La decisión de un valiente: Diego Costa

Indigna la reacción patriotera de Brasil frente a la decisión libre de Diego Costa de formar parte de la selección española de fútbol.

Pero no hablo del rechazo emocional de una «torcida» que es mayormente sentimental y chauvinista. Me refiero al rebote por el menosprecio que se ha agarrado los pretenciosos directivos del fútbol de aquel país. Ha anunciad contra la decisión franca del delantero del Atlético de Madrid medidas tan descabelladas como recurrir al Ministerio de Justicia para privar de la nacionalidad brasileña al futbolista por traición a la patria. Nadie recuerda allí el derecho de toda persona a decidir su propio destino. Como si Diego Costa tuviera que vivir esclavo de una bandera o de un hinchada.

Despechada, la Confederación Brasilera de Fútbol (CBF) asegura también que recurrirá a la justicia deportiva para «impedir de todas las maneras posibles» que el jugador, nacido en Lagarto (Sergipe) hace veinticinco años y nacionalizado español en julio último, sea parte del conjunto nacional de España.

Arguye con resentimiento que el delantero del Atlético de Madrid ya había optado por la selección de su país de nacimiento porque disputó con ella dos amistosos, en marzo último. Según las normas de la FIFA, un jugador queda necesariamente amarrado durante toda su vida profesional a un selección tras jugar con ella el primer partido oficial. La CBF afirma furiosa que va a litigar con el argumento de que los partidos amistosos cuentan para el ranking de la FIFA. Cuando se ponen a ello, los brasileños son capaces de ganan el mundial de la petulancia.

Pero habrá que ver cómo acaba la vaina porque los «cartolas» (directivos) del fútbol brasilero son mañosos. Saben moverse como saurios avezados en los ambientes densos de los organismos del fútbol internacional. Recordemos a João Havelange y su yerno Ricardo Teixeira, si ir más lejos.

Emberrinchada, la CBF ha anulado la convocatoria a Diego Costa para los dos próximos amistosos de Brasil (Honduras y Chile), ahora en noviembre. Como si esa pataleta de niño malcriado sirviera de algo. El seleccionador, Luiz Felipe Scolari «Felipão», había incluido a Diego Silva en el plantel, como maniobra de último minuto para impedir que el artillero optara por España. Incluso le había prometido públicamente un puesto en el equipo del próximo mundial, en el que a los brasileros como locales les va la vida. Necesitan redimirse ante su afición del humillante e inolvidable «maracanazo» ante Uruguay del mundial de 1950, ese fiasco que se ha transmitido allí de generación en generación como el gran desastre de la historia nacional.

Un «Felipão» indignado ha reprochado a Diego Costa la malcrianza. «Un jugador brasilero, que no desea jugar con su país, en un mundial que será jugado en su país está desconvocado automáticamente», dijo. El petulante técnico reprocha a Diego Costa el crimen de haber dado la espada al sueño de millones de brasileños de formar parte del equipo de una nación pentacampeona del mundo que con toda seguridad, según él anticipada, va a gana su sexto título en 2014. Ya veremos. Para fastidiar a la peña, en la poderosa revista «Veja» un cronista imaginó un segundo «marcanazo» en una final Brasil-España con Diego Costa marcando el gol de la victoria de «la roja». Amén.

La decisión de Diego Costa representa un puntapié en el trasero al arrogante «Felipão», quien no contó con el jugador para la disputa de la pasada Copa de las Confederaciones, después de haberle dado tan solo unos pocos minutos en unos amistosos.

La CBF denuncia que Diego Costa «fue seducido, sobornado, con alicientes dinerarios». ¡España ha corrompido a un chaval decente para fastidiarle la marrana a la endiosada selección anfitriona del próximo mundial! Brasil menosprecia a España tras haberla derrotado magníficamente en la final de las Confederaciones. En realidad, los brasileros menosprecian a cualquier selección. Luego pasa lo que pasa.

