Isabelita Perón, cuando era presidenta de Argentina —durante veinte meses entre 1974 y 1976— desató los demonios que causaron aquella masacre genocida en su país y todo aquel dolor tan inmenso que llega hasta nuestros días.
Tiene que ver con eso que la justicia argentina la persiga ahora, a los treinta años de que fuera destituida. Su apacible y casi sepulcral exilio en España, iniciado en 1981, se ha transformado hoy en una libertad provisional, a la espera de que sea tramitado un pedido de extradición a Argentina.
Tras ser detenida este viernes en su domicilio de Villanueva de la Cañada (Madrid), la viuda del general Juan Domingo Perón, que en febrero cumplirá 76 años, se negó a ser entregada voluntariamente a la justicia argentina. Ella sabe de arrestos domiciliarios pues pasó en ellos casi seis años, desde que la depusieron en 1976 hasta que le permitieron salir al exilio en 1981.
Isabelita es el nombre de guerra de la corista María Estela Martínez Cartas, una argentina de La Rioja, tierra también de Carlos Menem. El Perón le viene por su marido. Fue la tercera esposa —la segunda había sido Evita— del militar argentino, muerto a los 81 años, en julio de 1974, cuando se desempeñaba por tercera vez como presidente de su país. Ella era la vicepresidenta y le sucedió en el cargo.
Un juez argentino investiga a la ex presidenta debido a los decretos de su gobierno que ordenaron a las Fuerzas Armadas combatir al enemigo interno y «aniquilar a los elementos subversivos en todo el territorio».
Perón había sido derrocado en 1955. Después de una peripecia pudo salir al destierro, a Paraguay, río Paraná arriba, en una cañonera, protegido por el general Alfredo Stroessner. Luego Panamá, donde conoció a la bailarina Isabelita en circunstancias sobre las que aún se especula, pero que debieron ser muy determinantes pues les unieron de por vida; Caracas, de donde ambos salieron corriendo en enero de 1959 por la revuelta popular que derribó el régimen de su benefactor, el general Marcos Pérez Jiménez; República Dominicana, donde aguantó poco, porque el olfato político le indicó a Perón que el exuberante general Rafael Leonidas Trujillo atufaba a muerto (de hecho lo mataron poco meses después); y, finalmente, Madrid, en 1960, bajo el palio del general Francisco Franco. Fue el mojigato Franco quién les aconsejaría casarse.
En 1972 pudieron volver a Argentina, donde el presidente Héctor J. Cámpora, su correligionario, había allanado el terreno para un regreso triunfal al poder. Ansiosos de Perón, los argentinos tuvieron dos: él y ella, presidente y vicepresidenta, Perón y Perón.
El Partido Juticialista —el peronismo— era un abigarramiento de pasiones, tensiones y sentimientos encontrados, con tendencias extremistas de izquierda y derecha. Básicamente los sentimientos se desbordaron cuando los Montoneros, el ala radical y combativa del peronista, se presentaron, el 1º de mayo de 1974, frente a la Casa Rosada reconociendo el error de haber elegido a los perones, y al fantasma de Evita. Frente al general gritaron: «vea, vea, vea que manga de boludos. Votamos a una puta, una muerta y un cornudo».
Desde el balcón de la Casa Rosa, el anciano y enfermo general los expulsó y prometió un escarmiento. Por su puesto que los Montoneros se echaron al monte en guerrilla. Por descontado que el gobierno fue contra ellos, sobre todo después de que cometieran el primer asesinato.
La siniestra «Triple A» (Alianza Anticomunista Argentina) fue activada por el entonces ministro de Bienestar Social, José López Rega, un siniestro extremista de derechas apodado «El Brujo», muy unido a Isabelita en el esoterismo, y el hombre que manipulaba el poder en la sombra. Fueron contra los Montoneros, pero también a por todo lo que oliera a izquierda.
Tras la muerte de Perón, en julio de 1974, y la ascensión a la presidencia de Isabelita, esa banda paramilitar incrementó sus acciones. En octubre de 1975 el gobierno de Isabelita dio patente de corso a los militares para «el aniquilamiento de los subversivos». Gente vinculada al fascismo, el anticomunismo, la logia «P-2» rodeaban a Isabelita. Algún historiador sostiene que ella fue «instrumento voluntario» de todos ellos. Isabelita era una mujer de pocas luces e instrucción, muy limitada en el ejercicio del poder y manipulable.
A la «Tripe A» se le atribuyen no menos de 2.500 crímenes y unos 600 desaparecidos. Luego vendría el golpe de Estado, en marzo de 1976, y la represión desbordada de los militares, a quienes los perones habían encumbrado: Isabelita con López Rega, al general Jorge Videla, y el propio Perón al almirante Emilio Massera, un hombre que un momento dado quiso ser el nuevo caudillo y en el que ella confiaba a pie juntillas incluso estando en el exilio.
La justicia argentina ha ordenado detener a Isabelita con fines de extradición en el caso de la desaparición, posiblemente a manos del Ejército, de un joven, en febrero de 1976, que cree avalada por el decreto de persecución y aniquilamiento a los subversivos que firmó su gobierno. Seis miembros del gobierno de Isabelita están procesados por el mismo caso.
Ese decreto fue esgrimido tras el golpe por los militares para justificar los crímenes de lesa humanidad que cometieron los militares de la dictadura que encabezó Jorge Videla. Las cifras del horror van desde 9.000 a 30.000 desaparecidos para siempre.
Francisco R. Figueroa
1 comentario:
Es verdad que Isabelita desató los demonios, pero como dice el periodista y escritor argentino Tomás Eloy Martínez: "Perón creó los monstruos y los dejó sueltos en una Argentina confundida", en el texto de un artículo de opinión publicado el 20 de enero de 2007 en el diario argentino La Nación.
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