramente Chávez espera que en el reconocimiento a las guerrillas le imiten otras naciones afines, como Cuba —que siempre, históricamente, se ha guardado muy mucho de tomar una resolución como esa—, o sus patrocinadas Bolivia o Ecuador; quizás sueñe con que también lo haga el Brasil de Luiz Inácio Lula da Silva. Argentina se ha pronunciado en contra. Por la cabeza de Chávez pasa seguramente Francia pues a cambio de un pronunciamiento en ese sentido, aunque fuera ambiguo, del ambicioso e hiperactivo Nicolas Sarkozy se produciría la liberación de Ingrid Betancourt, convertida en la pieza más cotizada entre los más de 700 rehenes que las FARC mantienen, de ellos unos 50 canjeables y el resto carne para la extorsión.

Francisco R. Figueroa
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