Y en eso reapareció Fidel, vivito y coleando, después de las cirugías que le tuvieron supuestamente a un tris de morir, al cabo de seis meses de haber cedido el ejercicio formal del poder por primera vez desde el triunfo de la revolución hará pronto medio siglo.
Fidel Castro se ha mostrado para Cuba y el mundo en imágenes absolutamente controladas, vestido con un chándal de colores patrióticos, tras tres meses sin noticias gráficas de él, y nuevamente al lado de su retoño revolucionario, el gobernante venezolano Hugo Chávez, que esta vez fue especialmente a Cuba en compañía de su hermano Adán, ministro de Educación y ex embajador en La Habana. Adán cada día parece más el complemento perfecto y el otro yo de Hugo, un tándem genético como Fidel y Raúl, y el nombre que imprimiría un carácter de padre original al líder bolivariano.
Sigue resultando harto curioso que haya sido nuevamente necesario llevar a Chávez al lado de Fidel Castro para tratar de acallar los intensos rumores sobre el estado de salud del dirigente cubano, en lugar de transmitir esa supuesta buena nueva con imágenes del líder, por ejemplo, junto a su hermano y heredero, el general Raúl Castro, y otros miembros de su familia, figuras destacadas del régimen o, sencillamente, mediante comunicaciones directas al pueblo, esos más de once millones de cubanos que constituyen, según la propaganda oficial, el objeto de la revolución. La prensa oficial cubana, única en la isla, difundió profusamente las imágenes, las fotos y el texto de Fidel Castro con Hugo Chávez y sus aleluyas.
«¡Fidel está de pie, completo, y pido a Dios que siga recuperándose!», clamó Chávez, quien casi gritó un «Ave César» cuando vio a Fidel Castro. Al entrar en el aposento del comandante cubano exclamó sólo «¡César!» y se fue a abrazar a su bienamado amigo, quien dio la sensación de querer evitar el contacto con tan efusivo venezolano. Quizás entre revolucionarios sea imprudente el contacto físico que se deriva del abrazo o tal vez la fricción afectuosa podía causar alguna incomodidad a Fidel por instrumentos quirúrgicos que pudiera llevar adosados.
Hugo y Adán Chávez se desplazaron especialmente desde Caracas a La Habana para el «show». Las imágenes son optimistas, pero sigue faltando, como desde el primer día, un parte facultativo creíble sobre la situación del paciente. Los médicos cubanos de Castro hasta ahora no han dicho nada. Silencio, secreto.
En otras circunstancias, distintos líderes mundiales que pronto murieron fueron mostrados en los hospitales bien pulidos, con apariencias saludables. De manera que las albricias de Chávez sobre el buen rostro, buen humor y buen ánimo de de Fidel Castro, el simulacro propagandístico que ha habido en La Habana con apariencias de un encuentro entre estadistas, necesitan para acabar con tantas conjeturas el añadido de un informe serio y veraz de los médicos.
Francisco R. Figueroa
www.franciscofigueroa.es
www.apuntesiberoamericanos.com
franciscorfigueroa@hotmail.com
Jugando con fuego
Con quince días en el poder, el presidente Rafael Correa ya ha dejado claro que usará al pueblo como ariete contra los demás poderes del Estado que se opongan a sus planes, un proyecto aún vago, un cambio profundo social, político y económico de perfiles socializantes.
El domingo pasado Correa había llamado al pueblo a defender la Asamblea Constituyente, que él pretende imponer contra viento y marea como piedra fundamental de un nuevo régimen político. El lunes calificó de «antipopular» a la mayoría del Congreso que se opone a ese proyecto. Sus rivales políticos consideran que el joven jefe del Estado, de 43 años, economista, antiguo seminarista salesiano y efímero ministro usa «un lenguaje de barricada».
La cuestión es que Correo no dispone de ningún parlamentario propio, sino que tiene una frágil alianza coyuntural en un país con alta volatilidad política. Correa asienta la legitimidad para llevar adelante sus planes en el casi 57 % por ciento de los votos que obtuvo en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales y en las encuestas, en las que la Constituyente es querida por un 80%.
Nada más asumir la presidencia, el pasado día 15, Correa «ordenó» al Tribunal Supremo Electoral (TSE) que convoque a referéndum el 18 de mayo próximo para que los ecuatorianos se pronunciaran sobre la elección de una Asamblea Constituyente con plenos poderes, pilar básico de su proyecto revolucionario.
Las autoridades electorales pasaron esa papa caliente al Congreso, con base en que para iniciar cualquier reforma constitucional debe haber una aprobación del legislativo, según dispone la Carta Magna en vigor. En los planes de Correa, el Congreso iba a ser un mero convidado de piedra. Sencillamente, el mandatario pensaba usar con el legislativo la política de los hechos consumados, sin darle opción a pronunciarse.
El Congreso debatía el martes el asunto cuando llegó la noticia de que estaba cercado por seguidores de Correa. Los legisladores huyeron en estampida. Una mayoría escapó en tropel por una puerta trasera, poco antes de que se produjera el intento de toma de la sede legislativa y se desatara una trifulca con la policía, con varios heridos.
Correa reaccionó condenando la violencia, pero a renglón seguido instó a los ecuatorianos seguir protestando de manera pacífica. De paso echó a los leones a los miembros del Tribunal Supremo Electoral y del Congreso arguyendo que se opinen a la voluntad del pueblo. «Demuestrenles quien manda en el país», les dijo a los trece millones de ecuatorianos.
Correa ha dicho claramente que la pugna se decidirá en las calles. Luego ha confirmado a las claras que le es indiferente lo que digan tanto el Congreso como el TSE. Es más, ha amenazado con montar un poder electoral paralelo para gestionar el referendo.
Para que no resten dudas, el vicepresidente ecuatoriano, Lenin Moreno, fue también directo: «El diálogo se agotó. Los señores diputados y los señores del TSE lo único que tienen que hacer es pegar el oído al piso y oír lo que quiere el pueblo». Claro como el agua cristalina.
Un nuevo drama político puede está servido en Ecuador. Los dos bandos consideran legitimas sus posiciones, Correa basándose en el caudal de votos que tuvo y en las encuestas, y la mayoría parlamentaria en que para iniciar cualquier cambio constitucional es legalmente necesaria la aprobación del Congreso.
Algún analista ecuatoriano considera que a corto plazo el desborde popular beneficia a Correo, pero advierte de que si no logra construir su proyecto político perderá legitimidad y la presión ciudadana puede revolvérsele.
Debatir las reformas políticas en la calle en lugar de dentro de las instituciones establecidas en democracia crea un precedente muy peligroso. Por lo pronto significa echar gasolina de 99 octanos al fuego en un país que arde desde hace una década en la crisis institucional. En los últimos diez años se han sucedido en la jefatura del Estado nada menos que ocho presidentes y tres de ellos fueron destituidos por el Congreso.
Correa y el presidente del Congreso, Jorge Cevallos, han usado la misma frase para describir la situación: «se está jugando con fuego». El riesgo para quien juega con fuego es acabar quemado.
Francisco R. Figueroa
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franciscorfigueroa@hotmail.com
El domingo pasado Correa había llamado al pueblo a defender la Asamblea Constituyente, que él pretende imponer contra viento y marea como piedra fundamental de un nuevo régimen político. El lunes calificó de «antipopular» a la mayoría del Congreso que se opone a ese proyecto. Sus rivales políticos consideran que el joven jefe del Estado, de 43 años, economista, antiguo seminarista salesiano y efímero ministro usa «un lenguaje de barricada».
La cuestión es que Correo no dispone de ningún parlamentario propio, sino que tiene una frágil alianza coyuntural en un país con alta volatilidad política. Correa asienta la legitimidad para llevar adelante sus planes en el casi 57 % por ciento de los votos que obtuvo en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales y en las encuestas, en las que la Constituyente es querida por un 80%.
Nada más asumir la presidencia, el pasado día 15, Correa «ordenó» al Tribunal Supremo Electoral (TSE) que convoque a referéndum el 18 de mayo próximo para que los ecuatorianos se pronunciaran sobre la elección de una Asamblea Constituyente con plenos poderes, pilar básico de su proyecto revolucionario.
Las autoridades electorales pasaron esa papa caliente al Congreso, con base en que para iniciar cualquier reforma constitucional debe haber una aprobación del legislativo, según dispone la Carta Magna en vigor. En los planes de Correa, el Congreso iba a ser un mero convidado de piedra. Sencillamente, el mandatario pensaba usar con el legislativo la política de los hechos consumados, sin darle opción a pronunciarse.
El Congreso debatía el martes el asunto cuando llegó la noticia de que estaba cercado por seguidores de Correa. Los legisladores huyeron en estampida. Una mayoría escapó en tropel por una puerta trasera, poco antes de que se produjera el intento de toma de la sede legislativa y se desatara una trifulca con la policía, con varios heridos.
Correa reaccionó condenando la violencia, pero a renglón seguido instó a los ecuatorianos seguir protestando de manera pacífica. De paso echó a los leones a los miembros del Tribunal Supremo Electoral y del Congreso arguyendo que se opinen a la voluntad del pueblo. «Demuestrenles quien manda en el país», les dijo a los trece millones de ecuatorianos.
Correa ha dicho claramente que la pugna se decidirá en las calles. Luego ha confirmado a las claras que le es indiferente lo que digan tanto el Congreso como el TSE. Es más, ha amenazado con montar un poder electoral paralelo para gestionar el referendo.
Para que no resten dudas, el vicepresidente ecuatoriano, Lenin Moreno, fue también directo: «El diálogo se agotó. Los señores diputados y los señores del TSE lo único que tienen que hacer es pegar el oído al piso y oír lo que quiere el pueblo». Claro como el agua cristalina.
Un nuevo drama político puede está servido en Ecuador. Los dos bandos consideran legitimas sus posiciones, Correa basándose en el caudal de votos que tuvo y en las encuestas, y la mayoría parlamentaria en que para iniciar cualquier cambio constitucional es legalmente necesaria la aprobación del Congreso.
Algún analista ecuatoriano considera que a corto plazo el desborde popular beneficia a Correo, pero advierte de que si no logra construir su proyecto político perderá legitimidad y la presión ciudadana puede revolvérsele.
Debatir las reformas políticas en la calle en lugar de dentro de las instituciones establecidas en democracia crea un precedente muy peligroso. Por lo pronto significa echar gasolina de 99 octanos al fuego en un país que arde desde hace una década en la crisis institucional. En los últimos diez años se han sucedido en la jefatura del Estado nada menos que ocho presidentes y tres de ellos fueron destituidos por el Congreso.
Correa y el presidente del Congreso, Jorge Cevallos, han usado la misma frase para describir la situación: «se está jugando con fuego». El riesgo para quien juega con fuego es acabar quemado.
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Carta de La Habana
De nuevo Hugo Chávez ha hecho de pregonero de la salud de Fidel Castro, tras recibir supuestas buenas noticias de La Habana, en una misiva con la firma del anciano caudillo cubano que, según aseguró después un grafólogo colombiano, es una engañifa.
Tras leer la carta que acababa de entregarle en mano, en Caracas, Carlos Lage, el vicepresidente cubano, Chávez se mostró tan eufórico y feliz que desafió a quienes proclaman que Fidel Castro se está muriendo a verificar el vigor y la firmeza en la firma que aparece en aquella misiva.
Con el cartapacio conteniendo la carta en las manos, Chávez proclamó: «El caballo está casi trotando». «Caballo» es el apodo que los cubanos dieron a Castro en 1959, al parecer por su vigor y fortaleza.
«¡Sigue adelante, caballo, que te necesitamos, así como te queremos! (…) Ya no está en su lecho de enfermo, sino que quizás está trotando», apostilló Chávez.
El líder bolivariano mostró la última hoja de la carta a las cámaras de televisión, destacó el «trazo firme de su firma» y desafió a que la analicen a quienes aseguran que Fidel Castro se está muriendo.
En Bogotá el noticiero de televisión de RCN aceptó el retó y pidió un peritaje. El grafólogo colombiano Rodolfo Valero fue tajante: «¡La firma es falsa!».
El experto colombiano mostró en la televisión rúbricas de Fidel Castro de los años 2004 y 2005. Ambas acusaban en el trazo, dijo, «una serie de temblores propios de la vejez» y de «degradación escritural».
Pero la rúbrica que mostró con tanta euforia Chávez era «muy pronunciadamente ágil y sin ninguna afectación sicosomática», lo que, según explicó el grafólogo colombiano, es impropio de un anciano octogenario. Se trata de «una imitación muy buena», posiblemente hecha por un joven de entre 20 y 30 años, apostilló.
El grafólogo Valero dijo más: esta no es la primera firma falsificada de Fidel Castro que ha sido mostrada a las últimas semanas. También lo era la del mensaje de Año Nuevo en el que Fidel Castro afirmaba, entre otras cosas, que su salud estaba lejos de ser una batalla perdida.
La carta que recibió Chávez de La Habana era privada y expresamente no debía ser divulgada. Pero el líder venezolano, con su habitual incontinencia verbal y posiblemente satisfecho por las noticias, leyó algunos trechos y mostró la rúbrica. «Fidel Castro es también, como Bolívar, más grande que César, porque es el César de la dignidad, del socialismo», clamó.
La semana pasada, con ocasión de un discurso que pronunció en Río de Janeiro, Chávez había colocado Fidel en estado agónico, al afirmar que estaba librando una batalla contra la muerte. Quizás sentía remordimientos por haber contribuido —él, que ha sido el portavoz médico de Castro— ha poner a funcionar a todo vapor la fábrica de conjeturas que suple la falta de información en La Habana.
Lo que diga Hugo Chávez sobre Fidel Castro debe ser tomado en todo su valor. No en vano, Chávez es el único dirigente extranjero que ha accedido al círculo más íntimo de Fidel Castro, al cogollo de los escogidos; que ha podido llegar hasta su lecho de enfermo; que se ha fotografiado con él; que se comunica por teléfono con frecuencia y que ha traslado al mundo alguna información sobre su estado de salud.
Todos esos gestos hay que considerarlo en su real valor político. Fidel Castro ha ungido a Hugo Chávez como heredero universal para portar por América Latina y el resto del mundo la espada encendida de la revolución comunista, socialismo del siglo XXI que prefiere decir el presidente de Venezuela.
Castro vio venir al hijo rebelde de la rica Venezuela en medio de las penurias del llamado «período especial», cuando recibió en 1994 en La Habana, con todos los honores, a aquel ex coronel golpista que acaba de salir de la cárcel. Le puso a las órdenes para su proyecto político a todo el estamento pro cubano de Venezuela; bendijo su triunfo electoral en 1998 y su ascensión al poder en 1999; jugó un papel casi decisivo para reponerlo en el la presidencia con ocasión del golpe de Estado en Caracas de 2002; y se deleitó con la marcha imparable de la revolución bolivariana. Ya en su lecho de enfermó sonrió muy complacido cuando hace poco mas de dos semanas lo vio por televisión jurando para otro mandato presidencial a los gritos de «socialismo o muerte». «Ese es mi chico», pudo haber dicho
Chávez, desde luego, se comporta desde hace tiempo como el discípulo más dilecto y se ha convertido en el principal sostén de Cuba, con la que acaba de suscribir acuerdos que supondrán contribuciones de más de mil millones de dólares anuales. Se le nota que ha recogido el testigo y que actúa, en nombre de Fidel Castro, como el mandarín revolucionario latinoamericano.
¿Por qué los dirigentes cubanos se empecinan en seguir ocultando el auténtico estado de Fidel Castro? Es un anciano de 80 años en el límite de la existencia. El pueblo cubano es consciente de ello y de los serios achaques de salud que tiene. Si al régimen cubano, como afirma, le importa realmente el pueblo, debe informarle con seriedad periódicamente. Los engaños, las medias tintas y la falta de información sobre la salud de los dirigentes políticos siempre han dado malos resultados y han acontecido en dictaduras personalistas.
El secretismo que se traen los dirigentes de La Habana muestra lo contrario de lo que la revolución siempre ha pregonado: que en Cuba no hay un régimen dictatorial personalista que depende angustiosamente de un caudillo providencial y que la inmortalidad de la revolución está íntimamente relacionada a la existencia de Fidel Castro.
La carta de La Habana, tras las dudas sembradas por el perito colombiano, ha tenido el efecto inverso al que pretendía Hugo Chávez. Lejos de haber servido para acallar las conjeturas en torno a la salud de Fidel Castro, las agrava.
Como las empeoran también los propios altos funcionarios cubanos dando mensajes contradictorios. Sin ir más lejos, en el acto con Chávez el vicepresidente Lage afirmó que «hoy Castro no está al frente de las tareas de la revolución». Pero en La Habana, ese hombre de aire doctoral, gestos amanerados y verbo florido que suele ser Ricardo Alarcón, presidente Asamblea Nacional del Poder Popular, aseguraba el mismo día que Fidel Castro «sigue al frente» del país.
Francisco R. Figueroa
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Tras leer la carta que acababa de entregarle en mano, en Caracas, Carlos Lage, el vicepresidente cubano, Chávez se mostró tan eufórico y feliz que desafió a quienes proclaman que Fidel Castro se está muriendo a verificar el vigor y la firmeza en la firma que aparece en aquella misiva.
