El escritor peruano Alfredo Bryce Echenique ha actuado este martes en la Casa de América, dentro del festival cultural VivAmérica, de la mano de su colega canario Juancho Armas Marcelo. Actuar es la palabra. El escritor tenía que hablar de su vida y su obra e interpretó una parte amable de sí mismo —nada de aflicciones—, con la ayuda de Armas Marcelo, que condujo el acto con afecto de compadre.
«La escritura de mis libros» se titulaba la «clase maestra» dada por Bryce con casi un lleno en el Anfiteatro Gabriela Mistral de la Casa de América. Bryce, de 68 años, habló con frescura de él y su conservadora familia de banqueros; de Perú y París; de Cortázar y Hemingway; de cuentos y novelas; de viajes y borracheras; de Julius y Martín Romaña; de Vargas Llosa y Malraux; de Fidel Castro y Teresa de Calcuta; del poder político y la gloria literaria; de la importancia para los escritores del alcohol, los amigos y las mujeres [faltaron esta vez el dinero y la fama]… Hubo humor y nostalgia. Era la vida exagerada de Bryce Echenique. Risas y aplausos.
La «clase maestra» fue de cabo a rabo un mundo [gentil] para Alfredo. Faltó hablar de la parte sórdida del creador peruano, de esos plagios bochornosos en los que alegadamente ha incurrido en diversos artículos periodísticos, groseras copias en la mayoría de los casos que han mellado su buena reputación. Había gente que se quedó con ganas de escuchar a Bryce un sincero mea culpa o ir sobre el asunto para dar al auditorio esa explicación congruente que hasta la fecha debe. Aunque hubiera sido con esa subjetividad bien intencionada de la que el escritor hace gala.
En el prólogo de «A trancas y barrancas», una recopilación de artículos aparecida en 1996, Bryce afirma: «…suelo dudar de todo lo que pienso y puedo quedarle infinitamente agradecido a aquella persona que me prueba cuán equivocado estoy…». En el caso de los artículos birlados le fue probada su equivocación, pero él no acaba de dar el brazo a torcer. En el mismo prólogo añadía: «Y estoy totalmente de acuerdo con Borges cuando dice que un simple dolor de muela puede hacerle dudar de la existencia de Dios todopoderoso». En su caso, el simple plagio de ese puñado de artículos han podido poner en duda —para algunos— su extensa obra creativa —con dos docenas de títulos— publicada a partir de 1968, que hacen de él —para otros, sus fieles— uno de los escritores vivos más sólidos y notorios que tiene la literatura en español.
Francisco R. Figueroa
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