De las venas abiertas a volver a empezar

El regalo que el venezolano Hugo Chávez hizo al estadounidense Barack Obama en la cumbre de mandatarios de Puerto España representa ese pasado que Washington pretende dejar atrás en sus retorcidas relaciones con América Latina porque de nada sirve hurgar más en tan dolorosas heridas. Contra al discurso manido del nicaragüense Daniel Ortega, el incendiario de Chávez y el costumbrista de Evo Morales, Obama sorprendió a todos como un buen vecino, propuso un «volver a empezar» en las relaciones continentales y lanzó una «alianza entre iguales». Y para Cuba, la mano tendida, aunque el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva le recomienda no esperar a que los Castro den el próximo paso y nombre ya un negociador oficial para iniciar los contactos bilaterales. Pero parece claro que Obama no va a regalar el levantamiento del rancio embargo a la isla comunista.

El mandatario estadounidense ahuyentó los recelos y limó asperezas hasta propiciar un clima de conciliación en la quinta Cumbre de las Américas. Los «hay que creerle a Obama» y «quiero ser tu amigo» dichos por Chávez, sobre el papel el más encarnizado rival de Estados Unidos en ausencia de Cuba, pero que se mostró como la fierecilla domada; las muestras de simpatía del ecuatoriano Rafael Correa hacia la nueva administración estadounidense, o Brasil –recadero entre Washington y La Habana y consejero sobre cómo lidiar con el levantisco líder venezolano– resaltando la «actitud franca, cordial y de respeto, de humildad, de diálogo y no de monólogo» del inquilino de la Casa Blanca hacia sus pares latinoamericanos ponen de manifiesto qué ha sido esta cumbre y que las discrepancias del grupo capitaneado Chávez sobre el contenido de la declaración final no es lo más importante. Hasta tal punto que Chávez ha decidido restablecer las relaciones con Estados Unidos a nivel de embajador.

Obama creyó que «Las venas abiertas de América Latina» estaba escrito por Chávez. El libro, del uruguayo Eduardo Galeano, tiene casi 40 años y es un ensayo social sobre la explotación y la transculturización de América Latina desde la época de la colonia con un enfoque victimista. Posiblemente Obama ni se moleste en leer su versión el inglés pues trata de agua pasada. Estados Unidos también fue colonia, pero se transformó en la primera potencia mundial mientras sus vecinos del sur quedaban rezagados a años luz. La culpa, pues, quizás no haya que buscarla en que esos países tuvieron un régimen colonial sino posiblemente en la ralea de sus clases dirigentes y en lo que estas hicieron en estos doscientos años como naciones independientes. De todos modos, las relaciones entre los pueblos no pueden estar condicionadas por las tropelías cometidos en el pasado colonial o neocolonial, y tienen que tener una dinámica adecuada a los tiempos presentes. Obama de manera pragmática ha propuesto mirar hacia el futuro y ese libro es un reflejo del pasado. Como dice Chávez, hay que creer en Obama. Ahora las palabras tienen que comenzar a ser acompañadas por hechos.

En cuando a Cuba, de la capital trinitense no ha salido –que se conozca– un compromiso latinoamericano para convencer a los Castro a iniciar el diálogo. De hecho, entre las naciones de América Latina hay posiciones encontradas respecto a Cuba, no sobre el embargo -que existe unanimidad en que debiera ser levantado de inmediato-, pero sí sobre su sistema político. Brasil, que ha hecho de facilitador entre La Habana y Washington y es el país de más peso tiene en América Latina, con un liderazgo creciente, considera que el nacionalismo arraigado del régimen comunista de La Habana y su noción de soberanía darían al traste con esa propuesta de diálogo si va acompaña de condiciones. De hecho, Obama supedita el levantamiento del embargo a unas reformas políticas, económicas y sociales. Habla de democracia, de derechos humanos, de libertad económica y de presos políticos, asuntos estos que tocan las venas más sensibles de la dictadura comunista cubana. Cuba ha aguantado medio siglo de embargo y no va a ceder ahora, afirma un asesor de Lula da Silva. Es cierto que los hermanos Castro están convencidos de que Obama ha traído una nueva visión del problema, pero el asunto tiene que ser conversado por ambas partes en privado y de manera directa, agrega. Por eso Lula da Silva ha urgido a Obama a nombrar su negociador. Los brasileños temen que este barco se vaya a pique antes de la botadura. Queda, pues, un largo camino por andar hasta el levantamiento del embargo, incluso porque los Castro deben estar aún sopesando cómo responder a Obama, sin que se pueda descartar que existan diferencias de criterios entre los dos hermanos.

Francisco R. Figueroa
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