Brasil en un brete


Francisco R. Figueroa 

✍️1/11/22

La resistencia del presidente Jair Bolsonaro a reconocer su derrota electoral ante Luiz Inácio Lula da Silva, los cortes de trescientas carreteras por camioneros iracundos y los llamamientos al golpe militar por las redes sociales demuestran el talante fascista de un movimiento  ultraderechista que ha envenenado a la mitad de Brasil. 

Era de esperar esa reacción destemplada y fuera de los cauces democráticos tras una derrota de Bolsonaro. Y más habiendo sido tan estrecho (1,8 %) el margen de la victoria de Lula. Así lo señalé en al menos dos de mis análisis. 

Desde el entorno de Bolsonaro se lanzó el lunes el mensaje de que el presidente iba a reconocer el resultado legítimo de las elecciones aunque poniendo peros al sistema electoral brasileño, pese a haber demostrado, una vez más, que es impecable, con un escrutinio prácticamente concluido en dos horas y media en un país de dimensiones continentales con 8,5 millones de kilómetros cuadrados, unos 215 millones de habitantes y casi 160 millones de electores. 

Por descontado que cuando Bolsonaro haga eso ni reconocerá expresamente que Lula le ha ganado ni felicitará al presidente electo. Ni siquiera lo citará aunque si es posible que haga patente su desprecio por él. 

Está por ver cómo se lleva a cabo la transición de poder, si Bolsonaro la facilita o la dificulta, si bien las leyes permiten al gobierno entrante obrar por su cuenta. 

Tampoco se conoce aún qué camino tomará Bolsonaro de cara al futuro, si se retira con sus 67 años, como había dicho que haría en caso de derrota, o, lo más probable, que se trague el orgullo, se lama las heridas y siga acaudillando su gigantesco movimiento para tratar de volver a la presidencia dentro de cuatro años. 

Lo más urgente ahora es apagar el incendio provocado por los camioneros que han cortado carreteras en unos trescientos puntos, un alzamiento contra la victoria de Lula y en pos de un golpe militar. 

El gobierno no ha tomado acciones enérgicas contra esos golpistas, aparte suspender vacaciones y libranzas en la Policía Federal. La policía federal de carreteras, dirigida por bolsonaristas, contemporiza. El Tribunal Supremo ha ordenado (sin que se hayan pronunciado los dos magistrados nombrados por Bolsonaro) el levantamiento inmediato de los bloqueos y amenazado con sanciones. 

Pero, después de a Lula, el Supremo es lo que más detestan los bolsonaristas influidos por la prédica permanente de su caudillo contra los máximos tribunales de la nación, incluso por haber anulado las condenas judiciales por corrupción de 2018 a Lula, a causa de no haberse seguido en dichos litigios el debido proceso. 

Es improbable que mientras Bolsonaro siga en silencio y no asuma que perdió, las turbas que lo idolatran se sosieguen. El desabastecimiento comienza a notarse en los supermercados y gasolineras. Decenas de vuelos han sido cancelados. 

En tanto, Lula se dispone a tomarse un descanso después de una campaña electoral tan larga, dura y sucia. Se le notan los 77 años de edad que acaba de cumplir. Era evidente ese cansancio, la tensión y el peso implacable de la edad en su semblante durante el discurso de la victoria en São Paulo. 

El rápido reconocimiento de los resultados por parte de los líderes de los poderes judicial y legislativo, así como la avalancha de reacciones favorables a la victoria de Lula a lo largo y ancho del mundo, incluidos los gobiernos de los países más poderosos –Estados Unidos, China, Rusia, Gran Bretaña, la Unión Europea...– han servido para neutralizar y aislar al presidente Bolsonaro. Hasta algunos influyentes líderes evangélicos –como Silas Malafaia, cabeza de la Asamblea de Dios e íntimo de Bolsonaro– han tratado de templar los ánimos Pero sus huestes, como se esperaba, actúan por su cuenta. ✅

franciscorfigueroa@gmail.com


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