Nadie tiene en cuanta los argumento de un tipo sencillo como Diego Costa y la difícil decisión que ha tomado, con el corazón partido entre la patria donde nació y la tierra a la que le construyó enteramente su vida profesional, pues en la suya nunca jugó fútbol profesional. «Resultó difícil optar. Pensé y pensé, y me convencí de que lo acertado es jugar con España porque aquí yo me hice. Todo lo que tengo y lo que soy se lo debo a España, por la que tengo un cariño muy especial y donde me siento valorado. Espero pode retribuirle».

Así de simple. Diego Costa optó con libertad, de acuerdo a su honesto entender y a su derecho a decidir. Pidió a los brasileros comprensión y respeto, y le ha caído encima a trompadas. Hay que esperar par ver la reacción airada de la «torcida» cuando Diego Costa salte a un estadio brasilero con los colores de España. Sería la acabose si marcara un gol en un hipotético España-Brasil. No se lo pierdan.

franciscorfigueroa@gmail.com

Argentina: golpe al kirchnerismo

Nominalmente ganó el kirchnerismo en las elecciones parciales legislativas de este domingo en Argentina. O las perdió. Dependiendo de como se mire. La victoria sería pírrica pues entierra para siempre los planes continuistas de la presidenta Cristina Fernández, si es que la viuda de Kirchner no los ha abandonado por las enfermedades en curso.

El oficialismo argentino obtuvo 14 de las 28 senadurías del tercio de la cámara alta que se renovaba y 48 de las 127 diputaciones de la mitad de la cámara baja que estaba en juego. No se pudo así alcanzar los anhelados dos tercios del parlamento necesarios para reformas la Constitución, de manera que Cristina Fernández pudiera aspirar, en 2015, a un tercer mandato consecutivo,  que está prohibido por la carta magna argentina.

Echando cuentas globales, Cristina Fernández ha perdido el 20% del apoyo popular desde su reelección hace dos años.  Estos días la mandataria, que ejerce el poder de manera personalista, está al margen debido a la enfermedad y nadie sabe quién gobierna realmente en Argentina mientras ella convalece. Desde luego no el decorativo vicepresidente, Amado Boudou. Además, se desconoce cuál es el estado real de salud de la presidenta.

Los principales aliados de Fernández fueron derrotados. Sumando todo el país, los opositores lograron (aún el resultado es parcial) el 67% de los votos contra el 33% de los gobierneros. En Buenos Aires, Córdoba, Mendoza y Santa Fe, las principales provincias argentinas, los candidatos de Fernández sufrieron un revolcón.

La mayoría parlamentaria que mantiene el oficialismo es muy precaria. En la cámara baja depende del apoyo de diecisiete parlamentarios aliados, que podrían buscar otros horizontes ahora que ha quedado claro que no habrá continuidad kirchnerista. El transfuguismo podría repetirse en el Senado, donde el oficialismo queda con dos escaños sobre la mayoría simple. De manera que el cuadro puede cambiar en poco tiempo de manera contraria a los intereses de Fernández, en un país con los peores indicadores económicos entre los mayores países latinoamericanos, exceptuada la Venezuela chavista.

El resultado de ayer puede significar el fin de Cristina Fernández pero, también, la liquidación de ese populismo rampante que es el kirchnerismo debido a que la presidenta queda muy debilitada para imponer un candidato en las presidenciales de 2015.

franciscorfigueroa@gmail.com


Brasil: los trovadores de la libertad quieren restablecer la censura

Me ha dejado anonadado la iniciativa de un grupo de artistas brasileños, entre ellos Roberto Carlos, Caetano Veloso y Chico Buarque, a favor de la prohibición de las biografías que no sean autorizadas por el biografiado o sus herederos. La polémica es allí morrocotuda.

«Todo ciudadano tiene el derecho de no querer se biografiado, como tiene derecho a no ser fotografiado o filmado», clama Chico Buarque, el portavoz más furibundo de los radicales del movimiento. Por su lado, el también cantante Djavan asegura que «editores y biógrafos ganan fortunas mientras para los biografiados queda el sufrimiento y la indignación». Hay entrevistas en los medios, declaraciones encontradas, debates en la televisión. Todo al rojo vivo.

