Ha sido la segunda muerte de Radio Caracas Televisión (RCTV) a manos de Hugo Chávez, un nuevo atropello a la libertad en el afán del gobernante venezolano de poseer el control absoluto de la información y de silenciar las voces discordantes. Se ha tratado de un nuevo acto de intolerancia y autoritarismo en un año electoral, cuando la popularidad de Chávez parece en caída. Las importantes protestas callejeras habidas en Caracas, Valencia, Mérida y Puerto la Cruz, sobre todo de estudiantes de liceos y universidades, ya han costado dos muertos y un número indeterminado de heridos en choques con la policía y por la acción de desconocidos encapuchados. Nada detiene a Chávez ni nadie parece capaz de decirle el «basta» que pide el principal directivo de Radio Caracas Televisión, Marcel Granier.
RCTV, que con 57 años era la emisora de televisión más antigua de Venezuela y un de las dos más populares, fue silenciada el 27 de mayo de 2007, cuando perdió el derecho de seguir emitiendo en señal abierta por una medida administrativa de transfondo totalmente político ya que se trataba de silenciar a la gran emisora hostil al régimen de Chávez. El gobierno se apoderó de la frecuencia y de los equipos de transmisión para un nuevo canal público que tiene una escasa audiencia. Unos meses después, la empresa RCTV comenzó a emitir su programación por cable para abonados de pago. Este nuevo canal –junto a otros cinco también de pago— ha perecido a media noche del pasado sábado bajo las leyes de un régimen a todas luces arbitrario, pues no inició el correspondiente proceso administrativo sancionador contra ellas ni dio a ninguna el elemental derecho a la defensa. «Hasta ahora el gobierno no ha demostrado ante un tribunal que RCTV haya violado la ley, y no le ha dado a la empresa el derecho a defenderse de una acusación hecha verbalmente'', ha declarado Granier.
La señal de los seis canales de televisión fue suspendida por las operadas a instancias del gobierno de Chávez por no seguir las directrices sobre formación de cadenas nacionales, que la ley prevé y que el mandatario convoca a diestro y siniestro, intempestivamente y durante horas, por los motivos más banales y mayormente propagandísticos, a mayor gloria de sí mismo, hasta el hartazgo de la población. Desde que asumió el poder hace once años Chávez lleva un promedio anual de 195 cadenas de radio y televisión. En 2004, por ejemplo, convocó más cadenas que día tiene el año. Su promedio general es de una cadena cada dos días. Esto tiene un enorme impacto económico en los canales privados y en la población. Chávez usó una de las últimas cadenas para enseñar como ahorrar electricidad mientras se defeca.
Las emisoras por cable estaban exentas de entrar en cadena hasta la promulgación de una reciente normativa, conocida como Ley Resorte, que obliga a entrar en conexión con la señal institucional a todas aquellas televisoras que tengan un 70 por ciento de programación nacional, entre ellas RCTV. Conexiones así en cadena en los países democráticos son la excepción y están reservadas a momentos muy serios de la vida nacional y cuando el interés general lo amerite. ¿Alguien puede imaginar en España el cierre de la televisión vasca ETB por no transmitir –evidentemente, por motivos políticos— los mensajes navideños del rey Juan Carlos?
Parece que el medio venezolano de comunicación que no hinqué la rodilla, que no claudique ante el comandante Hugo Rafael Chávez Frías tiene los días contados. En julio pasado el caudillo venezolano había clausurado 32 emisoras de radio también con argucias administrativas. Luego –como ha sucedido en las ocasiones— el líder y sus voceros se amparan en subterfugios. Chávez sabe del valor de la televisión y que por ella se informa el 80% de venezolanos. De manera que para el gobierno tener un control del aparato mediático televisivo es el control de la información.
El Gobierno de Chávez controla seis emisoras de televisión de alcance nacional y 35 locales; dos grandes emisoras de radio y unas 250 pequeñas; 73 periódicos comunitarios y más de un centenar de páginas web. Pero ninguno cumple la función de servicio público de talante democrático, sino que todos, según distintos estudios, se consideran sesgados con una línea editorial proclive a Chávez y al servicio de su causa. El imperio mediático del chavismo se extiende fuera de Venezuela. Hay fundadas sospechas de compra de medios en Bolivia con dinero venezolano para ponerlos a disposición del gobierno de Evo Morales. Del mismo modo, se crea que salieron de las arcas de la cooperación venezolana con Nicaragua, que maneja discrecionalmente el presidente Daniel Ortega y su esposa, Rosario Murillo, el dinero para la reciente compra de un canal de televisión privado que emitía programas claramente opositores.
En medio de esa situación renunció imprevistament el matrimonio ministerial formado por el vicepresidente de la República y titular de Defensa, Ramón Carrizales, un militar retirado viejo aliado de Chávez, y su esposa, la resposnable de la cartera de Medio Ambiente, Yubirí Ortega, por supuestos motivos personales, pero por aparentes divegencias en el seno del Gobierno, sobre todo con Diosdado Caballeo, ministro responsable directo por el cierre de las emisoras y uno de los hombres fuerte del régimen.
Francisco R. Figueroa
franciscorfigueroa@hotmail.com
Haití: antiamericanismo primario
La decidida actuación de Estados Unidos en el devastado Haití desató una reacción desmedida de desconfianza, como si la tropa yanqui, dirigida por un pérfido Barack Obama, fuera a aprovechar esa inconmensurable tragedia para apoderarse de tan paupérrimo país. Francia, Brasil, Venezuela, Nicaragua, Bolivia y gente de la izquierda caviar europea pusieron el grito en el cielo. Algunos tuvieron prontamente que recoger velas.
En Internet cobra fuerza que Estados Unidos provocó el terremoto del 12 de enero. Según medios estatales venezolanos bajo control de Hugo Chávez, que citaron información militar rusa, el sismo en Haití y otros, como los ocurridos en Honduras, Venezuela y China, son producto de una terrorífica tecnología que prueban los militares estadounidenses, conocida por sus siglas HAARP [High Frequency Advanced Auroral Research Project], capaz de hacer temblar la tierra y crear violentas anomalías climatológicas. Siempre según esos medios del aparato de propaganda chavista, Estados Unidos tiene en mente acabar a golpe de terremoto con la dictadura iraní de Mahmud Alamadineyad. En esa lógica, el fuerte temblor, de 6,1 grados, que ocurrió en Haití el jueves 20 puede ser un intento de los militares estadounidenses de matar a sus propios camaradas. Ya hay en Haití 12.500 efectivos y se esperan otros 4.000.
