¡Arriba las armas!

Brasil se arma en Francia y Venezuela en Rusia. Aducen necesidades defensivas, pero hay una pugna soterrada entre ambas. Brasil se arma para afianzarse como sólida potencia en el hemisferio sur y América Latina, frente al nuevo liderazgo «peligroso» de Venezuela, aletargada la centenaria rivalidad con Argentina. También para sacar pecho entre las naciones más poderosas del mundo del inminente G-14 y acabar con la histórica hegemonía de Estados Unidos en América Latina.

Brasil no tiene enemigo a la vista mientras Venezuela señala a Estados Unidos y Colombia. Submarinos, cazabombarderos, helicópteros, tanques y misiles están en sus «carritos de la compra». Tanto el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, como su homólogo venezolano, Hugo Chávez, se proclaman socialistas y gobernantes identificados con las penurias del pueblo, pero no parece tener en cuenta la enorme cantidad de desigualdades y carencias que se corregirían y taparían con las decenas de miles de millones que han apostado a estos juegos de guerra.

En América solo Estados Unidos supera a Brasil en poder de fuego y en el Hemisferio Sur, apenas Australia. Chávez acaba de volver de Rusia embravecido, desafiante, gallito, cantando el «quiquiriquí, quien sea valiente que venga aquí». Ha comprado tanques y misiles, entre ellos los «Antey 2500», considerado el «Patriot» ruso, con alcance de 2.500 kilómetros, un radio que barre toda Colombia y el Caribe hasta Miami. «Que a nadie se le ocurra venir contra nosotros», advierte bravucón. La ecuación militar latinoamericana ha quedado hecha añicos y más tensiones en la región están servidas. El hecho de que ambos países incremente sus arsenales por sentirse amenazados es motivos de preocupación porque sobre el papel se maneja una hipótesis de conflicto.

Brasil está dispuesto a ejercer su propio liderazgo global, a emerger como potencia mundial jugando en las ligas mayores con la docena de naciones más poderosas del planeta. Décima potencia industrial del mundo y duodécima nación con mayor gasto militar del globo, Brasilia asegura que su estrategia es meradamente «disuasiva». Pretexta la necesidad de defender sus ingentes reservas submarinas de hidrocarburos en el presal del Océano Atlántico (80.000 millones de barriles de crudo) y la Amazonía inmensa poco guarnecida. «Un país que quiere proyectarse internacionalmente debe tener unas fuerzas ramadas coherentes», se dice desde el oficialista «lulismo»

Durante la gestión de Lula da Silva, iniciada en enero de 2003, el gasto militar brasileño ha aumentado un 50%. En 2008 fueron 23.000 millones de dólares –el 1,5% de su PIB–, según el Instituto de Investigación para la Paz Internacional de Estocolmo (SIPRI). Ahora va a emplear 14.000 millones de dólares solo en armamento francés, casi el doble de los 8.500 millones que fueron autorizados por el Congreso Nacional y más que todo el gasto militar conjunto de Venezuela y Colombia. Comprará cuatro submarinos convencionales «Scorpène» y uno nuclear, además de cincuenta helicópteros «EC-725», a construirse todo ello en Brasil, y también 36 cazabombarderos «Rafale», de Dassault, de la última generación. A cambio venderá a Francia diez cargueros militares «KC-390», el «Hércules» brasileño aún en proyecto que fabricará Embrear. Brasil se convertirá de la mano de Francia en una de las siete naciones del mundo capaces de diseñar y manejar submarinos atómicos.

El pacto entre Francia y Brasil, según analistas, contraria los intereses políticos estadounidenses y de su industria de defensa. Es el más importante acuerdo militar de la historia reciente mundial y de la de América Latina de los últimos cincuenta años. No es solamente una compraventa de armas. Se trata de una asociación estratégica entre París y Brasilia de un enorme alcance político, diplomático, militar, comercial y geoestratégico. Y puede que solo sea el inicio porque hay más negocios a la vista entre las dos naciones, entre ellos cuatro nuevas centrales nucleares en Brasil y el tren de alta velocidad entre Río de Janeiro y São Paulo, al que aspiraba España. Brasil ya no tiene para París la condición de «país poco serio» que, según la tradición, le endilgó el general Charles De Gaulle. Francia adquiere en él una plataforma privilegiada para redoblar sus relaciones comerciales y políticas con América Latina, donde en el último tercio del pasado siglo había ido perdiendo influencia.