Con el cartapacio conteniendo la carta en las manos, Chávez proclamó: «El caballo está casi trotando». «Caballo» es el apodo que los cubanos dieron a Castro en 1959, al parecer por su vigor y fortaleza.
«¡Sigue adelante, caballo, que te necesitamos, así como te queremos! (…) Ya no está en su lecho de enfermo, sino que quizás está trotando», apostilló Chávez.
El líder bolivariano mostró la última hoja de la carta a las cámaras de televisión, destacó el «trazo firme de su firma» y desafió a que la analicen a quienes aseguran que Fidel Castro se está muriendo.
En Bogotá el noticiero de televisión de RCN aceptó el retó y pidió un peritaje. El grafólogo colombiano Rodolfo Valero fue tajante: «¡La firma es falsa!».
El experto colombiano mostró en la televisión rúbricas de Fidel Castro de los años 2004 y 2005. Ambas acusaban en el trazo, dijo, «una serie de temblores propios de la vejez» y de «degradación escritural».
Pero la rúbrica que mostró con tanta euforia Chávez era «muy pronunciadamente ágil y sin ninguna afectación sicosomática», lo que, según explicó el grafólogo colombiano, es impropio de un anciano octogenario. Se trata de «una imitación muy buena», posiblemente hecha por un joven de entre 20 y 30 años, apostilló.
El grafólogo Valero dijo más: esta no es la primera firma falsificada de Fidel Castro que ha sido mostrada a las últimas semanas. También lo era la del mensaje de Año Nuevo en el que Fidel Castro afirmaba, entre otras cosas, que su salud estaba lejos de ser una batalla perdida.
La carta que recibió Chávez de La Habana era privada y expresamente no debía ser divulgada. Pero el líder venezolano, con su habitual incontinencia verbal y posiblemente satisfecho por las noticias, leyó algunos trechos y mostró la rúbrica. «Fidel Castro es también, como Bolívar, más grande que César, porque es el César de la dignidad, del socialismo», clamó.
La semana pasada, con ocasión de un discurso que pronunció en Río de Janeiro, Chávez había colocado Fidel en estado agónico, al afirmar que estaba librando una batalla contra la muerte. Quizás sentía remordimientos por haber contribuido —él, que ha sido el portavoz médico de Castro— ha poner a funcionar a todo vapor la fábrica de conjeturas que suple la falta de información en La Habana.
Lo que diga Hugo Chávez sobre Fidel Castro debe ser tomado en todo su valor. No en vano, Chávez es el único dirigente extranjero que ha accedido al círculo más íntimo de Fidel Castro, al cogollo de los escogidos; que ha podido llegar hasta su lecho de enfermo; que se ha fotografiado con él; que se comunica por teléfono con frecuencia y que ha traslado al mundo alguna información sobre su estado de salud.
Todos esos gestos hay que considerarlo en su real valor político. Fidel Castro ha ungido a Hugo Chávez como heredero universal para portar por América Latina y el resto del mundo la espada encendida de la revolución comunista, socialismo del siglo XXI que prefiere decir el presidente de Venezuela.
Castro vio venir al hijo rebelde de la rica Venezuela en medio de las penurias del llamado «período especial», cuando recibió en 1994 en La Habana, con todos los honores, a aquel ex coronel golpista que acaba de salir de la cárcel. Le puso a las órdenes para su proyecto político a todo el estamento pro cubano de Venezuela; bendijo su triunfo electoral en 1998 y su ascensión al poder en 1999; jugó un papel casi decisivo para reponerlo en el la presidencia con ocasión del golpe de Estado en Caracas de 2002; y se deleitó con la marcha imparable de la revolución bolivariana. Ya en su lecho de enfermó sonrió muy complacido cuando hace poco mas de dos semanas lo vio por televisión jurando para otro mandato presidencial a los gritos de «socialismo o muerte». «Ese es mi chico», pudo haber dicho
Chávez, desde luego, se comporta desde hace tiempo como el discípulo más dilecto y se ha convertido en el principal sostén de Cuba, con la que acaba de suscribir acuerdos que supondrán contribuciones de más de mil millones de dólares anuales. Se le nota que ha recogido el testigo y que actúa, en nombre de Fidel Castro, como el mandarín revolucionario latinoamericano.
¿Por qué los dirigentes cubanos se empecinan en seguir ocultando el auténtico estado de Fidel Castro? Es un anciano de 80 años en el límite de la existencia. El pueblo cubano es consciente de ello y de los serios achaques de salud que tiene. Si al régimen cubano, como afirma, le importa realmente el pueblo, debe informarle con seriedad periódicamente. Los engaños, las medias tintas y la falta de información sobre la salud de los dirigentes políticos siempre han dado malos resultados y han acontecido en dictaduras personalistas.
El secretismo que se traen los dirigentes de La Habana muestra lo contrario de lo que la revolución siempre ha pregonado: que en Cuba no hay un régimen dictatorial personalista que depende angustiosamente de un caudillo providencial y que la inmortalidad de la revolución está íntimamente relacionada a la existencia de Fidel Castro.
La carta de La Habana, tras las dudas sembradas por el perito colombiano, ha tenido el efecto inverso al que pretendía Hugo Chávez. Lejos de haber servido para acallar las conjeturas en torno a la salud de Fidel Castro, las agrava.
Como las empeoran también los propios altos funcionarios cubanos dando mensajes contradictorios. Sin ir más lejos, en el acto con Chávez el vicepresidente Lage afirmó que «hoy Castro no está al frente de las tareas de la revolución». Pero en La Habana, ese hombre de aire doctoral, gestos amanerados y verbo florido que suele ser Ricardo Alarcón, presidente Asamblea Nacional del Poder Popular, aseguraba el mismo día que Fidel Castro «sigue al frente» del país.
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Los milicianos de Evo
El presidente Evo Morales, en el primer aniversario de su ascenso al poder, ha hecho una amplia remodelación ministerial, que deja a Bolivia con un gobierno más izquierdista, y ha arengado a los milicianos indios conocidos como los «ponchos rojos» para que eviten una secesión de los departamentos que reclaman autogobierno.
Los siete nuevos ministros se alinearon, este martes por la noche, junto a los nueve que mantienen las carteras en el Palacio del Quemado, la sede ejecutiva en La Paz, para jurar sus cargos al «servicio de la Revolución Democrática y Cultural y de los más desposeídos y abandonos del país», según proclamó Morales.
Los siete nuevos ministros se alinearon, este martes por la noche, junto a los nueve que mantienen las carteras en el Palacio del Quemado, la sede ejecutiva en La Paz, para jurar sus cargos al «servicio de la Revolución Democrática y Cultural y de los más desposeídos y abandonos del país», según proclamó Morales.
En su aniversario, con el país en crisis y abrumado de problemas, Evo Morales ha insistido en la idea de «refundar» Bolivia mediante la Asamblea Constituyente, en la que gobierno y oposición continúan a la greña sobre cuestiones básicas de procedimiento. Volvió a insistir en un modelo socialista de Estado que, según él dice, acaba con las taras dejadas por el colonialismo, el imperialismo y el neoliberalismo.
Por otro lado, instó a la milicia de indios aimara (su propia etnia) llamada los «ponchos rojos» a unirse a los militares para evitar el «descuartizamiento» patrio. Evo Morales se estaba refiriendo a la lucha por un autogobierno de cuatro de los nueve departamento bolivianos.
Ese apelo causó sorpresa debido a que la defensa de la unidad nacional es una función propia de las Fuerzas Armadas. En La Paz, un periódico consultó al respecto al comandante el jefe de las Fuerzas Armada, general Wilfredo Vargas, quien se escabulló alegando que no estaba al tanto del discurso ni acostumbraba a comentar las palabras del presidente. En el acto con los milicianos aimaras estuvo presente en comandante del Ejército, general Freddy Bersatti, y como único invitado extranjero el embajador de Cuba, Rafael Daussa. Todos, incluso Evo Morales, vestían el poncho rojo, que es la principal seña de identidad de esos guerreros indios.
El acto tuvo lugar en Achacachi, en la zona del lago Titicaca, donde se habían concentrado unos diez mil campesinos, algunos armados con fusiles Mauser. El alcalde de Achacachi, Eugenio Rojas, ofreció poner en pie de guerra a cien mil ponchos rojos para evitar la secesión de los departamentos rebeldes.
El alcalde fue menos ambiguo que Morales y centró el problema sin medias palabras en el conflicto regional, pero también étnico, que hay en Bolivia. Rojas fue tajante al manifestar la cerrada oposición de los collas (los indios andinos) a las pretensiones autonomistas y secesionistas de los cambas (la gente mestiza y blanca de los departamentos selváticos).
«El poncho rojo no es un disfraz. Es la identidad de la nación aimara. Es el coraje de los collas (...) No queremos autonomías departamentales, no queremos autonomía camba, quienes robaron y humillaron al país», dijo al alcalde, un colla como Evo Morales.
Los cambios en el gabinete fueron anunciados un día después de que en su discurso, de cuatro horas y veinte minutos de duración, de primer aniversario, el presidente destacara el éxito de la nacionalización de los hidrocarburos, en mayo pasado, y anunciara que expropiará los intereses privados multinacionales de las empresas de capital mixto donde sean verificados hechos de corrupción o incumplimiento de las inversiones comprometidas, lo que las deja al arbitrio del Ejecutivo.
Como queriendo preparar el terreno para la confiscación, Evo Morales anticipó que en ese tipo de empresas se han encontrado muchas irregularidades. Hay en ellas intereses estadounidenses (sector eléctrico), chilenos (ferrocarriles) e italianos (telecomunicaciones), además de bolivianos (aviación). No parece que al menos en el caso de Chile, el presidente Morales abra un litigio cuando el gobierno de Santiago se ha mostrado dispuesto a conversar sobre la centenaria pretensión boliviana sobre el litoral oceánico que Bolivia perdió hace casi 125 años como consecuencia de su derrota en la Guerra del Pacífico.
Evo Morales recibió el aplauso general boliviano por la toma del control de los hidrocarburos, que ha supuesto una notable inyección de recursos para el Estado boliviano. No obstante, su nivel de aprobación popular ha caído del 77 % por ciento inicial a un 59 %, que es aún superior a los votos que recibió en las elecciones que le llevaron a la presidencia.
Francisco R. Figueroa
www.franciscofigueroa.esPor otro lado, instó a la milicia de indios aimara (su propia etnia) llamada los «ponchos rojos» a unirse a los militares para evitar el «descuartizamiento» patrio. Evo Morales se estaba refiriendo a la lucha por un autogobierno de cuatro de los nueve departamento bolivianos.
Ese apelo causó sorpresa debido a que la defensa de la unidad nacional es una función propia de las Fuerzas Armadas. En La Paz, un periódico consultó al respecto al comandante el jefe de las Fuerzas Armada, general Wilfredo Vargas, quien se escabulló alegando que no estaba al tanto del discurso ni acostumbraba a comentar las palabras del presidente. En el acto con los milicianos aimaras estuvo presente en comandante del Ejército, general Freddy Bersatti, y como único invitado extranjero el embajador de Cuba, Rafael Daussa. Todos, incluso Evo Morales, vestían el poncho rojo, que es la principal seña de identidad de esos guerreros indios.
El acto tuvo lugar en Achacachi, en la zona del lago Titicaca, donde se habían concentrado unos diez mil campesinos, algunos armados con fusiles Mauser. El alcalde de Achacachi, Eugenio Rojas, ofreció poner en pie de guerra a cien mil ponchos rojos para evitar la secesión de los departamentos rebeldes.
El alcalde fue menos ambiguo que Morales y centró el problema sin medias palabras en el conflicto regional, pero también étnico, que hay en Bolivia. Rojas fue tajante al manifestar la cerrada oposición de los collas (los indios andinos) a las pretensiones autonomistas y secesionistas de los cambas (la gente mestiza y blanca de los departamentos selváticos).
«El poncho rojo no es un disfraz. Es la identidad de la nación aimara. Es el coraje de los collas (...) No queremos autonomías departamentales, no queremos autonomía camba, quienes robaron y humillaron al país», dijo al alcalde, un colla como Evo Morales.
Los cambios en el gabinete fueron anunciados un día después de que en su discurso, de cuatro horas y veinte minutos de duración, de primer aniversario, el presidente destacara el éxito de la nacionalización de los hidrocarburos, en mayo pasado, y anunciara que expropiará los intereses privados multinacionales de las empresas de capital mixto donde sean verificados hechos de corrupción o incumplimiento de las inversiones comprometidas, lo que las deja al arbitrio del Ejecutivo.
Como queriendo preparar el terreno para la confiscación, Evo Morales anticipó que en ese tipo de empresas se han encontrado muchas irregularidades. Hay en ellas intereses estadounidenses (sector eléctrico), chilenos (ferrocarriles) e italianos (telecomunicaciones), además de bolivianos (aviación). No parece que al menos en el caso de Chile, el presidente Morales abra un litigio cuando el gobierno de Santiago se ha mostrado dispuesto a conversar sobre la centenaria pretensión boliviana sobre el litoral oceánico que Bolivia perdió hace casi 125 años como consecuencia de su derrota en la Guerra del Pacífico.
Evo Morales recibió el aplauso general boliviano por la toma del control de los hidrocarburos, que ha supuesto una notable inyección de recursos para el Estado boliviano. No obstante, su nivel de aprobación popular ha caído del 77 % por ciento inicial a un 59 %, que es aún superior a los votos que recibió en las elecciones que le llevaron a la presidencia.
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Alcorcón City
Las autoridades locales se han esforzado para quitarle connotaciones xenófobas a los enfrentamientos juveniles registrados el pasado fin de semana en el pueblo de Alcorcón. También han negado que exista un problema de inseguridad motivado por la presencia de bandas latinas en ese suburbio madrileño de 160.000 habitantes, un 12% inmigrantes.
Pero quien quiera darse un paseo por los foros de debate, incluso uno en el sitio oficial del ayuntamiento, descubrirá que algo huele a podrido en Alcorcón, una ciudad que hace gala de su tolerancia y de convivencia intercultural: «Encrucijada de caminos, de gente extraña y de destinos (…) acogiendo en su dulce penumbra a todo aquel que cobijo pidió (…) sintámonos hermanos fraternos, juntando nuestro esfuerzo y vigor», define y proclama su himno oficial.
Lo seguro es que el sábado pasado jóvenes de procedencia latinoamericana agredieron a transeúntes y que el domingo hubo un intento de tomarse la revancha por parte de jóvenes españoles del lugar. Navajas, bates, catanas, machetes, caras tapadas, convocatoria por SMS en tono encendido, rabia, ira, policías antidisturbios, enorme despliegue mediático, algunos heridos por arma blanca, detenidos (ecuatorianos, dominicanos y españoles), daños al mobiliario urbano…
Pero las autoridades dicen que no hay en esas reyertas nada (ni símbolos, ni ideología, ni nada de nada) que muestren un brote xenófobo con elementos implicados de la extrema derecha española (salvo un tipo, al parecer muy activo) o los «Latin Kings» o los «Ñetas» latinoamericanos.
En España hay censados cerca de cinco millones de inmigrantes (alrededor del 10 % de su población total de 44 millones de habitantes), que han llegado en aluvión en los últimos diez años. Aparte incidentes aislados, no ha habido hasta ahora graves problemas.
Pero como la emigración es una de las armas principales que la oposición conservadora usa contra el gobierno socialista por el supuesto descontrol que hay, el asunto ha tendido a tensarse enormemente en los últimos dos años, en la medida en que el enfrentamiento político ha ido calando en la opinión pública.
Los «chats» consultados reflejan claramente ese enfrentamiento entre el derechista Partido Popular y el gubernamental Partido Socialista. Esto apunta a que un germen ha comenzado a desarrollarse en un país como España encrucijada de civilizaciones donde no había habido más muestra de racismo antes de la llegada masiva de extranjeros que una muy puntual desconfianza hacia la minoría gitana, que, a partir de los años ochenta, se proyectó a los emigrantes marroquíes.
Hay cada vez más gente que muestra su indignación por la inseguridad ciudadana asociada a la inmigración y que entrevé que a medida que pase el tiempo aumentará los emigrantes en situación irregular y marginal, es decir, en condiciones de desesperanza capaz de perturbar la convivencia, el equilibrio inestable que ahora hay.
España se ha mostrado formalmente como un país solidario con los emigrantes, con políticas oficiales bastante permisivas y tendente a la integración. La aptitud de la las personas ha sido muy positiva en la acogida y la ayuda. Pero los problemas parecen estar a la vuelta de la esquina. Lo ocurrido en Alcorcón quizás haya que tomarlo como un serio aviso.
Francisco R. Figueroa
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Pero quien quiera darse un paseo por los foros de debate, incluso uno en el sitio oficial del ayuntamiento, descubrirá que algo huele a podrido en Alcorcón, una ciudad que hace gala de su tolerancia y de convivencia intercultural: «Encrucijada de caminos, de gente extraña y de destinos (…) acogiendo en su dulce penumbra a todo aquel que cobijo pidió (…) sintámonos hermanos fraternos, juntando nuestro esfuerzo y vigor», define y proclama su himno oficial.
