Vargas Llosa ha vuelto a pecar

Ha vuelto a reincidir el doctor Vargas, como le llamaba, sin duda con la idea de mortificarle, Alberto Fujimori, su rival hoy preso. Fue en el Teatro Auditorio de la Casa de Campo, de Madrid, el último sábado de septiembre, por la mañana. Cuando se le daba en los predios del Partido Popular (PP) y en complicidades con José María Aznar, Mario Vargas Llosa participó por sorpresa en el bautismo y estreno del nuevo partido español Unión, Progreso y Democracia (UPD) que patrocinan la disidente socialista Rosa Díez y el filósofo Fernando Savater.

En ese acto el escritor recordó que no subía a un tablado político desde aquella noche triste de junio de 1990 cuando en el Paseo de la República de Lima, de espaldas al Palacio de Justicia y de cara al Hotel Sheraton, cerró su desastrosa carrera a la presidencia de Perú, en la que le ganó Fujimori en segunda vuelta. Después de aquel mitin, Vargas Llosa votó por sí mismo, aunque sin ninguna convicción y prueba de ellos es que tenía las maletas hechas para volver a Europa; acudió educadamente a un desangelado hotel del centro de Lima a felicitar a Fujimori por su victoria, se despidió de sus amigos y tomó el avión casi en sigilo antes del tercer día.

«Desde que salí del Perú, el 13 de junio de 1990, había decidido no intervenir más en la política profesional, como entre 1987 y 1990 (…) la acción política me había dejado en la memoria un disgusto visceral (…)», escribió. Después de aquello solo participó en 1991 en un acto para traspasar el liderazgo de su partido, el Movimiento Libertad, convencido de que nunca jamás intervendría en política como lo hizo a raíz de que en 1987 el presidente de Perú, Alan García, —de nuevo ahora en el poder— trató de nacionalizar la banca, las aseguradoras y las financieras.

Pero el novelista —a quien «la indeseable (pero imprescindible) política le hierve la sangre— ha vuelto a vibrar con la cosa pública, ahora en España, su segunda patria. «Hoy estoy rompiendo mi palabra», le dijo al auditorio. A sus 71 años, Mario Vargas Llosa tenía un digno aspecto de senador. Se veía como el pez en el agua.

Sorprendió la presencia en el acto del escritor porque se le creía muy vinculado al conservador Partido Popular y muy magníficamente relacionado con algunos dirigentes de la derecha, como por ejemplo Aznar. Incluso recientemente el novelista había intervenido en un curso ideológico de la aznarista fundación FAES. Aznar se refería a él en público como «mi gran amigo». Se les notaba amigos, pero también cómplices. Vargas Llosa, que tiene la nacionalidad española desde 1993 y es miembro de la Real Academia Española, estuvo muy cerca de Aznar en la campaña que le llevó al poder en 1996. Fue él la primera persona a la que el nuevo gobernante invitó a la residencia oficial del Palacio de la Moncloa después de jurar el cargo por vez primera. Aznar le ofreció la dirección del Instituto Cervantes, pero el escritor declinó la invitación.

Según Aznar, Vargas Llosa «es un constante ejemplo moral», «un hombre libre que defiende la libertad de todos nosotros» y un escritor que merece el Premio Nobel. Vargas Llosa —que en su día tuvo admiración por la obra de gobierno de la británica Margareth Thatcher— considera a Aznar «una persona cauta y realista» e incluso se esforzó públicamente haciendo equilibrios dialécticos para hallar explicaciones a la participación española, decidida por Aznar, en la Guerra de Irak, aunque el escritor esté en contra de la misma pues la considera «una trasgresión de la legalidad internacional». El escritor llegó a declarar, a mediados del 2006, que durante los ochos años de Gobierno de Aznar España había alcanzado «un protagonismo y una influencia internacional que no había tenido desde el Siglo de Oro y que, me temo, durante un buen tiempo no volverá a tener». Los «historiadores del futuro reconocerán a Aznar como uno de los grandes estadistas de la historia de España», agregó.

Pero ha resultado que Vargas Llosa, un liberal a ultranza y un agnóstico con tradición, cree ahora que dentro del PP predomina el conservadorismo y el clericalismo. Dentro del PP —dice—, el liberalismo es una facción minoritaria y él no se identifica con el rechazo entre los «populares» al laicismo, la despenalización del aborto o las bodas entre homosexuales. Esta fue la explicación que dio para echarse en los brazos de una causa como la de la UPD, partido que, según dice él, «devolverá la esperanza en el progreso de España». Eso y que «el crecimiento de los nacionalismos periféricos» ha «resquebrajado el consenso que hizo posible la Transición española» que produjo «una democracia moderna y funcional». El gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero «ha dejado —según dijo— de ejercer como dique de contención del nacionalismo identitario y destructor, para gran desilusión de muchos españoles».

Francisco R. Figueroa
www.apuntesiberoamericanos.com
franciscorfigueroa@hotmail.com

2 comentarios:

Anónimo dijo...

También dijo Vargas Llosa que "El único país donde me siento de izquierdas es Israel..." cosa no muy difícil por otra parte.. Oye muy interesante el blog. Recién leí el artículo de Trujillo.

Bueno, yo no soy periodista, persona informada, ni ciudadano serio que se precie. Pero dejo la dirección de mi blog http://elultimoencuentro.blogspot.com por si te animaras a echar una visita. Tiene el atractivo de ser el menos visitado de la red ( tengo datos que así lo corroboran ).
Pues nada, un saludo, y sigue publicando.

Anónimo dijo...

También dijo Vargas Llosa que "El único país donde me siento de izquierdas es Israel..." cosa no muy difícil por otra parte.. Oye muy interesante el blog. Recién leí el artículo de Trujillo.

Bueno, yo no soy periodista, persona informada, ni ciudadano serio que se precie. Pero dejo la dirección de mi blog http://elultimoencuentro.blogspot.com por si te animaras a echar una visita. Tiene el atractivo de ser el menos visitado de la red ( tengo datos que así lo corroboran ).
Pues nada, un saludo, y sigue publicando.