✍️30/12/2022
Pocas horas antes de la finalización de su mandato, Jair Bolsonaro ha puesto pies en polvorosa por temor a que con la pérdida de la inmunidad le llegue la cárcel.
Este viernes, con treinta y vinco horas de antelación a su pase a la condición de expresidente al sonar las doce campanadas que marcarán el cruce de 2022 a 2023, Bolsonaro emprendió en el avión presidencial un viaje sin fecha de retorno a Orlando, en el centro de Florida, donde le acogen, al parecer, unos admiradores adinerados.
Según versiones de la prensa de Brasilia, algunos abogados le aconsejaron la salida de Brasil para evitar que cualquier juez ordene su arresto, como le sucedió a su antecesor, Michel Temer, en marzo de 2019.
Aunque no parece haber para él un riesgo judicial inminente, según la columnista de Globo.Natuza Nery, Bolsonaro vive afligido por esa posibilidad desde que perdió las elecciones el 30 de octubre pasado. Los magistrados del Tribunal Supremo, a la mayoría de los cuales Bolsonaro señala como enemigos suyos, no tienen por ahora prevista una acción contra él. Pero está en su punto de mira y seguramente Bolsonaro ha sentido en su nuca el aliento de los magistrados.
Bolsonaro podría, por ejemplo, ser acusado, aunque solo fuera como instigador, por los múltiples actos antidemocráticos, contrarios al estado de derecho y de estímulo a un alzamiento militar contra el resultado de las elecciones en las que fue derrotado, que han protagonizado partidarios suyos exaltados durante los dos últimos meses tras la victoria de Luiz Inácio Lula da Silva.
Esa preocupación pareció patente en su melancólico y lacrimoso mensaje de despedida, transmitido por sus redes sociales poco antes de dejar Brasil, cuando negó expresamente haber participado en ese movimiento golpista y afirmó que, en cambio, estuvo recluido en su palacio durante estos dos meses. También dijo que «nada justifica el intento de actos terroristas» al referirse a los preparativos de atentados ante la investidura de Lula descubiertos en Brasilia por la policía, y, seguidamente, se desvinculó de los fanáticos suyos detenidos al reprochar que hayan sido tildados de «bolsonaristas», lo que ha quedado más que demostrado. Por el contrario, arguyó, él y su familia se han «sacrificado» por la patria y hasta «dio la sangre», en referencia a la cuchillada que recibió de un demente durante la campaña electoral de 2018. Y «nunca» durante el cuatrienio presidencial se salió, aseguró, del «cuadrilátero constitucional».
El senador opositor Randolfe Rodrigues, que ha sido designado por Lula como líder del gobierno en el Congreso, afirmó que para Bolsonaro «no hay más camino que la cárcel» y le atribuyó una ristra de delitos, desde el manejo «criminal» a la pandemia de covid, a peculado, corrupción activa y pasiva, prevaricación con las vacunas, fomento de la información falsa, abuso de poder político y económico durante las últimas elecciones, atentado al estado democrático de derecho e incitación reiterada a la rebelión contra el orden democrático.
En los grupos bolsonaristas en las redes, la espantada de su líder, su «mito», como lo llaman, causó conmoción. Se largó de Brasil sin avisar, sin una mención en su alocución de despedida, aunque en los medios de comunicación se conjeturaba sobre su inminente abandono del país.
En esos grupos recordaron que en campaña electoral Bolsonaro aseguró que únicamente había para él tres opciones: «victoria, prisión o muerte». «Por lo visto había una más: la cobarde huida a Estados Unidos», según pudo leerse en uno de esos grupos, donde se pide ya un nuevo liderazgo para la nutrida ultraderecha brasileña. La veneración parece que da paso a la indignación y quizás también a la repulsa.
Sea como fuere, mañana acaba en Brasil una pesadilla encarnada por el ultraderechista Bolsonaro, un mandatario que ha dividido al país, envenenado la convivencia, sembrado odios por doquier, degradado la democracia y empeorado todos los indicadores económicos, sociales y medioambientales.
Ha dejado tras de sí una sucesión de desatinos, fanfarronadas y una catarata de embustes; fanatismo y actos extremos, temerarios e irracionales.
Con las doce campanadas Brasil volteará otra página infausta de su historia, como señaló el columnista de Metrópoles Ricardo Noblat.
La Folha de S. Paulo recordó que Bolsonaro también ha despreciado el rito de traspasar democráticamente la presidencia a Lula, cuya victoria electoral nunca ha reconocido. ✅