El presidente Hugo Chávez ha insinuado la posibilidad de que el rey Juan Carlos estuviera al tanto del golpe de Estado que lo tuvo derrocado dos días en 2002 y ha emplazado al monarca a que dé una respuesta, sin que le importe las consecuencias para las relaciones hispano-venezolanas.
Tanto a su salida de Santiago, tras la Cumbre Iberoamericana, como a la llega a Caracas, el domingo, Chávez se explayó dando a los periodistas su visión del incidente con el rey Juan Carlos y el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, que fue desatado por sus arremetidas contra José Mª Aznar, las transnacionales españoles y la España colonial.
Chávez asiduamente implica a Aznar en aquel golpe, al tiempo que lo asocia con el presidente estadounidense, George Bush, y la desastrosa guerra de Irak. Está probado que Aznar tuvo al menos un contacto telefónico con quien poco después se autoproclamó presidente de Venezuela, el empresario Pedro Carmona, hoy exiliado. Asimismo, fueron notorios los tejemanejes del entonces embajador español en Caracas, Manuel Viturro, junto a su colega estadounidense, Charles Shapiro. Ambos embajadores, en lo que tuvo el valor de un reconocimiento del gobierno golpista, asistieron en el Palacio de Miraflores a la toma de posesión de Carmona, quien estuvo en el poder poco más del tiempo que duró esa ceremonia.
Pero ahora el mandatario venezolano afirma que los empresarios españoles también estaban del lado de los golpistas y, como guinda, que el embajador Viturro no pudo actuar «sin la autorización de Su Majestad», a quien caracteriza como director de la política exterior española, y no el presidente del Gobierno. «¿Sabía el rey del golpe contra mi? (…) El rey debe responder». Insinua Chávez también que Zapatero actuó en la cumbre a solicitud del rey cuando le reprochó sus ataques a Aznar y los empresarios por «fascistas» y «golpistas», dada —dice— la disparidad ideológica entre el actual gobernante socialista español y su antecesor en el cargo.
El exabrupto «¿por qué no te callas?» que el rey dirigió a Chávez mientras éste interrumpía reiteradamente a Zapatero en su turno de palabra, resonó en el plenario de la cumbre, dejó atónitos a los asistentes y repercutió en Venezuela, donde se transformó de inmediato en grito de los antichavistas contra un presidente que gobierna desde los micrófonos y cuya incontinencia verbal es harto conocida. Más de cuatro mil horas hablando por cadena nacional de radio y televisión ha consumido en sus casi nueve años en el cargo.
Consciente del valor de las consignas, Chávez se apresuró a desmontar ésa, incluso antes de volver a pisar Venezuela. Al desembarcar en Maiquetía, remachó sobre el mismo clavo. Reveló que Zapatero le había dicho que después de doscientos años con independencia, España no podía seguir siendo responsabilizada de la pobreza latinoamericana, sino que la culpa es de los gobernantes que han tenido. «¿Cómo minimizar quinientos años? (…) No se pueden minimizar los factores externos en la historia latinoamericana», replicó Chávez, para quien «cuando el rey explota ante las expresiones de un indio, están explotando quinientos años de prepotencia imperial, quinientos años de realismo, de atropello, quinientos años de un sentimiento de superioridad» (…) «Juzgar la verdad del pasado no tiene porqué ofender a los españoles» (…) «Nuestra voz va a seguir creciendo» (…) «Ya no estamos solos Fidel (Castro) y yo. Ahora estamos con Rafael Correa, de Ecuador, hombre consciente y revolucionario; Evo Morales, de Bolivia; Daniel Ortega, de Nicaragua…». En Caracas los voceros del chavismo se lanzaron en jauría contra el rey.
Justamente una intervención, tras el incidente con Chávez, del antiguo guerrillero sandinista —que gobernó con poderes de dictador en los años ochentas— contra una transnacional española y sobre que la embajada de España había tramado para influir en el resultado de las elecciones presidenciales nicaragüenses de hace un año, fue la que llevó a la retirada del rey Juan Carlos en señal de protesta del plenario de la Cumbre, en un hecho sin precedentes.
Ortega luego se disculpó, mientras Chávez, en su sacerdocio revolucionario, echaba más leña al fuego sin importarle cómo quedaran las relaciones hispano-venezolanas. «Si se dañaran, no es por culpa mía», aseveró. Durante el gobierno de Aznar, tras una primera etapa de bonanza, esas relaciones entraron en picado, sobre todo a raíz de los sucesos de abril de 2002. En la etapa de Zapatero mejoraron ostensiblemente y se firmaron acuerdos para venta de material militar español.
A Zapatero internamente la oposición conservadora le ha echado en cara las relaciones peligrosas que ha tenido con Chávez, al tiempo que se preservaba la figura del rey.
Mientras el líder bolivariano asistía a la cumbre de Santiago, en el agitado frente interno venezolano se desarrollaba en Caracas un seminario ideológico con una parte del antichavismo patrocinado por la FAES, la fundación de Aznar, celebrado justo cuando el país está inmerso en una dura campaña para al referéndum del próximo 2 de diciembre sobre una polémica reforma constitucional.
Si esa reforma es aprobada, Chávez puede eternizarse en el poder, las fuerzas armadas quedarán al servicio de la revolución y habrá milicias populares, se afectarán los derechos de propiedad privada y de libertad de empresa y, además, habrá una concentración del poder en la persona del presidente. Solo la reducción de la jornada laboral a seis horas goza de amplía simpatía.
Los estudios de intención de voto apuntan un empate técnico entre chavismo y antichavismo en torno al 34% del electorado, con una indecisión del 21%. Según dicen los entendidos, Chávez ganará a cuenta de la elevada abstención que se espera. Hasta ahora tiene decisión de votar solo el 46% del electorado.
Pero las últimas palabras parece que aún no están dichas. Por ejemplo, se acaban de poner en contra de Chávez y su «reforma constitucional golpista», la semana pasada, quien fue hasta julio último su brazo derecho militar, el general Raúl Isaías Baduel, y la que fue última esposa del presidente, Marisabel Rodríguez, que ha hecho severas declaraciones yendo al fondo de la cuestión en lo que se refiere a los profundos recortes que la misma representa para la libertad y la democracia.
Lo dicho y hecho por Chávez en esta decimoséptima Cumbre Iberoamericana celebrada en Santiago de Chile hay que entenderlo tanto en ese convulso frente interno venezolano y también como un intento de fracturar el bloque iberoamericano. No hay que olvidar que Chávez logró dinamitar la Cumbre de las Américas en 2005.
Francisco R. Figueroa
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