Samba, sexo y moralina

La presencia destacada de una niña de siete años en una de las escuelas de samba que desfilará este Carnaval en Río de Janeiro bordea el escándalo.

Abundantes medios de comunicación del mundo se han ocupado del caso de Júlia Lira como reina infantil de los percusionistas de Unidos do Viradouro, una escuela de samba de primera categoría y de la que es presidente precisamente el padre de la menor, quien la puso ahí, al frente en el desfile de la batería de tamborileros que marcan el ritmo de la agrupación carnavalesca.

Júlia causó sensación por su desempeño ante 45.000 personas como bailarina en el desfile de ensayo en el Sambódromo de Río, el anfiteatro creado por el arquitecto Oscar Niemeyer donde cada año, desde 1984, alcanza su esplendor la mayor manifestación de la cultura popular brasileña.

Todo comenzó cuando el presidente de la institución carioca de defensa del menor, Carlos Nicodemos, un funcionario que parece en busca de sus dos minutos de fama, dictaminó que el lugar destacado que Júlia va a ocupar en el desfile de este Carnaval, tiene«connotaciones sexuales para la sociedad» y «fomenta la exposición sexual de los niños».

Cada escuela de samba desfila con más de cuatro mil participantes, entre bailarines y músicos, con un número considerable de figuras destacadas a pie o en los carros alegóricos en las distintas secciones. Nadie duda de la enorme carga sensual de la samba, pero tampoco nadie se olvida que es tradicional la participación de niños y adolescentes en la fiesta mayor de Brasil. Además de habitual, es obligatorio que entre los distintos bloques de figurantes que integran una escuela de samba haya una comparsa infantil, la llamada «ala mirim», todo el mundo ataviado con su debida fantasía acorde con la coreografía. Nadie ve en esos niños objetos sexuales ni su participación en los desfiles es motivo de escándalo sino de orgullo para parientes y amigos.

Otra cosa es que en los desfiles se haga exhibición de la sensualidad femenina, sobre todo de mulatas en prendas mínimas. Es cierto también que chicas que han desfilado de niñas o adolescentes con las escuelas de samba se ha convertido de mayores en auténticos beldades nacionales, como por ejemplo la actriz Juliana Paes o la modelo Luma de Oliveira, pero no ha habido escándalos -nada más que los personales que ha podido protagonizar alguna de ellas-aunque la televisión se cebe con imágenes de las mujeres adultas que desfilan casi en cueros.

Júlia será la más joven reina infantil en el Sambódromo de los últimos años, aunque en 2003 y 2004 muchachas de doce años desfilaron destacadamente en diferentes escuelas, una de ellas en la Beija-Flor, la más sensual y provocativa del Carnaval carioca y en la que aún continúa al frente de los tamborileros al tiempo que estudia periodismo.

Júlia desfilará con la misma poca ropa típica de los bailarines del Carnaval, de la misma forma que otros latitudes los niños adoptan los disfraces a imitación de los mayores o de héroes y heroínas favoritos sin que nadie se rasgue las vestiduras por muy llamativos que resulten. En Brasil, las mujeres, desde niñas y desde siempre, se disfrazan de sambistas, con un dos piezas con flecos y brocados, y nadie ha dicho que constituyan una exaltación de la pederastia. Como tampoco nadie convierte en motivo de desvergüeza o mal ejemplo la participación de adolescentes en ciertas actividades deportivas con uniformes ad hoc.

«Poner una niña linda, pura y delicada es fantástico. Hemos tomado todo tipo de precauciones y tenido el cuidado necesario para la niña no sea vista como una musa. No vamos a transformar una niña en una mujer, ni mucho menos vamos a inducir a la sensualidad», afirma Edson Pereira, uno de los responsables artísticos de la escuela.

«Cualquier adulto que mire a una niña de siete años con ojos lascivos debe buscar un médico», agrega el padre de la menor, Marco Lira.

La iniciativa del guardián carioca de la mojigatería, ave rara en una ciudad exultante y cautivadora, recuerda la de aquella vieja beata que pintaba taparrabos a las estatuas griegas y biquinis a las venus que pueblan el arte universal. Las expresiones culturales ―el gran arte como cualquier expresión representación cultural por mínima que sea― hay que aceptarlas como son, en el caso del Carnaval según la tradición y las costumbres al uso, por mucho que seres supuestamente bienintencionados quieran aplicarle su moralina.

La escuela de samba quería poner en ese lugar destacado este año a la cantante Thalia, porque el tema de la samba de este Carnaval rinde homenaje a México. Thalia hizo exigencias para ella y su séquito imposibles para la escuela. Entonces se pensó en Joana Machado, la novia del futbolista Adriano, pero la negociación también fracasó. Tampoco pudo ser con la actriz Gissele Itiê, de origen mexicano, debido a su participación en la versión brasileña de «Betty, la fea».

La trama que escenifica este Carnaval la Viradouro se llama «México, un paraíso de colores bajo el signo del sol». Rinde homenaje al país azteca y algunas de sus celebridades como Diego Rivera , Frida Kahlo, Mario Moreno »Cantinflas», Pancho Villa, Emiliano Zapata y personajes infantiles de la televisión que durante varias generaciones han cautivado a niños de la edad de Júlia como «El chavo del ocho» y «El chapulín colorado».

Francisco R. Figueroa
francicorfigueroa@hotmail.com

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