Cuaderno de Nueva York: Desde la cocina del infierno

Francisco R. Figueroa 

✍️Manhattan (NY), 3/2/24

«Más allá, la ciudad, desplegadas las velas de cemento...», escribió José Hierro en Cuaderno de Nueva York (1998). Fue una sensación que tuvo el poeta desde un mirador cualquiera, uno de tantos, a orillas del Hudson, o justo, quizás, donde Federico García Lorca coloca en su memorable oda a aquel hermoso viejo Walt Whitman, con el que, dice, los maricas soñaban, dormido, con su barba llena de mariposas extendida hacia el polo y las manos abiertas. «Nueva York de cieno; Nueva York de alambres y de muerte... geometría angustia», según el poeta, que a esta tierra llegó, hará pronto un siglo, navegando en un barco gemelo del infortunado Titanic, con tiempo ser testigo del catastrófico crac de 1929.

Mi vecindario temporal es la Cocina del infierno (Hell's Kitchen). Habito efímeramente en la calle 54, a tiro del Hudson y Columbus Circle, en un vértice del Midtown. Hell's Kitchen fue un barrio bravío del West Side de mala reputación, pero tras un proceso de gentrificación se ha convertido en un lugar chic que por las noches se transforma en un paraiso neoyorquino de la diversidad sexual pudiente.

«¡Esto es un infierno!», exclama un poli novato apavorado. «No te confundas, chaval, el infierno puede ser agradable. Esto es la cocina del infierno», replica un colega veterano ducho en las hogueras sociales neoyorquinas. Dicen algunos que de ahí el nombre de Hell's Kitchen, aunque sin aportar pruebas. No importa: se non è vero, è ben trovato.

The New York Times describió antaño la zona como un barrio de edificios sórdidos y pandillas sembrando las calles de violencia. Tan es así que Mario Puzo puso a vivir en Hell's Kitchen al joven Vito Corleone tras la cuarentena en Isla Ellis huido de las luparas sicilianas. De modo que en Hell's Kitchen se fogueó el gran padrino literario de la mafia norteamericana. Por cierto, por estas calles cuando eran infernales también creció el Vito joven que todos conocemos: Robert de Niro.

Por aquí es fácil imaginar de noche a los fantasmas danzantes de los pandilleros de West Side Story, la multioscarizada versión hollywoodiense (1961) de Romeo y Julieta, con música de Leonard Bernstein. El remake de Steven Spielberg (2021) fue un fiasco. O subir a bordo del USS Intrepid, eternamente varado ahí, en el Hudson, y soñar que uno es el almirante Nimitz listo para entrar en combate en Okinawa o impedir que el vietcong tome Saigón.

Nueva York es una ciudad cinematográfica. Se han ambientado tantas películas que quienes no somos habituales andamos por ella en un déjà vu fatigante, buscando entre la multitud los personajes que pueblan las imágenes que nos anegan la mente. Y a veces aparecen. Haberlos, haylos. Pero es difícil hallar la aguja en un pajar cuya área metropolitana alberga unos veintitantos millones de almas, media España, vaya, sin contar una copiosa población flotante que hormiguea por doquier.

Aprovechando el descontrol del sueño por el desfase horario (cuando amanece, sobre las seis y media, mi cuerpo ya está en modo vermú), me pongo a cavilar, asomado a mi ventana de un piso treinta, si en esta ciudad fascinante la aurora tiene en verdad cuatro columnas de cieno y un huracán de negras palomas, como escribió Lorca.

Antonio Muñoz Molina, que fue un manhattiense acucioso y andarín (vivió un buen tiempo en la 106 y es visitante asiduo), sostiene que Lorca escribió Poeta en Nueva York caminando. Caminó, indica, con entusiasmo y constancia y muchas de sus sensaciones son aún reconocibles en esta ciudad insustituible, excitante, inagotable, ecuménica, bulliciosa, donde a cada rato se escuchan estridentes sirenas, que no da tregua a los cuerpos ni las almas, rebosante de literatura, cine y música, en esta prodigiosa babel de todos los tonos de piel y todas las lenguas del mundo pronunciadas con todos los acentos posibles.

Siento de nuevo que esta no es mi ciudad. Me encuentro mucho más a gusto en las urbes cimarronas y caóticas americanas ubicadas al sur del paralelo catorce, hasta la más austral de todas ellas, que es Montevideo. ✅

franciscorfigueroa@gmail.com

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