El presidente Álvaro Uribe ha retomado la iniciativa, fortalecido en su gira en curso por Europa donde ha cosechado apoyos importantes a la causa de la paz y la democracia en Colombia, en contra de los grupos terroristas.
Su explicación de que en Colombia hay una democracia —y no una dictadura como tantas hubo en América latina— traspasa los oídos reacios de muchos europeos para quienes las guerrillas son sinónimo de fuerzas alzadas por unos ideales políticos de libertad y justicia. Ante los ojos de Europa Uribe desnuda los horrores de las FARC.
De otro lado, desarma de argucias a las FARC al reiterar su disposición al inicio de conversaciones de paz y a disponer una zona segura para negociar, con garantías internacionales para las partes y una fuerza multinacional de ser requerida, con la sola condición de que los 750 rehenes sean soltados.
Por añadidura, al meter de nuevo en el proceso a Francia, España y Suiza —junto a la Iglesia católica— recupera la mediación internacional que neutraliza la desautorizada, pero persistente, mediación del venezolano Hugo Chávez.
Nadie —salvo un país insignificante como la Nicaragua de Daniel Ortega— ha secundado la iniciativa de Chávez, de dar reconocimiento político a los grupos guerrilleros colombianos. Ni el ecuatoriano Rafael Correa ni el boliviano Evo Morales se han animado a secundarlo. Cuba ni menciona el asunto. Para Fidel Castro las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) nunca fueron confiables. El castrismo siempre prefirieron como aliado al Ejército de Liberación Nacional (ELN), que fue metido tangencialmente por Chávez en el tema del reconocimiento político internacional. Casi nadie habla de ello, pero los «elenos» a la chita callando están liberando rehenes.
Ahora un Chávez, fracasado y fuera de sí, predica en el desierto a favor de las FARC, y persista a la desesperada en sus obstinados ataques a Uribe, tan desmesurados como insolentes. Este domingo, sin ir más atrás, lo llamó «mafioso», «cobarde», «mentiroso», «cizañero», «indigno» y «triste peón del imperio».
Hay motivos sobrados para que Bogotá rompa todas las relaciones con Caracas, pero con inteligencia Uribe evita dar un paso que supondría más munición a Chávez para explotar los muchos sentimientos anticolombianos que hay en Venezuela y convertirían en la contraparte diplomática en Colombia a las FARC, que serían sujeto de derecho internacional una vez que la Asamblea Nacional venezolana las reconoció políticamente.
Chávez seguramente tomará represalias comerciales contra Colombia y los venezolanos, absolutamente dependientes de las importaciones, saldrán perdiendo por la alta necesidad de alimentos y piezas que tienen del vecino país. En Colombia se teme un apoyo económico y militar a la FARC del régimen chavista. Hay quienes rezan en ambos países para que Chávez no se atreva a tanto porque podría dejarlos al borde de una guerra. Seguramente el comandante bolivariano siga apretando las tuercas pensando en los réditos internos para sus planes personales de reelección indefinida.
La Francia de Nicolas Sarkozy ha entendido las razones de peso de Uribe, que ha visitado en primer lugar Paris en su gira europea. Después fue a Bruselas y a Madrid. Ha quedado claro que Francia no pagará con un reconocimiento a las FARC la libertad, tan ardorosamente perseguida por Sarkozy, de la franco-colombiana y rehén más conocida, Ingrid Betancourt, que languidece en su penoso cautiverio de la selva. La postura anunciada por Francia constituye otro revés para Chávez, que poco antes se había paseado por París alardeando de su ascendencia sobre las FARC, que acabaron engañándole. ¿Por qué las FARC mantuvieron a Chávez en la ignorancia sobre que no tenían al niño Emmanuel y le hicieron pasar aquel amargo trago cuando Uribe reveló la situación? ¿Por qué Chávez no muestra públicamente las cartas que dice haber recibido de «Manuel Marulanda Tirofijo», el cabecilla de las FARC? Ha quedado claro que Chávez no tiene el hilo directo, del que tanto presume, con el estado mayor de las FARC. Los relojes de Chávez y las FARC andan desajustados, pero los relojes de Francia y Colombia, como se ha dicho en París, están sincronizados.
También lo están con la Unión Europea. El Alto Representante de Política Exterior del Consejo de la UE, el español Javier Solana, ha respondido claramente delante de Uribe, en una rueda de prensa en Bruselas, que las FARC no dejarán de ser consideradas como una organización terrorista. La UE, pues, respalda la política de seguridad democrática de Uribe y su propuesta de conversaciones de paz a cambio de la liberación sin condiciones de los 750 rehenes que se pudren en las selvas, para los que el mandatario colombiano está buscando atención médica internacional urgente con el auspicio de la Cruz Roja, dado el precario estado de salud de muchos de ellos, según ha quedado de manifiesto en la correspondencia remitida con las dos mujeres recienemente puestas en libertad.
Uribe se ha apuntado nuevos tantos al aceptar incluso el despliegue de una fuerza multinacional en lo que denomina una «zona de encuentro» desmilitarizada, con observadores internacionales, para lograr un acuerdo de paz con la guerrilla. El presidente colombiano puede lograr que el mundo entero ejerza presión sobre las FARC por la penosa situación de los secuestrados y porque sus argumentos son de peso.
Chávez ha logrado que en Colombia haya casi unanimidad en torno a Uribe hasta de sus más aguerridos rivales políticos internos —incluso los considerados chavistas—, que han condenado la intolerable injerencia en los asuntos colombianos del mandatario venezolano, en quien ven a un portavoz de las FARC. Esta situación está dejando a Uribe sobre raíles para buscar un tercer mandato.
Francisco R. Figueroa
www.apuntesiberoamericanos.com
franciscorfigueroa@hotmail.com
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