Guatemala: Arévalo asume de milagro


Francisco R. Figueroa 

✍️15/1/2024

Lo que el flamante mandatario guatemalteco, Bernardo Arévalo, califica de «élites político-criminales y corruptas» han llevado su toma de posesión prácticamente al filo de lo imposible en un intento de abortarla.

Arévalo (65), un socialdemócrata que ganó la presidencia en un balotaje, en agosto del año pasado, con el 61 % de los votos, debido al hartazgo de los guatemaltecos con un sistema corrupto hasta la médula, pudo finalmente prestar juramento pasada la última medianoche, con diez horas de retraso, debido a las arteras maniobras en el Congreso de las fuerzas tradicionales, que de un modo u otro forman parte del llamado «pacto de los corruptos», contra su partido, el minoritario Movimiento Semillas.

Algunas personalidades asistentes  a la toma de posesión, como el rey Felipe de España y los presidentes Gabriel Boric (Chile), Santiago Peña (Paraguay) y Rodrigo Chaves (Costa Rica) ya habían partido en ese momento, en medio de la visible inquietud y enfado de los invitados extranjeros, exasperados por lo que a todas luces se veía como un sabotaje a la investidura de Arévalo.

Boric habló del «intento burdo» en curso para impedir la toma de posesión del «legítimo» presidente de Guatemala y el presidente de Colombia, Gustavo Petro, también presente, visiblemente indignado, hizo una doble denuncia, contra la Fiscalía como «orquestadora» de un golpe de Estado» y contra el Congreso, por dificultar la toma de posesión de una presidente elegido democráticamente.

Las delegaciones extranjeras asistentes divulgaron un pronunciamiento en apoyo a la entrega del poder a Arévalo, como «exige la Constitución» y en respeto al resultado de unas elecciones «justas, limpias y transparentes», que fue leído por el secretario general de la OEA, el uruguayo Luis Almagro, ladeado por altos representantes de la Unión Europea, España, Brasil y México, entre otras naciones.

Los congresistas, mayoritariamente de las derechas, trataban evidentemente de agotar el plazo legal de la juramentación en un intento de hacer inviable la investidura de Arévalo. El mandatario saliente, Alejandro Giammatei, un exponente de la vieja escuela, evitó asistir al acto, escudándose en que su mandato estaba agotado.

«Nos enfrentamos —dijo Arévalo en su discurso inaugural, cuando finalmente pudo pronunciarlo— a nuevos fenómenos autoritarios como la cooptación corrupta de las instituciones estatales por parte de grupos criminales que explotan su apariencia democrática para traicionar los principios de libertad, equidad, justicia y fraternidad en los que se fundamentan. Esta es la lucha que estamos enfrentando en Guatemala y en otras partes».

Reconoció que su investidura como presidente ha estado rodeada de «complejas tensiones y desafíos», en referencia al cúmulo de maniobras contra él durante los seis meses convulsos que separaron su victoria electoral de la toma de posesión. De hecho, las maniobras para neutralizar a Arévalo comenzaron inmediatamente después de que emergiera por sorpresa de la primera vuelta electoral como potencial favorito contra la candidata del establishment, Sandra Torres.

Arévalo enfrentó una ofensiva judicial, con toda clase de argucias legales, que consideró un intento de golpe de Estado, detrás del que situó a la élite conservadora que rige Guatemala desde hace setenta años y que actuó a través del Ministerio Público (Fiscalía) con la intención de retirarle la inmunidad, desarbolar e ilegalizar a su partido y anular los comicios, argumentando que hubo anomalías electorales, unas maniobras que fueron condenadas por la comunidad internacional y llevaron a Estados Unidos a ampliar sus sanciones a altos funcionarios del poder judicial y diputados por corrupción y por socavar la democracia.

Guatemala, según Arévalo, está cerrando «un doloroso y brutal ciclo de crisis, incertidumbre y corrupción». Puede que no sea así, que lo peor está por llegar porque se presenta muy incierto el gobierno de este filósofo, sociólogo y diplomático nacido en Montevideo durante el exilio de su padre, Juan José Arévalo, el presidente progresista de Guatemala  de 1945 a 1951, tras el golpe de Estado de 1954  contra Jacobo Árbenz orquestado por Estados Unidos y las bananeras.

Arévalo, cuya elección como segundo candidato más votado para disputar el balotaje constituyó una sorpresa mayúscula, dispone de un escaso margen de maniobra para gobernar. Cuenta con el apoyo de los movimientos populares y los indígenas (la mitad de sus dieciocho millones de habitantes de Guatemala), que, sin embargo, están insatisfechos con la composición del gobierno en el que tienen una representación marginal. Pero el Congreso le rs muy hostil. Cuenta sólo con el 14 % del hemiciclo (23 de 160 escaños), frente a la hegemonía de los partidos tradicionales; carece de poder para desalojar de la Fiscalía o del Judicial a los miembros de las arraigadas, densas, poderosas y, para él, peligrosas tramas corruptas incrustadas en esas instituciones, e, incluso, tiene puesto techo por el parlamento saliente al gasto social, cuando la sanidad y la educación son sus prioridades en una nación de casi dieciocho millones fe habitantes de los que dos de cada tres viven en la pobreza.

Estados Unidos ya ha manifestado su temor a que se produzcan nuevas agresiones contra el «tío Bernie», como le llaman sus partidarios. De momento Arévalo luce maniatado con la banda presidencial y en la mirilla del arma infernal de las mafias corruptas políticas, económicas y judiciales, que limitarán cuanto puedan su capacidad para gobernar, aunque parecen capaces de ir contra él mucho más allá. ✅

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