Los días finales

Andrés Oppenheimer, un reputado periodista argentino afincado en Estados Unidos, escribió un libro titulado «La hora final de Castro», con cerca de quinientas páginas para explicar «la historia secreta detrás de la inminente caída del comunismo en Cuba».

Obtuvo un éxito notable y ayudó a comprender la situación interna de Cuba, en un libro muy instructivo. El escritor peruano Mario Vargas Llosa opinó que el libro de Oppenheimer describía «la agonía final de la dictadura cubana» y su colega chileno Jorge Edwards sostuvo que se trataba de «una hora final agónica, que muestra el Paraíso de la Utopía convertido en infierno».

Pero eso fue hace quince años. En todo este tiempo no ha caído el comunismo cubano ni a Castro se le ha terminado de acabar la cuerda. Aunque ahora parece que se puede hablar de los días finales del caudillo marxista que con las armas en la mano se adueñó de Cuba en 1959 y seguramente sólo dejará el poder cuando muera en su cama.

El periódico madrileño «El País» acaba de hacer un relato sobre el grave estado de salud de Castro. La información parece muy verosímil y encaja con lo poco que se ha podido saber sobre los problemas de salud que tienen postrado al presidente cubano desde hace cerca de medio año.
El diario habla de la peritonitis causada por una infección de los divertículos que motivó la primera intervención quirúrgica, la extirpación de parte de los intestinos, una nueva peritonitis y las complicaciones subsiguientes, como una fístula biliar y las dificultades para que las heridas cicatricen. Todo ello ha motivado tres intervenciones quirúrgicas y se ha considerado una cuarta.

Parece que la famosa medicina cubana tan pomposamente publicitada ha fallado a la hora final y justo en el cuerpo de su mentor.

El cirujano español José Luis García Sabrido, que en su condición de amigo de los Castro fue llevado a las prisas a La Habana en las vísperas de la última Navidad para examinar al paciente, negó que tuviera cáncer. Los servicios de espionaje estadounidenses habían sostenido que padecía esa enfermedad en grado terminal y que, en consecuencia, Castro estaba con los días contados.

Después del revuelo que levantó la información publicada por «El País», el médico español mandó a decir hoy con una secretaria que mantiene su pronóstico de recuperación de Castro. «No ha cambiado nada, nada, de lo que hablamos en diciembre», dijo.

García Sabrido es un especialista muy respetado y es virtualmente imposible que una alegada simpatía por el régimen castrista obnubile su sapiencia y sus principios hipocráticos.

A estas alturas, Raúl Castro, el presidente en funciones, como gobernante y como hermano del enfermo, debiera permitir que el pueblo de Cuba esté informado al detalle de la situación real del enfermo en lugar de seguir mantiene el asunto como un secreto de estado. Los once millones de cubanos que hay en la isla se merecen un respeto. Tienen derecho a saber, sencillamente.

El mutismo que guardan las autoridades de La Habana parece poner de relieve un desprecio olímpico al pueblo. Repetir que la situación de Fidel de Castro se mantiene en reserva porque los enemigos de la patria están al acecho y Estados Unidos tiene la zarpa presta suena a milonga.

Indudablemente que hay muchos cubanos que detestan a Fidel Castro, los del exilio, pero también en el interior. También hay otros muchos que le respetan y admiran. Además, la inmensa mayoría de la población cubana no ha conocido a otro dirigente. Esa gente que vive en Cuba sufre y calla porque disentir no es consentido.

¿Qué pasará cuando se muera Fidel?, se pregunta el mundo. Siendo eso muy importante, quizás ahora, en estos momentos finales, es más relevante recodar cómo está la gente en Cuba al cabo de medio siglo de revolución.

¿Cómo se sobrevive con las libretas de racionamiento? ¿Qué cuerpo aguanta con un cuarto de pollo al mes por persona? ¿Y con 18 dólares de sueldo mensual? Ni siquiera la revolución ha logrado resolver razonablemente las necesidades básicas de las personas al cabo de medio siglo.
Hay escasez por todos lados; el transporte público es calamitoso y falta la luz. El sistema sanitario y educacional están resquebrajados. Parece que muchos médicos y enfermeros (se habla de 20.000) y educadores se van a Venezuela y ahora también a Bolivia. Solidaridad internacional, pero, sobre todo, que en el país del comandante Hugo Chávez ganan más y viven mejor.

No hay libertades ni comunicaciones abiertas. Se vive entre delatores y chivatos. Es una maravilla que no haya analfabetos en Cuba, pero es una paradoja que sólo se puede leer lo que el régimen permite, que no se pueda escribir porque cuando hay lápiz falta el papel, y viceversa, o porque no está permtiida la libre difusión de las ideas ni hay libertad de imprenta.

La revolución desde luego que no ha triunfado en cincuenta años. Excepto los fieles creyentes, el mundo la ve como un gran fiasco. Naciones con gobiernos abiertos han logrado progresar y transformarse profundamente en una generación. Las repúblicas ex soviéticas lo están logrando. Por ejemplo, la Europa destruida por la Segunda Guerra mundial resurgió de sus cenizas con gobiernos plenamente democráticos, con políticas mayormente orientadas hacia las personas, con una la inyección de dinero de 13.000 millones de dólares para 16 naciones del Plan Marshall. Es esa Europa del bienestar que proteje al individuo desde la cuna hasta la tumba. En contraposición, un pequeño país como es Cuba recibió el equivalente a cuatro planes Marshall de la URSS, a razón de 38.000 millones de dólares entre 1961 y 1984 y 5.000 millones de dólares anuales en los demás años ochentas hasta el desplome del bloque comunista. Hubo años en que Cuba recibía de la antigua URSS tres millones de dólares cada dia. ¿Dónde se fue toda esa ayuda, inmensa, descomunal, para una nación de las dimensiones recudidas de Cuba? Otras muchas naciones progresaron en libertad.

Hoy a Cuba la oxigena Venezuela. Indudablemente que el avance de la izquierda revolucionaria en América Latina —con procesos socializantes pro cubanos en curso en Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua—, unos sentimientos contra Estados Unidos cada vez más a flor de piel en otras grandes naciones del continente, el avance de los antisistema y el indigenismo, el fracaso de las pocos políticas que Washington tenía para sus vecinos del sur y la carencia absoluta de iniciativas desde los ataques del 2000 del terrorismo de origen islámico suponen para Cuba un aire vivificador que, aunque posiblemente llegue muy tarde a Fidel Castro quizás no para su régimen.

Francisco R. Figueroa
www.franciscofigueroa.es
www.apuntesiberoamericanos.com
franciscorfigueroa@hotmail.com



1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente análisis, amigo Paco, como todos los tuyos.
Me han comentado por aquí que el problema inicial en la salud de Castro es el mismo que mató a Tancredo Neves: "diverticulitis" (que no debe tener nada de divertido).Tú que conoces bien el tema ¿es así?
OTRO PACO