El Código Civil brasileño dispone que la divulgación de escritos sobre una personas puede ser prohibida si afectan la honra, la buena fama o la respetabilidad, o fueran destinados a fines comerciales.

De hecho, la justicia brasileña ordenó retirar de las librerías, en 2007, una biografía del cantante Roberto Carlos escrita por Paulo Cesar de Araújo tras quince años de investigaciones.

El intérprete de «El gato que esta triste y azul» o «Un millón de amigos» no cuestionó el contenido de esa biografía. Sencillamente alegó ante la justicia su derecho a la intimidad, y que el escritor le había robado su propia historia. De manera que pidió indemnización y dos años de cárcel para el biógrafo.

Hay un pedido formal de la asociación nacional de editores de libros para que esa disposición del Código Civil, dos artículos en concreto, sea declarada inconstitucional. El Supremo Tribunal Federal ha convocado una audiencia sobre el asunto.

Si el cantautor Buarque y sus obstinados aliados llevaran razón habría que prohibir los libros de historia. No creo que Paul Preston tuviera que pedir permiso a lo herederos del último dictador español para escribir su valiosa biografía del general Franco; ni RobertCrassweller o Bernard Dieredich a los del sátrapa dominicano Rafael Trujillo (quién solía asesinar a sus cronistas); ni Hugh Thomas a los descendientes de Moctezuma; ni Tad Szulc, Volker Skierka o Serge Raffy directamente al dictador cubano Fidel Castro. No hablemos de los biógrafos de Adolf Hitler o Josif Stalin. Secillamente, esos autores, como muchos otros, abordaron con sentido histórico temas demostradamente de interesó de infinidad de personas.

Es un auténtico despropósito lo que pretenden Buarque, Caetano Veloso y sus perínclitos colegas, la mayoría personajes de la cultura popular brasilera que la gente tenía por progresistas, por lo que se significaron a favor de las libertades en la época negra de la dictadura militar (1964-85).

Por ese camino la prensa solo podría difundir sobre los personajes públicos la información que los mismos autorizaran. Siendo así, no serían viables la mitad del contenido de los medios de comunicación. Ni siquiera este escrito sobre ellos.

De modo que lo que pretenden estos trovadores brasileros equivale llanamente al retorno de la censura. Parece que se han embarcado muy alegremente en un movimiento que les está dando muchos dolores de cabeza y también la pérdida de su credibilidad y de sus credenciales democráticas.

Paradójicamente, una de las canciones que hizo célebre a Chico Buarque durante la dictadura militar fue su himno «Prohibido prohibir» contra la censura y a favor de la libertad de expresión. Otra fue «Hola, libertad». Y muchas más.

Por ello mi amigo Orlando Brito, uno de los mayores fotoperiodistas de Brasil, colocó en su muro de Facebook un texto que no tiene desperdicio, que me he permitido traducir por lo ilustrativo que es:

 «Impresionante, sorprendente, decepcionante, incompresible y deplorable la postura de esos tipitos que, en verdad, se pretenden sacar partido. Me refiero a los «artistas» interesados en promover el retorno de la censura al país. Incluso parece que no vivieron en los tiempos bravos en que las libertades estaban muy restringidas. Perdieron la perspectiva de su propia historia, o se olvidaron de ella. En verdad, a estas altura, es posible que nunca tuvieran noción de sus propia relevancia y significado. Pensándolo bien, alguno de ellos nunca hicieron propiamente poesía, sino ripios. Una cosa es la literatura y otro el juego de palabras. Algunos de ellos, ensoberbecidos en sus egos, se creen excelsos, incomparablemente sabios. ¿Será así? Sabios no, sabidillos. Caramba, he perdido a uno de los pocos ídolos que me quedaban y que cantaba en sus melodías la revuelta de millones de brasileros silenciados por la censura. Repugnante».

