Chile: Nocaut constitucional

Francisco R. Figueroa 

✍️18-19/12/2023

Después de tantos bandazos queda únicamente claro en Chile que la denostada Constitución del difunto general Augusto Pinochet seguirá vigente sine die con sus numerosos remiendos democratizantes.

El domingo último sucumbió el último proyecto constitucional frente al paredón que levantó en las urnas una mayoría del 55 % del electorado chileno. Era un texto emanado de una constituyente dominada por el neopinochetismo y en la práctica consagraba el modelo socioeconómico mercantilista diseñado por los ideólogos ultraliberales de la dictadura.

Contaba de antemano con el rechazo del arco político que va desde la democracia cristiana a la extrema izquierda, incluido, por supuesto, el gobierno progresista del presidente Gabriel Boric. Prácticamente el proyecto solo era defendido por sus mentores de la extrema derecha de José Antonio Kast y su Partido Republicano, lanzados ya a la conquista del poder —o reconquista si consideramos que son ideológicamente herederos del pinochetismo—  en las elecciones de 2025 después de haber perdido el balotaje frente a Boric en las presidenciales de 2021.

En septiembre del año pasado, un 62 % del electorado había reprobado en otro plebiscito el primer proyecto de Carta Magna, un exótico galimatías con pretensiones refundacionales de la nación chilena y acentos indigenista, feminista, ecologista y elegebeicuista, que había sido redactado por una asamblea controlada por las izquierdas proclives a Boric.

De modo que Chile ha salido fatigado y magullado de ese largo proceso constituyente, iniciado hace cuatro años como escape institucional y democrático a la crisis generada por el traumático estallido social de octubre de 2019, consecuencia de un profundo malestar social. Se buscó una nueva Carta Magna que sirviera de elixir a una sociedad castigada por el sistemas mercantiles de sanidad pública, educación y pensiones remanente en el ordenamiento constitucional que impuso Pinochet en 1980, al que las izquierdas achacan los males que padece buena parte de los chilenos de las clases medias y bajas, y que se mantuvo intacto en las 63 reformas constitucionales introducidas en la etapa democrática, iniciada en 1990,  destinadas, sobre todo, a limar las aristas dictatoriales.

La presidenta socialista Michele Bachelet, en su segundo gobierno (2014-18), impulsó sin éxito una constituyente. Parece como si Chile se resistiera a adoptar una Constitución redactada enteramente en democracia para dar definitivamente sepultura a la Ley Fundamental promulgada por el general Pinochet y los otros tres miembros de la Junta Militar y que la polarización derecha-izquierda sigue impidiendo, 50 años después del terrible golpe de Estado de 1973, establecer por consenso un marco armonioso de convivencia.

Paradójicamente Boric y su combo de formaciones izquierdistas han sido devorados por el mecanismo que ellos pusieron en marcha y ahora tendrán que seguir gobernando con la denostada «constitución de los cuatro generales». El proceso ha consumido las mejores energias del país en estos últimos años y definitivamente ha agotado a la nacion.

En una realidad politica diferente a la chilena, unos pasos en falso tan tremendos deberían llevar a convocar inmediatamente nuevas elecciones. Pero Boric ha puesto paños tibios aunque sin hacer leña, porque no podía, del desastre sufrido por sus adversarios de las derechas, un traspié doble porque los republicanos de Kast trataron de convertir el plebiscito en un referéndum sobre la gestión del actual gobierno y han salido trasquilados al tiempo que su propio lider debilitado en beneficio de la derecha tradicional. En medio de la adversidad, la ultraderecha trata de sacar rédito arguyendo que el rechazo sucesivo en sendos plebiscitos de los dos proyectos constitucionales implica una doble legitimación de la Carta Magna pinochetista tratando también de negar así implícitamente el creciente deterioro causante del malestar social.

La realidad es que el gobierno ha salido implícitamente robustecido, aunque a sus miembros les ha debido quedar claro que para sacar adelante medidas transformadoras hace falta algo más que la voluntad de llevarlas a cabo o aferrarse a ideas utópicas.

Todas las fuerzas políticas chilenas han fracasado en ese proceso y mostrado su incompetencia para proponer a la nación un texto constitucional satisfactorio y aglutinante.

El proximo año tocan elecciones locales y al siguiente de nuevo legislativas y presidenciales. El tiempo dirá para dónde echa Chile, si bascula a la ultraderecha, al igual que la vecina Argentina echándose en los brazos del estrambótico ultraliberal Javier Milei, como sugería la derrota en las urnas del primer proyecto de Carta Magna y el resultado de la elección, en mayo pasado, para la última asamblea constituyente, o se impone el sentido común y la clase política atina con las propuestas transformadoras que el país necesita. 

Pero de todas formas a Chile sus clases políticas le siguen debiendo desde  1990 una Constitución genuinamente democrática. ✅ 

franciscorfigueroa@gmail.com

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