Lo seguro es que el sábado pasado jóvenes de procedencia latinoamericana agredieron a transeúntes y que el domingo hubo un intento de tomarse la revancha por parte de jóvenes españoles del lugar. Navajas, bates, catanas, machetes, caras tapadas, convocatoria por SMS en tono encendido, rabia, ira, policías antidisturbios, enorme despliegue mediático, algunos heridos por arma blanca, detenidos (ecuatorianos, dominicanos y españoles), daños al mobiliario urbano…
Pero las autoridades dicen que no hay en esas reyertas nada (ni símbolos, ni ideología, ni nada de nada) que muestren un brote xenófobo con elementos implicados de la extrema derecha española (salvo un tipo, al parecer muy activo) o los «Latin Kings» o los «Ñetas» latinoamericanos.
En España hay censados cerca de cinco millones de inmigrantes (alrededor del 10 % de su población total de 44 millones de habitantes), que han llegado en aluvión en los últimos diez años. Aparte incidentes aislados, no ha habido hasta ahora graves problemas.
Pero como la emigración es una de las armas principales que la oposición conservadora usa contra el gobierno socialista por el supuesto descontrol que hay, el asunto ha tendido a tensarse enormemente en los últimos dos años, en la medida en que el enfrentamiento político ha ido calando en la opinión pública.
Los «chats» consultados reflejan claramente ese enfrentamiento entre el derechista Partido Popular y el gubernamental Partido Socialista. Esto apunta a que un germen ha comenzado a desarrollarse en un país como España encrucijada de civilizaciones donde no había habido más muestra de racismo antes de la llegada masiva de extranjeros que una muy puntual desconfianza hacia la minoría gitana, que, a partir de los años ochenta, se proyectó a los emigrantes marroquíes.
Hay cada vez más gente que muestra su indignación por la inseguridad ciudadana asociada a la inmigración y que entrevé que a medida que pase el tiempo aumentará los emigrantes en situación irregular y marginal, es decir, en condiciones de desesperanza capaz de perturbar la convivencia, el equilibrio inestable que ahora hay.
España se ha mostrado formalmente como un país solidario con los emigrantes, con políticas oficiales bastante permisivas y tendente a la integración. La aptitud de la las personas ha sido muy positiva en la acogida y la ayuda. Pero los problemas parecen estar a la vuelta de la esquina. Lo ocurrido en Alcorcón quizás haya que tomarlo como un serio aviso.
Francisco R. Figueroa
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«El día que me muera, nadie lo va a creer»
Las dos palomas blancas que se posaron sobre los hombros del joven Fidel Castro en 1959 mientras pronunciaba en La Habana su primer discurso triunfal se han transformando en los heraldos negros que anuncian la próxima muerte del anciano comandante.
Con 80 años de edad y la salud en ruinas, después de seis meses a merced de la medicina, con el aparato digestivo hecho una calamidad, está llegando al final la existencia de Fidel Castro, un hombre que siempre tuvo una relación indestructible, casi diabólica, con la fortuna, con una habilidad poco común para sortear la muerte. Lo menos seiscientas veces trataron de liquidarle y durante cinco décadas ha sobrevivido a esos y otros embates de diez gobiernos estadounidenses.
A la maña que se da Fidel Castro para seguir vivo se suma la naturaleza, que a veces obra prodigios. Milagros los llaman los creyentes. De modo que el momento dicta prudencia, aunque hayan sido visto paseando por La Habana los heraldos negros que le manda la muerte.
Aunque no muera, Fidel Castro seguramente no reasumirá formalmente el poder. Lo anticipó él mismo en la entrevista con Ignacio Ramonet para el libro «Fidel Castro, biografía a dos voces». Dijo que cuando sintiera que no estaba en condiciones de cumplir el deber pediría que asumiera el poder alguien —Raúl, sin duda, como ha ocurrido, aunque no lo citaba— y que únicamente reasumiría si recobrara las facultades físicas.
A juzgar por la opinión de los médicos, parece difícil que pueda recuperar sus facultades. Gastroenterólogos que a lo largo del mudo han consultado los medios de comunicación afirman que a la edad de Fidel Castro ese tipo de padecimiento es mortal en un 90 % de los casos. Los más optimistas han considerado difícil la recuperación total de un hombre anciano como Castro que ha sido sometido por lo menos a tres operaciones consecutivas en el aparato digestivo.
El presidente venezolano, Hugo Chávez, el discípulo predilecto, acaba de afirmar en Río de Janeiro que la situación de Fidel Castro no es nada fácil. «Está gravemente enfermo. (…) Está dando una batalla por la vida. (…) Con 80 años no resulta nada fácil», ha dicho Chávez reconociendo el estado agónico del anciano caudillo cubano.
El cirujano español amigo de los Castro, José Luis García Sabrido, se ha vuelto a mostrar convencido de que el jefe de la revolución cubana se recuperará y de que su mejora es progresiva. Debe saber lo que dice pues, aparte de haber visitado a Fidel Castro en La Habana en vísperas de la pasada Navidad, se mantiene en contacto con los médicos que atiende al presidente cubano. García Sabrido hace rotundas afirmaciones de optimismo, pero a renglón seguido se cura en salud: «No tenemos la capacidad de predecir qué es lo que va a ocurrir con exactitud», ha dicho.
La transición de poder en Cuba parece, pues, que comenzó en julio, cuando Raúl Castro asumió provisionalmente el mando supremo de ese país de once millones de habitantes y cincuenta bajo la batuta de un líder que ha intervenido hasta en los asuntos más nimios cotidianos. Ahora Cuba parece habituada al gobierno de Raúl Castro, con absoluta tranquilidad. Otra cosa muy distinta hubiera sido una muerte repentina de Fidel Casto, como recuerda algún corresponsal en La Habana. Tal como se han sucedido los acontecimientos, los mecanismos que diseñó el propio dirigente y sus previsiones sucesorias se han acoplado con naturalidad y sin sobresaltos.
Cuando muera Fidel Castro, su régimen no da la sensación de que vaya a desplomarse como pasó en las repúblicas ex soviéticas o con la Yugoslavia del mariscal Tito y el franquismo en España tras la muerte de sus mentores. Tampoco habrá una transición a la democracia en los términos que en el extranjero se espera: multipartidismo, elecciones por voto popular, libertades de todo tipo... A lo sumó, quizás, haya algunas reformas económicas. Tampoco es probable de Raúl Castro se transforme en un Mijail Gorbachov y patrocine una «perestroika» y un «glásnot», en el sentido amplio de las términos de la reestructuración y la política de transparencia que terminaron por liquidar el régimen comunista en la antigua Unión Soviética.
La «perestroika» fue repudiada expresamente por Fidel Castro en 1989 por «peligrosa» y «opuesta a los principios del socialismo». El propio dirigente cubano se anticipó a combatir en Cuba los errores que llevaron a la caída de la URSS. La propia Cuba, que había sobrevidido con la ayuda económica de la URSS, tuvo que atravesar una situación angustiosa en la década de los noventa, una resistencia numantina que también está grabada con letra de fuego en el alma de los dirigentes cubanos.
La disidencia en los cuadros de gobierno cubana fue combatida como traición. El mayor héroe militar del país, el general Arnaldo Ochoa, veterano de Sierra Maestra junto a los Castro y artífice de las victorias militares cubanas en Angola y Etiopía, fue condenado y fusilado junto a otros dos altos militares, unos meses antes de que cayera el Muro de Berlín. Fue un aviso a navegantes.
En años posteriores la cizaña fue limpiada de los sembrados cubanos. Por ejemplo, a Carlos Aldana, considerado como el tercer hombre en la nomenclatura castrista, se le acusó de querer ser el Gorbachov cubano. Estuvo en el ostracismo desde 1992 a 2001. Roberto Robaina, el joven y dinámico ex ministro de Relaciones Exteriores que se autoproclamó candidato a dirigir la transición poscastrista aún paga por su osadía. Fue destituido en 1999 y expulsado deshonrosamente del Partido Comunista en 2003.
En Cuba hay un sistema constitucional muy hermético que no puede ser cambiado por la Asamblea Popular. Sería necesaria una contrarrevolución. Las fuerzas armadas no parecen tener fisuras y todo un pueblo ha sido educado en la revolución y se muestra unido en el castrismo. Hay varias generaciones de revolucionarios ortodoxos educados y de cuadros fieles listos par tomar el poder. Están en puestos claves, como el vicepresidente Carlos Lage (55 años), de la segunda generación; y el ministro de Relaciones Exteriores, Felipe Pérez Roque (41 años), de la tercera. Fidel Castro confían plenamente en todos ellos para dar continuidad a la revolución que, por otra parte, finalmente, al cabo de tantos años, le han nacido polluelos en Venezuela, Bolivia, Cuba y otros países de América Latina.
Todo está previsto para cuando muera Fidel Castro. «Tenemos medidas tomadas y medidas previstas para que no haya sorpresas. (…) Que mis enemigos no se hagan ilusiones; yo muero mañana y mi influencia puede crecer. Una vez dije que el día que muera de verdad nadie lo iba a creer. Podía andar como el Cid Campeador, que ya muerto lo llevaban a caballo ganando batallas», dijo Fidel Castro en la larguísima entrevista a Ramonet, el gallego de Redondela criado en Tánger, profesor, activista antiglobalización, director de «Le Monde Diplomatique» y, para algunos, una suerte de nuevo Regis Debray, el filósofo ex comunista francés primer exégeta del castrismo y apologista de la revolución armada como forma de conquistar el poder.
«Hoy no tengo un papel decisivo. Hoy tengo, tal vez, más autoridad, más confianza de la población que nunca (…) La inmensa mayoría del pueblo cubano nos son favorables (…) El nivel de autoridad, después de 46 años de lucha y experiencia, es más alto de lo que era. Es muy alta la autoridad de aquellos que luchamos…», dijo también Fidel Castro.
Francisco R. Figueroa
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Con 80 años de edad y la salud en ruinas, después de seis meses a merced de la medicina, con el aparato digestivo hecho una calamidad, está llegando al final la existencia de Fidel Castro, un hombre que siempre tuvo una relación indestructible, casi diabólica, con la fortuna, con una habilidad poco común para sortear la muerte. Lo menos seiscientas veces trataron de liquidarle y durante cinco décadas ha sobrevivido a esos y otros embates de diez gobiernos estadounidenses.
A la maña que se da Fidel Castro para seguir vivo se suma la naturaleza, que a veces obra prodigios. Milagros los llaman los creyentes. De modo que el momento dicta prudencia, aunque hayan sido visto paseando por La Habana los heraldos negros que le manda la muerte.
Aunque no muera, Fidel Castro seguramente no reasumirá formalmente el poder. Lo anticipó él mismo en la entrevista con Ignacio Ramonet para el libro «Fidel Castro, biografía a dos voces». Dijo que cuando sintiera que no estaba en condiciones de cumplir el deber pediría que asumiera el poder alguien —Raúl, sin duda, como ha ocurrido, aunque no lo citaba— y que únicamente reasumiría si recobrara las facultades físicas.
A juzgar por la opinión de los médicos, parece difícil que pueda recuperar sus facultades. Gastroenterólogos que a lo largo del mudo han consultado los medios de comunicación afirman que a la edad de Fidel Castro ese tipo de padecimiento es mortal en un 90 % de los casos. Los más optimistas han considerado difícil la recuperación total de un hombre anciano como Castro que ha sido sometido por lo menos a tres operaciones consecutivas en el aparato digestivo.
El presidente venezolano, Hugo Chávez, el discípulo predilecto, acaba de afirmar en Río de Janeiro que la situación de Fidel Castro no es nada fácil. «Está gravemente enfermo. (…) Está dando una batalla por la vida. (…) Con 80 años no resulta nada fácil», ha dicho Chávez reconociendo el estado agónico del anciano caudillo cubano.
El cirujano español amigo de los Castro, José Luis García Sabrido, se ha vuelto a mostrar convencido de que el jefe de la revolución cubana se recuperará y de que su mejora es progresiva. Debe saber lo que dice pues, aparte de haber visitado a Fidel Castro en La Habana en vísperas de la pasada Navidad, se mantiene en contacto con los médicos que atiende al presidente cubano. García Sabrido hace rotundas afirmaciones de optimismo, pero a renglón seguido se cura en salud: «No tenemos la capacidad de predecir qué es lo que va a ocurrir con exactitud», ha dicho.
La transición de poder en Cuba parece, pues, que comenzó en julio, cuando Raúl Castro asumió provisionalmente el mando supremo de ese país de once millones de habitantes y cincuenta bajo la batuta de un líder que ha intervenido hasta en los asuntos más nimios cotidianos. Ahora Cuba parece habituada al gobierno de Raúl Castro, con absoluta tranquilidad. Otra cosa muy distinta hubiera sido una muerte repentina de Fidel Casto, como recuerda algún corresponsal en La Habana. Tal como se han sucedido los acontecimientos, los mecanismos que diseñó el propio dirigente y sus previsiones sucesorias se han acoplado con naturalidad y sin sobresaltos.
Cuando muera Fidel Castro, su régimen no da la sensación de que vaya a desplomarse como pasó en las repúblicas ex soviéticas o con la Yugoslavia del mariscal Tito y el franquismo en España tras la muerte de sus mentores. Tampoco habrá una transición a la democracia en los términos que en el extranjero se espera: multipartidismo, elecciones por voto popular, libertades de todo tipo... A lo sumó, quizás, haya algunas reformas económicas. Tampoco es probable de Raúl Castro se transforme en un Mijail Gorbachov y patrocine una «perestroika» y un «glásnot», en el sentido amplio de las términos de la reestructuración y la política de transparencia que terminaron por liquidar el régimen comunista en la antigua Unión Soviética.
La «perestroika» fue repudiada expresamente por Fidel Castro en 1989 por «peligrosa» y «opuesta a los principios del socialismo». El propio dirigente cubano se anticipó a combatir en Cuba los errores que llevaron a la caída de la URSS. La propia Cuba, que había sobrevidido con la ayuda económica de la URSS, tuvo que atravesar una situación angustiosa en la década de los noventa, una resistencia numantina que también está grabada con letra de fuego en el alma de los dirigentes cubanos.
La disidencia en los cuadros de gobierno cubana fue combatida como traición. El mayor héroe militar del país, el general Arnaldo Ochoa, veterano de Sierra Maestra junto a los Castro y artífice de las victorias militares cubanas en Angola y Etiopía, fue condenado y fusilado junto a otros dos altos militares, unos meses antes de que cayera el Muro de Berlín. Fue un aviso a navegantes.
En años posteriores la cizaña fue limpiada de los sembrados cubanos. Por ejemplo, a Carlos Aldana, considerado como el tercer hombre en la nomenclatura castrista, se le acusó de querer ser el Gorbachov cubano. Estuvo en el ostracismo desde 1992 a 2001. Roberto Robaina, el joven y dinámico ex ministro de Relaciones Exteriores que se autoproclamó candidato a dirigir la transición poscastrista aún paga por su osadía. Fue destituido en 1999 y expulsado deshonrosamente del Partido Comunista en 2003.
En Cuba hay un sistema constitucional muy hermético que no puede ser cambiado por la Asamblea Popular. Sería necesaria una contrarrevolución. Las fuerzas armadas no parecen tener fisuras y todo un pueblo ha sido educado en la revolución y se muestra unido en el castrismo. Hay varias generaciones de revolucionarios ortodoxos educados y de cuadros fieles listos par tomar el poder. Están en puestos claves, como el vicepresidente Carlos Lage (55 años), de la segunda generación; y el ministro de Relaciones Exteriores, Felipe Pérez Roque (41 años), de la tercera. Fidel Castro confían plenamente en todos ellos para dar continuidad a la revolución que, por otra parte, finalmente, al cabo de tantos años, le han nacido polluelos en Venezuela, Bolivia, Cuba y otros países de América Latina.
Todo está previsto para cuando muera Fidel Castro. «Tenemos medidas tomadas y medidas previstas para que no haya sorpresas. (…) Que mis enemigos no se hagan ilusiones; yo muero mañana y mi influencia puede crecer. Una vez dije que el día que muera de verdad nadie lo iba a creer. Podía andar como el Cid Campeador, que ya muerto lo llevaban a caballo ganando batallas», dijo Fidel Castro en la larguísima entrevista a Ramonet, el gallego de Redondela criado en Tánger, profesor, activista antiglobalización, director de «Le Monde Diplomatique» y, para algunos, una suerte de nuevo Regis Debray, el filósofo ex comunista francés primer exégeta del castrismo y apologista de la revolución armada como forma de conquistar el poder.
«Hoy no tengo un papel decisivo. Hoy tengo, tal vez, más autoridad, más confianza de la población que nunca (…) La inmensa mayoría del pueblo cubano nos son favorables (…) El nivel de autoridad, después de 46 años de lucha y experiencia, es más alto de lo que era. Es muy alta la autoridad de aquellos que luchamos…», dijo también Fidel Castro.
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Los días finales
Andrés Oppenheimer, un reputado periodista argentino afincado en Estados Unidos, escribió un libro titulado «La hora final de Castro», con cerca de quinientas páginas para explicar «la historia secreta detrás de la inminente caída del comunismo en Cuba».
Obtuvo un éxito notable y ayudó a comprender la situación interna de Cuba, en un libro muy instructivo. El escritor peruano Mario Vargas Llosa opinó que el libro de Oppenheimer describía «la agonía final de la dictadura cubana» y su colega chileno Jorge Edwards sostuvo que se trataba de «una hora final agónica, que muestra el Paraíso de la Utopía convertido en infierno».
