Perú: ¿Autogolpe con burundanga?


Francisco R. Figueroa

✍️10/12/2022

Las autoridades peruanas parecen haber tomado en serio la mención de que el destituido presidente Pedro Castillo pudo actuar en el autogolpe bajo los efectos de una sustancia dopante, que nadie identifica pero suena a burundanga.

Es decir, que Castillo pudo ser víctima, en la solemne Casa de Pizarro, el palacio de gobierno, de lo que en el ambiente del lenocinio de Río de Janeiro se conoce como el golpe «Buenas noches, Cenicienta». Sí, Cenicienta, como aquella humilde –como él– doncella del cuento forzada a hacer lo que no deseaba. Un viejo engaño de las arpías de Copacabana: con amor, samba y burundanga las alegres galanas desplumaban a sus feligreses.

El autor de este blog descubrió ese «golpe» hace unos cuarenta años, descrito con profusión en un diario de Río de Janeiro, cuando trabajaba de corresponsal extranjero en Brasil.
«Burundanga» sugería un baile frenético de las arraigadas costumbres afrobrasileras. Casi. Parece palabro afrocubano que significaría «brebaje». Una pócima propia de brujas y chamanes. Y es sinónima de «morondanga», que en algunas partes significa «confusión» y «enredo».

Lo ocurrido el miércoles en Lima, en tres frenéticas horas, fue confusion y enredo, un sainete, una ópera bufa, un espectáculo grotesco, una comedia de carpa y aserrín, un prodigio macondiano. Cualquiera puede leer en los medios calificativos de todo tipo.

La burundanga es el nombre vulgar de una droga poderosa llamada escalopina, un alcaloide que, aparte sus multiples usos terapéutico, sirve, con una dosis de unos 80 miligramos, para dominar a las personas convirtiéndolas en autómatas sin voluntad y sin recuerdos. También llamada «la droga de la verdad» que inyectaban los nazis a los espías enemigos. Asimismo, usada por la CIA estadounidense y seguramente por un ejercito de torturadores,  interrogadores, asesinos y dictadores en los cinco continentes.

La voz de alarma la dio en Perú el congresista cuzqueño Guido Bellido (43), alias «Puka» (rojo), hombre de izquierdas que fue, durante un trimestre, el primer jefe del gabinete ministerial de los cinco que tuvo Castillo en el año, cuatro meses y ocho días que duró su atribulada presidencia.

Los médicos legistas han sometido, el viernes, a Castillo a un examen de toxicología ordenado por la Fiscalía de la Nación, después de la denuncia de Guido Bellido. También se ha comenzado a interrogar a los pocos testigos que había en la Casa de Pizarro, incluida la flamante primer ministra Betssy Chávez, y a revisar las grabaciones de las cámaras de seguridad. 

El mismo día del autogolpe, el miércoles 7, Bellido apuntó como hecho relevante que Castillo había tomado una bebida indeterminada antes de leer por televisión su discurso golpista, en el que sonó lejano y lució inexpresivo y tembloroso. El arrinconado presidente ordenó en esas condiciones disolver el Congreso, reformar el sistema de justicia y convocar a una constituyente, sin tener facultades constitucionales para hacerlo. Al mismo tiempo, asumía poderes dictatoriales sin disponer de apoyo político, militar, policial, económico ni popular. Lo dejaron solo en medio del circo y las fieras lo devoraron. Ipso facto fue destituido por el mismo Congreso que quiso cerrar.

El camino al exilio que, tras el desastre, él quería recorrer hasta México acabó en la Prefectura y la cárcel de Barbadillo junto a Alberto Fijimori, autor, hace treinta años, de un autogolpe exitoso y que purga 25 años por crímenes de lesa humanidad.

Guillermo Olivera, del equipo de defensa de Castillo, declaró también que, poco antes del discurso golpista, al aún jefe del Estado le dieron una bebida y después se sintió «atontado». No precisó quien se la sirvió ni el tipo de bebida.

El viernes, en la puerta del fundo Barbadillo, donde los numerosos presidentes peruanos caídos en desgracia suelen ser encarcelados, Bellido hizo otras declaraciones afirmando que Castillo no recordaba que hubiera pronunciado el discurso golpista ni las circunstancias en que lo hizo ni qué había dicho.

«Hubo un complot», sentenció. «No sabemos quién ha conspirado, pero el presidente no recuerda, lamentablemente. La investigación aclarará. El presidente con sus propias palabras dice que no se acuerda, él dice que no se acuerda», repitió el congresista. «Solo recuerda a partir de que recibía renuncias de los ministros», apostilló.

Lo que ocurrió en el palacio en el momento del pronunciamiento de Castillo fue «como una serie de Netflix donde hay una zona de irrealidad», según el ministro de Defensa, Gustavo Bobbio, un general retirado que había asumido el cargo un día antes del autogolpe.

¿Doparon a Pedro Castillo para que se hiciera una suerte de harakiri para librar al Perú de su notoria incompetencia? ¿La amnesia que invoca Castillo es una argucia de defensa? ¿La idea fue suya o consejo de alguien? ¿Es una estratagema de su paisano el veterano abogado Aníbal Torres, «el maestro», un influyente Rasputín particular y hasta considerado el poder tras el trono, que fue su premier durante los últimos diez meses y que el día del golpe se mantuvo a su lado en palacio y luego en la Prefectura como único consejero?

Preguntas y más preguntas. Y la de siempre, la legendaria: ¿En qué momento de su historia decía el Nobel Vargas Llosa que se jodió el Perú? ✅ 

franciscorfigueroa@gmail.com

PE: Un día después, Pedro Castillo se negó a someterse al examen de toxicología, pero, según él, le extrajeron sangre por la fuerza, y el consejero Aníbal Torres (79) anunció su entrada en la clandestinidad cuando la Fiscal de la Nación pretendía imputarlo en la trama golpista y las supuestas actividades corruptas en el entorno del destituido presidente.

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