El 1º de mayo ha acabado sin noticias de dios, esa persona supuestamente admirada y venerada con fe ciega en Cuba llamada Fidel Castro Ruz.
Se desinflaron las espectativas creadas por el gobernante boliviano, Evo Morales, al anunciar como seguro que el «compañero Fidel» reaparecería en sus funciones de gobernante este Día Internacional de los Trabajadores, tras nueve meses de baja por enfermedad.
La expectación era tan inmensa que las agencias internacionales, al ver que los actos oficiales por la festividad comenzaban sin Castro, dejaron aún abierta la esperanza. En avances informativos transmitieron que la celebración se iniciaban sin la presencia de Castro, como dando a entender que aún el octogenario dirigente cubano podía aparecer a cualquier momento. No fue así.
El comandante en jefe solo se mostró en espíritu, en su nueva faceta como articulista, con otro trabajo –el cuarto– publicado en la prensa oficial, en el que carga nuevamente contra los biocombustibles, para mayor mortificación del presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva. «Lo que se impone es una nueva revolución energética», tituló. «Nada me anima contra Brasil, pero guardar silencio sería para mí optar entre la idea de una tragedia mundial y un supuesto beneficio para el pueblo de esa gran nación», escribe Castro, que fustigó mayormente a Estados Unidos, como siempre.
De nuevo, el comandante en jefe no habló de su regreso. En su corte nadie tampoco lo hizo, ni claro está el adusto y frío Raúl, su heredero provisional. En la plaza de la Revolución únicamente resonaron las palabras del líder sindical Salvador Mesa, que habló del perínclito líder que «con proverbial sabiduría ha guiado durante cincuenta años al pueblo cubano».
Si está recuperado ¿qué espera entonces para reaparecer? Fidel Castro tienen un sentido teatral desmedido y –como afirma su hija, Alina– es un actor consumado, que a sus ochenta años conserva una inteligencia brillante y una aguzada visión de las cosas. De modo que para su retorno hallará la oportunidad.
En público nadie le ha visto desde el 26 de julio del año pasado, en unos actos en el oriente de Cuba de los que fue derecho al hospital y al quirófano. Luego vino todo el espectáculo de su enfermedad, durante la que parece seguro que le vio la cara a la muerte. Esto puede que le haya cambiado personalmente, pero no al punto de que ese Castro vuelto a la vida cambie sus decisiones porque siente que navega entre tiburones, como le ocurre al Fidel imaginado en la película «I love Miami», del mexicano Alejandro Gómez Padilla, que acaba de ser estrenada.
Son nueve meses ya durante los que muy pocos han viso físicamente al presidente cubano. Las últimas imágenes, tomadas el pasado 20 de abril con un dirigente chino, mostraban un Castro muy mejorado, distinto de aquella esfinge macilenta que comúnmente aparecía en fotos al lado del mandatario venezolano, Hugo Chávez, quien se proclama su hijo político.
Este 1º de mayo en La Habana, Fidel Castro no fue más que el reflejo pálido de sus días de gloria en carteles de propaganda, una sombra senil alargada que seguramente, como ocurrió con tantos dictadores endiosados, será derribado por su propio pueblo del pedestal que ahora ocupa.
Francisco R. Figueroa
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