En el umbral de la mayoría absoluta


Francisco R. Figueroa
 

✍️ 30/09/22

Alea jacta est. Parece.

Este domingo, en las elecciones generales de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva puede ganar –por tercera vez– la presidencia contra el actual mandatario, Jair Bolsonaro, sin necesidad de segunda vuelta y por una diferencia incontestable.

Las últimas encuestas, de esta misma semana, sitúan al antiguo líder sindical en el umbral de la preceptiva mayoría absoluta de votos útiles (51 % en un sondeo y 50 % en otro), con unos 15 puntos de ventaja sobre su rival, una diferencia capaz de dejar mudo a Bolsonaro en su querencia al idolatrado Donald Trump para reclamar fraude.

Lula es favorito en catorce estados –incluidos los más relevantes, que son São Paulo y Minas Gerais– y Bolsonaro en ocho, con empates técnicos en Río de Janeiro y Río Grande del Sur, tercero y cuarto en electores. 

De modo que, en vísperas de cumplir 77 años, Lula ocuparía una vez más los palacios del Planalto, sede de la presidencia, y la Alborada, la residencia del jefe del Estado, de los que fue inquilino durante dos cuatrienios consecutivos, de 2003 a 2010. 

Le falta, como el propio Lula afirma, «una pizca» para ganar este domingo. Una pequeñez difícil de arañar a estas alturas, pero no imposible. 

Si fuera necesario ir a balotaje, dentro de tres domingos Lula achicharraría a Bolsonaro por alrededor de un inobjetable 54 % a 39 %. Ningún otro candidato –son once en total– tiene la menor opción pues el más aventajado, Ciro Gomes, sólo marca un 6 %. Y el último y áspero debate televisado, de anoche, nada debe modificar. 

El favoritismo de Lula en todos los sondeos contrasta con el mayor poder de movilización callejera de seguidores logrado por Bolsonaro, lo que puede induzir a error. Los que decidirán estas elecciones ya no son aquellos militantes y simpatizantes bulliciosos del Partido de los Trabajadores (PT) que en las antiguas campañas atiborraban las concentraciones. 

La ventaja expresiva de Lula se ha mantenido desde los primeros escarceos electorales y es debida, fundamentalmente, al fuerte rechazo popular a Bolsonaro y su gobierno. El voto útil y de castigo han ido creciendo a medida que se aproximaba la fecha de las comicios.Tal es la ansiedad que hay por liquidar a Bolsonaro y poner fin a sus ínfulas, su personalismo, su estilo cuartelero, su arrogancia, sus embustes, sus trapacerías, su misoginia, su nepotismo, su incultura supina y su vulgaridad colosal, que es mucho más evidente entre las mujeres, a las que el antiguo capitán, que tuvo que dejar con deshonra el Ejército, trató de engatusar por medio de su tercera esposa, Michelle, que de joven quería ser actriz. 

Desde la restauración del voto universal sólo Fernando Henrique Cardoso había logrado la elección en primera vuelta, tanto en 1993 como en 1997. El propio Lula necesitó ir a sendos balotajes en 2002 y 2006. 

Lula no es una opción fabulosa pero no hay mucho donde escoger. Es dios o el diablo en la tierra del Brasil y cada cual decide quién es uno y cuál el otro. Lula es un demócrata cabal, lo que supone un fuerte contraste con Bolsonaro, que añora descaradamente la dictadura militar bajo la que se formó, desprestigia la democracia y cuestiona el sistema electoral al que se somete y al que deben sus cargos él y tres de sus hijos. 

Y Lula es también un buen componedor en un mundo político tan fragmentado como el brasileño y con tantísimos intereses personales y regionales en juego. No es un comunista, como Bolsonaro pretende hacer ver, aunque es cierto que ha defendido a las izquierdas dictatoriales de Cuba y Venezuela. 

Sobre él siempre planea la sombra de la sospecha de las corruptelas habidas en su gestión presidencial y sus condenas de cárcel, aunque resultaron anuladas por el Supremo Tribunal por parcialidad del juez que lo procesó y porque ese tribunal no tenía la competencia. Nunca tampoco se ha podido probar que Lula tenga dineros mal habidos ni lleva una vida ostentosa. Vive desde hace poco, con su flamante nueva esposa, Janja, en un barrio paulistano de personas acomodadas, de alquiler, que en parte paga el partido con transparencia. Nada singular para un expresidente de la mayor economía en América Latina. Barrio en el que, por cierto, también reside el expresidente Michel Temer. 

Su gestión como gobernante resultó bastante productiva para Brasil y beneficiosa para las clases populares, con mucha proyección internacional. En lugar de centrarse en las propuestas, en un plan de gobierno articulado, Bolsonaro ha recurrido con trompetas y trombones a descalificar a Lula como «ladrón» y «expresidiario» e ideológicamente creyendo que con eso se repetiría la victoria en 2018, cuando su triunfo fue determinado por la repulsión mayoritaria a Lula y al PT en plena apoteosis de los escándalos de corrupción y también por la puñalada que recibió durante la campaña, a la que sobrevivió de milagro. 

PEl antivoto triunfa de nuevo entre los tupiniquins. ✔️

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