Maduro, ardor guerrero


Francisco R. Figueroa

✍️6-7/12/2023


Con el chavismo y Venezuela en bancarrota, al frente de un régimen antidemocrático que se desploma, una inmensa mayoría (85 %) del pueblo que lo deplora y una negra perspectiva continuista por las urnas si fuera capaz de enfrentar en elecciones limpias a la aparentemente imbatible y tenaz María Corina Machado, al sátrapa de Caracas, Nicolás Maduro, en busca de sostenerse en el poder un poco más, aunque sea agarrado a un clavo ardiendo, le ha entrado ardor guerrero.


Ha desempolvado el antiquísimo litigio territorial con la vecina Guyana para espolear el adormecido fervor patriótico, con la intención de capitalizarlo, y se ha erigido en conquistador del Esequibo, el territorio al este de su país, de unos 160.000 km², una región que supone las tres cuartas partes de la nación y equivale en extensión a dos Austrias o cuatro Países Bajos, sin valor ni recursos naturales apreciables durante la dominación colonial española y luego británica —el Dorado, desde luego, no apareció tampoco allí, si bien hoy parece preñada de petróleo, oro, diamantes y otros minerales—, en la que a España se le colaron los holandeses (siglo XVII), luego unos suecos y finalmente quedó, en 1814, en poder de los ingleses en plena expansión imperial.


Simón Bolívar, el libertador venezolano, reclamó el Esequibo, sin mucho entusiasmo –por cierto– frente a sus valedores ingleses, entonces empeñados en destruir el declinante imperio español y arruinar la monarquía hispana tras haber hecho papilla, sojuzgado y humillado a Napoleón Bonaparte. Nada que hacer, pués, por Bolívar más que agachar las orejas y plegarse a la potencia hegemónica mundial, los nuevos amos del mundo. Londres fijó frontera y mandó colonos a aquella tierra de cimarrones y plantíos, que fue repoblada primero con esclavos negros, después también con sirvientes indios y más tarde con mano de obra barata china y javanesa.


Los anhelos de Venezuela chocaron con el laudo arbitral de París (1899) favorable a los británicos. En 1966, coincidiendo con la concesión inglesa de independencia a la colonia y el nacimiento de Guyana como nación, Caracas vuelve a la carga y convierte la cuestión esequiba en una parte rayada del mapa patrio como «zona en reclamación» y en un asunto primordial para el nacionalismo venezolano, junto con la disputa de límites con Colombia en la zona del golfo al que ellos llaman «de Venezuela» y los neogranadinos «de Coquivacoa». Cabe recordar que Venezuela basa su reclamación reivindicando la soberanía del territorio ocupado por la Capitanía General de Venezuela, creada por España en 1777. Pero de ese territorio perdió sin que mediara un solo tiro, en arbitrajes Internacionales y tratados, con una diplomacia torpe, unos 600.000 km² en beneficio de Colombia, Brasil, Trinidad y Tobago, y la propia Guyana.


El difunto ex teniente coronel y mentor de Maduro, Hugo Chávez, necesitado de causas externas para enardecer el fervor patrio, comenzó reclamando el Esequibo con muchas ínfulas pero enseguida recogió velas, instruido también en eso por Cuba, por conveniencia de los hermanos Castro y en protección de la alianza caribeña beneficiosa para todos ellos. El ex teniente coronel pasó entonces a blandir su sable bolivariano y exhibir su vena nacionalista contra la «soberbia, agresiva, grosera y fascista oligarquía» colombiana, especialmente durante la presidencia de ocho años del derechista Álvaro Uribe, mientras patrocinaba a las bandas de guerrillas, dedicadas mayormente al crimen, como si fueran fuerzas beligerantes libertadoras.


Maduro, que ve peligrar su poder con la «revolución bolivariana» en agonía y el país convertido por él en una ruina, ha celebrado un referéndum nacional en apoyo a la causa venezolana en el Esequibo y para la anexión del territorio, una consulta que ganó abrumadoramente, por supuesto, aunque tuvo que hinchar artificialmente en el cómputo oficial la menguada participación popular. De inmediato fue desenterrada el acha de guerra para una cuestión nacionalista capaz de congregar a buena parte del país detras de él y poner en un brete a la crecida y cada vez más potente y unida oposición, que se enfrenta así a una alternativa del diablo: secunda su locura o queda expuesta como traidora a la patria y se atiene a una inminente cacería de brujas.


El belicoso Maduro recuerda al patético Leopoldo Galtieri, penúltimo general gobernante de la sanguinaria dictadura argentina, que con el régimen ahogado en su criminal insania, y él hundido en la miseria y obnubilado por el whisky, se lanzó delirante a por las Islas Malvinas y embarcó a Argentina en otro baño de sangre, ahora de jóvenes reclutas poco formados y peor equipados,  frente a las aguerridas fuerzas militares británicas.


