La tardía gira por Latinoamerica del debilitado presidente George Bush difícilmente recompondrá las maltrechas relaciones con una región que ha sido ninguneada durante los seis años en el poder que lleva el actual inquilino de la Casa Blanca.
Bush viaja también con la pretensión de neutralizar la «peligrosa influencia» que, según el Departamento de Estado, ejerce en América Latina el presidente venezolano, Hugo Chávez, cuyo peso y capacidad para envenenar las relaciones de la región con Estados Unidos han ido creciendo en la misma medida en que la administración Bush ignoraba a sus vecinos del sur. Precisamente Chávez ha organizado su propia gira sudamericana –a Argentina y Bolivia– en coincidencia con la de Bush, entre otras cosas para encabezar la protesta contra la presencia en América Latina del líder estadounidense.
Sin duda alguna para un presidente en sus peores horas, empantanado en sus guerras de Irak y Afganistán, enfrascado con Irán, Siria y Corea del Norte, y complicado en sus relaciones con la Unión Europea, por citar solo algunos frentes que tiene abiertos, América Latina definitivamente no ha podido ser «el compromiso fundamental» de política externa que el propio Bush anunció durante su primera campaña presidencial, en el 2000.
De la mano de la poderosa secretaria de Estado, Condoleezza Rice, Bush recorrerá cinco países en seis días para tratar de recuperar la influencia perdida en la América Latina y acallar al mismo tiempo las múltiples críticas internas que recibe por haber descuidado una región en la que han surgido –y se han consolidado– liderazgos como el de Chávez, al tiempo que posiciones como las de Brasil y Argentina daban al traste con el pretencioso Tratado de Libre Comercio para las Américas que se idealizó durante el gobierno de Bill Clinton o en México la izquierda estuvo en un tris de ganar el poder.
Desde que asumió la presidencia de Estados Unidos, en enero de 2001, desde luego que a Bush en América latina le han crecido los enanos. Los problemas se han multiplicado y los gobernantes de izquierdas han proliferado. Ganaron el poder Lula da Silva en Brasil, Néstor Kirchner en Argentina, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador y Daniel Ortega en Nicaragua. En Chile a un socialista (Ricardo Lagos) le sucedió otra socialista (Michelle Bachelet). En Uruguay los viejos tupamaros –aunque muy descafeinados– llegaron al gobierno con Tabaré Vázquez. En Venezuela se robusteció vigorosamente Hugo Chávez tras fracasar un golpe de Estado en el que estuvo la mano diligente de Washington. En Perú Ollanta Umala estuvo a punto de dar el campanazo. En Paraguay el ex obispo Fernando Lugo, que bebe en el pozo de la izquierdista teología de la liberación, es favorito para las elecciones presidenciales. En Guatemala la india y Premio Nobel, Rigoberta Menchú, disputa las presidenciales de septiembre. Al mismo tiempo en América Latina ha crecido la influencia de China y Venezuela se rearma en Rusia, se alía con Irán y Cuba y financia las causas de la izquierda y el indigenismo. Todo ello ante la virtual impasibilidad de Estados Unidos.
Bush pisará Brasil, Uruguay, Colombia, Guatemala y México entre el 8 y el 14 de marzo. Brasil es la mayor economía de la región, tiene un gobierno pragmático de izquierda muy activo entre las potencias emergentes que trata de hablar de tú a Estados Unidos. Lula es de hecho un presidente que cumple los pactos, no amenaza ni crea líos los mercados y no supone un riesgo. De otro lado, Estados Unidos cree que un político así, de extracción popular, es el contrapeso adecuado para un a líder tan exuberante y e hiperactivo como es Chávez. Brasil es el amigo fundamental para tratar de mantener un equilibrio en la región.
Colombia es una de las tres naciones del mundo que más ayuda recibe de Estados Unidos para la lucha contra las guerrillas y los narcotraficante, y su su gobierno, encabezado por Álvaro Uribe, esta muy pero que muy cercano al de Washington. En tercer lugar, México es el estratégico vecino del sur con el que hay grandes temas comerciales, de inmigración y de narcotráfico en la agenda bilateral. Lo tres dan sentido y contenido al viaje.
No en cambio Uruguay, dejando de lado Argentina, cuyo presidente, Néstor Kirchner, está con Venezuela en unas relaciones tan carnales como en su día Carlos Menem afirmó que las tenía con Estados Unidos. Kirchner
defiende sus relaciones privilegiadas con Chávez y recuerda cómo Venezuela ayudó vigorosamente a Argentina a salir de la crisis. Durante una reciente estancia en Venezuela, denunció alto y claro que él y Lula habían recibido pedido de Estados Unidos para que sirvan de freno a Chávez. «No lo haremos», aseguró. Por último, Guatemala, país que como candidato de Estados Unidos, libró una crispada disputa con Venezuela por un puesto en el Consejo de Seguridad de la ONU.
En América Latina el rechazo a la política de Bush esta generalizado. Chávez lo sabe y lo aprovecha, en Argentina vociferando al frente de sectores sociales afines justo al mismo tiempo en que Bush visita Colonia, al otro lado del Río de la Plata. Estados Unidos ha anticipado que evitará la confrontación con Argentina aunque Chávez celebre el anunciado acto multitudinario contra Bush.
El gobierno de Ecuador ha expresado su malestar por la gira de Bush sugiriéndole al presidente estadounidense que «deje de intervenir en la política de los pueblos que tienen derecho a (…) buscar sus propios caminos hacia la felicidad y el desarrollo», dijo el vicepresidente Lenin Moreno. «Cada vez que el presidente Bush viene a Latinoamérica temblamos….», agregó. Ecuador tiene unas relaciones muy tensas con la vecina Colombia y desconfía de «disposiciones viene impartir» Bush. El presidente Uribe «no debiera atenerse únicamente a las órdenes que mandan del imperio», agregó Moreno.
La gira de Bush recuerda otra que en los años ochenta hizo el fallecido Ronald Reagan, quien literalmente anduvo perdido. En Brasilia, Reagan brindó en una cena oficial por «mis amigos bolivianos». Luego rectificó y dijo: «Oh, no: brindo por mis amigos colombianos, porque Bolivia es el próximo país que visitaré». En realidad Reagan iba desde Brasilia a Bogotá. Esa noche, en el palacio Itamaraty de Brasilia, Ronald Reagan nos sabía donde estaba ni a donde iba. Estaba perdido en el ombligo de América del Sur.
Francisco R. Figueroa
www.franciscofigueroa.es
www.apuntesiberoamericanos.com
franciscorfigueroa@hotmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario