Francisco R. Figueroa
✍️28/1/2024
La mujer que ilustra mi publicación es de una de las estirpes empresariales que levantaron la Venezuela moderna, dueña de las más importantes industrias del hierro y el acero, que fueron confiscadas y arruinadas por el chavismo, como comprobadamente todas las entidades en las que el régimen metió sus manos.
María Corina Machado (56) heredó el empuje de su progenitor, un hombre cuya sencillez chocaba con el orgullo inmoderado que caracteriza a los timoneles de las grandes empresas. Ella es una mujer batalladora con temple de acero, ingeniera de formación, líder del partido liberal Vente Venezuela, con un programa de acción que se puede resumir con un hacer todo lo contrario a lo que ha hecho el chavo-madurismo, un régimen al que ha combatido prácticamente desde el inicio con este siglo.
Con tesón, temple y coraje de dama de hierro, y sin miedo al chavismo matonesco, que le impide la salida del país y sólo le falta imputarle la muerte de Simón Bolívar (Hugo Chávez la trataba con un desprecio infinito y le llamaba peyorativamente «burguesita de fina estampa»), Machado emergió, una vez agotadas las vías Capriles, Guaidó y otras, como la gran esperanza de la oposición democrática de liquidar mediante el voto popular a un régimen arbitrario y corrupto que ya dura veinticinco años y que ha reducido a escombros el país.
Todas las últimas iniciativas del régimen, cuya cara más visible es Nicolás Maduro, han tenido como objetivo neutralizar a esa mujer empecinada en restablecer pacíficamente la democracia en Venezuela, que representa todo lo que más detesta la dictadura y que arrastra, según todos los sondeos confiables, a la mayoría de una nación hastiada, exhausta y empobrecida, con la tercera parte de su población nacional dispersa por el mundo en huida del sistema comunistoide que impuso, a partir de 1999, el fallecido Chávez y legó en 2013 a Maduro.
La última decisión del régimen chavo-madurista ha sido mantener su inhabilitación por quince años, hasta 2036, una medida arbitraria contra ella, adoptada sin juicio, condena ni derecho a defensa, a causa de una supuesta falta fiscal de poca monta, adoptada por uno de tantos organismos solícitos del entramado estatal que simulan la separación de poderes pero que actúan como apéndices del gobierno.
El acuerdo alcanzado, en octubre pasado, en Barbados entre los representantes del régimen y la opositora Plataforma Unitaria, acompañados por Noruega, Estados Unidos, Rusia, Paises Bajos, México y Colombia, crearon la sensación de que este año podrían celebrarse en Venezuela unas elecciones libres y justas, con Machado de candidata del consenso democrático, previa restitución de todos sus derechos políticos.
La tozuda realidad venezolana ha demostrado que fue un espejismo provocado por la ambigüedad de ese acuerdo. La Corte Suprema, con magistrados paniaguados, ha rechazado el recurso contra la inhabilitación, que presentó Machado en diciembre al calor del acuerdo de Barbados. De modo que continua neutralizada una candidata que obtuvo una preferencia del 92% en unas primarias abiertas, con casi 2,5 millones de participantes, en claro desafío a la dictadura, desde las que se catapultó como formidable alternativa democrática.
En Barbados, Estados Unidos exigió «un candidato opositor de unidad», sin mencionar a Machado, como condición indispensable para restaurar la democracia en Venezuela, a cambio de flexibilizar sus duras políticas restrictivas al régimen corrupto y represor de Maduro y su combo. La contrapartida de la dictadura en la mesa de negociaciones fue «iniciar un proceso de revisión» de las inhabilitaciones, pero no acabar con ellas. Centenares de adversarios están neutralizados por el mismo procedimiento arbitrario que Machado, incluido Henrique Capriles, cuya inhabilitación por quince años acaba de hacer firme la obsequiosa Corte Suprema.
Además del mantenimiento de las restricciones a Machado y de haber dinamitado los puentes con EEUU, el régimen ha mostrado sus intenciones de no ceder recrudeciendo las acciones contra la oposición y transmitiendo el miedo sobre todo en el seno de las fuerzas armadas y policiales, que son su sustento principal. El Acuerdo de Barbados, que supuestamente iba a facilitar una apertura democrática, está virtualmente muerto, dicen los voceros del régimen que por culpa de la oposición. Se anunció que este año habrá urnas, en fecha no revelada, pero, sin duda, con el habitual estilo fullero y a medida de Maduro. Se ha llevado a cabo una nueva ola represiva y varias oficinas partidistas, de gremios y hasta viviendas privadas fueron vandalizadas para hacer sentir la llamada «furia bolivariana». Se anunció también el descubrimiento de nada menos que cinco complots contra el régimen, incluidos propósitos asesinos a, entre otros dirigentes, el presidente Maduro. Fueron implicados más de sesenta militares y civiles. A los militares, una treintena de oficiales, incluido un general, se les sometió sin juicio previo a una ignominiosa ceremonia de degradación pública y expulsión —incluso los exhibieron encadenados y desnudos—, un acto por lo menos chocante en un régimen enraizado en la felonía de dos sangrientos alzamientos militares por los que nadie acabó punido y que tiene como guía a un ex teniente coronel como Chávez cuyo propósito era acabar con la vida de un presidente democrático.
«¿Elecciones libres y justas para quien? Para la casta maldita de los apellidos (por Machado). No hay manera de que esa señora sea candidata. Con o sin oposición, con o sin sanciones, con o sin observadores, habrá elecciones», bramó el jefe de la Asamblea, Jorge Rodríguez, que forma parte del núcleo duro del régimen y encabezó la delegación a Barbados.
«Aunque les arda, aunque les duela, yo seguiré gobernando este país», sentenció por su parte Maduro, dando por descontada su victoria en unas presidenciales que Machado anticipa que serán fraudulentas, como la anteriores, sobre todo la última y escandalosa reelección de quien aparece a la cabeza de la dictadura.
Estados Unidos evalúa reimponer las sanciones al régimen y considera el mantenimiento de la inhabilitación a Machado incompatible con la hoja de ruta electoral asumida en Barbados por los representantes de Maduro. Lo cierto es que el gobierno venezolano ha tomado el pelo a la administración de Joe Biden y al resto de los países facilitadores. Nadie debería sorprenderse porque el régimen venezolano ya ha convertido en papel mojado todos los tratos con las fuerzas opositoras realizadas hasta el momento. Y han sido más de una docena, como los que se prestó a mediar el ex presidente del Gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero.
El propósito que llevó a Barbados el régimen autocrático de Caracas no era facilitar una transición democrática sino tantear el terreno y ver qué ventajas obtenía para aliviar las sanciones petroleras norteamericanas y obtener el canje de Alex Saab, una ficha vital en los negocios más turbios de la dictadura y preso en EEUU.
Estaba claro que el régimen no iba a ceder unas elecciones libres porque significan una derrota segura y, por tanto, el fin del chavismo, a riesgo de cárcel, tribunales y pérdida de fortunas mal habidas para los dirigentes y su adláteres. Sin garantias externas e internas de indemnidad y conservación de sus fortunas Maduro y los cuadrilleros que le rodean jamás mientras les quede algo de fuerza cederán el poder. No se hagan ilusiones. ✅