Pero eso fue hace quince años. En todo este tiempo no ha caído el comunismo cubano ni a Castro se le ha terminado de acabar la cuerda. Aunque ahora parece que se puede hablar de los días finales del caudillo marxista que con las armas en la mano se adueñó de Cuba en 1959 y seguramente sólo dejará el poder cuando muera en su cama.
El periódico madrileño «El País» acaba de hacer un relato sobre el grave estado de salud de Castro. La información parece muy verosímil y encaja con lo poco que se ha podido saber sobre los problemas de salud que tienen postrado al presidente cubano desde hace cerca de medio año.
El diario habla de la peritonitis causada por una infección de los divertículos que motivó la primera intervención quirúrgica, la extirpación de parte de los intestinos, una nueva peritonitis y las complicaciones subsiguientes, como una fístula biliar y las dificultades para que las heridas cicatricen. Todo ello ha motivado tres intervenciones quirúrgicas y se ha considerado una cuarta.
Parece que la famosa medicina cubana tan pomposamente publicitada ha fallado a la hora final y justo en el cuerpo de su mentor.
El cirujano español José Luis García Sabrido, que en su condición de amigo de los Castro fue llevado a las prisas a La Habana en las vísperas de la última Navidad para examinar al paciente, negó que tuviera cáncer. Los servicios de espionaje estadounidenses habían sostenido que padecía esa enfermedad en grado terminal y que, en consecuencia, Castro estaba con los días contados.
Después del revuelo que levantó la información publicada por «El País», el médico español mandó a decir hoy con una secretaria que mantiene su pronóstico de recuperación de Castro. «No ha cambiado nada, nada, de lo que hablamos en diciembre», dijo.
García Sabrido es un especialista muy respetado y es virtualmente imposible que una alegada simpatía por el régimen castrista obnubile su sapiencia y sus principios hipocráticos.
A estas alturas, Raúl Castro, el presidente en funciones, como gobernante y como hermano del enfermo, debiera permitir que el pueblo de Cuba esté informado al detalle de la situación real del enfermo en lugar de seguir mantiene el asunto como un secreto de estado. Los once millones de cubanos que hay en la isla se merecen un respeto. Tienen derecho a saber, sencillamente.
El mutismo que guardan las autoridades de La Habana parece poner de relieve un desprecio olímpico al pueblo. Repetir que la situación de Fidel de Castro se mantiene en reserva porque los enemigos de la patria están al acecho y Estados Unidos tiene la zarpa presta suena a milonga.
Indudablemente que hay muchos cubanos que detestan a Fidel Castro, los del exilio, pero también en el interior. También hay otros muchos que le respetan y admiran. Además, la inmensa mayoría de la población cubana no ha conocido a otro dirigente. Esa gente que vive en Cuba sufre y calla porque disentir no es consentido.
¿Qué pasará cuando se muera Fidel?, se pregunta el mundo. Siendo eso muy importante, quizás ahora, en estos momentos finales, es más relevante recodar cómo está la gente en Cuba al cabo de medio siglo de revolución.
¿Cómo se sobrevive con las libretas de racionamiento? ¿Qué cuerpo aguanta con un cuarto de pollo al mes por persona? ¿Y con 18 dólares de sueldo mensual? Ni siquiera la revolución ha logrado resolver razonablemente las necesidades básicas de las personas al cabo de medio siglo.
Hay escasez por todos lados; el transporte público es calamitoso y falta la luz. El sistema sanitario y educacional están resquebrajados. Parece que muchos médicos y enfermeros (se habla de 20.000) y educadores se van a Venezuela y ahora también a Bolivia. Solidaridad internacional, pero, sobre todo, que en el país del comandante Hugo Chávez ganan más y viven mejor.
No hay libertades ni comunicaciones abiertas. Se vive entre delatores y chivatos. Es una maravilla que no haya analfabetos en Cuba, pero es una paradoja que sólo se puede leer lo que el régimen permite, que no se pueda escribir porque cuando hay lápiz falta el papel, y viceversa, o porque no está permtiida la libre difusión de las ideas ni hay libertad de imprenta.
La revolución desde luego que no ha triunfado en cincuenta años. Excepto los fieles creyentes, el mundo la ve como un gran fiasco. Naciones con gobiernos abiertos han logrado progresar y transformarse profundamente en una generación. Las repúblicas ex soviéticas lo están logrando. Por ejemplo, la Europa destruida por la Segunda Guerra mundial resurgió de sus cenizas con gobiernos plenamente democráticos, con políticas mayormente orientadas hacia las personas, con una la inyección de dinero de 13.000 millones de dólares para 16 naciones del Plan Marshall. Es esa Europa del bienestar que proteje al individuo desde la cuna hasta la tumba. En contraposición, un pequeño país como es Cuba recibió el equivalente a cuatro planes Marshall de la URSS, a razón de 38.000 millones de dólares entre 1961 y 1984 y 5.000 millones de dólares anuales en los demás años ochentas hasta el desplome del bloque comunista. Hubo años en que Cuba recibía de la antigua URSS tres millones de dólares cada dia. ¿Dónde se fue toda esa ayuda, inmensa, descomunal, para una nación de las dimensiones recudidas de Cuba? Otras muchas naciones progresaron en libertad.
Hoy a Cuba la oxigena Venezuela. Indudablemente que el avance de la izquierda revolucionaria en América Latina —con procesos socializantes pro cubanos en curso en Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua—, unos sentimientos contra Estados Unidos cada vez más a flor de piel en otras grandes naciones del continente, el avance de los antisistema y el indigenismo, el fracaso de las pocos políticas que Washington tenía para sus vecinos del sur y la carencia absoluta de iniciativas desde los ataques del 2000 del terrorismo de origen islámico suponen para Cuba un aire vivificador que, aunque posiblemente llegue muy tarde a Fidel Castro quizás no para su régimen.
Francisco R. Figueroa
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Obtuvo un éxito notable y ayudó a comprender la situación interna de Cuba, en un libro muy instructivo. El escritor peruano Mario Vargas Llosa opinó que el libro de Oppenheimer describía «la agonía final de la dictadura cubana» y su colega chileno Jorge Edwards sostuvo que se trataba de «una hora final agónica, que muestra el Paraíso de la Utopía convertido en infierno».
Pero eso fue hace quince años. En todo este tiempo no ha caído el comunismo cubano ni a Castro se le ha terminado de acabar la cuerda. Aunque ahora parece que se puede hablar de los días finales del caudillo marxista que con las armas en la mano se adueñó de Cuba en 1959 y seguramente sólo dejará el poder cuando muera en su cama.
El periódico madrileño «El País» acaba de hacer un relato sobre el grave estado de salud de Castro. La información parece muy verosímil y encaja con lo poco que se ha podido saber sobre los problemas de salud que tienen postrado al presidente cubano desde hace cerca de medio año.
El diario habla de la peritonitis causada por una infección de los divertículos que motivó la primera intervención quirúrgica, la extirpación de parte de los intestinos, una nueva peritonitis y las complicaciones subsiguientes, como una fístula biliar y las dificultades para que las heridas cicatricen. Todo ello ha motivado tres intervenciones quirúrgicas y se ha considerado una cuarta.
Parece que la famosa medicina cubana tan pomposamente publicitada ha fallado a la hora final y justo en el cuerpo de su mentor.
El cirujano español José Luis García Sabrido, que en su condición de amigo de los Castro fue llevado a las prisas a La Habana en las vísperas de la última Navidad para examinar al paciente, negó que tuviera cáncer. Los servicios de espionaje estadounidenses habían sostenido que padecía esa enfermedad en grado terminal y que, en consecuencia, Castro estaba con los días contados.
Después del revuelo que levantó la información publicada por «El País», el médico español mandó a decir hoy con una secretaria que mantiene su pronóstico de recuperación de Castro. «No ha cambiado nada, nada, de lo que hablamos en diciembre», dijo.
García Sabrido es un especialista muy respetado y es virtualmente imposible que una alegada simpatía por el régimen castrista obnubile su sapiencia y sus principios hipocráticos.
A estas alturas, Raúl Castro, el presidente en funciones, como gobernante y como hermano del enfermo, debiera permitir que el pueblo de Cuba esté informado al detalle de la situación real del enfermo en lugar de seguir mantiene el asunto como un secreto de estado. Los once millones de cubanos que hay en la isla se merecen un respeto. Tienen derecho a saber, sencillamente.
El mutismo que guardan las autoridades de La Habana parece poner de relieve un desprecio olímpico al pueblo. Repetir que la situación de Fidel de Castro se mantiene en reserva porque los enemigos de la patria están al acecho y Estados Unidos tiene la zarpa presta suena a milonga.
Indudablemente que hay muchos cubanos que detestan a Fidel Castro, los del exilio, pero también en el interior. También hay otros muchos que le respetan y admiran. Además, la inmensa mayoría de la población cubana no ha conocido a otro dirigente. Esa gente que vive en Cuba sufre y calla porque disentir no es consentido.
¿Qué pasará cuando se muera Fidel?, se pregunta el mundo. Siendo eso muy importante, quizás ahora, en estos momentos finales, es más relevante recodar cómo está la gente en Cuba al cabo de medio siglo de revolución.
¿Cómo se sobrevive con las libretas de racionamiento? ¿Qué cuerpo aguanta con un cuarto de pollo al mes por persona? ¿Y con 18 dólares de sueldo mensual? Ni siquiera la revolución ha logrado resolver razonablemente las necesidades básicas de las personas al cabo de medio siglo.
Hay escasez por todos lados; el transporte público es calamitoso y falta la luz. El sistema sanitario y educacional están resquebrajados. Parece que muchos médicos y enfermeros (se habla de 20.000) y educadores se van a Venezuela y ahora también a Bolivia. Solidaridad internacional, pero, sobre todo, que en el país del comandante Hugo Chávez ganan más y viven mejor.
No hay libertades ni comunicaciones abiertas. Se vive entre delatores y chivatos. Es una maravilla que no haya analfabetos en Cuba, pero es una paradoja que sólo se puede leer lo que el régimen permite, que no se pueda escribir porque cuando hay lápiz falta el papel, y viceversa, o porque no está permtiida la libre difusión de las ideas ni hay libertad de imprenta.
La revolución desde luego que no ha triunfado en cincuenta años. Excepto los fieles creyentes, el mundo la ve como un gran fiasco. Naciones con gobiernos abiertos han logrado progresar y transformarse profundamente en una generación. Las repúblicas ex soviéticas lo están logrando. Por ejemplo, la Europa destruida por la Segunda Guerra mundial resurgió de sus cenizas con gobiernos plenamente democráticos, con políticas mayormente orientadas hacia las personas, con una la inyección de dinero de 13.000 millones de dólares para 16 naciones del Plan Marshall. Es esa Europa del bienestar que proteje al individuo desde la cuna hasta la tumba. En contraposición, un pequeño país como es Cuba recibió el equivalente a cuatro planes Marshall de la URSS, a razón de 38.000 millones de dólares entre 1961 y 1984 y 5.000 millones de dólares anuales en los demás años ochentas hasta el desplome del bloque comunista. Hubo años en que Cuba recibía de la antigua URSS tres millones de dólares cada dia. ¿Dónde se fue toda esa ayuda, inmensa, descomunal, para una nación de las dimensiones recudidas de Cuba? Otras muchas naciones progresaron en libertad.
Hoy a Cuba la oxigena Venezuela. Indudablemente que el avance de la izquierda revolucionaria en América Latina —con procesos socializantes pro cubanos en curso en Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua—, unos sentimientos contra Estados Unidos cada vez más a flor de piel en otras grandes naciones del continente, el avance de los antisistema y el indigenismo, el fracaso de las pocos políticas que Washington tenía para sus vecinos del sur y la carencia absoluta de iniciativas desde los ataques del 2000 del terrorismo de origen islámico suponen para Cuba un aire vivificador que, aunque posiblemente llegue muy tarde a Fidel Castro quizás no para su régimen.
Francisco R. Figueroa
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La quinta espada de la revolución
Ecuador ha quedado alineado expresamente con Cuba, Venezuela y Bolivia y Nicaragua en una alianza revolucionaria regional, con la toma de posesión, hoy en Quito, de su nuevo presidente, Rafael Correa.
El flamante mandatario, de 43 años, ha dejado claro su propósito de llevar adelante en Ecuador un proceso revolucionario «sin medias tintas, radical y profundo». En un momento del discurso que pronunció tras jurar el cargo, Correa blandió la réplica del sable de Simón Bolívar que le acababa de regalar su colega venezolano, Hugo Chávez. «Esta es la espada que recorre nuestro continente», clamó.
Chávez ha puesto las locomotoras de la revolución a todo vapor, tras asumir por tercera vez el cargo de presidente de Venezuela el miércoles pasado. En tanto, el proyecto político de Evo Morales, que la semana próxima cumplirá su primer año en el poder, navega en aguas turbulentas, zarandeado por una severa crisis interna. Daniel Ortega regresó a la presidencia de Nicaragua el pasado jueves y ya ha dado muestra de que pretende transitar algunos caminos trillados por Chávez, aunque quizás, respirando por la herida del gran fracaso revolucionario de los sandinistas, apunta a un pragmatismo por el estilo del gobernante brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva.
Con un discurso de padre fundador, a semejanza del venezolano Chávez y Morales, que apadrinaron su juramentación, Correa ha asumido con cantos a la «resurrección de América».
Para no dejar duda sobre el rumbo que le dará a su gobierno, usó una frase acuñada por Chávez: «Como un milagro se han derrumbado los gobiernos serviles, las democracias de plastilina, el modelo neoliberal, y ha empezado a surgir la América Latina altiva, libre, soberana, justa y socialista del siglo XXI».
Correa ha tratado como «hermanos» a Chávez y Morales, pero también al cubano Fidel Castro, al brasileño Lula, al uruguayo Tabaré Vásquez, a la chilena Michelle Bachelet, el argentino Néstor Kirchner y al nicaragüense Ortega.
«Antes teníamos un solo líder, el hermano, el comandante, presidente Fidel Castro. Esa lucha del compañero Fidel, esa lucha del pueblo cubano, quiero decirles desde acá, no ha sido en vano. (…) Latinoamérica comienza a liberarse. Antes teníamos democracias subordinadas y sometidas al imperio, pero ahora tenemos democracias liberadoras que van a liberar a todo el pueblo latinoamericano y es un proceso que tenemos que continuar», dijo en un momento el presidente de Bolivia.
«¡Cómo ha cambiado América Latina! Y seguirá cambiando, porque lo que vivimos no es una época de cambio, es un cambio de época. Al basurero de la historia se debe ir la noche liberal, que está llegando a su fin», proclamó Correo en la ceremonia indígena con la que el domingo comenzaron los actos de su ascenso al poder.
En tanto, el presidente venezolano, quien se dirigía a Correa como «amigo y compañero», consideró que la llegada al poder del nuevo gobernante ecuatoriano «supone la resurrección de la unión latinoamericana bajo los ideales del libertador Simón Bolívar».
«¡Alerta, alerta que camina la espada de Bolívar por América Latina!», gritaron a coro Correo, Chávez y Morales.
La alianza se sellará este martes con la adhesión formal por parte de Ecuador al ALBA, la Alternativa Bolivariana para América Latina y el Caribe, que Chávez lanzó y la que ya se han sumado Cuba, Bolivia y Nicaragua. Este último país lo hizo viernes pasado, en el primer acto oficial de Daniel Ortega como presidente.
Chávez ha puesto a su país y su persona «a la orden» de Corre, lo que equivale a decir que Ecuador podrá beneficiarse de la generosidad revolucionaria de la que tanto hace gala el dirigente venezolano.
Francisco R. Figueroa
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El flamante mandatario, de 43 años, ha dejado claro su propósito de llevar adelante en Ecuador un proceso revolucionario «sin medias tintas, radical y profundo». En un momento del discurso que pronunció tras jurar el cargo, Correa blandió la réplica del sable de Simón Bolívar que le acababa de regalar su colega venezolano, Hugo Chávez. «Esta es la espada que recorre nuestro continente», clamó.
Chávez ha puesto las locomotoras de la revolución a todo vapor, tras asumir por tercera vez el cargo de presidente de Venezuela el miércoles pasado. En tanto, el proyecto político de Evo Morales, que la semana próxima cumplirá su primer año en el poder, navega en aguas turbulentas, zarandeado por una severa crisis interna. Daniel Ortega regresó a la presidencia de Nicaragua el pasado jueves y ya ha dado muestra de que pretende transitar algunos caminos trillados por Chávez, aunque quizás, respirando por la herida del gran fracaso revolucionario de los sandinistas, apunta a un pragmatismo por el estilo del gobernante brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva.
Con un discurso de padre fundador, a semejanza del venezolano Chávez y Morales, que apadrinaron su juramentación, Correa ha asumido con cantos a la «resurrección de América».
Para no dejar duda sobre el rumbo que le dará a su gobierno, usó una frase acuñada por Chávez: «Como un milagro se han derrumbado los gobiernos serviles, las democracias de plastilina, el modelo neoliberal, y ha empezado a surgir la América Latina altiva, libre, soberana, justa y socialista del siglo XXI».