Brasil: Santa Marina contra Lula el hechicero

12 octubre 2013
 
El último sondeo publicado del atinado instituto Datafolha confirma que Marina Silva es el obstáculo mayor para Dilma Rousseff en su búsqueda de la reelección como presidenta de Brasil, entre todos los rivales posibles.
 
Pero si las elecciones fueran hoy Dilma derrotaría sin paliativos a Marina. La actual presidenta de Brasil ganaría la primera vuelta electoral sin la preceptiva mitad más uno de los sufragios, con el 37% frente al 28% de Marina. En el segundo turno Dilma obtendría la ansiada reelección por 47% a 41%.

Este es el panorama cuando falta un año para las presidenciales brasileñas. La encuesta fue hecha al calor de la inesperada alianza de Marina con el socialista Eduardo Campos, que aspira también a ser candidato presidencial en 2014. La encuesta de Datafolha muestra a las claras que Marina es mejor aspirante que él.

Maria Osmarina Marina Silva Vaz de Lima, conocida como Marina Silva, de 55 años, es la voz más potente de «los verdes» brasileros. Posiblemente sea entre tantísimo político que hay allí la figura más apreciada por el movimiento de los indignados.

Como escribía Juan Arias para El País, Marina es una mujer con fama de integridad política y de arraigados valores éticos.

Para algunos es «santa Marina»; para otros una fanática fundamentalista de la jungla que va contra el progreso en un país donde el negocio agrario está en auge y representa más de la cuarta parte del PIB brasilero.

Evangelista fervorosa, alfabetizada en la adolescencia, de niña fue «seringueira» (extractora de caucho) y de joven abrazó el marxismo. Fue compañera de fatigas y luchas del ambientalista amazónico Chico Mendes, al que unos estancieros asesinaron por su activismo.

En política Marina ha sido casi de todo: concejala (1989-90), diputada federal (1991-94), senadora (1995-2011) y ministra (2003-08). Iba al despacho oficial de la Explanada de los Ministerio en transporte público desde el suburbio pobre de Brasilia donde vivía. Nada del boato tan ostentoso en la vida pública brasilera.

Al cabo de casi 30 años desistió tanto del gobernante Partido de los Trabajadores (PT) como de su líder, el ahora expresidente Luiz Inácio Lula da Silva. Tragó sapos y culebras, hasta que dijo basta sin levantar mucho la voz. Se fue sin dar un portazo disconforme con la metamorfosis de Lula y su partido en el poder.
 
Fue candidata presidencial «verde» en 2010. Logró casi el 20% de los votos, por encima de todas las previsiones. Dilma ganó y sucedió a Lula, su Pigmalión. El exmandatario continúa siendo su principal valedor y ya está de nuevo en las trincheras combatiendo por la reelección.
 
Marina quería volver a ser candidata en 2014. Pero la justicia electoral ha rechazado la legalización de su nuevo partido, en una muestra del temor que le tienen en los estamentos progubernamentales.
 
Para driblar la situación se ha afiliado temporalmente y por sorpresa al  Partido Socialista Brasilero (PSB), cuyo líder, Eduardo Campos, pretende hacer la carrera presidencial. El PSB solo es un partido medio. Por sí mismo no va  muy lejos. Es la séptima fuerza parlamentaria (no llega al 7% de los escaños) entre una treintena de formaciones, la mayoría raquíticas.
 
De momento se desconoce si el candidato presidencial será ella o él. Ambos siguen comportándose como si lo fueran. Él de una manera más ostensiva que ella. No se aclaran porque no es prudente hacerlo a un año vista. Seguramente estén tanteando fuerzas.
 
Campos es un perfecto desconocido a nivel nacional pues solo ha hecho política en su estado natal, Pernambuco, el mismo de Lula, del que es gobernador. También fue un gris ministro de Lula y diputado federal. En tanto, ella es bastante conocida y goza de un apreciable predicamento.
 