La presencia maciza de Estados Unidos fue solicitada por el presidente haitiano, René Préval, en medio de la tragedia apocalíptica que sufre su desvalido país. Pero se ha llegado a decir que el débil gobernante antillano fue obligado a delegar el control de su país en el Pentágono. Estados Unidos hizo oídos sordos a las críticas. Transportó soldados, hizo el desembarco, estableció bases y ha comenzado a poner orden en el caos para dar viabilidad a tan gigantesca operación humanitaria. ¿Cuánto tiempo se quedará? Esta es otra cuestión. Para quien quiera una respuesta piense que un contingente de cascos azules de la ONU, del tamaño de las fuerzas desplegadas hasta ahora por Estados Unidos, en seis años y sin terremotos consiguió avanzar muy poco en un país historicamente descoyuntado y dejado de la mano de Dios.
El presidente galo, Nicolas Sarkozy, tuvo que enmendarse la plana a sí mismo y a su Secretario de Estado de Cooperación, Alain Joyandet, por sus críticas destempladas a la gestión estadounidense del aeropuerto de la capital haitiana. Parece que los franceses han digerido mal el papel preponderante de Estados Unidos en auxilio de aquella antigua colonia gala donde las tropas de Napoleón sufrieron una temprana derrota a manos de esclavos negros, que llevó a la primera emancipación de un país en la actual América Latina.
España, cabeza de la UE durante este primer semestre, tuvo que dar jabón a Estados Unidos para evitar malos entendidos. «Consideramos que la intervención de EE UU es crucial y muy positiva», dijo el ministro español de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos. «Ver helicópteros, marines que llevan alimentos, ponen orden y salvan vidas a mí personalmente me paree un hecho a aplaudir», dijo ante el Parlamento Europeo el presiente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero. La Unión Europea ha demostrado que su maquinaria funciona lenta y pesadamente. Ha quedado superada de largo por iniciativas solidarias de país miembros. Lady Ashton, la alta representante de la UE, dejó pasmado a la concurrencia en su primera rueda de prensa tras el terremoto. «Cuantos más cargos y nombramientos tenemos, menos existimos como UE», se lamentó la eurodiputada liberal francesa Marielle De Sarnez.
Brasil, aspirante a potencia mundial y con cierto prestigio como líder de la Misión de Estabilización de la ONU para Haití (Minustah) –con 9.000 cascos azules que serán reforzados con otros 3.500— también ha sido desplazado muy a su pesar. A la hora de la verdad Brasil ha dejado patente su falta de liderazgo. La ONU no puede escudar su ineficiencia en la conmoción por el drama de su gente en Haití, con su sede hundida, cerca de 50 muertos y 500 desaparecidos.
Estados Unidos, como señalan muchos medios de comunicación, es la única potencia global capaz de ponerse en marcha. Aparte de Estados Unidos no hay ningún otro país dispuesto a correr el riesgo de implicar a sus militares, señaló específicamente el diario madrileño ABC. En la Folha de São Paulo se podía leer una descalificación a Brasil como «rottweiler sin dientes» y a su ministro de Defensa, Nelson Jobim, por practicar contra Estados Unidos una retórica que es «pura masturbación diplomática».
Antiamericanismo primario como el de Hugo Chávez secundado por sus resonantes Daniel Ortega, de Nicaragua, y Evo Morales, de Bolivia, que acusaron al «terrible imperio» de aprovechar tan colosal desgracia natural para «invadir y ocupar militarmente» Haití.
Como la ONU ha fracasado en Haití, ¿qué país está en condiciones de repartir ayuda, recuperar infraestructuras y abrir rutas esenciales para el abastecimiento, restablecer comunicaciones y garantizar la seguridad? ¿Qué otra nación puede contribuir evitar la amenaza para la paz y la seguridad internacionales en la región que, según en propio Préval, constituye Haiti? Ni siquiera la Minustah de la ONU puede, según ha reconocido el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva. ¿Quizás Venezuela, Nicaragua y Bolivia, que son demostradamente incapaces de dar respuestas a sus múltiples problemas internos humanos, de seguridad y de infraestructuras? ¿Irá Chávez con sus abultada petrochequera a habilitar el puerto marítimo de Puerto Príncipe, destruido en un 80%, para desembarcar el combustible que ha prometido?
Estados Unidos se le reprochó entorpecer la entrega de alimentos y medicinas. No es correcto. La ayuda se acumulaba por toneladas porque nadie había sabido establecer un sistema de distribución. Demasiado voluntarismo, centenas de «oenegés», muchos pugnando por salir en las noticias… Desorden en medio del caos. Tan importante es que haya ayuda como que llegue a las víctimas. A los haitianos sedientos, hambrientos, en pánico y a punto de matarse entre ellos tanto les da si los alimentos, el agua, las medicinas, las tiendas de campaña, la ropa y todo lo mucho que necesitan son de procedencia yanqui, europea o china. En Haití las tropas y los equipos son tan necesarios como los alimentos. Hay que asegurar el orden, evitar los saqueos y que la desesperación lleve a la gente a matarse; hay que limpiar calles y carreteras, remover millones de toneladas de escombros, sacar cadáveres, instalar hospitales, potabilizar agua, recuperar infraestructuras, restablecer comunicaciones, evitar una explosión humana, una desbanda hacia el mar en busca de la tierra prometida en Estados Unidos o por tierra hacia República Dominicana. El mundo tiene que ver cómo da a los haitianos motivos de vida.
Francisco R. Figueroa
franciscorfigueroa@hotmail.com
En Internet cobra fuerza que Estados Unidos provocó el terremoto del 12 de enero. Según medios estatales venezolanos bajo control de Hugo Chávez, que citaron información militar rusa, el sismo en Haití y otros, como los ocurridos en Honduras, Venezuela y China, son producto de una terrorífica tecnología que prueban los militares estadounidenses, conocida por sus siglas HAARP [High Frequency Advanced Auroral Research Project], capaz de hacer temblar la tierra y crear violentas anomalías climatológicas. Siempre según esos medios del aparato de propaganda chavista, Estados Unidos tiene en mente acabar a golpe de terremoto con la dictadura iraní de Mahmud Alamadineyad. En esa lógica, el fuerte temblor, de 6,1 grados, que ocurrió en Haití el jueves 20 puede ser un intento de los militares estadounidenses de matar a sus propios camaradas. Ya hay en Haití 12.500 efectivos y se esperan otros 4.000.
La presencia maciza de Estados Unidos fue solicitada por el presidente haitiano, René Préval, en medio de la tragedia apocalíptica que sufre su desvalido país. Pero se ha llegado a decir que el débil gobernante antillano fue obligado a delegar el control de su país en el Pentágono. Estados Unidos hizo oídos sordos a las críticas. Transportó soldados, hizo el desembarco, estableció bases y ha comenzado a poner orden en el caos para dar viabilidad a tan gigantesca operación humanitaria. ¿Cuánto tiempo se quedará? Esta es otra cuestión. Para quien quiera una respuesta piense que un contingente de cascos azules de la ONU, del tamaño de las fuerzas desplegadas hasta ahora por Estados Unidos, en seis años y sin terremotos consiguió avanzar muy poco en un país historicamente descoyuntado y dejado de la mano de Dios.
