Francisco R. Figueroa
✍️27/9/2023
La primera, en la frente. La segunda, el viernes, liquidará su sueño presidencial. Hasta que, vaya usted a saber cuándo, haya otras elecciones en España Después, quién demonios sabe.
Alberto Núñez Feijóo (62) ha hecho lo que podía: presentarse como candidato a presidente español en su condición de jefe de la primera minoría en el Congreso, a sabiendas de antemano de que estaba condenado al fracaso.
Porque lo que realmente ha buscado Núñez Feijóo es cohesionar a su partido, comenzando con la flaca manifestación (0,5 % de la población de Madrid y con acarreados en bus y todo) del domingo pasado; afianzarse, tras sólo año y medio en la cúspide, como líder del derechista Partido Popular (PP) y debilitar cualquier alternativa interna, especialmente la de la ambiciosa y popular Isabel Díaz Ayuso.
También, en previsión de nuevas elecciones a corto plazo, Núñez Feijóo trata de arañar electores a su derecha, en el terreno de los neofalangistas de Vox, sus socios circunstanciales ahora, y también en el segmento social hechizado por personeros socialistas anacrónicos, antediluvianos y derechizados como el expresidente Felipe González y compañía.
Y si eventualmente se producían hoy, en la votación de investidura que acabó perdiendo, deserciones en las filas socialistas y, como fue el caso del burro de la fábula, la flauta sonaba por casualidad, Núñez Feijóo vería colmada su indisimulada ambición presidencial, su sueño más húmedo de refocilarse en la Moncloa.
Más que presentar en el Congreso un programa de gobierno, Núñez Feijóo convirtió sus intervenciones en la sesión parlamentaria en una nueva diatriba buscando desgastar a su principal rival, Pedro Sánchez, el presidente en funciones, y a sus virtuales aliados del secesionismo vasco y catalán. Lo suyo fue en la práctica una noción de censura encubierta que se topó con una mayoría parlamentaria coyuntural, heterogénea y extravagante pero sin fisuras, y que, además, parece capaz de revalidar próximamente al líder socialista como jefe de gobierno para otra legislatura si los diferentes partidos minoritarios sucumben otra vez a sus encantos y ven satisfechas sus pretensiones, algunas ciertamente reñidas con el ordenamiento legal español y una convivencia democrática de casi medio siglo, que están empeñados en hacer añicos.
Juntar mayoría en la cámara baja es la tozuda realidad, lo obligatorio, lo preceptivo para presidir un gobierno en los sistemas democráticos parlamentarios, como es el español, aunque últimamente los conservadores hacen esfuerzos denodados para desvirtuar la esencia constitucional del sistema político nacional. Mientras se proclaman constitucionalistas, dificultan la renovación del sistema judicial, descalifican antidemocráticamente el sistema de mayorías parlamentarias y vierten toda clase de descalificaciones contra Sánchez, que es un gobernante legítimo, sus socios –todos, por cierto, surgidos de la voluntad popular en elecciones libres–, y su estrategia política. Quizás también hacen eso para ocultar su responsabilidad como partido en el gobierno cuando se produjo, en 2017, el intento secesionistas en Cataluña y su flagrante omisión cuando el PP, dirigido por José María Aznar, dispuso de mayoría absoluta en el Congreso, de desarrollar mediante una necesaria ley el artículo dos de la Carta Magna, referente a la unidad de España, para penalizar taxativamente las iniciativas a favor de la desintegración de la patria común de partidos políticos, organismos institucionales y entidades de la sociedad civil como las que acontecen en Cataluña y el País Vasco.
El viernes se repetirá la votación de investidura y seguramente Núñez Feijóo quedará relegado entonces al papel de líder de la oposición, con permiso de Vox, que reclama su lugar en ese espacio. Luego será el turno de Sánchez, como líder del segundo grupo parlamentario en importancia, en buscar la investidura. Si Sánchez no lograra satisfacer al exigente e irritante mundillo secesionista catalán y vasco, en enero próximo España volverá a votar, que es lo que realmente buscan tanto los conservadores de Núñez Feijóo como los neofalangistas que capitanea Santiago Abascal. ✅