De aquí a octubre de 2014 (la primera vuelta debe celebrarse el domingo 5) el camino está lleno de cepos y toda clase de marrullerías. Por lo pronto hay dos exministros del PT unidos para tratar de derrotar al PT. Particularmente el adversario de quien quiera de ambos que sea es ese gran elector llamado Lula, político avezado, experto en artimañas y veterano de todos los comicios celebrados en su país desde el retorno de la democracia hace casi treinta años.
 
 

 
 

Brasil: la rebelión de los enanos

11 octubre 2013

Con frieza de forense The Economist ha dictaminado que hay pocos motivos para que los brasileros reelijan a la presidenta Dilma Rousseff en los comicios del año próximo.

Paralelamente, la unión de dos políticos que los portavoces oficiales tildan de «enanos», puede entorpecer los planes de Luiz Inácio Lula da Silva de perpetuar a los suyos en el poder.

El exabrupto del semanario conservador tiene que ver con su creencia de que un país que fue estrella de los emergentes ha podido malograr todo lo bueno que ocurrió durante casi veinte años de aciertos económicos.

Las dos portadas de The Economist que reproduzco aquí son elocuentes en ese sentido: el antes y el ahora.

Tanto es así actualmente para The Economist que ha llamado a la presidenta de Brasil «Dilma Fernández» para compararla con su colega de Buenos Aires, Cristina Fernández, líder de lo que llama «la caótica Argentina».

Lo cierto es que la economía brasileña ha perdido buena parte de su ritmo. El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial presionan en pos de ajustes. Aducen, por ejemplo, que la retirada de los estímulos estadounidenses trae aparejados serios perjuicios para los emergentes, que se han beneficiado de la situación.

Eso mientras en Brasil se habla de carestía de la vida, nueva subida del tipo de interés a niveles históricos y la debilidad del crecimiento, que será el menor entre los emergentes para 2014.

The Economist echa por ejemplo en cara la falta de reforma durante los años de la bonanza, la existencia de un estado inflado, la excesiva intervención de Rousseff en la economía, las muchas carencias en infraestructuras, las masas en la calle en multitudinarias protesta por la mala calidad de los servicios públicos, la enorme carga tributaria y un peso de los jubilados propio de los países de la Europa del sur, pero con una proporción de ancianos tres veces menor.

Dilma fue «reluctante o incapaz» de resolver esos problemas y creó otros «interfiriendo (en la cosa pública) mucho más que el pragmático Lula», agrega.

De manera que un mal clima rodea los primeros pero intensos escarceos electorales. El Gobierno cree, al menos de puertas hacia fuera, que no encontrará mayores obstáculos para concretar la reelección de Dilma.

Pero...

La impensable alianza de la segunda colocada en las encuestas, Marina Silva, cuya intención de voto ha llegado al 26%, con el cuarto, Eduardo Campos, ambos antiguos aliados de Lula y de Dilma, ha introducido el desconcierto.

Hasta el momento no se sabe quien de los dos será candidato a presidencial y cual a vicepresidente. Ambos eran hasta ahora por separado «presidenciables». Y así seguirá siendo para evitar una precipitación garrafal.

Quién vaya de candidato a vicepresidente hará el papel de comparsa en la certeza de que en Brasil nadie vota por el número dos y con la posibilidad de quedar políticamente liquidado, cosa a la que no parecen aspirar ni Marina ni Campos.
 
Está por ver si Marina, después de haber sido candidata presidencial en 2011 con el 20% de los votos, asuma en los comicios de 2014 ese papel segundón en beneficio de un político como Campos que no ha sido probado nunca en las urnas a nivel nacional pues sus victorias han sido siempre en su natal de Pernambuco, décimo estado en importancia de Brasil entre las 27 entidades de la federación con una población que es la quinta parte de la de São Paulo y un PIB trece veces menor.

Los estrategas de Dilma anticipan que dos enanos —por Marina y Campos— no hacen un gigante, y alardean de que la actual mandataria logrará la reelección el cinco de octubre de 2014 en la primera vuelta electoral, algo que el propio Lula nunca consiguió.

