La decisión de un valiente: Diego Costa
Argentina: golpe al kirchnerismo
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Brasil: los trovadores de la libertad quieren restablecer la censura
«Todo ciudadano tiene el derecho de no querer se biografiado, como tiene derecho a no ser fotografiado o filmado», clama Chico Buarque, el portavoz más furibundo de los radicales del movimiento. Por su lado, el también cantante Djavan asegura que «editores y biógrafos ganan fortunas mientras para los biografiados queda el sufrimiento y la indignación». Hay entrevistas en los medios, declaraciones encontradas, debates en la televisión. Todo al rojo vivo.
El Código Civil brasileño dispone que la divulgación de escritos sobre una personas puede ser prohibida si afectan la honra, la buena fama o la respetabilidad, o fueran destinados a fines comerciales.
De hecho, la justicia brasileña ordenó retirar de las librerías, en 2007, una biografía del cantante Roberto Carlos escrita por Paulo Cesar de Araújo tras quince años de investigaciones.
El intérprete de «El gato que esta triste y azul» o «Un millón de amigos» no cuestionó el contenido de esa biografía. Sencillamente alegó ante la justicia su derecho a la intimidad, y que el escritor le había robado su propia historia. De manera que pidió indemnización y dos años de cárcel para el biógrafo.
Hay un pedido formal de la asociación nacional de editores de libros para que esa disposición del Código Civil, dos artículos en concreto, sea declarada inconstitucional. El Supremo Tribunal Federal ha convocado una audiencia sobre el asunto.
Si el cantautor Buarque y sus obstinados aliados llevaran razón habría que prohibir los libros de historia. No creo que Paul Preston tuviera que pedir permiso a lo herederos del último dictador español para escribir su valiosa biografía del general Franco; ni RobertCrassweller o Bernard Dieredich a los del sátrapa dominicano Rafael Trujillo (quién solía asesinar a sus cronistas); ni Hugh Thomas a los descendientes de Moctezuma; ni Tad Szulc, Volker Skierka o Serge Raffy directamente al dictador cubano Fidel Castro. No hablemos de los biógrafos de Adolf Hitler o Josif Stalin. Secillamente, esos autores, como muchos otros, abordaron con sentido histórico temas demostradamente de interesó de infinidad de personas.
Por ese camino la prensa solo podría difundir sobre los personajes públicos la información que los mismos autorizaran. Siendo así, no serían viables la mitad del contenido de los medios de comunicación. Ni siquiera este escrito sobre ellos.
De modo que lo que pretenden estos trovadores brasileros equivale llanamente al retorno de la censura. Parece que se han embarcado muy alegremente en un movimiento que les está dando muchos dolores de cabeza y también la pérdida de su credibilidad y de sus credenciales democráticas.
Paradójicamente, una de las canciones que hizo célebre a Chico Buarque durante la dictadura militar fue su himno «Prohibido prohibir» contra la censura y a favor de la libertad de expresión. Otra fue «Hola, libertad». Y muchas más.
Por ello mi amigo Orlando Brito, uno de los mayores fotoperiodistas de Brasil, colocó en su muro de Facebook un texto que no tiene desperdicio, que me he permitido traducir por lo ilustrativo que es:
«Impresionante, sorprendente, decepcionante, incompresible y deplorable la postura de esos tipitos que, en verdad, se pretenden sacar partido. Me refiero a los «artistas» interesados en promover el retorno de la censura al país. Incluso parece que no vivieron en los tiempos bravos en que las libertades estaban muy restringidas. Perdieron la perspectiva de su propia historia, o se olvidaron de ella. En verdad, a estas altura, es posible que nunca tuvieran noción de sus propia relevancia y significado. Pensándolo bien, alguno de ellos nunca hicieron propiamente poesía, sino ripios. Una cosa es la literatura y otro el juego de palabras. Algunos de ellos, ensoberbecidos en sus egos, se creen excelsos, incomparablemente sabios. ¿Será así? Sabios no, sabidillos. Caramba, he perdido a uno de los pocos ídolos que me quedaban y que cantaba en sus melodías la revuelta de millones de brasileros silenciados por la censura. Repugnante».