Correa ha tratado como «hermanos» a Chávez y Morales, pero también al cubano Fidel Castro, al brasileño Lula, al uruguayo Tabaré Vásquez, a la chilena Michelle Bachelet, el argentino Néstor Kirchner y al nicaragüense Ortega.
«Antes teníamos un solo líder, el hermano, el comandante, presidente Fidel Castro. Esa lucha del compañero Fidel, esa lucha del pueblo cubano, quiero decirles desde acá, no ha sido en vano. (…) Latinoamérica comienza a liberarse. Antes teníamos democracias subordinadas y sometidas al imperio, pero ahora tenemos democracias liberadoras que van a liberar a todo el pueblo latinoamericano y es un proceso que tenemos que continuar», dijo en un momento el presidente de Bolivia.
«¡Cómo ha cambiado América Latina! Y seguirá cambiando, porque lo que vivimos no es una época de cambio, es un cambio de época. Al basurero de la historia se debe ir la noche liberal, que está llegando a su fin», proclamó Correo en la ceremonia indígena con la que el domingo comenzaron los actos de su ascenso al poder.
En tanto, el presidente venezolano, quien se dirigía a Correa como «amigo y compañero», consideró que la llegada al poder del nuevo gobernante ecuatoriano «supone la resurrección de la unión latinoamericana bajo los ideales del libertador Simón Bolívar».
«¡Alerta, alerta que camina la espada de Bolívar por América Latina!», gritaron a coro Correo, Chávez y Morales.
La alianza se sellará este martes con la adhesión formal por parte de Ecuador al ALBA, la Alternativa Bolivariana para América Latina y el Caribe, que Chávez lanzó y la que ya se han sumado Cuba, Bolivia y Nicaragua. Este último país lo hizo viernes pasado, en el primer acto oficial de Daniel Ortega como presidente.
Chávez ha puesto a su país y su persona «a la orden» de Corre, lo que equivale a decir que Ecuador podrá beneficiarse de la generosidad revolucionaria de la que tanto hace gala el dirigente venezolano.
Francisco R. Figueroa
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franciscorfigueroa@hotmail.com
Isabelita: ella desató los demonios
Isabelita Perón, cuando era presidenta de Argentina —durante veinte meses entre 1974 y 1976— desató los demonios que causaron aquella masacre genocida en su país y todo aquel dolor tan inmenso que llega hasta nuestros días.
Tiene que ver con eso que la justicia argentina la persiga ahora, a los treinta años de que fuera destituida. Su apacible y casi sepulcral exilio en España, iniciado en 1981, se ha transformado hoy en una libertad provisional, a la espera de que sea tramitado un pedido de extradición a Argentina.
Tras ser detenida este viernes en su domicilio de Villanueva de la Cañada (Madrid), la viuda del general Juan Domingo Perón, que en febrero cumplirá 76 años, se negó a ser entregada voluntariamente a la justicia argentina. Ella sabe de arrestos domiciliarios pues pasó en ellos casi seis años, desde que la depusieron en 1976 hasta que le permitieron salir al exilio en 1981.
Isabelita es el nombre de guerra de la corista María Estela Martínez Cartas, una argentina de La Rioja, tierra también de Carlos Menem. El Perón le viene por su marido. Fue la tercera esposa —la segunda había sido Evita— del militar argentino, muerto a los 81 años, en julio de 1974, cuando se desempeñaba por tercera vez como presidente de su país. Ella era la vicepresidenta y le sucedió en el cargo.
Un juez argentino investiga a la ex presidenta debido a los decretos de su gobierno que ordenaron a las Fuerzas Armadas combatir al enemigo interno y «aniquilar a los elementos subversivos en todo el territorio».
Perón había sido derrocado en 1955. Después de una peripecia pudo salir al destierro, a Paraguay, río Paraná arriba, en una cañonera, protegido por el general Alfredo Stroessner. Luego Panamá, donde conoció a la bailarina Isabelita en circunstancias sobre las que aún se especula, pero que debieron ser muy determinantes pues les unieron de por vida; Caracas, de donde ambos salieron corriendo en enero de 1959 por la revuelta popular que derribó el régimen de su benefactor, el general Marcos Pérez Jiménez; República Dominicana, donde aguantó poco, porque el olfato político le indicó a Perón que el exuberante general Rafael Leonidas Trujillo atufaba a muerto (de hecho lo mataron poco meses después); y, finalmente, Madrid, en 1960, bajo el palio del general Francisco Franco. Fue el mojigato Franco quién les aconsejaría casarse.
En 1972 pudieron volver a Argentina, donde el presidente Héctor J. Cámpora, su correligionario, había allanado el terreno para un regreso triunfal al poder. Ansiosos de Perón, los argentinos tuvieron dos: él y ella, presidente y vicepresidenta, Perón y Perón.
El Partido Juticialista —el peronismo— era un abigarramiento de pasiones, tensiones y sentimientos encontrados, con tendencias extremistas de izquierda y derecha. Básicamente los sentimientos se desbordaron cuando los Montoneros, el ala radical y combativa del peronista, se presentaron, el 1º de mayo de 1974, frente a la Casa Rosada reconociendo el error de haber elegido a los perones, y al fantasma de Evita. Frente al general gritaron: «vea, vea, vea que manga de boludos. Votamos a una puta, una muerta y un cornudo».
Desde el balcón de la Casa Rosa, el anciano y enfermo general los expulsó y prometió un escarmiento. Por su puesto que los Montoneros se echaron al monte en guerrilla. Por descontado que el gobierno fue contra ellos, sobre todo después de que cometieran el primer asesinato.
La siniestra «Triple A» (Alianza Anticomunista Argentina) fue activada por el entonces ministro de Bienestar Social, José López Rega, un siniestro extremista de derechas apodado «El Brujo», muy unido a Isabelita en el esoterismo, y el hombre que manipulaba el poder en la sombra. Fueron contra los Montoneros, pero también a por todo lo que oliera a izquierda.
Tras la muerte de Perón, en julio de 1974, y la ascensión a la presidencia de Isabelita, esa banda paramilitar incrementó sus acciones. En octubre de 1975 el gobierno de Isabelita dio patente de corso a los militares para «el aniquilamiento de los subversivos». Gente vinculada al fascismo, el anticomunismo, la logia «P-2» rodeaban a Isabelita. Algún historiador sostiene que ella fue «instrumento voluntario» de todos ellos. Isabelita era una mujer de pocas luces e instrucción, muy limitada en el ejercicio del poder y manipulable.
A la «Tripe A» se le atribuyen no menos de 2.500 crímenes y unos 600 desaparecidos. Luego vendría el golpe de Estado, en marzo de 1976, y la represión desbordada de los militares, a quienes los perones habían encumbrado: Isabelita con López Rega, al general Jorge Videla, y el propio Perón al almirante Emilio Massera, un hombre que un momento dado quiso ser el nuevo caudillo y en el que ella confiaba a pie juntillas incluso estando en el exilio.
La justicia argentina ha ordenado detener a Isabelita con fines de extradición en el caso de la desaparición, posiblemente a manos del Ejército, de un joven, en febrero de 1976, que cree avalada por el decreto de persecución y aniquilamiento a los subversivos que firmó su gobierno. Seis miembros del gobierno de Isabelita están procesados por el mismo caso.
Ese decreto fue esgrimido tras el golpe por los militares para justificar los crímenes de lesa humanidad que cometieron los militares de la dictadura que encabezó Jorge Videla. Las cifras del horror van desde 9.000 a 30.000 desaparecidos para siempre.
Francisco R. Figueroa
Tiene que ver con eso que la justicia argentina la persiga ahora, a los treinta años de que fuera destituida. Su apacible y casi sepulcral exilio en España, iniciado en 1981, se ha transformado hoy en una libertad provisional, a la espera de que sea tramitado un pedido de extradición a Argentina.
Tras ser detenida este viernes en su domicilio de Villanueva de la Cañada (Madrid), la viuda del general Juan Domingo Perón, que en febrero cumplirá 76 años, se negó a ser entregada voluntariamente a la justicia argentina. Ella sabe de arrestos domiciliarios pues pasó en ellos casi seis años, desde que la depusieron en 1976 hasta que le permitieron salir al exilio en 1981.
Isabelita es el nombre de guerra de la corista María Estela Martínez Cartas, una argentina de La Rioja, tierra también de Carlos Menem. El Perón le viene por su marido. Fue la tercera esposa —la segunda había sido Evita— del militar argentino, muerto a los 81 años, en julio de 1974, cuando se desempeñaba por tercera vez como presidente de su país. Ella era la vicepresidenta y le sucedió en el cargo.
Un juez argentino investiga a la ex presidenta debido a los decretos de su gobierno que ordenaron a las Fuerzas Armadas combatir al enemigo interno y «aniquilar a los elementos subversivos en todo el territorio».
Perón había sido derrocado en 1955. Después de una peripecia pudo salir al destierro, a Paraguay, río Paraná arriba, en una cañonera, protegido por el general Alfredo Stroessner. Luego Panamá, donde conoció a la bailarina Isabelita en circunstancias sobre las que aún se especula, pero que debieron ser muy determinantes pues les unieron de por vida; Caracas, de donde ambos salieron corriendo en enero de 1959 por la revuelta popular que derribó el régimen de su benefactor, el general Marcos Pérez Jiménez; República Dominicana, donde aguantó poco, porque el olfato político le indicó a Perón que el exuberante general Rafael Leonidas Trujillo atufaba a muerto (de hecho lo mataron poco meses después); y, finalmente, Madrid, en 1960, bajo el palio del general Francisco Franco. Fue el mojigato Franco quién les aconsejaría casarse.
En 1972 pudieron volver a Argentina, donde el presidente Héctor J. Cámpora, su correligionario, había allanado el terreno para un regreso triunfal al poder. Ansiosos de Perón, los argentinos tuvieron dos: él y ella, presidente y vicepresidenta, Perón y Perón.
El Partido Juticialista —el peronismo— era un abigarramiento de pasiones, tensiones y sentimientos encontrados, con tendencias extremistas de izquierda y derecha. Básicamente los sentimientos se desbordaron cuando los Montoneros, el ala radical y combativa del peronista, se presentaron, el 1º de mayo de 1974, frente a la Casa Rosada reconociendo el error de haber elegido a los perones, y al fantasma de Evita. Frente al general gritaron: «vea, vea, vea que manga de boludos. Votamos a una puta, una muerta y un cornudo».
Desde el balcón de la Casa Rosa, el anciano y enfermo general los expulsó y prometió un escarmiento. Por su puesto que los Montoneros se echaron al monte en guerrilla. Por descontado que el gobierno fue contra ellos, sobre todo después de que cometieran el primer asesinato.
La siniestra «Triple A» (Alianza Anticomunista Argentina) fue activada por el entonces ministro de Bienestar Social, José López Rega, un siniestro extremista de derechas apodado «El Brujo», muy unido a Isabelita en el esoterismo, y el hombre que manipulaba el poder en la sombra. Fueron contra los Montoneros, pero también a por todo lo que oliera a izquierda.
Tras la muerte de Perón, en julio de 1974, y la ascensión a la presidencia de Isabelita, esa banda paramilitar incrementó sus acciones. En octubre de 1975 el gobierno de Isabelita dio patente de corso a los militares para «el aniquilamiento de los subversivos». Gente vinculada al fascismo, el anticomunismo, la logia «P-2» rodeaban a Isabelita. Algún historiador sostiene que ella fue «instrumento voluntario» de todos ellos. Isabelita era una mujer de pocas luces e instrucción, muy limitada en el ejercicio del poder y manipulable.
A la «Tripe A» se le atribuyen no menos de 2.500 crímenes y unos 600 desaparecidos. Luego vendría el golpe de Estado, en marzo de 1976, y la represión desbordada de los militares, a quienes los perones habían encumbrado: Isabelita con López Rega, al general Jorge Videla, y el propio Perón al almirante Emilio Massera, un hombre que un momento dado quiso ser el nuevo caudillo y en el que ella confiaba a pie juntillas incluso estando en el exilio.
La justicia argentina ha ordenado detener a Isabelita con fines de extradición en el caso de la desaparición, posiblemente a manos del Ejército, de un joven, en febrero de 1976, que cree avalada por el decreto de persecución y aniquilamiento a los subversivos que firmó su gobierno. Seis miembros del gobierno de Isabelita están procesados por el mismo caso.
Ese decreto fue esgrimido tras el golpe por los militares para justificar los crímenes de lesa humanidad que cometieron los militares de la dictadura que encabezó Jorge Videla. Las cifras del horror van desde 9.000 a 30.000 desaparecidos para siempre.
Francisco R. Figueroa
El retorno de Daniel Ortega
Daniel Ortega ha vuelto al poder, que conquistó en 1979 con las armas y perdió en 1990 en las urnas, rodeado por una inusitada familia.
El antiguo comandante guerrillero, de 61 años, que aún se proclama socialista y cuyas fuentes de inspiración revolucionaria fueron confesadamente Jesucristo, Augusto Cesar Sandino y Kart Marx, volvió este miércoles a la presidencia de Nicaragua vestido con yines y camisa, del brazo de la derecha y algunos antiguos «contras», con las bendiciones de la Iglesia católica y la venia de Estados Unidos, pero también con el respaldado entusiástico de la Venezuela chavista y la complacencia de la cuba castrista, su sostén en el primer gobierno (1979-90).
En la ceremonia de juramentación, en Managua, hicieron coro Hugo Chávez dando vivas al socialismo y Evo Morales dando mueras al imperialismo. Por parte del nuevo mandatario nicaragüense nada de aquellas viejas proclamas revolucionarias de «patria libre, vencer o morir», a diferencia de Chávez, que poca horas antes había asumido en Caracas para un nuevo periodo presidencial de seis años a los gritos de «socialismo o muerte».
Los puros del sandinismo han reiterado sus advertencias de que Ortega es un «traidor», «falso» y «manipulador» que nada tiene que ver con el legado de la revolución. Pero los nuevos gobernantes de izquierda de América Latina parecen creer que con Daniel Ortega aún no está todo perdido.
Asistieron también a la ceremonia el conservador colombiano Álvaro Uribe, el derechista mexicano Felipe Calderón y el populista ecuatoriano Rafael Correa, quien tomará posesión el 15 de enero. También estaba el ex presidente de Nicaragua y nuevo socio político de Ortega, Arnoldo Alemán, condenado a 20 años por corrupción y lavado dinero y en libertad condicional.
¿Qué resultará de tanta mescolanza en el país que disputa con Bolivia el calamitoso penúltimo puesto entre las naciones más pobres de América Latina? «Nicaragua no puede ser libre con tanta pobreza y analfabetismo», afirmó Ortega, un caudillo que, como Chávez y Fidel Castro, se originó en las armas.
El nuevo presidente dijo que los gobiernos post sandinistas, a partir de 1990, aplicaron en Nicaragua recetas neoliberales que, si bien obtuvieron resultados, la riqueza generada sólo beneficio a unos pocos. Fue esa una crítica suave al «capitalismo salvaje». Ortega se limitó a explicar que durante sus cinco años de gestión abrirá «un nuevo camino» para una nación con un 80 % de personas en situación de miseria, un millón y medio que pasa hambre y el 35 % que es analfabeto.
Anunció que Nicaragua se incorporará al ALBA, el invento de integración latinoamericana de Chávez antagónico al moribundo ALCA, el tratado de libre comercio para todo el continente americano que preconizó por Estados Unidos, cuyo inviabilidad ha dado a origen a acuerdos bilaterales o regionales. Precisamente Nicaragua tiene un tratado de libre comercio con Estados Unidos junto a las demás naciones centroamericanas y la República Dominicana. Ortega afirmo que «luchará» para que mejoren las condiciones estipuladas a ese acuerdo.
Ortega, desde la campaña electoral, se ha venido insinuando como un político pragmático, lejos de las estridencias y los extremismos. Por ejemplo, cambio la bandera roja y negra sandinista por otra rosa, bajó el volumen de sus diatribas antiimperialista y reiteró que está dispuesto a mantener buenas relaciones con Washington si hay respeto mutuo. También como parte de su cirugía estética política, se acercó al capital y a los empresarios, se casó por la Iglesia, se abrazó con el conservador cardenal Migue Obando y Bravo y puso en el baúl de los recuerdos los símbolos y la arenga revolucionaria.
Escogió para vicepresidente al ex banquero Jaime Morales, que fue negociador de la «contrarrevolución» durante el gobierno sandinista. Da la casualidad que Ortega vive en una casa expropiada a Morales en los tiempos en que los líderes revolucionarios se repartieron un jugoso botín requisado, en un bochornoso episodio de corrupción conocido como «la piñata de los jefes sandinistas».
Ortega parece haber imitado al presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, quien para conquistar el poder en 2002 quemó las naves revolucionarias, enterró al rudo líder obrero que fue, demolió las barricadas sindicalistas y pavimento un camino de paz y amor. Lula escogió para vicepresidente también a un millonario conservador, en su caso patrón de más de 35.000 obreros —es decir, alguien de quien en los tiempos del sindicato podría haber sido el más encarnizado enemigo—, quien aún sigue a su lado, también en la función virtual del padre que el mandatario brasileño nunca tuvo.
Daniel Ortega, que asumió la presidencia unas horas después de que Chávez inaugurara su tercer período presidencial, ha contado con el respaldo del líder de la revolución bolivariana, quien públicamente apostó por su victoria en las elecciones. Chávez ha prometido a Nicaragua petróleo (diez millones de barriles por año) a precio preferencial, viviendas populares, centrales eléctricas y programas de educación y salud.