El presidente galo, Nicolas Sarkozy, tuvo que enmendarse la plana a sí mismo y a su Secretario de Estado de Cooperación, Alain Joyandet, por sus críticas destempladas a la gestión estadounidense del aeropuerto de la capital haitiana. Parece que los franceses han digerido mal el papel preponderante de Estados Unidos en auxilio de aquella antigua colonia gala donde las tropas de Napoleón sufrieron una temprana derrota a manos de esclavos negros, que llevó a la primera emancipación de un país en la actual América Latina.
España, cabeza de la UE durante este primer semestre, tuvo que dar jabón a Estados Unidos para evitar malos entendidos. «Consideramos que la intervención de EE UU es crucial y muy positiva», dijo el ministro español de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos. «Ver helicópteros, marines que llevan alimentos, ponen orden y salvan vidas a mí personalmente me paree un hecho a aplaudir», dijo ante el Parlamento Europeo el presiente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero. La Unión Europea ha demostrado que su maquinaria funciona lenta y pesadamente. Ha quedado superada de largo por iniciativas solidarias de país miembros. Lady Ashton, la alta representante de la UE, dejó pasmado a la concurrencia en su primera rueda de prensa tras el terremoto. «Cuantos más cargos y nombramientos tenemos, menos existimos como UE», se lamentó la eurodiputada liberal francesa Marielle De Sarnez.
Brasil, aspirante a potencia mundial y con cierto prestigio como líder de la Misión de Estabilización de la ONU para Haití (Minustah) –con 9.000 cascos azules que serán reforzados con otros 3.500— también ha sido desplazado muy a su pesar. A la hora de la verdad Brasil ha dejado patente su falta de liderazgo. La ONU no puede escudar su ineficiencia en la conmoción por el drama de su gente en Haití, con su sede hundida, cerca de 50 muertos y 500 desaparecidos.
Estados Unidos, como señalan muchos medios de comunicación, es la única potencia global capaz de ponerse en marcha. Aparte de Estados Unidos no hay ningún otro país dispuesto a correr el riesgo de implicar a sus militares, señaló específicamente el diario madrileño ABC. En la Folha de São Paulo se podía leer una descalificación a Brasil como «rottweiler sin dientes» y a su ministro de Defensa, Nelson Jobim, por practicar contra Estados Unidos una retórica que es «pura masturbación diplomática».
Antiamericanismo primario como el de Hugo Chávez secundado por sus resonantes Daniel Ortega, de Nicaragua, y Evo Morales, de Bolivia, que acusaron al «terrible imperio» de aprovechar tan colosal desgracia natural para «invadir y ocupar militarmente» Haití.
Como la ONU ha fracasado en Haití, ¿qué país está en condiciones de repartir ayuda, recuperar infraestructuras y abrir rutas esenciales para el abastecimiento, restablecer comunicaciones y garantizar la seguridad? ¿Qué otra nación puede contribuir evitar la amenaza para la paz y la seguridad internacionales en la región que, según en propio Préval, constituye Haiti? Ni siquiera la Minustah de la ONU puede, según ha reconocido el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva. ¿Quizás Venezuela, Nicaragua y Bolivia, que son demostradamente incapaces de dar respuestas a sus múltiples problemas internos humanos, de seguridad y de infraestructuras? ¿Irá Chávez con sus abultada petrochequera a habilitar el puerto marítimo de Puerto Príncipe, destruido en un 80%, para desembarcar el combustible que ha prometido?
Estados Unidos se le reprochó entorpecer la entrega de alimentos y medicinas. No es correcto. La ayuda se acumulaba por toneladas porque nadie había sabido establecer un sistema de distribución. Demasiado voluntarismo, centenas de «oenegés», muchos pugnando por salir en las noticias… Desorden en medio del caos. Tan importante es que haya ayuda como que llegue a las víctimas. A los haitianos sedientos, hambrientos, en pánico y a punto de matarse entre ellos tanto les da si los alimentos, el agua, las medicinas, las tiendas de campaña, la ropa y todo lo mucho que necesitan son de procedencia yanqui, europea o china. En Haití las tropas y los equipos son tan necesarios como los alimentos. Hay que asegurar el orden, evitar los saqueos y que la desesperación lleve a la gente a matarse; hay que limpiar calles y carreteras, remover millones de toneladas de escombros, sacar cadáveres, instalar hospitales, potabilizar agua, recuperar infraestructuras, restablecer comunicaciones, evitar una explosión humana, una desbanda hacia el mar en busca de la tierra prometida en Estados Unidos o por tierra hacia República Dominicana. El mundo tiene que ver cómo da a los haitianos motivos de vida.
Francisco R. Figueroa
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Chile: la hora del recambio
La derecha chilena obtuvo su primera victoria en las urnas en más de medio siglo de la mano del multimillonario Sebastián Piñera, que este domingo ganó como era previsible la presidencia en segunda vuelta con el 52 % de los votos y cuatro puntos de diferencia sobre su rival, el democristiano Eduardo Frei.
Se cierra así el ciclo de la Concertación, la coalición de centro-izquierda que ha estado en el poder desde el fin de la dictadura militar en marzo de 1990. Se trata, pues, de la primera alternancia en el poder desde que los chilenos se sacudieron el yugo del general Augusto Pinochet, que ha mostrado a Chile como una democracia sólida, la que más probablemente en América Latina junto a Brasil, muy lejos de la «diarquía» argentina, el indigenismo boliviano o el caudillismo marxista de Hugo Chávez.
Luego de dos presidentes democristianos y otros dos socialistas, uno de ellos la primera mujer jefe de Estado en la historia de Chile, la Concertación del arco iris deja el poder con los deberes hechos y «la frente muy alta», según ha afirmado el ex mandatario Ricardo Lagos. Pero surge una pregunta: ¿sobrevivirá esa coalición originalmente con dieciséis partidos disímiles que hicieron virtud de la necesidad común de echar al dictador, pero que se ha deteriorado tras dos décadas como fuerza chilena hegemónica en el ejercicio del poder?
La insistencia en la candidatura del ex presidente democristiano Eduardo Frei, la derrota de éste y el desgaste interno sugieren que la fórmula política puede estar agotada y que cuanto menos hace falta una renovación.
Los dirigentes de la Concertación, comenzando por el propio Lagos, no deben lamentarse por la derrota pues de ellos es la culpa al haberse obstinado con una «candidatura ladrillo» y conservador dentro de la Concertación como la de Frei. Se impuso una decisión del cogollo en lugar de definir la candidatura mediante elecciones primarias, como se veía reclamaba desde abajo.
Los otros dos candidatos presidenciales chilenos de la primera vuelta –Marco Enríquez-Ominami (ex socialista) y Jorge Arrate (comunista)— son desgajes de la Concertación. Especialmente dañina fue la disidencia del treintañero Enríquez-Ominami, cuya candidatura restó mucha fuerza a la Concertación pues como independiente logró un 20%. Arrate obtuvo otro 6% en la primera vuelta celebrada el pasado 13 de diciembre.