Suerte para el antiguo chófer de autobuses Maduro, reconvertido en dictador y en conductor de quimeras, que no tiene enfrente a una Margareth Thatcher sino a un gobernante frágil como es el presidente de Guyana, Mohamed Irfaan Ali, a quien se denigra desde Caracas diciendo que, ante la evidente amenaza militar venezolana, ha pedido —de nuevo el recurso de los voceros oficiales al manido imperialismo yanqui— el auxilio de tropas estadounidenses, cuando los dos países se disponen a realizar maniobras conjuntas, y la instalación de bases militares, en apoyo también a las multinacionales petroleras, concretamente la Exxon Mobile, que tiene derechos de explotación en aguas marinas del Esequibo. 


Pero en el campo de batalla interno, Maduro está enfrentado a una mujer igual de tesonera —la derechista María Corina Machado— que cuenta con la aprobación del 90 % de la muchedumbre que participó en unas recientes elecciones primarias entre aspirantes contrarios a la dictadura, un hecho que supuso un mazazo para el régimen chavista, hizo saltar las alarmas y metió el miedo en el cuerpo a una casta que lleva casi un cuarto de siglo en el poder y convirtió a Venezuela en botín, destruyó el tejido productivos nacional y puso en fuga a –unos hablan de seis y otros de ocho— millones de personas huyendo de un regimen autoritario pseudocomunista y cleptómano que arruinó la nación, donde, además, se persigue y castiga la disidencia, se violan los derechos humanos y de propiedad, se tortura y se mantiene en la cárcel y el ostracismo a los discrepantes.


La única manera que tiene Maduro de apoderarse del Esequibo es mediante el uso de la fuerza militar. Pero las fuerzas armadas venezolanas, pese a su enormidad, con 124.000 soldados regulares y unos 400.000 milicianos parapoliciales, no tienen capacidad operativa para hacerlo, ni mucho menos a través de un territorio fronterizo selvático intransitable, ni dispone de fuerza naval o una aviación militar adecuadas, ni existe un liderazgo competente ni con tradición de combate, unos cuerpos armados que históricamente sólo han servido como gendarme interno y sostén de regímenes autoritarios. Hay, sí, un generalato muy numeroso, excesivo, pero de guardarropía, dado a la buena vida, a la acumulación, incluso excesiva, de dinero y a practicar un patrioterismo grandilocuente y de hojalata. Los alardes de Maduro son así pura palabrería.


Dejo la explicación sobre las riquezas que hay en las entrañas del Esequibo a la pluma de mi amigo el periodista venezolano Omar Lugo, experto en el asunto:


El territorio Esequibo tiene una enorme concentración de recursos naturales de todo tipo, incluyendo minerales y metales muy valiosos que van desde uranio, coltán, oro, platino, hasta molibdeno, manganeso, diamantes y otras piedras preciosas, como jaspe, amatistas y cuarzos rosados y en aguas semiprofundas de su mar territorial también tiene una de las mayores nuevas reservas de petróleo liviano localizadas en el sur de América en las últimas décadas.

Tanto es ese potencial (hasta ahora unos 11.000 millones de barriles) que Guyana se encamina a ser (como Kuwait) una de las naciones petroleras del mundo con más riqueza petrolera per cápita (en proporción a su población, pues tiene poco menos de 800.00 habitantes).


Grandes negocios petroleros se están moviendo hacia Guyana, que en pocos años estará en el top 20 de los países con mayor producción de crudo del mundo, por encima del millón de barriles por día, un selecto club del que salió la orgullosa Venezuela, con todo y su historial de más de 100 años sacando petróleo y con las mayores reservas del mundo de hidrocarburos.


Exxon y sus socios, la estadounidense Hess Corp y la china CNOOC, son los únicos productores de petróleo activos en Guyana. Se espera que sus proyectos alcancen una producción de 1,2 millones de barriles por día en 2027, convirtiendo a Guyana en uno de los productores más destacados de América Latina, sólo superado por Brasil y México, según un artículo reciente World Energy Trade.


Hoy su gobierno llama inversionistas de todo el mundo y ofrece facilidades fiscales y jurídicas para explotar yacimientos de minerales valiosos, mientras subasta bloques geológicos para la explotación petrolera en aguas del Atlántico. El valor aproximado de las reservas de oro localizadas en el Esequibo superan los 40.000 millones de dólares al precio de hoy de la onza troy. ✅


franciscorfigueroa@gmail.com


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