Chávez y Ortega fueron jaleados por Evo Morales como «comandantes la liberación de América» en una «lucha antiimperalista».
Venezuela siempre ha estado muy próxima de Nicaragua, por ejemplo en los tiempos de la guerra contra la dictadura de Anastasio Somoza con armas y apoyo [los fusiles que usaban los muchachos sandinistas habian sido del Ejercito venezolano y tenían limados los números de serie]. Tras la caída de los sandinistas, Venezuela apuntaló con respaldo logístico de seguridad y gestiones políticas la frágil transición a la democracia personificada en Violeta Chamorro.
«La victoria de Daniel Ortega es la victoria de todos nosotros, de los que luchamos por transformar el esquema de dominación colonialista en nuestra América y de aquellos que luchamos por abrir senderos de justicia social, de liberación y de igualdad», proclamó Hugo Chávez.
Francisco R. Figueroa
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franciscorfigueroa@hotmail.com
El antiguo comandante guerrillero, de 61 años, que aún se proclama socialista y cuyas fuentes de inspiración revolucionaria fueron confesadamente Jesucristo, Augusto Cesar Sandino y Kart Marx, volvió este miércoles a la presidencia de Nicaragua vestido con yines y camisa, del brazo de la derecha y algunos antiguos «contras», con las bendiciones de la Iglesia católica y la venia de Estados Unidos, pero también con el respaldado entusiástico de la Venezuela chavista y la complacencia de la cuba castrista, su sostén en el primer gobierno (1979-90).
En la ceremonia de juramentación, en Managua, hicieron coro Hugo Chávez dando vivas al socialismo y Evo Morales dando mueras al imperialismo. Por parte del nuevo mandatario nicaragüense nada de aquellas viejas proclamas revolucionarias de «patria libre, vencer o morir», a diferencia de Chávez, que poca horas antes había asumido en Caracas para un nuevo periodo presidencial de seis años a los gritos de «socialismo o muerte».
Los puros del sandinismo han reiterado sus advertencias de que Ortega es un «traidor», «falso» y «manipulador» que nada tiene que ver con el legado de la revolución. Pero los nuevos gobernantes de izquierda de América Latina parecen creer que con Daniel Ortega aún no está todo perdido.
Asistieron también a la ceremonia el conservador colombiano Álvaro Uribe, el derechista mexicano Felipe Calderón y el populista ecuatoriano Rafael Correa, quien tomará posesión el 15 de enero. También estaba el ex presidente de Nicaragua y nuevo socio político de Ortega, Arnoldo Alemán, condenado a 20 años por corrupción y lavado dinero y en libertad condicional.
¿Qué resultará de tanta mescolanza en el país que disputa con Bolivia el calamitoso penúltimo puesto entre las naciones más pobres de América Latina? «Nicaragua no puede ser libre con tanta pobreza y analfabetismo», afirmó Ortega, un caudillo que, como Chávez y Fidel Castro, se originó en las armas.
El nuevo presidente dijo que los gobiernos post sandinistas, a partir de 1990, aplicaron en Nicaragua recetas neoliberales que, si bien obtuvieron resultados, la riqueza generada sólo beneficio a unos pocos. Fue esa una crítica suave al «capitalismo salvaje». Ortega se limitó a explicar que durante sus cinco años de gestión abrirá «un nuevo camino» para una nación con un 80 % de personas en situación de miseria, un millón y medio que pasa hambre y el 35 % que es analfabeto.
Anunció que Nicaragua se incorporará al ALBA, el invento de integración latinoamericana de Chávez antagónico al moribundo ALCA, el tratado de libre comercio para todo el continente americano que preconizó por Estados Unidos, cuyo inviabilidad ha dado a origen a acuerdos bilaterales o regionales. Precisamente Nicaragua tiene un tratado de libre comercio con Estados Unidos junto a las demás naciones centroamericanas y la República Dominicana. Ortega afirmo que «luchará» para que mejoren las condiciones estipuladas a ese acuerdo.
Ortega, desde la campaña electoral, se ha venido insinuando como un político pragmático, lejos de las estridencias y los extremismos. Por ejemplo, cambio la bandera roja y negra sandinista por otra rosa, bajó el volumen de sus diatribas antiimperialista y reiteró que está dispuesto a mantener buenas relaciones con Washington si hay respeto mutuo. También como parte de su cirugía estética política, se acercó al capital y a los empresarios, se casó por la Iglesia, se abrazó con el conservador cardenal Migue Obando y Bravo y puso en el baúl de los recuerdos los símbolos y la arenga revolucionaria.
Escogió para vicepresidente al ex banquero Jaime Morales, que fue negociador de la «contrarrevolución» durante el gobierno sandinista. Da la casualidad que Ortega vive en una casa expropiada a Morales en los tiempos en que los líderes revolucionarios se repartieron un jugoso botín requisado, en un bochornoso episodio de corrupción conocido como «la piñata de los jefes sandinistas».
Ortega parece haber imitado al presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, quien para conquistar el poder en 2002 quemó las naves revolucionarias, enterró al rudo líder obrero que fue, demolió las barricadas sindicalistas y pavimento un camino de paz y amor. Lula escogió para vicepresidente también a un millonario conservador, en su caso patrón de más de 35.000 obreros —es decir, alguien de quien en los tiempos del sindicato podría haber sido el más encarnizado enemigo—, quien aún sigue a su lado, también en la función virtual del padre que el mandatario brasileño nunca tuvo.
Daniel Ortega, que asumió la presidencia unas horas después de que Chávez inaugurara su tercer período presidencial, ha contado con el respaldo del líder de la revolución bolivariana, quien públicamente apostó por su victoria en las elecciones. Chávez ha prometido a Nicaragua petróleo (diez millones de barriles por año) a precio preferencial, viviendas populares, centrales eléctricas y programas de educación y salud.
Chávez y Ortega fueron jaleados por Evo Morales como «comandantes la liberación de América» en una «lucha antiimperalista».
Venezuela siempre ha estado muy próxima de Nicaragua, por ejemplo en los tiempos de la guerra contra la dictadura de Anastasio Somoza con armas y apoyo [los fusiles que usaban los muchachos sandinistas habian sido del Ejercito venezolano y tenían limados los números de serie]. Tras la caída de los sandinistas, Venezuela apuntaló con respaldo logístico de seguridad y gestiones políticas la frágil transición a la democracia personificada en Violeta Chamorro.
«La victoria de Daniel Ortega es la victoria de todos nosotros, de los que luchamos por transformar el esquema de dominación colonialista en nuestra América y de aquellos que luchamos por abrir senderos de justicia social, de liberación y de igualdad», proclamó Hugo Chávez.
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Chávez jura por Cristo socialista y vapulea a obispos
La tercera toma de posesión como presidente de Hugo Chávez no ha deparado hoy sorpresas. Aparte la frondosidad y rimbombancia de su juramento —incluso juró por «Jesucristo, el más grande socialista de la historia»— casi todo lo que dijo estuvo referido fundamentalmente a la construcción de lo que él llama «socialismo venezolano», pero que huele a comunismo.
Quizá la única novedad haya sido que bajó el tono de su discurso contra el secretario general de la OEA, el chileno José Miguel Insulza, a quien en las vísperas había ofendido calificándole repetidamente de «pendejo» e implícitamente de esbirro de Estados Unidos. Pero la emprendió contra los obispos.
En ambos casos el motivo del enfado de Chávez es el posicionamiento de Insulza y de algunos purpurados contra la medida gubernamental que supondrá el cierre de la empresa Radio Caracas Televisión (RCTV), la emisora decana del país y una de las dos con más audiencia.
Chávez, sin embargo, no pidió disculpas a Insulza por los agravios. Manifestó, sin embargo, su disposición a hablar con él, aunque hace dos días afirmó en tono muy duro que en la primera ocasión en que se lo topara le echaría en cara toda la irritación que tiene contra él.
El rechinamiento que los insultos de Chávez causaron en la mayoría de los 35 miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA), incluidas las grandes naciones como Estados Unidos, Brasil, México o Chile, posiblemente haya determinado que Chávez arríe alguna vela antes de viajar a Managua y Quito, a las respectivas tomas de posesión de Daniel Ortega y Rafael Correa, en las que coincidirá con varios de sus colegas latinoamericanos y con el propio Insulza, justamente también después de haber dado inicio a un proceso de nacionalizaciones que, a juicio de varios comentaristas, muestra el talante «populista y autoritario» del líder venezolano y el rumbo hacia el comunismo que tomado su revolución, que cada vez presenta más semejanzas con Cuba.
Chávez, en cambio, fustigó con ardor a la jerarquía de la Iglesia católica en Venezuela por haber alzado su voz también contra la decisión de su gobierno de no renovar la licencia de funcionamiento a Radio Caracas Televisión, canal que emite regularmente desde hace casi 55 años.
El líder de la llamada «Revolución Bolivariana» demandó el «respeto» del episcopado dirigiéndose al cardenal Jorge Urosa Savino, máximo autoridad eclesiástica en Venezuela y presente en el acto. Aseguró que él no quería volver a los tiempos de la confrontación con los obispos, pero tendría su poder de fuego preparado para defender al Estado de cualquier nuevo ataque de los purpurados.
Las relaciones de Chávez con la jerarquía católica tuvieron su peor fase a raíz del frustrado golpe de Estado que le mantuvo fuera del poder durante dos días. Recluido en la isla de la Orchila, Chávez asegura que recibió la visita del ya fallecido cardenal José Ignacio Velasco para que firmara la renuncia. El cardenal Velasco estuvo al lado de Pedro Carmona, a quien se trató de hacer jefe del Estado en un acto de marcado cariz golpista y fuerte tono autoritario, que finalmente sirvió para que cambiará de bando una parte de los militares y Chávez fuera repuesto en el poder.
El presidente venezolano se ha enzarzado con otros prelados y ha llegado a afirmar que en el país hay obispos que llevan el diablo bajo la sotana. Concretamente, en el acto de hoy, Chávez zahirió al arzobispo Roberto Lücker —uno de sus más feroces críticos— de quien dijo que ardería en el infierno. «Él me va a esperar a mi en el infierno. Monseñor Lücker va a ir al infierno (...) Perdónalo Señor porque quizás no sabe lo que dice», manifestó.
En otro momento de su investidura, Chávez ratificó que sometería a referendo popular su reelección indefinida como presidente y le metió prisas a la Asamblea Popular —que le es enteramente fiel— para que agilice el trámite de una ley que le permitirá gobernar por decreto, entre otras cosas sobre las nacionalizaciones de las telecomunicaciones, la electricidad, el agua, el poco sector petrolero que queda en manos privadas y, posiblemente también, la siderurgia- y, asimismo, reforme la Constitución que él mismo patrocinó en 1999.
El juramento como presidente que prestó Chávez fue así de florido y vehemente: «Juro delante esta maravillosa Constitución, juro por Dios, juro por el Dios de mis padres, juro por mis padre, juro por mis hijos, juro por mi honor, juro por mi vida, juro por los mártires, juro por los libertadores, juro por mi pueblo y juro por mi patria que no daré descanso a mi brazo ni reposo a mi alma, que entregaré mis días y mis noches y mi vida antera en la construcción del socialismo venezolano, en la construcción de un nuevo sistema político, de un nuevo sistema social y de nuevo sistema económico; juro por Jesucristo, el más grande socialista de la historia, juro por todos ellos, juro por todos los dolores, juro por todos los amores y juro por todas las esperanzas, que haré cumplir y cumpliré con los mandatos supremos de esta maravillosa Constitución, con los mandatos supremos del pueblo venezolano, aún a costa de mi propia vida, aún a costa de mi propia tranquilidad. Patria, socialismo o muerte: lo juro».
Francisco R. Figueroa
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Quizá la única novedad haya sido que bajó el tono de su discurso contra el secretario general de la OEA, el chileno José Miguel Insulza, a quien en las vísperas había ofendido calificándole repetidamente de «pendejo» e implícitamente de esbirro de Estados Unidos. Pero la emprendió contra los obispos.
En ambos casos el motivo del enfado de Chávez es el posicionamiento de Insulza y de algunos purpurados contra la medida gubernamental que supondrá el cierre de la empresa Radio Caracas Televisión (RCTV), la emisora decana del país y una de las dos con más audiencia.
Chávez, sin embargo, no pidió disculpas a Insulza por los agravios. Manifestó, sin embargo, su disposición a hablar con él, aunque hace dos días afirmó en tono muy duro que en la primera ocasión en que se lo topara le echaría en cara toda la irritación que tiene contra él.
El rechinamiento que los insultos de Chávez causaron en la mayoría de los 35 miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA), incluidas las grandes naciones como Estados Unidos, Brasil, México o Chile, posiblemente haya determinado que Chávez arríe alguna vela antes de viajar a Managua y Quito, a las respectivas tomas de posesión de Daniel Ortega y Rafael Correa, en las que coincidirá con varios de sus colegas latinoamericanos y con el propio Insulza, justamente también después de haber dado inicio a un proceso de nacionalizaciones que, a juicio de varios comentaristas, muestra el talante «populista y autoritario» del líder venezolano y el rumbo hacia el comunismo que tomado su revolución, que cada vez presenta más semejanzas con Cuba.
Chávez, en cambio, fustigó con ardor a la jerarquía de la Iglesia católica en Venezuela por haber alzado su voz también contra la decisión de su gobierno de no renovar la licencia de funcionamiento a Radio Caracas Televisión, canal que emite regularmente desde hace casi 55 años.
El líder de la llamada «Revolución Bolivariana» demandó el «respeto» del episcopado dirigiéndose al cardenal Jorge Urosa Savino, máximo autoridad eclesiástica en Venezuela y presente en el acto. Aseguró que él no quería volver a los tiempos de la confrontación con los obispos, pero tendría su poder de fuego preparado para defender al Estado de cualquier nuevo ataque de los purpurados.
Las relaciones de Chávez con la jerarquía católica tuvieron su peor fase a raíz del frustrado golpe de Estado que le mantuvo fuera del poder durante dos días. Recluido en la isla de la Orchila, Chávez asegura que recibió la visita del ya fallecido cardenal José Ignacio Velasco para que firmara la renuncia. El cardenal Velasco estuvo al lado de Pedro Carmona, a quien se trató de hacer jefe del Estado en un acto de marcado cariz golpista y fuerte tono autoritario, que finalmente sirvió para que cambiará de bando una parte de los militares y Chávez fuera repuesto en el poder.
El presidente venezolano se ha enzarzado con otros prelados y ha llegado a afirmar que en el país hay obispos que llevan el diablo bajo la sotana. Concretamente, en el acto de hoy, Chávez zahirió al arzobispo Roberto Lücker —uno de sus más feroces críticos— de quien dijo que ardería en el infierno. «Él me va a esperar a mi en el infierno. Monseñor Lücker va a ir al infierno (...) Perdónalo Señor porque quizás no sabe lo que dice», manifestó.
En otro momento de su investidura, Chávez ratificó que sometería a referendo popular su reelección indefinida como presidente y le metió prisas a la Asamblea Popular —que le es enteramente fiel— para que agilice el trámite de una ley que le permitirá gobernar por decreto, entre otras cosas sobre las nacionalizaciones de las telecomunicaciones, la electricidad, el agua, el poco sector petrolero que queda en manos privadas y, posiblemente también, la siderurgia- y, asimismo, reforme la Constitución que él mismo patrocinó en 1999.
El juramento como presidente que prestó Chávez fue así de florido y vehemente: «Juro delante esta maravillosa Constitución, juro por Dios, juro por el Dios de mis padres, juro por mis padre, juro por mis hijos, juro por mi honor, juro por mi vida, juro por los mártires, juro por los libertadores, juro por mi pueblo y juro por mi patria que no daré descanso a mi brazo ni reposo a mi alma, que entregaré mis días y mis noches y mi vida antera en la construcción del socialismo venezolano, en la construcción de un nuevo sistema político, de un nuevo sistema social y de nuevo sistema económico; juro por Jesucristo, el más grande socialista de la historia, juro por todos ellos, juro por todos los dolores, juro por todos los amores y juro por todas las esperanzas, que haré cumplir y cumpliré con los mandatos supremos de esta maravillosa Constitución, con los mandatos supremos del pueblo venezolano, aún a costa de mi propia vida, aún a costa de mi propia tranquilidad. Patria, socialismo o muerte: lo juro».
Francisco R. Figueroa
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Pendejo de la «p» a la «o»
Venezuela parece que se ha quedado sola en la OEA tras las ofensas del presidente Hugo Chávez al secretario general José Miguel Insulza, al que, entre otras cosas, ha llamado «pendejo» reiteradamente y exigido que renuncie.
Chávez está a la greña con Insulza porque el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA) ha hecho reproches al Gobierno de Venezuela por una decisión, de carácter administrativo pero de fuerte contenido político, que supondrá la liquidación de la empresa Radio Caracas Televisión (RCTV), la emisora decana del país y una de las dos más vistas.
