Francisco R. Figueroa
✍22/12/23
Nosotros, los moriscos que anduvimos forajidos en los riscos de Sierra Morena para evitar el espantoso destierro o ser achicharrados por la Inquisición después de haber sido esquilmados por el insaciable duque de Lerma, al que un papa libró del patíbulo, pues bien, como digo, nosotros las víctimas de aquel privado real, aquel egregio pecador nieto de un santo, aquel corrupto bandido, el mayor ladrón de España que, según la coplilla, «para no morir ahorcado se vistió de colorado» cardenalicio, nosotros, insisto, apenas fervorosos creyentes, no celebramos la navidad, al-ḥamdu lillāhi rabbi l-ʿālamīn.
Hoy, nuestros hermanos en la fe, los que como el príncipe Feisal suspiran por los jardines de Córdoba, los esplendores omeyas o los palacios nazaríes, e, incluso, los yihadistas alucinados que usan el mito de al-Ándalus o se reconcomen recordando humillaciones como las Navas de Tolosa o el llanto de Boabdil, o se envaronan venerando a grandes caudillos como el conquistador bereber Tariq o el portentoso andalusí al-Mansür el Victorioso, al que los infieles llamáis Almanzor, todos ellos regresan en manada y más pronto que tarde –insha'Allah– tendrán ustedes que volver a celebrar su navidad en la gruta de Covadonga. Pero, ojo, esta vez conocemos de antemano la ubicación de vuestra última guarida y ya no contáis con aquel que nuestros cronistas calificarin de «asno salvaje» y vosotros llamáis don Pelayo.
Que el Profeta os colme de felicidad, riqueza y amantes, y si insiste en prometeros los Jardines de la Dicha Eterna, mándadlo al carajo, porque allí también hay milicias israelíes disparando a mansalva fuego parejo, artillería vomitando metralla y aviación pulverizando desde el cielo, y para más desgracias, han huido en tropel tanto los jóvenes y bellos sirvientes como las perfectas huríes, ellos a trabajar en kebabs de El Cairo, Ammán y Beirut, mientras que ella —escorts celestiales— se afanan en el boyante negocio de las citas por internet.
Eso sin contar con que —como dejó escrito el sabio persa Omar Khayyam, para quien el edén de Alá podía estar en un burdel—, si los amantes del vino y el amor vamos al infierno, vacío debe estar el paraíso. O sea, que si os camela pereceréis por metralla o os consumirá el hastío eterno.
Escuchad, pues, esta navidad el grato murmullo de vino llenando incesantemente vuestras copas y amad sin límite, malditos, aunque sea a vuestro canario.
Salam wa in
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