Francisco R. Figueroa / 2 octubre 2011
Dilma Rousseff, la presidenta de Brasil, y sus mujeres quieren poner un burka a Gisele Bündchen, una de las top model mejor pagadas del mundo.
Todo a causa de un anuncio, en exhibición desde el pasado 20 de septiembre, para vender ropa íntima a mujeres. Muestra al hombre como objeto de seducción y manipulación, y a la mujer como objeto sexual, según aduce la Secretaría de Políticas para la Mujer, un organismo que depende directamente de Dilma Rousseff.
¿Cómo dar malas noticias al marido, tipo «mi madre viene a vivir con nosotros» o «te destrocé de nuevo el coche» o «me pulí la tarjeta de crédito»? ¿Usando un vestido correcto, recatado? Error. ¡De sensualísima ropa íntima, desde unos tacones de vértigo, empleando su encanto brasilero, como una gata provocadora! Esta es la sinopsis del anuncio que protagoniza Gisele Bündchen para Hope, una marca de lencería desde 1966, con más de 60 tiendas en Brasil.
Iriny Lopes es el brazo ejecutor de Dilma Rousseff para políticas sobre la mujer, una especie de ministra de igualdad. Considera al spot peyorativo para la mujer y por ello ha pedido formalmente a las autoridades reguladoras de la publicidad la suspensión del mismo por considerar que refuerza el estereotipo de las mujeres como objetos sexuales de sus maridos. El regulador tiene 45 días para pronunciarse. Mientras, sigue la campaña publicitaria y se agranda la polémica.
El anuncio «refuerza el estereotipo equivocado de la mujer como objeto sexual de su marido e ignora los grandes avances que hemos alcanzado para desmontar prácticas y pensamientos sexistas», dijo exactamente Lopes en un comunicado.
La ministra afirma que hay «mucha gente indignada», pero recusa decir cuántas quejas ha recibido. Según algunos medios han sido entre seis y quince, en un país de casi 200 millones de habitantes, más de la mitad mujeres.
Hope, el fabricante de la lencería, replicó aduciendo que su propaganda tiene el «objetivo claro y bien definido de mostrar, con buen humor, que la sensualidad natural de la mujer brasilera, reconocida mundialmente, puede ser un arma eficaz en el momento de dar una mala noticia».
«Difícilmente un fabricante lanzaría una campaña publicitaria para ofender a su principal cliente: la mujer», remachó un sindicato de agencias de propaganda.
La posición del Gobierno está clramene determinada por la condición de mujer de la presidenta de Brasil, como ha admitido implícitamente la secretaria nacional contra la violencia de género, Aparecida Gonçalves.
La cuestión no es que la afamada top model Gisele Bündchen aparezca con lencería, sino difundir la imagen errónea de una mujer brasilera sumisa, cuando es consumidora, moderna y hasta presidenta, dice. «En una cena romántica, a la luz de las velas, la seducción y la lencería estarían justificados», afirma ella. Pero no en la «tele».
La influyente periodista Ruth de Aquino, en su columna del semanario «Época», uno de los de mayor difusión, ha defendido la necesidad del juego, la seducción y la sorpresa entre los enamorados. Recuerda con gracia que cuanto estudiaba una maestría en Londres, hace 16 años, ella, que se define mujer «seria y medio feminista», mandaba semanalmente fotos en ropa íntima para dar placer a su novio, que esperaba ansioso esa correspondencia en Río de Janeiro. La pareja aún sigue junta.
El asunto ha trascendido fronteras, seguramente por Gisele Bündchen, ya que en Brasil la publicidad recurre habitualmente a la sensualidad femenina como reclamo en anuncios de todo tipo sin que nadie se rasgue las vestiduras.
En 2010 fue vetado un anuncio protagonizado por la célebre Paris Hilton para la cerveza «Devassa bem loura», un juego de palabras que puede ser traducido como una «libertina muy rubia». También tuvo problema otro spot del sistema de televisión por suscripción Sky en el que una Gisele Bündchen sensualísima como es ella friega el suelo arrodillada mientras su marido ve televisión y le pide cerveza.
«Gisele se convierte en víctima de la dictadura del pensamiento único», se lee en el blog «Ajuste de cuentas». Otros han dicho que prohibir a Gisele Bündchen de bragas y sujetador entra en contradicción con la lucha por la democracia y habla de la «legión de mujeres envidiosas en el Gobierno», también por no poder usar ese tipo de lencería.
Se refieren a las nueve ministras nombradas por Dilma Rousseff y a la propia mandataria. También a la legión de féminas en altos cargos. Ahora las ministras suponen un cuarto del Gobierno brasilero. Pero la meta es copar a corto plazo al menos la tercera parte del Gabinete, lo que posiblemente se alcance en un ajuste ministerial en 2012. Un paso de gigante si duda en un país donde desde que acabó la dictadura, en 1985, hasta el fin del gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, en enero pasado, solo siete mujeres formaron parte del Ejecutivo.
franciscorfigueroa@hotmail.com
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