La derrota estaba pues cantada y no ha sido más severa por todo lo hecho por la presidenta saliente, Michelle Bachelet, y su gobierno, así como por la circunstancia de que Enríquez-Ominami finalmente se avino a pedir el voto para Frei en esta segunda vuelta. El «empate técnico» que proclamaban algunas encuestadoras nunca existió. Tampoco Bachelet pudo endosar al candidato oficialista su enorme apoyo popular, que alcanza un 80%, lo que representa una clara advertencia para el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva que con un caudal de apoyo popular tan gigantesco trata de sacar adelante la candidatura a las elecciones de octubre próximo de su actual brazo derecho, la ministra Dilma Rousseff, producto de un escogimiento a dedo, igual que el de Frei en Chile.
Piñera, de 60 años, aporta, entre otras cosas, su experiencia como empresarios exitoso. No tiene un pasado pinochetista, aunque sí bastantes de sus acólitos políticos. Apuesta por el cambio, llama a la conciliación y los acuerdos, no quiere hacer tabla rasa, proclama la fortaleza y madurez de la democracia chilena a cuyo nacimiento él contribuyó como pudo, habla de honestidad y de trabajar con «sentido de urgencia, de meritocracia más que de asistencialismo, de un «estado fuerte y eficiente» y apuesta por el crecimiento económico y el empleo. En los asuntos sociales se muestra conservador, en una sociedad como la chilena bastante rancia. Defiende «firmes y sólidos valores» sobre la «vida y la familia» que en sociedades avanzadas le harían aparecer como muy «carca».
Francisco R. Figueroa
franciscrfigueroa@hotmail.com
Se cierra así el ciclo de la Concertación, la coalición de centro-izquierda que ha estado en el poder desde el fin de la dictadura militar en marzo de 1990. Se trata, pues, de la primera alternancia en el poder desde que los chilenos se sacudieron el yugo del general Augusto Pinochet, que ha mostrado a Chile como una democracia sólida, la que más probablemente en América Latina junto a Brasil, muy lejos de la «diarquía» argentina, el indigenismo boliviano o el caudillismo marxista de Hugo Chávez.
Luego de dos presidentes democristianos y otros dos socialistas, uno de ellos la primera mujer jefe de Estado en la historia de Chile, la Concertación del arco iris deja el poder con los deberes hechos y «la frente muy alta», según ha afirmado el ex mandatario Ricardo Lagos. Pero surge una pregunta: ¿sobrevivirá esa coalición originalmente con dieciséis partidos disímiles que hicieron virtud de la necesidad común de echar al dictador, pero que se ha deteriorado tras dos décadas como fuerza chilena hegemónica en el ejercicio del poder?
La insistencia en la candidatura del ex presidente democristiano Eduardo Frei, la derrota de éste y el desgaste interno sugieren que la fórmula política puede estar agotada y que cuanto menos hace falta una renovación.
Los dirigentes de la Concertación, comenzando por el propio Lagos, no deben lamentarse por la derrota pues de ellos es la culpa al haberse obstinado con una «candidatura ladrillo» y conservador dentro de la Concertación como la de Frei. Se impuso una decisión del cogollo en lugar de definir la candidatura mediante elecciones primarias, como se veía reclamaba desde abajo.
Los otros dos candidatos presidenciales chilenos de la primera vuelta –Marco Enríquez-Ominami (ex socialista) y Jorge Arrate (comunista)— son desgajes de la Concertación. Especialmente dañina fue la disidencia del treintañero Enríquez-Ominami, cuya candidatura restó mucha fuerza a la Concertación pues como independiente logró un 20%. Arrate obtuvo otro 6% en la primera vuelta celebrada el pasado 13 de diciembre.
La derrota estaba pues cantada y no ha sido más severa por todo lo hecho por la presidenta saliente, Michelle Bachelet, y su gobierno, así como por la circunstancia de que Enríquez-Ominami finalmente se avino a pedir el voto para Frei en esta segunda vuelta. El «empate técnico» que proclamaban algunas encuestadoras nunca existió. Tampoco Bachelet pudo endosar al candidato oficialista su enorme apoyo popular, que alcanza un 80%, lo que representa una clara advertencia para el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva que con un caudal de apoyo popular tan gigantesco trata de sacar adelante la candidatura a las elecciones de octubre próximo de su actual brazo derecho, la ministra Dilma Rousseff, producto de un escogimiento a dedo, igual que el de Frei en Chile.
Piñera, de 60 años, aporta, entre otras cosas, su experiencia como empresarios exitoso. No tiene un pasado pinochetista, aunque sí bastantes de sus acólitos políticos. Apuesta por el cambio, llama a la conciliación y los acuerdos, no quiere hacer tabla rasa, proclama la fortaleza y madurez de la democracia chilena a cuyo nacimiento él contribuyó como pudo, habla de honestidad y de trabajar con «sentido de urgencia, de meritocracia más que de asistencialismo, de un «estado fuerte y eficiente» y apuesta por el crecimiento económico y el empleo. En los asuntos sociales se muestra conservador, en una sociedad como la chilena bastante rancia. Defiende «firmes y sólidos valores» sobre la «vida y la familia» que en sociedades avanzadas le harían aparecer como muy «carca».
Francisco R. Figueroa
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Honduras rumbo al punto final
¿Recuerdan Honduras? Si, ese, el mismo, aquel paisito centroamericano bananero y cafetalero que ahora tiene una presidencia trinitaria, pero del que casi nadie ya habla. Resulta que aquella crisis en la que tanto enredaron Hugo Chávez, Lula da Silva, Cristina Kirchner y hasta Rodríguez Zapatero continúa abierta. El presidente electo Porfirio «Pepe» Lobo, el hombre que se parece a su apellido, está a punto de asumir la jefatura del Estado sin que hayan variado sustancialmente las situaciones del depuesto Manuel «Mel» Zelaya y del usurpador Roberto Micheletti, a quien algunos esperan aún que el Espíritu Santo ilumine su mente y renuncie.
Zelaya, aquel terrateniente catracho bigotudo de sombrero tejano que quería emular a Chávez, resiste con más pena que gloria en su asilo, la embajada de Brasil. Se ha resignado a no tener devuelto el sillón presidencial. Por cierto, mientras Brasil, Venezuela, Argentina y España callan Estados Unidos se mueve y procura allanar el camino para que con el nuevo gobierno llegue la reconciliación nacional y Lobo sea considerado por el mundo un presidente legítimo. Estados Unidos trabaja por tanto para que la transición al Gobierno salido de las elecciones de noviembre –cuyos resultados Washington reconoció junto a Bogotá, Panamá y Lima— haga posible el fin de la crisis, el restablecimiento del orden democrático y, en fin, que Honduras haga las paces consigo misma y con el mundo.