Brasil: Santa Marina contra Lula el hechicero
Brasil: la rebelión de los enanos
Los estrategas de Dilma anticipan que dos enanos —por Marina y Campos— no hacen un gigante, y alardean de que la actual mandataria logrará la reelección el cinco de octubre de 2014 en la primera vuelta electoral, algo que el propio Lula nunca consiguió.
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Venezuela: Una lira para Maduro
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Brasil: matrimonio de conveniencia
Francisco R. Figueroa
✍7/10/2013
Ando detrás de mis amigos de Brasil para que me iluminen sobre el sorpresivo casamiento de Marina Silva y Eduardo Campos.
Ella se ha echado en los brazos de él una vez impedida de concurrir a las presidenciales de 2014 con su propio partido, cuya legalización fue rechazada por la justicia electoral.
Él, jefe del Partido Socialista Brasilero (PSB), fue un notable porteador de las andas de los presidentes Lula da Silva y Dilma Rousseff, dentro de la llamada «base aliada» del gobierno, un revoltijo de oportunistas, pillos, mercenarios y unos cuantos bienintencionados.
Incluso formó parte como ministro del gabinete de Lula, en el que coincidió con ella. Es más, fue ayudado por Lula a ganar dos veces la gobernación del estado natal de ambos: Pernambuco.
Pero Campos retiró oportunamente el hombro de las parihuelas de Dilma y lanzó su candidatura a las presidenciales de octubre del año que viene.
Por su parte, Marina aspiraba también.
Ella ya fue candidata en 2010, cuando logró un apreciable 20 % de los votos o veinte millones de sufragios. Ahora era la principal rival de Dilma, que busca la reelección. Disponía de la segunda mayor intención de voto y se ha abrazado a Campos, cuarto colocado en la carrera presidencial.
Ella salió indemne del Ejecutivo de Lula, pero peleada con el mandatario y su entonces poderosa jefa del Gabinete: precisamente Dilma, por la falta de consecuencia entre las promesas políticas y los actos de gobierno.
Marina es muy bien vista por las redes y los movimientos sociales; y también apreciada por los indignados brasileros, que son legión.
A él su trayectoria le retrata como un político tradicional que anduvo del brazo de algunos notorios canallas de la política brasilera. Incluso por familia: su abuelo era el viejo caudillo socialista pernambucano Miguel Arraes. Hombre con fama de decente, por cierto, aparte de víctima de la dictadura militar.
Es verdad que la política hace extraños compañeros de viaje. Y también de cama.
No veo que tienen en común Marina Silva y Eduardo Campos. La unión de dos candidatos hace la fuerza. Me vale. Por lo pronto sobre la mesa electoral de juego la postura de Campos se ha quintuplicado.
Entiendo asimismo que la novedad pueda atraer al electorado frívolo que vibra con la moda; entiendo también que este coito contranatural que tanto ha excitado a Campos haya podido dejar desplumado a los tucanes, como son conocidos los del Partido de la Socialdemocracia Brasilera (PSDB), tradicional adversario del PT en elecciones, desde hace veinte años.
Hasta entiendo que Lula y Dilma se hayan deprimido porque en lugar de despellejar al acostumbrado tucán en las próximas elecciones tenga quizás como principal rival a dos polluelos de su corral convertidos en gavilanes.
Los primeros picotazos ya están dados: identificar a la pareja Lula/Dilma con la vieja y caduca manera de hacer política y al lulismo como chavismo a la brasilera con arroz y farofa.
Podemos presumir que Campos y Marina necesitan más y más aliados para poder desbancar del poder a los lulistas. Si pudiera ser, tendrían que formar un gran frente contra Lula, que sigue siendo el gran elector.
Entre otras cosas, tendrían quizás que seducir a los tucanes del PSDB, sobre todo al otro nietísimo de la política nacional, Aécio Neves, y trazar alianzas non sanctas con algunos poderosos caudillos regionales.
Y sobre todo prepararse para enfrentar a la tropa de elite de Lula, a los «PT Navy Seals» que ya aprestan armas.