«Posición insulsa, de verdad, la del doctor insulso. ¡Da vergüenza! Si lo encuentro en Managua [en la toma de posesión de Daniel Ortega] se la canto de frente. ¡Debiera renunciar el insulso doctor Insulza por atreverse en el papel de Virrey del Imperio. ¡Venezuela es libre, caballero! ¡Váyase con su insulsería a otro lado! Vaya que es bien pendejo el doctor Insulza, un verdadero pendejo desde la “p” hasta la “o”. Da pena», dijo en medio de las carcajadas de su auditorio.
El líder venezolano, que está llevando a Venezuela a un sistema de gobierno socialista puro y duro, en sintonía con Cuba, según sus adversarios, afirmó también en su vehemente diatriba que Insulza «perdió toda moral para estar al frente de la OEA, a menos que alguien pretenda convertirla de nuevo en lo que una vez señaló Fidel Castro (...) el ministerio de las colonias».
Fue en el mismo acto en el que Chávez dio posesión a su nuevo equipo de gobierno y anunció la nacionalización de todas las industrias esenciales.
El canciller de Chávez, Nicolás Maduro, afirmó que detrás de las declaraciones de Insulza «hay una campaña de la oligarquía internacional contra Venezuela» y que Estados Unidos está tratando de rearmar esa ofensiva contra el país y su presidente.
También en sus críticas contra Insulza, Chávez se ha colocado codo con codo con el régimen cubano.
En la OEA, ningún país se solidarizó con Venezuela, aunque el Gobierno de Caracas lo procuró. Estados Unidos, Brasil, Honduras, Guatemala, Costa Rica, Paraguay, Canadá y Chile manifestaron su confianza al secretario general. «Al referirse de manera peyorativa y personal a Insulza Chávez está insultando «a todos y cada uno de nosotros y nuestros presidentes», dijo el embajador de Honduras, Carlos Sosa.
El gobierno de Chile, del que en su día formó parte Insulza, exigió a Chávez mantener un lenguaje respetuoso. Distintos dirigentes chilenos de todos los signos políticos apoyaron a Isulza. El canciller de Chile, Alejandro Foxley, por ejemplo, exigió el uso de un lenguaje respetuoso y constructivo.
Insulza, mediante un comunicado, había afirmado que la decisión de Chávez de no renovar la licencia de funcionamiento a RCTV tiene visos de censura y es un pésimo ejemplo en democracia. El secretario general de la OEA sugirió que las acusaciones de golpismo y subversión contra esa televisora, en las que el gobierno de Caracas se basa, por su gravedad debieran ser llevadas a los tribunales, en lugar de haber dado lugar a una decisión ejecutiva que no tiene precedentes y que supone una real amenaza para los demás medios de comunicación de Venezuela y la libertad de expresión.
En respuesta, la cancillería de Caracas dijo que Insulza falta a la verdad y que el gobierno de Chávez actúa dentro de sus prerrogativas al no renovar esa licencia.
«Nada ni nadie impedirá que se cumpla la decisión de no renovarle la concesión a ese canal de televisión. Nada ni nadie podrá evitarlo», ha afirmado Hugo Chávez, que, incluso, ha mandado callar a la jerarquía de la Iglesia católica en Venezuela, que se había sumado al coro de críticas por el virtual cierre de Radio Caracas Televisión e instado implícitamente a un obispo considerado progresista a que rompa el voto de de obediencia.
Francisco R. Figueroa
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Chávez está a la greña con Insulza porque el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA) ha hecho reproches al Gobierno de Venezuela por una decisión, de carácter administrativo pero de fuerte contenido político, que supondrá la liquidación de la empresa Radio Caracas Televisión (RCTV), la emisora decana del país y una de las dos más vistas.
«Posición insulsa, de verdad, la del doctor insulso. ¡Da vergüenza! Si lo encuentro en Managua [en la toma de posesión de Daniel Ortega] se la canto de frente. ¡Debiera renunciar el insulso doctor Insulza por atreverse en el papel de Virrey del Imperio. ¡Venezuela es libre, caballero! ¡Váyase con su insulsería a otro lado! Vaya que es bien pendejo el doctor Insulza, un verdadero pendejo desde la “p” hasta la “o”. Da pena», dijo en medio de las carcajadas de su auditorio.
El líder venezolano, que está llevando a Venezuela a un sistema de gobierno socialista puro y duro, en sintonía con Cuba, según sus adversarios, afirmó también en su vehemente diatriba que Insulza «perdió toda moral para estar al frente de la OEA, a menos que alguien pretenda convertirla de nuevo en lo que una vez señaló Fidel Castro (...) el ministerio de las colonias».
Fue en el mismo acto en el que Chávez dio posesión a su nuevo equipo de gobierno y anunció la nacionalización de todas las industrias esenciales.
El canciller de Chávez, Nicolás Maduro, afirmó que detrás de las declaraciones de Insulza «hay una campaña de la oligarquía internacional contra Venezuela» y que Estados Unidos está tratando de rearmar esa ofensiva contra el país y su presidente.
También en sus críticas contra Insulza, Chávez se ha colocado codo con codo con el régimen cubano.
En la OEA, ningún país se solidarizó con Venezuela, aunque el Gobierno de Caracas lo procuró. Estados Unidos, Brasil, Honduras, Guatemala, Costa Rica, Paraguay, Canadá y Chile manifestaron su confianza al secretario general. «Al referirse de manera peyorativa y personal a Insulza Chávez está insultando «a todos y cada uno de nosotros y nuestros presidentes», dijo el embajador de Honduras, Carlos Sosa.
El gobierno de Chile, del que en su día formó parte Insulza, exigió a Chávez mantener un lenguaje respetuoso. Distintos dirigentes chilenos de todos los signos políticos apoyaron a Isulza. El canciller de Chile, Alejandro Foxley, por ejemplo, exigió el uso de un lenguaje respetuoso y constructivo.
Insulza, mediante un comunicado, había afirmado que la decisión de Chávez de no renovar la licencia de funcionamiento a RCTV tiene visos de censura y es un pésimo ejemplo en democracia. El secretario general de la OEA sugirió que las acusaciones de golpismo y subversión contra esa televisora, en las que el gobierno de Caracas se basa, por su gravedad debieran ser llevadas a los tribunales, en lugar de haber dado lugar a una decisión ejecutiva que no tiene precedentes y que supone una real amenaza para los demás medios de comunicación de Venezuela y la libertad de expresión.
En respuesta, la cancillería de Caracas dijo que Insulza falta a la verdad y que el gobierno de Chávez actúa dentro de sus prerrogativas al no renovar esa licencia.
«Nada ni nadie impedirá que se cumpla la decisión de no renovarle la concesión a ese canal de televisión. Nada ni nadie podrá evitarlo», ha afirmado Hugo Chávez, que, incluso, ha mandado callar a la jerarquía de la Iglesia católica en Venezuela, que se había sumado al coro de críticas por el virtual cierre de Radio Caracas Televisión e instado implícitamente a un obispo considerado progresista a que rompa el voto de de obediencia.
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Venezuela al rojo
El presidente Hugo Chávez va a asumir poderes ilimitados para acabar de construir, ahora ya sin rodeos ni tapujos, una patria socialista, en la que serán próximamente nacionalizadas todas las empresas estratégicas que están en manos privadas.
El presidente, que mañana iniciará un nuevo período de gobierno de seis años, usó hoy la toma de posesión de su nuevo equipo ministerial para escenificar, en el emblemático Teatro Teresa Carreño, de Caracas, la nueva etapa revolucionaria.
Da la sensación de que en este nuevo período de definiciones la figura del libertador Simón Bolívar, a quien el gobernante decía tener como fuente de inspiración, ha dado paso a la del propio Chávez, a juzgar por el telón de fondo que presidió la juramentación de los que el mandatario llamó «ministros del poder popular» y a quienes encomendó «la construcción de la vía venezolana al socialismo» con el objetivo de alcanzar «la suprema felicidad social para la nación venezolana».
Chávez usó por vez primera en sus ocho años de gobierno el principal teatro venezolano, donde no se celebraban eventos políticos desde que en febrero de 1989 asumió allí la jefatura del Estado Carlos Andrés Pérez, en una pomposa ceremonia que está registrada en la historia nacional como «la coronación» y que marcó el principio del trágico fin del mandatario: su destitución, en 1993, para ser juzgado por presunta corrupción, con la nación sumida en una severísima crisis política, económica e institucional tras un motín popular y dos intentonas golpistas, todo con un elevado coste humano. De esa situación caótica, precisamente, emergió la figura Chávez como autor de un proyecto revolucionario, que pretende expresamente acabar con «el viejo estado burgués».
Chávez había preferido hasta esta ocasión en Salón Ayacucho del Palacio de Miraflores, sede de la presidencia. En lugar de un retrato del libertador, el telón de fondo del escenario era una fotografía gigantesca del propio Chávez.
El gobernante informó de que ha pedido al parlamento que apruebe la llamada Ley Habilitante, que consiste básicamente en la delegación de poderes para que el Gobierno legisle por decreto. Chávez no necesita esa ley pues la Asamblea Nacional venezolana es monocromáticamente «chavista» porque la oposición no participó en las últimas elecciones legislativas.
La disposición de la militancia «chavista» es de obediencia ciega, como quedó expresada en el mismo Teatro Teresa Carreño, en una pancarta donde, muy a la usanza cubana, rezaba: «Comandante mande, que nosotros obedecemos».
En su discurso Chávez anunció que para llevar Venezuela al socialismo va a nacionalizar los servicios que resulten esenciales. Habló de la electricidad, el agua, las telecomunicaciones y la diminuta parte del sector petrolero que hay en manos privadas extranjeras.
En Venezuela, los sectores del petróleo y el hierro fueron nacionalizados por Carlos Andrés Pérez, en 1975, durante su primer gobierno. En el segundo mandato, este mismo personaje —que se había convertido al neoliberalismo en boga— propició la privatización de la empresa nacional de telecomunicaciones CANTV, la Siderúrgica del Orinoco (Sidor) y Viasa, la aerolínea de bandera nacional que Iberia compró y cerró luego por el agobio de las pérdidas.
«Estamos en un momento existencial de la vida venezolana (…) Nosotros vamos al socialismo y nada ni nadie podrá evitarlo (…) Vamos rumbo a la República Socialista de Venezuela (…) La nación deben recuperar la propiedad de los medios estratégicos de soberanía, seguridad y defensa», enfatizó Chávez. Parece así que Venezuela perderá su denominación oficial de República Bolivariana para convertirse en República Socialista.
La principal empresa afectada por la expropiación será la CANTV, una empresa con 3,5 millones de clientes en telefonía fija y 6,5 millones en móvil celular, y que está en manos de la corporación internacional Versión (28.5%), la española Telefónica (6.9%), sus trabajadores (11.7%) y un par de inversionistas privados nacionales.
También tiene planteado Chávez promover una reforma constitucional. Uno de sus objetivos principales de la reforma de la Constitución vigente, que Chávez propicio, es que el Banco Central de Venezuela pierda su autonomía, con lo que, entre otras cosas, el Gobierno podrá disponer sin complicaciones de la reservas nacionales, que actualmente asciende a 37.000 millones de dólares. Chávez pretende ya 7.000 millones para financiar su proyecto revolucionario.
En el estratégico sector petrolero, del que Venezuela depende fundamentalmente, el Estado asumirá «el control y el dominio de los procesos de mejoramiento de los crudos pesados de la Faja del Orinoco». Chávez no dio más detalles. En esa faja petrolífera trabajan en asociación con el Estado venezolano, British Petroleum, Exxon Mobil, ChevronTexaco, ConocoPhillips, la francesa Total y la noruega Statoil.
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El presidente, que mañana iniciará un nuevo período de gobierno de seis años, usó hoy la toma de posesión de su nuevo equipo ministerial para escenificar, en el emblemático Teatro Teresa Carreño, de Caracas, la nueva etapa revolucionaria.
Da la sensación de que en este nuevo período de definiciones la figura del libertador Simón Bolívar, a quien el gobernante decía tener como fuente de inspiración, ha dado paso a la del propio Chávez, a juzgar por el telón de fondo que presidió la juramentación de los que el mandatario llamó «ministros del poder popular» y a quienes encomendó «la construcción de la vía venezolana al socialismo» con el objetivo de alcanzar «la suprema felicidad social para la nación venezolana».
Chávez usó por vez primera en sus ocho años de gobierno el principal teatro venezolano, donde no se celebraban eventos políticos desde que en febrero de 1989 asumió allí la jefatura del Estado Carlos Andrés Pérez, en una pomposa ceremonia que está registrada en la historia nacional como «la coronación» y que marcó el principio del trágico fin del mandatario: su destitución, en 1993, para ser juzgado por presunta corrupción, con la nación sumida en una severísima crisis política, económica e institucional tras un motín popular y dos intentonas golpistas, todo con un elevado coste humano. De esa situación caótica, precisamente, emergió la figura Chávez como autor de un proyecto revolucionario, que pretende expresamente acabar con «el viejo estado burgués».
Chávez había preferido hasta esta ocasión en Salón Ayacucho del Palacio de Miraflores, sede de la presidencia. En lugar de un retrato del libertador, el telón de fondo del escenario era una fotografía gigantesca del propio Chávez.
El gobernante informó de que ha pedido al parlamento que apruebe la llamada Ley Habilitante, que consiste básicamente en la delegación de poderes para que el Gobierno legisle por decreto. Chávez no necesita esa ley pues la Asamblea Nacional venezolana es monocromáticamente «chavista» porque la oposición no participó en las últimas elecciones legislativas.
La disposición de la militancia «chavista» es de obediencia ciega, como quedó expresada en el mismo Teatro Teresa Carreño, en una pancarta donde, muy a la usanza cubana, rezaba: «Comandante mande, que nosotros obedecemos».
En su discurso Chávez anunció que para llevar Venezuela al socialismo va a nacionalizar los servicios que resulten esenciales. Habló de la electricidad, el agua, las telecomunicaciones y la diminuta parte del sector petrolero que hay en manos privadas extranjeras.
En Venezuela, los sectores del petróleo y el hierro fueron nacionalizados por Carlos Andrés Pérez, en 1975, durante su primer gobierno. En el segundo mandato, este mismo personaje —que se había convertido al neoliberalismo en boga— propició la privatización de la empresa nacional de telecomunicaciones CANTV, la Siderúrgica del Orinoco (Sidor) y Viasa, la aerolínea de bandera nacional que Iberia compró y cerró luego por el agobio de las pérdidas.
«Estamos en un momento existencial de la vida venezolana (…) Nosotros vamos al socialismo y nada ni nadie podrá evitarlo (…) Vamos rumbo a la República Socialista de Venezuela (…) La nación deben recuperar la propiedad de los medios estratégicos de soberanía, seguridad y defensa», enfatizó Chávez. Parece así que Venezuela perderá su denominación oficial de República Bolivariana para convertirse en República Socialista.
La principal empresa afectada por la expropiación será la CANTV, una empresa con 3,5 millones de clientes en telefonía fija y 6,5 millones en móvil celular, y que está en manos de la corporación internacional Versión (28.5%), la española Telefónica (6.9%), sus trabajadores (11.7%) y un par de inversionistas privados nacionales.
También tiene planteado Chávez promover una reforma constitucional. Uno de sus objetivos principales de la reforma de la Constitución vigente, que Chávez propicio, es que el Banco Central de Venezuela pierda su autonomía, con lo que, entre otras cosas, el Gobierno podrá disponer sin complicaciones de la reservas nacionales, que actualmente asciende a 37.000 millones de dólares. Chávez pretende ya 7.000 millones para financiar su proyecto revolucionario.
En el estratégico sector petrolero, del que Venezuela depende fundamentalmente, el Estado asumirá «el control y el dominio de los procesos de mejoramiento de los crudos pesados de la Faja del Orinoco». Chávez no dio más detalles. En esa faja petrolífera trabajan en asociación con el Estado venezolano, British Petroleum, Exxon Mobil, ChevronTexaco, ConocoPhillips, la francesa Total y la noruega Statoil.
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El mundo por montera
A la revolución «chavista», que está tomando velocidad de crucero, parece importarle una higa las consideraciones o ponderaciones que otros le hacen. Así, por ejemplo, acaba de mandar al diablo a la OEA y a la Iglesia católica.
El chileno José Miguel Insulza, apodado en su país el «Panzer», hizo como secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA) unas consideraciones sobre el reciente anuncio del presidente venezolano, Hugo Chávez, de que no se renovará la concesión del Estado para usar una frecuencia de transmisión a Radio Caracas Televisión (RCTV), por ser una emisora hostil a su proyecto político.
Esto equivale a que en los últimos días de mayo próximo RCTV tendrá que cerrar. Se trata de uno de los dos canales de televisión más importantes e históricos de Venezuela y tiene unos tres mil empleados.
Insulza sostuvo en un comunicado que «el cierre» de un medio de comunicación masivo «es un hecho muy poco común» en América Latina y «no tiene precedentes en las últimas décadas de democracia».
Adujo que debieran ser ventiladas en la justicia las graves y severas acusaciones que Chávez y sus ministros le hacen a RCTV sobre su alegado apoyo a actividades desestabilizadoras: desde que se sumaron al frustrado golpe de Estado de 2002 hasta una sistemática política en contra del proceso democrático o la prédica del odio.
«Si, en cambio, se adopta una medida administrativa que supone el cierre de la emisora, ello aparece como una forma de censura contra la libertad de expresión y, a la vez, se transforma en una advertencia a los demás medios de comunicación, llevándolos a limitar su acción a riesgo de correr la misma suerte», argumentó Insulza.