Campos trata de auparse como una mezcla de Bill Clinton y Tony Blair. Con su Partido Socialista Brasilero (PSB) pretende surgir como una tercera vía entre el PT de Lula, hijo de los sindicatos y la iglesia católica progresista, y el PSDB, una formación de izquierda liberal de origen más elitista e intelectual y parecida a la socialdemocracia europea.

Lula estaba acostumbrado históricamente a medirse en elecciones bastante polarizadas con el PSDB, a los que se habituó a derrotar en las tres últimas presidenciales tras haber perdido en las dos anteriores ante Fernando Henrique Cardoso, el padre de la estabilidad económica brasilera a cuyas políticas él dio continuidad, aunque no así Dilma.

Ante una situación que no es de color de rosa que pinta el oficialismo lulista, las elecciones que vienen prometen ser mucho más interesantes que las dos pasadas, que constituyeron cómodos paseos de Lula y Dilma.

El mayor contratiempo para los planes de Marina y Campos está precisamente en São Paulo, clave en toda elecciones pues representa un cuarto de los votantes y un tercio del PIB nacional. En dicho Estado, los socialdemócratas del PSDB suelen controlar la capital y las principales zonas urbanas y el PT los cinturones industriales, sin oportunidad hasta ahora para los demás.

franciscorfigueroa@gmail.com

Venezuela: Una lira para Maduro

9 octubre 2013
 
El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, acaba de pedir poderes especiales, una llamada «ley habilitante» que le permita el gobierno por dictado sobre lo que se le antoje.

Alega la necesidad de «ir con todo» contra la corrupción.

Paradójicamente ha hecho ese pedido a un parlamento de mayoría chavista y obediencia ciega capaz de aprobar cualquier cosa que le echen.

Maduro distrae al pueblo diciendo que quiere crear «una nueva vida republicana, una sociedad nueva». ¡Herejía! ¡Blasfemias! ¿No era acaso él el continuador de la obra del difunto Hugo Chávez?

La aprobación de esos poderes totales depende de que vote a favor un diputado de la oposición.

Si los representantes de la oposición votaran contra el pedido de Maduro, serán hostigados hasta el vómito como compinches de la corrupción.

Si uno entre ellos vota a favor convertirá a Maduro en un completo autócrata.

Con un presidente gobernando al dictado no hay parlamento y sin parlamento la acorralada oposición pierde el escasísimo espacio de debate que tiene.

Las cosas no pintan bien para los rivales de la satrapía madu-chavista.

Sobre la corrupción sería un buen comienzo que el exconductor de autobuses que gobierna Venezuela agarrara la escoba y barriera a su alrededor nomás. O que usara las leyes ya existentes.

Hasta ahora Maduro ha mostrado poco más que palabras en esa supuesta lucha contra la corrupción. Cuando asumió la presidencia a las prisas hace seis meses prometió combatir la corrupción.  La cosa ha ido a peor.

Tiene razón Maduro cuando advierte de que la corrupción, un monstruo insaciable de setecientas cabezas, se puede tragar la patria, esa patria fatigada, asfixiada, tras quince años de ese engendro que llaman el socialismo del siglo XIX, sea ello lo que fuere.

Pero no la tiene cuando culpa a sus rivales políticos de «chupar la renta petrolera» porque, realmente, es el régimen quien dilapida con sus políticas erráticas los colosales ingresos procedentes de las exportaciones de crudo.

¿Cuánto ha sido ese ingreso? Centenas de miles de millones de dólares en estos años del altísimo precio del oro negro.

Por cierto, los ingresos petroleros en dinero constante proceden en su casi totalidad de los denostados Estados Unidos, porque Cuba no apoquina y es cosa de tarde, mal y nunca el pago de los estados caribeños comparsas que están conectados a las negras ubres venezolanas.

A China se manda crudo para amortizar la deuda externa, que bajo el chavismo ha alcanzado cifras desmesuradas, estratosféricas.