Micheletti, el mandatario interino o «de facto», aquel a quién Chávez agraviaba llamándole «Goriletti», resiste obstinado en sus trece a abandonar el cargo, salvo una espantada de última hora pues le habían dado de plazo para que se fuera hasta mañana día 15. El Congreso saliente, en su última sesión, lo ha acorazado nombrándole diputado vitalicio. Se convierte en intocable, salvo que, como él tema, reciba dos tiros de un sicario de Chávez. «Hemos confirmado que un ciudadano de Venezuela hizo unas ofertas (…) de que había un millón de dólares para asesinarme», ha dicho. Insiste en que el derrocamiento de Zelaya fue «correcto, legal y legítimo». Rumbo a los altares de la patria –o eso él cree-, Micheletti se queja de España, la llama «madrastra» y afirma que el presidente José Luis Rodríguez Zapatero no ha tenido «un ápice de sentimientos» hacia Honduras y ha buscado fastidiar incluso usando a Estados Unidos.
Lobo, también un terrateniente y paisano de Zelaya, producto de unas elecciones limpias que casi nadie reconoce, será investido jefe del Estado el 27 de enero. Se le critica que no haya logrado la renuncia del tozudo Micheletti y se alega la debilidad con la que parte. Su casi único abogado, el gobernante panameño que tiene nombre de calzado, Ricardo Martinelli, es la voz en el desierto que predica la reincorporación de Honduras a la Organización de Estados Americanos (OEA). Su otro gran valedor, el colombiano Álvaro Uribe, anda atareado decidiendo si vuelve a sucederse a sí mismo.
La decisión sobre una amnistía, que debía haber servido para la reconciliación y la normalización de las muy deterioradas relaciones internacionales de Honduras, ha sido diferida por el parlamento saliente al entrante. Tendría poco crédito si tal medida de gracia viniera de un poder legislativo que participó en la asonada del 28 de junio. Hasta que eso ocurra, si Zelaya pone un pie fuera de la embajada de Brasil sería hecho preso ya que sigue vigente la orden de captura por distintos delitos contra la patria. Mientras, los seis integrantes de la cúpula militar que echó que Zelaya, con el general Romeo Vázquez a la cabeza, tienen prohibida desde ayer la salida del país. Están acusados de abuso de autoridad y la expatriación de Zelaya, pero no quieren declarar ante el juez. Están llamados a ser, más que chivos, chivitos expiatorios. «Somos soldados, no asesinos», proclama Romeo Vázquez, sin revelar nunca de quien partió la orden de sacar del país a Zelaya a punta de pistola.
El paisito que Hugo Chávez amenazó con invadir para mantenerlo en su órbita, igual que cuando el taciturno Stalin mandaba los tanques contra las veleidades democráticas en los satélites soviéticos, aunque finalmente al líder venezolano también en esa ocasión se le fue la fuerza por la boca, se acaba de dar de baja oficialmente como miembro de la Alternativa Bolivariana para las Américas (Alba), el sistema de integración chavista de un grupo de países –Venezuela, Cuba, Bolivia y Nicaragua, entre ellos- unidos más que nada por el odio a Estados Unidos. Fue una decisión del 96% del Congreso y hubo solo tímidas protestas callejeras prueba de que Chávez es más denostado que querido en Honduras.
Francisco R. Figueroa
franciscorfigueroa@hotmail.com
Zelaya, aquel terrateniente catracho bigotudo de sombrero tejano que quería emular a Chávez, resiste con más pena que gloria en su asilo, la embajada de Brasil. Se ha resignado a no tener devuelto el sillón presidencial. Por cierto, mientras Brasil, Venezuela, Argentina y España callan Estados Unidos se mueve y procura allanar el camino para que con el nuevo gobierno llegue la reconciliación nacional y Lobo sea considerado por el mundo un presidente legítimo. Estados Unidos trabaja por tanto para que la transición al Gobierno salido de las elecciones de noviembre –cuyos resultados Washington reconoció junto a Bogotá, Panamá y Lima— haga posible el fin de la crisis, el restablecimiento del orden democrático y, en fin, que Honduras haga las paces consigo misma y con el mundo.
Micheletti, el mandatario interino o «de facto», aquel a quién Chávez agraviaba llamándole «Goriletti», resiste obstinado en sus trece a abandonar el cargo, salvo una espantada de última hora pues le habían dado de plazo para que se fuera hasta mañana día 15. El Congreso saliente, en su última sesión, lo ha acorazado nombrándole diputado vitalicio. Se convierte en intocable, salvo que, como él tema, reciba dos tiros de un sicario de Chávez. «Hemos confirmado que un ciudadano de Venezuela hizo unas ofertas (…) de que había un millón de dólares para asesinarme», ha dicho. Insiste en que el derrocamiento de Zelaya fue «correcto, legal y legítimo». Rumbo a los altares de la patria –o eso él cree-, Micheletti se queja de España, la llama «madrastra» y afirma que el presidente José Luis Rodríguez Zapatero no ha tenido «un ápice de sentimientos» hacia Honduras y ha buscado fastidiar incluso usando a Estados Unidos.
Lobo, también un terrateniente y paisano de Zelaya, producto de unas elecciones limpias que casi nadie reconoce, será investido jefe del Estado el 27 de enero. Se le critica que no haya logrado la renuncia del tozudo Micheletti y se alega la debilidad con la que parte. Su casi único abogado, el gobernante panameño que tiene nombre de calzado, Ricardo Martinelli, es la voz en el desierto que predica la reincorporación de Honduras a la Organización de Estados Americanos (OEA). Su otro gran valedor, el colombiano Álvaro Uribe, anda atareado decidiendo si vuelve a sucederse a sí mismo.
La decisión sobre una amnistía, que debía haber servido para la reconciliación y la normalización de las muy deterioradas relaciones internacionales de Honduras, ha sido diferida por el parlamento saliente al entrante. Tendría poco crédito si tal medida de gracia viniera de un poder legislativo que participó en la asonada del 28 de junio. Hasta que eso ocurra, si Zelaya pone un pie fuera de la embajada de Brasil sería hecho preso ya que sigue vigente la orden de captura por distintos delitos contra la patria. Mientras, los seis integrantes de la cúpula militar que echó que Zelaya, con el general Romeo Vázquez a la cabeza, tienen prohibida desde ayer la salida del país. Están acusados de abuso de autoridad y la expatriación de Zelaya, pero no quieren declarar ante el juez. Están llamados a ser, más que chivos, chivitos expiatorios. «Somos soldados, no asesinos», proclama Romeo Vázquez, sin revelar nunca de quien partió la orden de sacar del país a Zelaya a punta de pistola.
El paisito que Hugo Chávez amenazó con invadir para mantenerlo en su órbita, igual que cuando el taciturno Stalin mandaba los tanques contra las veleidades democráticas en los satélites soviéticos, aunque finalmente al líder venezolano también en esa ocasión se le fue la fuerza por la boca, se acaba de dar de baja oficialmente como miembro de la Alternativa Bolivariana para las Américas (Alba), el sistema de integración chavista de un grupo de países –Venezuela, Cuba, Bolivia y Nicaragua, entre ellos- unidos más que nada por el odio a Estados Unidos. Fue una decisión del 96% del Congreso y hubo solo tímidas protestas callejeras prueba de que Chávez es más denostado que querido en Honduras.