Así serían las cosas en un Estado de derecho. El secretario general lo precisó así: «si la televisora ha cometido algún ilícito, el camino que corresponde en democracia es acusar a los presuntos autores ante la justicia». Pero eso no es lo que opina la revolución «chavista».
En Ministerio de Relaciones Exteriores de Venezuela respondió a Insulza con una contundencia sólo quizás superada por la que el «Panzer» chileno recibió de Cuba dos días después de que fuera elegido como secretario general de la OEA, en mayo de 2005.
Insulza declaró entonces en una entrevista que la OEA trabajaría por «promover un progreso importante en materia de democracia y derechos humanos», inclusive en países como Cuba. Recibió una descarga de artillería pesada de Fidel Castro. «El muy bobito se ha creído con derecho a meter su cucharetica para darle las gracias a la “Condolidita” [la secretaria de Estado, Condoleezza Rice] y al bandidito de “Norieguita” [el subsecretario de Estado, Roger Noriega]. Será para darle las gracias por facilitar su elección en la OEA» ese «testaferro de Estados Unidos», dijo Castro.
La Cancillería de Caracas acusó a Insulza de violar la carta de la OEA, de entrometimiento, de hacer señalamientos falaces, de desconocer la perfidia de los dueños de RCTV, de usar indebidamente su cargo para cuestionar las competencias del Estado venezolano, de ignorar que «la absoluta mayoría del pueblo demanda la democratización y el uso responsables de los medios» y de hacerse eco de lo que dice la prensa opositora.
Pidió retractación e instó a Insulza a mantener «una posición de respeto irrestricto ante las acciones legítimas y soberanas del gobierno de la República Bolivariana de Venezuela», al que tiene la obligación institucional de defender, en lugar de atacarle arteramente.
Por otro lado, el cardenal Jorge Urosa Savino, máxima autoridad de la Iglesia católica en Venezuela, llamó moderadamente a Chávez a buscar un entendimiento y consideró necesario que se revise la decisión que perjudica a RCTV. Según el cardenal, Venezuela ganará «si hay medios de comunicación diferentes y hay una completa libertad de opinión».
A uno y otro Chávez le respondió que la decisión de no renovar la concesión a RCTV «es irrevocable» y que tiene en sus manos todos los informes sobre «las violaciones» cometidas por la emisora. Según el líder venezolano, renovar o no la concesión de uso de una frecuencia «es una atribución del Estado».
Probablemente RCTV pase a ser una emisora comunitaria, de propiedad social, según dejó entrever Chávez. Su gobierno controla medios como Venezolana de Televisión, que emite por los canales 8 y 5 de señal abierta, Vive TV, la emisora de la Asamblea Nacional, enteramente conformada por «chavistas», Telesur, Ávila y CMT.
Los otros dos principales canales privados del país —Venevisión, de los Cisneros, y Televen, de Omar Camero— tendrán vencidas sus respectivas concesiones del Estado en la misma fecha que RCTV. Pero nada ha dicho el gobierno de Chávez sobre estas renovaciones.
En estos tiempos complejos de la revolución emprendida por Chávez, Venevisión y Televen «parecen ser ahora más que amigos, aliados del gobierno», según fuentes conocedoras de la situación.
La emisora que realmente ha sido amenaza por el gobierno es el canal de información Globovisón. Alberto Federico Ravell, su director general, no se siente intimidado por los ladridos de los portavoces de Chávez y asegura que no cambiarán de línea editorial.
«Yo prefiero quedarme sin concesión y al afeitarme todos los días poder mirarme en el espejo», declaró.
La concesión a Globovisión vence dentro de ocho años y Ravell no cree que el gobierno de Chávez haga ahora cualquier cosa contra su canal.
El presidente de RCTV, Marcel Granier, insiste en que la decisión es ilegal, violatoria de los derechos y atentatoria contra la libertad de expresión y contra los derechos humanos. RCTV es, según afirma, una sociedad «fundada en los valores de paz y democracia».
Francisco R. Figueroa
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El chileno José Miguel Insulza, apodado en su país el «Panzer», hizo como secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA) unas consideraciones sobre el reciente anuncio del presidente venezolano, Hugo Chávez, de que no se renovará la concesión del Estado para usar una frecuencia de transmisión a Radio Caracas Televisión (RCTV), por ser una emisora hostil a su proyecto político.
Esto equivale a que en los últimos días de mayo próximo RCTV tendrá que cerrar. Se trata de uno de los dos canales de televisión más importantes e históricos de Venezuela y tiene unos tres mil empleados.
Insulza sostuvo en un comunicado que «el cierre» de un medio de comunicación masivo «es un hecho muy poco común» en América Latina y «no tiene precedentes en las últimas décadas de democracia».
Adujo que debieran ser ventiladas en la justicia las graves y severas acusaciones que Chávez y sus ministros le hacen a RCTV sobre su alegado apoyo a actividades desestabilizadoras: desde que se sumaron al frustrado golpe de Estado de 2002 hasta una sistemática política en contra del proceso democrático o la prédica del odio.
«Si, en cambio, se adopta una medida administrativa que supone el cierre de la emisora, ello aparece como una forma de censura contra la libertad de expresión y, a la vez, se transforma en una advertencia a los demás medios de comunicación, llevándolos a limitar su acción a riesgo de correr la misma suerte», argumentó Insulza.
Así serían las cosas en un Estado de derecho. El secretario general lo precisó así: «si la televisora ha cometido algún ilícito, el camino que corresponde en democracia es acusar a los presuntos autores ante la justicia». Pero eso no es lo que opina la revolución «chavista».
En Ministerio de Relaciones Exteriores de Venezuela respondió a Insulza con una contundencia sólo quizás superada por la que el «Panzer» chileno recibió de Cuba dos días después de que fuera elegido como secretario general de la OEA, en mayo de 2005.
Insulza declaró entonces en una entrevista que la OEA trabajaría por «promover un progreso importante en materia de democracia y derechos humanos», inclusive en países como Cuba. Recibió una descarga de artillería pesada de Fidel Castro. «El muy bobito se ha creído con derecho a meter su cucharetica para darle las gracias a la “Condolidita” [la secretaria de Estado, Condoleezza Rice] y al bandidito de “Norieguita” [el subsecretario de Estado, Roger Noriega]. Será para darle las gracias por facilitar su elección en la OEA» ese «testaferro de Estados Unidos», dijo Castro.
La Cancillería de Caracas acusó a Insulza de violar la carta de la OEA, de entrometimiento, de hacer señalamientos falaces, de desconocer la perfidia de los dueños de RCTV, de usar indebidamente su cargo para cuestionar las competencias del Estado venezolano, de ignorar que «la absoluta mayoría del pueblo demanda la democratización y el uso responsables de los medios» y de hacerse eco de lo que dice la prensa opositora.
Pidió retractación e instó a Insulza a mantener «una posición de respeto irrestricto ante las acciones legítimas y soberanas del gobierno de la República Bolivariana de Venezuela», al que tiene la obligación institucional de defender, en lugar de atacarle arteramente.
Por otro lado, el cardenal Jorge Urosa Savino, máxima autoridad de la Iglesia católica en Venezuela, llamó moderadamente a Chávez a buscar un entendimiento y consideró necesario que se revise la decisión que perjudica a RCTV. Según el cardenal, Venezuela ganará «si hay medios de comunicación diferentes y hay una completa libertad de opinión».
A uno y otro Chávez le respondió que la decisión de no renovar la concesión a RCTV «es irrevocable» y que tiene en sus manos todos los informes sobre «las violaciones» cometidas por la emisora. Según el líder venezolano, renovar o no la concesión de uso de una frecuencia «es una atribución del Estado».
Probablemente RCTV pase a ser una emisora comunitaria, de propiedad social, según dejó entrever Chávez. Su gobierno controla medios como Venezolana de Televisión, que emite por los canales 8 y 5 de señal abierta, Vive TV, la emisora de la Asamblea Nacional, enteramente conformada por «chavistas», Telesur, Ávila y CMT.
Los otros dos principales canales privados del país —Venevisión, de los Cisneros, y Televen, de Omar Camero— tendrán vencidas sus respectivas concesiones del Estado en la misma fecha que RCTV. Pero nada ha dicho el gobierno de Chávez sobre estas renovaciones.
En estos tiempos complejos de la revolución emprendida por Chávez, Venevisión y Televen «parecen ser ahora más que amigos, aliados del gobierno», según fuentes conocedoras de la situación.
La emisora que realmente ha sido amenaza por el gobierno es el canal de información Globovisón. Alberto Federico Ravell, su director general, no se siente intimidado por los ladridos de los portavoces de Chávez y asegura que no cambiarán de línea editorial.
«Yo prefiero quedarme sin concesión y al afeitarme todos los días poder mirarme en el espejo», declaró.
La concesión a Globovisión vence dentro de ocho años y Ravell no cree que el gobierno de Chávez haga ahora cualquier cosa contra su canal.
El presidente de RCTV, Marcel Granier, insiste en que la decisión es ilegal, violatoria de los derechos y atentatoria contra la libertad de expresión y contra los derechos humanos. RCTV es, según afirma, una sociedad «fundada en los valores de paz y democracia».
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La revolución devora a Rangel
Quizás Hugo Chávez considere a José Vicente Rangel, de 77 años, muy viejo o sumamente cansado o timorato para los «nuevos tiempos» que proclama el «gran timonel» de la llamada Revolución Bolivariana.
Tal vez Chávez juzgue, también ahora, al que ha sido su principal asistente civil durante ocho años como una persona incapaz de seguir comulgando con ruedas de molino, un hombre de criterios propios, de convicciones fuertes, con su propia gravitación política. Es decir, un incordio en esta nueva etapa de «profundización revolucionaria».
En Venezuela, según ha proclamado Chávez, han comenzado, con su reelección hace un mes, el tiempo de las grandes definiciones, de «lucha para alcanzar el socialismo del siglo XXI» y contra «el diabólico capitalismo imperialista». A la par, ha ordenado la constitución de un partido único -el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV)-, para congregar al heterodoxo frente que hasta ahora le ha respaldado.
En esta etapa de la revolución «chavista» parece que es fundamental la lealtad y la sumisión incondicional, la obediencia ciega y una unidad de acero, inquebrantable, en torno al líder.
Antes de la destitución, Chávez, en el mejor estilo revolucionario, desacreditó a quien le sirvió desde la primera hora de su gobierno, en 1999, sucesivamente en los cargos de Canciller, Ministro de Defensa y «número dos» en su condición de Vicepresidente Ejecutivo de Venezuela.
Fue en el acto conmemorativo de la muerte de Simón Bolívar, el 17 de diciembre pasado en el Panteón Nacional de Caracas, a cuenta de un fallo de protocolo (se interpretó el himno de Panamá cuando entraba la delegación de Bolivia).
Los observadores venezolanos afirman que después de la bronca les quedó bien claro que Rangel tenía los días contados. No hizo falta, pues, más que esperar el momento. Fue el propio Chávez quien este miércoles anunció la destitución interrumpiendo con una llamada telefónica un programa de la televisión estatal.
Parece que Chávez había criticado también a Rangel a cuenta de la inauguración de una tienda de su esposa, la escultora chilena Ana Ávalos, en el Hotel Tamanaco, uno de los más tradicionales de Caracas, a la que asistieron miembros de la alta sociedad, entre ellos el adinero banquero Víctor Vargas Irausquín, padre de Maria Margarita Vargas y suegro de Luis Alfonso de Borbón, duque de Anjou y biznieto del generalísimo Francisco Franco.
De modo que ha sido despedido por la revolución ese periodista de opinión, hombre de criterio y de firmes convicciones, escritor, abogado, ex guerrilleros comunista, activista contra la dictadura y exiliado, parlamentario de muy larga singladura, y candidato en tres ocasiones a la presidencia, siempre en la izquierda, ese hombre que es José Vicente Rangel que condujo los pasos de Chávez por distintos vericuetos políticos y que mostró los entresijos del poder y cómo funciona el Estado a los agrestes militares que llegaron con el líder bolivariano.
Chávez le dio una palmadita en el hombro y afirmo que fue difícil destituirlo, «por el respeto que yo le tengo, que es como el de un hijo a un padre, y por todo lo que ha ocurrido en estos ocho años».
El promotor de la Revolución Bolivariana sustituyó a Rangel por el ex presidente del Consejo Supremo Electoral, el médico siquiatra Jorge Rodríguez, hijo de un dirigente de Liga Socialista, asesinado en un calabozo en los años setenta. Rodríguez ha estado en la máxima instancia electoral venezolana en los tormentosos tiempos del referéndum de 2004 y las parlamentarias del 2005, a las que la oposición no concurrió.
También anunció que el nuevo ministro del Interior y Justicia va a ser Pedro Carreño, un ex capitán del Ejército que participó en el fallido golpe de Estado que Chávez acaudilló en febrero de 1992, considerado fiel entre los fieles al comandante venezolano. En el ministerio del Interior Chávez sólo ha colocado a militares.
Como Chávez, Carreño tuvo su proceso en una corte marcial sobreseído en 1994 dentro de una política de pacificación militar que llevó a cabo el entonces presidente conservador Rafael Caldera y que acabó dándole alas al «chavismo», hasta barrer en las elecciones legislativas y presidenciales que se celebraron a fines de 1998.
Francisco R. Figueroa
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Tal vez Chávez juzgue, también ahora, al que ha sido su principal asistente civil durante ocho años como una persona incapaz de seguir comulgando con ruedas de molino, un hombre de criterios propios, de convicciones fuertes, con su propia gravitación política. Es decir, un incordio en esta nueva etapa de «profundización revolucionaria».
En Venezuela, según ha proclamado Chávez, han comenzado, con su reelección hace un mes, el tiempo de las grandes definiciones, de «lucha para alcanzar el socialismo del siglo XXI» y contra «el diabólico capitalismo imperialista». A la par, ha ordenado la constitución de un partido único -el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV)-, para congregar al heterodoxo frente que hasta ahora le ha respaldado.
En esta etapa de la revolución «chavista» parece que es fundamental la lealtad y la sumisión incondicional, la obediencia ciega y una unidad de acero, inquebrantable, en torno al líder.
Antes de la destitución, Chávez, en el mejor estilo revolucionario, desacreditó a quien le sirvió desde la primera hora de su gobierno, en 1999, sucesivamente en los cargos de Canciller, Ministro de Defensa y «número dos» en su condición de Vicepresidente Ejecutivo de Venezuela.
Fue en el acto conmemorativo de la muerte de Simón Bolívar, el 17 de diciembre pasado en el Panteón Nacional de Caracas, a cuenta de un fallo de protocolo (se interpretó el himno de Panamá cuando entraba la delegación de Bolivia).
Los observadores venezolanos afirman que después de la bronca les quedó bien claro que Rangel tenía los días contados. No hizo falta, pues, más que esperar el momento. Fue el propio Chávez quien este miércoles anunció la destitución interrumpiendo con una llamada telefónica un programa de la televisión estatal.
Parece que Chávez había criticado también a Rangel a cuenta de la inauguración de una tienda de su esposa, la escultora chilena Ana Ávalos, en el Hotel Tamanaco, uno de los más tradicionales de Caracas, a la que asistieron miembros de la alta sociedad, entre ellos el adinero banquero Víctor Vargas Irausquín, padre de Maria Margarita Vargas y suegro de Luis Alfonso de Borbón, duque de Anjou y biznieto del generalísimo Francisco Franco.
De modo que ha sido despedido por la revolución ese periodista de opinión, hombre de criterio y de firmes convicciones, escritor, abogado, ex guerrilleros comunista, activista contra la dictadura y exiliado, parlamentario de muy larga singladura, y candidato en tres ocasiones a la presidencia, siempre en la izquierda, ese hombre que es José Vicente Rangel que condujo los pasos de Chávez por distintos vericuetos políticos y que mostró los entresijos del poder y cómo funciona el Estado a los agrestes militares que llegaron con el líder bolivariano.
Chávez le dio una palmadita en el hombro y afirmo que fue difícil destituirlo, «por el respeto que yo le tengo, que es como el de un hijo a un padre, y por todo lo que ha ocurrido en estos ocho años».
El promotor de la Revolución Bolivariana sustituyó a Rangel por el ex presidente del Consejo Supremo Electoral, el médico siquiatra Jorge Rodríguez, hijo de un dirigente de Liga Socialista, asesinado en un calabozo en los años setenta. Rodríguez ha estado en la máxima instancia electoral venezolana en los tormentosos tiempos del referéndum de 2004 y las parlamentarias del 2005, a las que la oposición no concurrió.
También anunció que el nuevo ministro del Interior y Justicia va a ser Pedro Carreño, un ex capitán del Ejército que participó en el fallido golpe de Estado que Chávez acaudilló en febrero de 1992, considerado fiel entre los fieles al comandante venezolano. En el ministerio del Interior Chávez sólo ha colocado a militares.
Como Chávez, Carreño tuvo su proceso en una corte marcial sobreseído en 1994 dentro de una política de pacificación militar que llevó a cabo el entonces presidente conservador Rafael Caldera y que acabó dándole alas al «chavismo», hasta barrer en las elecciones legislativas y presidenciales que se celebraron a fines de 1998.
Francisco R. Figueroa
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