Maduro hace mal en volver a amenazar a la poca prensa libre que queda en Venezuela, porque vuelve a retratarse como lo que es.

Cada día que pasa resulta más aberrante el disparate venezolano. Nos deja boquiabierto el condotiero máximo nacional entre bravatas chuscas, chascarrillos chauvinistas y grotescas ocurrencias, mientras el país se hunde.

 A Maduro solo le falta la lira.

Asombra la cantidad de papanatas que engullen a diario sus patrañas y zafiedades, sus necios despropósitos.

Ahí va Venezuela, entre la fe ciega de las bases y la amoralidad e ineptitud de los dirigentes.

franciscorfigueroa@gmail.com

Brasil: matrimonio de conveniencia

Francisco R. Figueroa


✍7/10/2013


Ando detrás de mis amigos de Brasil para que me iluminen sobre el sorpresivo casamiento de Marina Silva y Eduardo Campos.


Ella se ha echado en los brazos de él una vez impedida de concurrir a las presidenciales de 2014 con su propio partido, cuya legalización fue rechazada por la justicia electoral.


Él, jefe del Partido Socialista Brasilero (PSB), fue un notable porteador de las andas de los presidentes Lula da Silva y Dilma Rousseff, dentro de la llamada «base aliada» del gobierno, un revoltijo de oportunistas, pillos, mercenarios y unos cuantos bienintencionados.


Incluso formó parte como ministro del gabinete de Lula, en el que coincidió con ella. Es más, fue ayudado por Lula a ganar dos veces la gobernación del estado natal de ambos: Pernambuco.

Pero Campos retiró oportunamente el hombro de las parihuelas de Dilma y lanzó su candidatura a las presidenciales de octubre del año que viene.


Por su parte, Marina aspiraba también.


Ella ya fue candidata en 2010, cuando logró un apreciable 20 % de los votos o veinte millones de sufragios. Ahora era la principal rival de Dilma, que busca la reelección. Disponía de la segunda mayor intención de voto y se ha abrazado a Campos, cuarto colocado en la carrera presidencial.


Ella salió indemne del Ejecutivo de Lula, pero peleada con el mandatario y su entonces poderosa jefa del Gabinete: precisamente Dilma, por la falta de consecuencia entre las promesas políticas y los actos de gobierno.


Marina es muy bien vista por las redes y los movimientos sociales; y también apreciada por los indignados brasileros, que son legión.


A él su trayectoria le retrata como un político tradicional que anduvo del brazo de algunos notorios canallas de la política brasilera. Incluso por familia: su abuelo era el viejo caudillo socialista pernambucano Miguel Arraes. Hombre con fama de decente, por cierto, aparte de víctima de la dictadura militar.


Es verdad que la política hace extraños compañeros de viaje. Y también de cama.

No veo que tienen en común Marina Silva y Eduardo Campos. La unión de dos candidatos hace la fuerza. Me vale. Por lo pronto sobre la mesa electoral de juego la postura de Campos se ha quintuplicado.


Entiendo asimismo que la novedad pueda atraer al electorado frívolo que vibra con la moda; entiendo también que este coito contranatural que tanto ha excitado a Campos haya podido dejar desplumado a los tucanes, como son conocidos los del Partido de la Socialdemocracia Brasilera (PSDB), tradicional adversario del PT en elecciones, desde hace veinte años.


Hasta entiendo que Lula y Dilma se hayan deprimido porque en lugar de despellejar al acostumbrado tucán en las próximas elecciones tenga quizás como principal rival a dos polluelos de su corral convertidos en gavilanes.


Los primeros picotazos ya están dados: identificar a la pareja Lula/Dilma con la vieja y caduca manera de hacer política y al lulismo como chavismo a la brasilera con arroz y farofa.


Podemos presumir que Campos y Marina necesitan más y más aliados para poder desbancar del poder a los lulistas. Si pudiera ser, tendrían que formar un gran frente contra Lula, que sigue siendo el gran elector.