Convertido en socio privilegiado de Francia en América Latina, Brasil no tiene apuros para pagar sus compras militares, pero lo hará con facilidades hasta el 2021 y recibirá asesoramiento y la tecnología necesaria para desarrollar más su ya impresionante industria militar tanto para alcanzar la autonomía militar y el autoabastecimiento como para la exportación, sobre todo a América Latina y África.

Brasil es ya el cuarto mayor exportador mundial de armas ligeras, el quinto de todo tipo de armas si se considera la UE como un único país, mientras que Embraer es el cuarto fabricante mundial de aviones. París respalda la aspiración brasileña de tener un asiento como miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, así como que adquiera mayor relevancia en el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional e ingrese al grupo de naciones más poderosas del planeta en la conversión del G-8 en el G-14 que se propone hacer Nicolas Sarkozy cuando Francia presida el reducido club de las naciones más ricas del mundo.

Por su lado, Chávez, supuestamente para proteger su tesoro energético de la rapiña yanqui, se ha gastado más de 4.400 millones de dólares en armas rusas (cien mil fusiles «Kaláshnikov AK-47», 24 cazabombarderos «Sujoi SU-30» y medio centenar de helicópteros). Invirtió cerca de otros 3.000 millones en armamento bielorruso, chino y español. Había anunciado su intención de compra en el supermercado ruso tanques «T-72», vehículos «BMP-3», diez helicópteros de ataque «Mi-28» y tres submarinos del tipo «Varchavianka».

En su última visita a Moscú concretó una operación crediticia de 2.200 millones de dólares para adquirir una cantidad indeterminada de esos misiles «Antey 2500» que alcanzarían Miami además de los «Buk M2», un sistema antiaéreo; los «S-125 Pechora», uno de los cuales alcanzó al único avión invisible «F-117» estadounidense destruido hasta ahora; y los «Smerch S-300», así como 92 tanques «T72» modernizados. Posiblemente Chávez haga más anuncios rimbombantes de compras de armas, todo ello por esa «doctrina militar» que imparte basada en una posible invasión de Estados Unidos o de Colombia, o de ambas, para apoderarse de las ingentes reservas venezolanas de hidrocarburos.

El acuerdo de Caracas con Moscú va más allá de las armas. Rusia tiene interés en el crudo venezolano y en recursos minerales, al tiempo que logra una puerta de entrada en América Latina, que en el pasado soviético fueron la Cuba castrista y el Perú del general Juan Velasco Alvarado y sus militares «nasseristas». De otro lado, Irán parece dispuesto a ayudar a Venezuela a tener su propio programa nuclear, lo que es motivo de gran inquietud en la región y motivo de preocupación para Estados Unidos. Washington está preocupado por las relaciones peligrosas de los regimenes de Chávez y Mahmud Armadineyad y, asimismo, por las multimillonarias compras de armas a Rusia, el uso que se le dará a ese arsenal, la carrera armamentista en Suramérica, la nueva geometría allí y la eventualidad de un desvío de material usado a las guerrillas colombianas, que están seriamente debilitadas.

Francisco R. Figueroa
franciscorfigueroa@hotmail.com

1 comentario:

Martin Bolivar dijo...

Hugo Chávez es el máximo desestabilizador de la integración latinoamericana. Si la Revolución Bolivariana que proclama fuera verdad le compraría armas y otros productos a Brasil. Cuba hace otro tanto y firma acuerdos con China. A Latinoamérica la hunden más sus gobernantes populistas y fascistas, apoyados por sindicatos verticalistas, que Estados Unidos y Europa juntos.