Francisco R. Figueroa
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Zelaya
Chávez devaluado
La gran devaluación del bolívar fuerte, la moneda que Hugo Chávez implantó hace escasamente dos años como símbolo de su revolución boyante, ha mostrado que la cacareada estabilidad y fortaleza financiera y cambiaria, esa economía «blindada para la crisis» que pregonaba el propio mandatario venezolano, eran una entelequia, una ilusión más de un prestidigitador que, en medio del estupor de sus partidarios, recurre ahora a una receta del tan denostado neoliberalismo para aferrarse al poder, a lo que la tan denostada oposición «escuálida» decía.
Después de haber dilapidado algunas centenas de miles de millones de dólares [se calcula que cerca del billón] en su francachela revolucionaria, en su megalómano proyecto ideológico continental, en subvencionar la dictadura cubana y otras naciones consideradas serviles, en plata dulce repartida en prebendas y asistencialismo o robada a mansalva, producto de que un barril de petróleo que valía 11 dólares cuando él llego al poder en 1999, rozó los 140 dólares a mediados de 2008 y ahora ronda los 80 dólares, Chávez ha devaluado para duplicar su capacidad de gasto interno en un año electoral clave para su proyecto continuista, cuando el panorama no le es nada alentador ante las parlamentarias de noviembre y cuando sufre una brusca caída de su popularidad, que debe aumentar a partir de ahora.
La gente está indignada porque Chávez hizo, el viernes pasado, un anuncio de tanto calado como si de algo normal se tratara. No hay medidas ni fiscales ni monetarias ni de ninguna otra clase complementarias cuando en el país se enfrenta a un cóctel letal: alta inflación (25% en 2009 según el gobierno o 38% de acuerdo a otras fuentes) y recesión (de casi un 3%). Es poco probable que la devaluación sirva, como asegura Chávez, para reactivar una economía semiestatalizada por un gobierno que trata a los empresarios a puntapiés. La primera consecuencia de la devaluación fue el estupor general y la segunda la confusión incluso entre las propias huestes chavistas, desde donde se ha reprochado al mandatario no oír a quienes saben, sino a quienes le adulan, que la revolución parece hecha de papel y lápiz y que hay grave riesgo de que la misma quede prontamente destruida.
Al devaluar Chávez ha echado las consecuencias de su pésima gestión sobre las espaldas de los venezolanos. El país depende del exterior para un 90% de lo que consumo (salvo derivados del crudo), por lo que la previsión es que la tasa de inflación, que ya es la más alta en América Latina, se duplique a cerca del 60% este año con el consiguiente aumento del malestar de la población. Chávez propugna la insensata idea de sacar el Ejército a la calle a controlar los precios, es decir militarizar el combate a la inflación. Algunas cadenas de tiendas, curiosamente una de capital colombiano, han sido cerradas temporalmente por remarcar. Chávez amenaza con expropiar los comercios y entregárselos a sus trabajadores, y al mismo tiempo arremete contra el mensajero: los medios de comunicación.
Aprovechando la sorpresa del anuncio y la reacción tardía de los comerciantes, las tiendas quedaron desbordadas durante el pasado fin de semana por compradores temerosos dispuestos a convertir su efectivo antes de que al abrir los bancos el lunes se le pulverizara la mitad de sus ahorros. Caaargaron con todo. Al mismo tiempo, al haber impuesto un sistema dual de cambios —2,6 y 4,3 bolívar por dólar—, antes también negado, sumado a la existencia de un mercado paralelo donde el billete verde pasaba de los seis bolívares, que era el triple del valor oficial antes de la devaluación, y al estricto control de cambios imperante desde 2003, la corrupción esta servida. No hay perspectiva de una subida de sueldos, aunque Chávez siempre pude sacar otro conejo de la chistera. ¿Y cuánto lo haría?
En las trincheras chavistas cunde el desconcierto porque no se entiende lo hecho por un gobernante revolucionario, que alguien que se dice socialista haya tomado una decisión tan calamitosa contra el pueblo. Se piden cabezas y cárcel. Claman a Chávez que no juegue con el pueblo y deje de proteger a los corruptos. Se le critica hasta la falta de tacto de haber hecho el anuncio en viernes. En todo el país se recuerda el «viernes negro» de febrero de 1983 cuando una fuerte devaluación del sólido y orgulloso viejo bolívar rompió la confianza de la nación con su gobierno y marcó el principio del fin del régimen democrático iniciado a fines de los años cincuentas tras la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. También se recuerda que una subida de precios, sobre todo el del transporte, en febrero de 1989 desencadenó un motín popular conocido como «el caracazo» que fue ahogada en sangre, en la que Hugo Chávez cimienta su revolución, motivo de las asonadas militares de 1992 y espoleta de la bomba social que llevó al poder al teniente coronel golpista.
El riesgo que tiene Chávez de perder las elecciones parece alto. Por ejemplo, según el sociólogo aleman Heinz Dieterich, considerado uno de los ideólogos del chavismo, si Chávez pierde las elecciones de noviembre la revolución bolivariana acabará. La posibilidade de una derrota es muy real porque -agrega Dieterich- «el presidente no quiere entender que su modelo de gobierno no serve ya para parar los avances del proyecto imperialista-oligárquico».
Políticas como las que acaba de adoptar Chávez ya fracason en otras partes, incluso en Venezuela en varios ocasiones. Sin ir más lejos, en los años ochentas del siglo pasado en Brasil esas políticas provocaron una crisis grave durante el gobierno del presidente José Sarney y en Perú, en la primera gestión de Alan García, hubo a un auténtico desastre nacional.
Francisco R. Figueroa
franciscorfigueroa@hotmail.com
Después de haber dilapidado algunas centenas de miles de millones de dólares [se calcula que cerca del billón] en su francachela revolucionaria, en su megalómano proyecto ideológico continental, en subvencionar la dictadura cubana y otras naciones consideradas serviles, en plata dulce repartida en prebendas y asistencialismo o robada a mansalva, producto de que un barril de petróleo que valía 11 dólares cuando él llego al poder en 1999, rozó los 140 dólares a mediados de 2008 y ahora ronda los 80 dólares, Chávez ha devaluado para duplicar su capacidad de gasto interno en un año electoral clave para su proyecto continuista, cuando el panorama no le es nada alentador ante las parlamentarias de noviembre y cuando sufre una brusca caída de su popularidad, que debe aumentar a partir de ahora.