Entre otras cosas, tendrían quizás que seducir a los tucanes del PSDB, sobre todo al otro nietísimo de la política nacional, Aécio Neves, y trazar alianzas non sanctas con algunos poderosos caudillos regionales.


Y sobre todo prepararse para enfrentar a la tropa de elite de Lula, a los «PT Navy Seals» que ya aprestan armas.


franciscorfigueroa@gmail.com


La espantada de Paulo Coelho

5 octubre 2013

Estoy muy de acuerdo con la espantada de Paulo Coelho a la inminente Feria del Libro de Fráncfort, en la que Brasil es el invitado especial.

El autor de «El alquimista» está en total desacuerdo con la legión de paniaguados que el Gobierno de Dilma Rousseff ha invitado a esa feria. De los 70 autores convidados, la inmensa mayoría son, a los ojos del escritor más popular de Brasil, compinches del Gobierno.

«Dudo que sean todos escritores. De los setenta conozco solo a veinte. Del resto ni escuché hablar. Presumo que son amigos de los amigos. Nepotismo. Me indigna porque hay actualmente una nueva y talentosa hornada de escritores brasileros y muchos de los jóvenes autores no han sido invitados», aunque despiertan enorme interés entre los editores internacionales.

Algunos de los escritores que Colho cita han sido recientemente fenómenos de ventas en Brasil, entre ellos Rafael Dracco y Eduardo Spohr.

Según el escritor, el Gobierno brasilero «es un desastre», aunque él había sido partidario inicialmente de Lula da Silva.

«Por donde quiera que paso siempre me pregunta qué ocurre en mi país. Yo digo que el Gobierno hizo grandes promesas, pero fue incapaz de cumplirlas». Así explica su desencanto.

Ante las masivas protestas antigubernamentales en Brasil, el Ejecutivo de Rousseff «reacciona de forma errada: en lugar de corregir lo que está mal se embarca en nuevas promesas que tampoco cumplirá», dice el escritor brasilero más leído en el extranjero en todos los tiempos.

Afirma que él hizo cuando pudo para tratar de corregir la injusticia, pero fracasó. De manera que decidió no ir.

Coelho tenía en Fráncfort dos actos centrales, uno para dos mil asistentes y otro para unos ochocientos.

En 1994, cuando Brasil fue por vez primera invitado especial de la Feria de Fráncfort, Coelho, en plena carrera ascendente, fue marginado por el Gobierno de entonces, que dirigía el errático Itamar Franco.

Viajó por cuenta propia y, como escribió entonces una periodista brasilera, se convirtió en una estrella.
 

Brasil: Marina relegada

4 octubre 2013

Estoy ansioso por saber cuánto ha hecho la mano negra, larga y tramposa del Partido de los Trabajadores (PT) para que fuera rechazada por la justicia electoral brasileña la inscripción del nuevo partido, Rede Sustentabilidade, con el que Marina Silva pretendía presentarse a las presidenciales del año próximo.

Marina está considerada la primera amenaza al ímpetu continuista del tándem Dilma Rousseff, pupila, y Lula da Silva, su gurú, que se distribuyen doce años en el poder en Brasil y están firmemente decididos a mantenerlo, parece que a cualquier precio. Los sondeos sobre intención de voto sitúan a Marina en segundo lugar.

Seguramente Dilma y Lula estarán orgullosos de sus trabajadores de alcantarilla.

Como la afiliación del candidato es condición sine qua non, Marina debe decidir si se inscribe en un partido existente o espera cuatro años más. De momento hay siete formaciones políticas, de la más variopinta ideología, que quieren como candidata a esta tenaz defensora del medio ambiente, que es la preferida por el movimiento de los indignados brasileros, pese a las maniobras desvergonzadas de Lula y su PT para infiltrarse y capitalizar el extendido descontento en aquel país.

Basta recordar que Marina Silva, en 2008, dejó el Gobierno brasilero -era ministra de Medio Ambiente- a la greña con Lula, pero especialmente hostigada por la entonces poderosa jefa del Gabinete, Dilma Rousseff.