Un balotaje a degüello


Francisco R. Figueroa 

✍️3/10/22

Luiz Inácio Lula da Silva (76) ganó a Jair Bolsonaro (67) la primera vuelta de las presidenciales de Brasil sin la mayoría absoluta que evitaba el balotaje del próximo día 30 y con un holgura inferior a la pronosticada debido a que el actual mandatario se fortaleció in extremis más de lo esperado. 

El resultado de 48,4 % contra 43,2 % muestra un corrimiento de electores de última hora, sobre todo provenientes de Ciro Gomes –el tercero en discordia, que acabó cuarto con un escuálido 3 %– y también a un voto oculto para el ultraderechista no detectado por los estudios demoscópicos, sobre todo en los estados de São Paulo y Minas Gerais, los más poblados y en los que ellos daban como favorito a Lula.

Bolsonaro ha arrastrado votos significativamente para candidatos aliados conservadores a gobernador, senador y diputado, por encima de lo esperado, lo que ha dado lugar a un fortalecimiento de las derechas en el fragmentado Congreso de la nación y el control para él de la cámara alta y la mayor bancada de la baja. En gobernaciones, los socios de Bolsonaro ganaron a la primera en siete estados y los de Lula en seis. En los otros doce es necesaria una segunda vuelta. 

El presidente ha sido impulsado por el ingente reparto de subvenciones, la disminución de la inflación, la reducción oportunista, en plena campaña, de los precios de los combustibles por la estatal petrolera y el fervor de las legiones de cristianos evangélicos empujados desde las iglesias. 

Hoy mismo comienza la campaña para el desenlace, que se celebrará el último domingo de octubre, una disputa a dentelladas por el 8 % que sumaron los restantes nueve candidatos presidenciales, porque lo razonable, dada la polarización existente en Brasil, es que los votantes de ayer de Lula y de Bolsonaro repitan sufragio.

Ambos lucharán a degüello por los votos de la centrista Simone Tebet (4 %) y los del camaleónico Ciro Gomes (3 %). Son unos nueve millones de votos en disputa. Otra opción será estimular la participación del 21% de electores que se abstuvieron, aunque el sufragio sea en Brasil obligatorio. 

Un balotaje que se presenta peliagudo, cuya campaña tensionará aún más una sociedad partida al medio. Una «situación compleja, desafiante y amenazadora», como la define Ciro Gomes, que ha fracasado por cuarta vez en unas presidenciales. 

Bolsonaro no ha cuestionado el resultado después de haber desacreditado hasta la saciedad al sistema electoral brasileño e insinuado fanfarrón que si no ganaba con el 60 % se debería a un fraude. Tampoco podía objetar el escrutinio de las presidenciales porque hubiera puesto patas arriba también los otros comicios parlamentarios y regionales en los que sus aliados salieron mejor de lo esperado. Bolsonaro y los suyos redoblan ya sus ataques tendentes a denigrar y difamar más aún a las empresas encuestadoras con el pretexto de un fallo generalizado en el primer turno, que están magnificando. Ellos aducen que los sondeos que favorecen a Lula son engañosos y tienen como objetivo acarrear votos para él. Lo mismo arguyen contra los medios de comunicación más influyentes. 

Las encuestas preelectorales anticiparon una cómoda victoria de Lula en el balotaje, pero los institutos deben esmerarse para tratar de afinar el tiro. Bolsonaro ha salido fortalecido surfeando en la cresta de la ola conservadora brasileña pero el incombustible Lula no ha perdido la partida. ✔️


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