La gente está indignada porque Chávez hizo, el viernes pasado, un anuncio de tanto calado como si de algo normal se tratara. No hay medidas ni fiscales ni monetarias ni de ninguna otra clase complementarias cuando en el país se enfrenta a un cóctel letal: alta inflación (25% en 2009 según el gobierno o 38% de acuerdo a otras fuentes) y recesión (de casi un 3%). Es poco probable que la devaluación sirva, como asegura Chávez, para reactivar una economía semiestatalizada por un gobierno que trata a los empresarios a puntapiés. La primera consecuencia de la devaluación fue el estupor general y la segunda la confusión incluso entre las propias huestes chavistas, desde donde se ha reprochado al mandatario no oír a quienes saben, sino a quienes le adulan, que la revolución parece hecha de papel y lápiz y que hay grave riesgo de que la misma quede prontamente destruida.
Al devaluar Chávez ha echado las consecuencias de su pésima gestión sobre las espaldas de los venezolanos. El país depende del exterior para un 90% de lo que consumo (salvo derivados del crudo), por lo que la previsión es que la tasa de inflación, que ya es la más alta en América Latina, se duplique a cerca del 60% este año con el consiguiente aumento del malestar de la población. Chávez propugna la insensata idea de sacar el Ejército a la calle a controlar los precios, es decir militarizar el combate a la inflación. Algunas cadenas de tiendas, curiosamente una de capital colombiano, han sido cerradas temporalmente por remarcar. Chávez amenaza con expropiar los comercios y entregárselos a sus trabajadores, y al mismo tiempo arremete contra el mensajero: los medios de comunicación.
Aprovechando la sorpresa del anuncio y la reacción tardía de los comerciantes, las tiendas quedaron desbordadas durante el pasado fin de semana por compradores temerosos dispuestos a convertir su efectivo antes de que al abrir los bancos el lunes se le pulverizara la mitad de sus ahorros. Caaargaron con todo. Al mismo tiempo, al haber impuesto un sistema dual de cambios —2,6 y 4,3 bolívar por dólar—, antes también negado, sumado a la existencia de un mercado paralelo donde el billete verde pasaba de los seis bolívares, que era el triple del valor oficial antes de la devaluación, y al estricto control de cambios imperante desde 2003, la corrupción esta servida. No hay perspectiva de una subida de sueldos, aunque Chávez siempre pude sacar otro conejo de la chistera. ¿Y cuánto lo haría?
En las trincheras chavistas cunde el desconcierto porque no se entiende lo hecho por un gobernante revolucionario, que alguien que se dice socialista haya tomado una decisión tan calamitosa contra el pueblo. Se piden cabezas y cárcel. Claman a Chávez que no juegue con el pueblo y deje de proteger a los corruptos. Se le critica hasta la falta de tacto de haber hecho el anuncio en viernes. En todo el país se recuerda el «viernes negro» de febrero de 1983 cuando una fuerte devaluación del sólido y orgulloso viejo bolívar rompió la confianza de la nación con su gobierno y marcó el principio del fin del régimen democrático iniciado a fines de los años cincuentas tras la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. También se recuerda que una subida de precios, sobre todo el del transporte, en febrero de 1989 desencadenó un motín popular conocido como «el caracazo» que fue ahogada en sangre, en la que Hugo Chávez cimienta su revolución, motivo de las asonadas militares de 1992 y espoleta de la bomba social que llevó al poder al teniente coronel golpista.
El riesgo que tiene Chávez de perder las elecciones parece alto. Por ejemplo, según el sociólogo aleman Heinz Dieterich, considerado uno de los ideólogos del chavismo, si Chávez pierde las elecciones de noviembre la revolución bolivariana acabará. La posibilidade de una derrota es muy real porque -agrega Dieterich- «el presidente no quiere entender que su modelo de gobierno no serve ya para parar los avances del proyecto imperialista-oligárquico».
Políticas como las que acaba de adoptar Chávez ya fracason en otras partes, incluso en Venezuela en varios ocasiones. Sin ir más lejos, en los años ochentas del siglo pasado en Brasil esas políticas provocaron una crisis grave durante el gobierno del presidente José Sarney y en Perú, en la primera gestión de Alan García, hubo a un auténtico desastre nacional.
Francisco R. Figueroa
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Cuba: Fidel y los santeros
Si los babalawos cubanos acertaran con sus augurios, este año va a suponer una prueba de fuego para la dictadura castrista. Aunque los pronósticos de esos sacerdotes de la santería afrocubana son solo adivinaciones, en la Perla de las Antillas hay millones de seguidores de los ritos de la religión yoruba y, por tanto, creyentes de los babalawos y sus profecías, que son recibidas generalmente con mucho respeto y fe ciega desde hace casi un cuarto de siglo, hasta el punto de que influyen en la conducta social de los creyentes. Tampoco hay constancia de que los hermanos Castro le presten fe a dichas previsiones, si bien parece una verdad generalmente aceptada que Fidel tiene una fuerte relación con la santería. Los augurios de los babalawos suelen ser bastante genéricos, si bien este año han puesto el dedo en la llaga del drama cubano con una claridad poco habitual en ellos, producto sin duda del tiempo penoso que se vive en Cuba.
En su excelente y recomendable estudio sobre la realidad cubana, publicado en el 2009 con el título de «Los funerales de Fidel Castro» (Editorial Ariel), producto de su estancia de casi cuatro años en La Habana como corresponsal, el periodista español Vicente Botín afirma que en la isla circulan muchas leyendas y fábulas acerca de los favores otorgados por las deidades africanas [los orisha] al dictador cubano desde el principio de la revolución. Se afirma con convicción que goza de una protección especial, que en algún momento pudo iniciarse como babalawo, con lo que tendría hilo directo con lo divino, y que desde siempre ha tenido aché, que es lo mismo que poder y fuerza vital.
Como cada Año Nuevo desde hace 24 y justo cuando se conmemoraba muy austeramente debido a las penurias internas, sin celebraciones pero tampoco sin mensajes oficiales, el 51 aniversario del triunfo de los barbudos castristas en 1959, los sacerdotes yorubas han lanzado sus presagios, que parecen augurios catastróficos para los Castro en un momento de máxima incertidumbre en aquel país, quizás los peores desde el triunfo de la revolución. Las predicciones llegaron en medio de grandes expectativas por la magnitud de las dificultades que los cubanos enfrentan cotidianamente.
Son las previsiones más rotundas que hayan dado nunca los babalawos y aunque sean consideradas producto de la superstición apuntan un estado de cosas en la Isla que no escapa a nadie. Nunca antes los babalawos habían hablado con tanta clareza y nunca tanpoco como ahora sus profecías habían apuntado tan certeramente al corazón del sistema ni sintonizado tan bien con el sentir de los cubanos. Cuna atraviesa una crisis de dimensiones catastróficas y sometida por esos dos ancianos que definitivamente están perdidos en el túnel del tiempo o en sus propios laberintos personales, que desde hacia más de medio siglo mantienen al pueblo maniatado con consignas y soflamas en una experiencia política que definitivamente no funciona y hunde más y más al país en su viaje a ninguna parte.
La Comisión Organizadora de la Letra [pronóstico] del Año, formada por centenas de esos sacerdotes, reunidos en secreto, anunció el día 2 de enero las llamadas predicciones de Ifá para Cuba y el mundo, hechas en una modesta casa de un barrio periférico habanero. Auguran muertes de dirigentes notables e históricos, algunas de forma inminente; luchas por el poder, cambios rotundos y bruscos de sistemas políticos incluso con golpes de Estado, traición en las altas esferas de gobiernos, agitación política y social, menos comercio, problemas agropecuarios y hambruna. Los sacerdotes oraron para que «las cabezas pensantes abandonen el capricho y usen el razonamiento». Cuando dijeron eso todo el mundo tuvo en mente a los hermanos Castro, sobre todo a Fidel. Como Fidel es la esencia del comunismo criollo, Ifá es el fundamento teológica yoruba que los esclavos negros llevaron desde su África natal a Cuba. Es también, entre otras cosas, un complejo y milenario sistema de adivinación.
En un documento, los sacerdotes yorubas afirman que el orisha que gobierna este año es 0batalá, creador del mundo y la humanidad, padre bondadoso, pero también guerrero que impone justicia, acompañado por Oyá, madre soberana que gobierna el Egún o los muertos, mientras el signo regente es Baba Eyiobe, que significa doble salvación y anuncia cambios, la pérdida de personas mayores, y la necesidad de diálogo, organización y de cooperación entre quienes tienen el poder. Entre los aforismos aplicables a dicho regente están los de «a rey muerto, rey puesto», «las palmas jóvenes crecen más altas y más frondosas que las viejas», es decir, que la vieja guardia ceda al paso a los jóvenes; y «es un error no aprender de los errores cometidos», que en el caso del castrismo han sido innumerables. Hay, afirman también los babalawos, que respetar las decisiones de la mayoría, pero también las opiniones de las minorías e ir a la búsqueda de nuevas reformas económicas, políticas y sociales, es decir todo ello una necesidad absoluta para Cuba.
Cuando rigió por última vez el signo de Baba Eyiobe, en 2004, Fidel Castro tuvo aquella aparatosa caída en Santa Clara al descender de un estrado que le destrozó una rodilla y le causó daños en un brazo. Los sacerdotes fueron más conservadores en sus previsiones, aunque también auguraron entonces destituciones, cambios radicales en todas las esferas sociales, aumento de la lucha por el poder y muertes de personalidades públicas. En el curso del año se verá si la realidad encaja con el mito.
Francisco R. Figueroa
franciscorfigueroa@hotmail.com
En su excelente y recomendable estudio sobre la realidad cubana, publicado en el 2009 con el título de «Los funerales de Fidel Castro» (Editorial Ariel), producto de su estancia de casi cuatro años en La Habana como corresponsal, el periodista español Vicente Botín afirma que en la isla circulan muchas leyendas y fábulas acerca de los favores otorgados por las deidades africanas [los orisha] al dictador cubano desde el principio de la revolución. Se afirma con convicción que goza de una protección especial, que en algún momento pudo iniciarse como babalawo, con lo que tendría hilo directo con lo divino, y que desde siempre ha tenido aché, que es lo mismo que poder y fuerza vital.
Como cada Año Nuevo desde hace 24 y justo cuando se conmemoraba muy austeramente debido a las penurias internas, sin celebraciones pero tampoco sin mensajes oficiales, el 51 aniversario del triunfo de los barbudos castristas en 1959, los sacerdotes yorubas han lanzado sus presagios, que parecen augurios catastróficos para los Castro en un momento de máxima incertidumbre en aquel país, quizás los peores desde el triunfo de la revolución. Las predicciones llegaron en medio de grandes expectativas por la magnitud de las dificultades que los cubanos enfrentan cotidianamente.
Son las previsiones más rotundas que hayan dado nunca los babalawos y aunque sean consideradas producto de la superstición apuntan un estado de cosas en la Isla que no escapa a nadie. Nunca antes los babalawos habían hablado con tanta clareza y nunca tanpoco como ahora sus profecías habían apuntado tan certeramente al corazón del sistema ni sintonizado tan bien con el sentir de los cubanos. Cuna atraviesa una crisis de dimensiones catastróficas y sometida por esos dos ancianos que definitivamente están perdidos en el túnel del tiempo o en sus propios laberintos personales, que desde hacia más de medio siglo mantienen al pueblo maniatado con consignas y soflamas en una experiencia política que definitivamente no funciona y hunde más y más al país en su viaje a ninguna parte.
La Comisión Organizadora de la Letra [pronóstico] del Año, formada por centenas de esos sacerdotes, reunidos en secreto, anunció el día 2 de enero las llamadas predicciones de Ifá para Cuba y el mundo, hechas en una modesta casa de un barrio periférico habanero. Auguran muertes de dirigentes notables e históricos, algunas de forma inminente; luchas por el poder, cambios rotundos y bruscos de sistemas políticos incluso con golpes de Estado, traición en las altas esferas de gobiernos, agitación política y social, menos comercio, problemas agropecuarios y hambruna. Los sacerdotes oraron para que «las cabezas pensantes abandonen el capricho y usen el razonamiento». Cuando dijeron eso todo el mundo tuvo en mente a los hermanos Castro, sobre todo a Fidel. Como Fidel es la esencia del comunismo criollo, Ifá es el fundamento teológica yoruba que los esclavos negros llevaron desde su África natal a Cuba. Es también, entre otras cosas, un complejo y milenario sistema de adivinación.
En un documento, los sacerdotes yorubas afirman que el orisha que gobierna este año es 0batalá, creador del mundo y la humanidad, padre bondadoso, pero también guerrero que impone justicia, acompañado por Oyá, madre soberana que gobierna el Egún o los muertos, mientras el signo regente es Baba Eyiobe, que significa doble salvación y anuncia cambios, la pérdida de personas mayores, y la necesidad de diálogo, organización y de cooperación entre quienes tienen el poder. Entre los aforismos aplicables a dicho regente están los de «a rey muerto, rey puesto», «las palmas jóvenes crecen más altas y más frondosas que las viejas», es decir, que la vieja guardia ceda al paso a los jóvenes; y «es un error no aprender de los errores cometidos», que en el caso del castrismo han sido innumerables. Hay, afirman también los babalawos, que respetar las decisiones de la mayoría, pero también las opiniones de las minorías e ir a la búsqueda de nuevas reformas económicas, políticas y sociales, es decir todo ello una necesidad absoluta para Cuba.
Cuando rigió por última vez el signo de Baba Eyiobe, en 2004, Fidel Castro tuvo aquella aparatosa caída en Santa Clara al descender de un estrado que le destrozó una rodilla y le causó daños en un brazo. Los sacerdotes fueron más conservadores en sus previsiones, aunque también auguraron entonces destituciones, cambios radicales en todas las esferas sociales, aumento de la lucha por el poder y muertes de personalidades públicas. En el curso del año se verá si la realidad encaja con el mito.
Francisco R. Figueroa
franciscorfigueroa@hotmail.com
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