Empate en el Maracaná


Francisco R. Figueroa

✍️20/10/2022

Las presidenciales de Brasil están en empate, a diez días del balotaje entre el actual mandatario, Jair Bolsonaro (67 años), y el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (76).

Una igualdad en los sondeos de intención de voto muy inquietante. En el caso de que se produjera una victoria de Lula por un puñado de votos el desenlace puede ser dramático. Es de temer la reacción de esa imponente mitad de Brasil bolsonarista radicalizada, fanatizada, ideológicamente recalentada y, en muchos casos, armada. 

Es verdad que al no denunciar (el tan mentado por él) fraude en la primera vuelta y haber ocultado el resultado de la pericia hecha por los militares, precisamente porque esa auditoría constató el rigor del sistema electrónico brasileño de votación, el mandatario se queda sin argumentos para recurrir ante la derrota a la treta de Donald Trump, aunque estamos frente a un fanfarrón temerario dado a la manipulación descarada de la gente y el falseamiento de la verdad y unas hordas capaces de actuar a su aire. 

Porqué no lo haría Bolsonaro si ha logrado convencer a medio Brasil de que Lula, si ganara, adoptaría medidas «comunistas» tan estrafalarias como cerrar iglesias o poner en las escuelas váteres unisex o de que ha hecho pactos con el diablo y con el crimen organizado o que las tinieblas caerán sobre Brasil, además de implantar el marxismo cultural y seguir el ejemplo fracasado de Cuba, Venezuela o Nicaragua, si bien en sus ocho años de gobierno, entre 2003 y 2010, y también en los seis siguientes de su pupila, Dilma Rousseff, se practicaron políticas centristas con un fuerte componente social. Aparte de que Lula repite desde hace años aquello de: «No soy comunista y nunca li fui. Soy sólo un sindicalista».

Pero la relación de Lula con las dictaduras latinoamericanas, su progresismo en política exterior y sus compadreos, por ejemplo, con el cubano Fidel Castro o el venezolano Hugo Chávez, le pueden costar esta vez la presidencia arrollado por una ola conservadora y anticomunista solo comparable con la que hubo en el Brasil en vísperas del golpe de Estado de 1964, tan inspirador oara Bolsonaro.

Su pasado lo condena, si bien Lula nunca ha sido marxista y precisamente su Partido de los Trabajadores (PT) fue fundado en 1980, aún durante la Guerra Fría y bajo el imperio de la dictadura militar brasileña, entre otras cosas, como alternativa doméstica a las formaciones comunistas nacionales de obediencia extranjera y al «socialismo moreno» de Leonel Brizola,  a quien los generales consideraban heredero de la ideología progresusta que habían desalojado del poder en 1964. 

Bolsonaro no sólo ha echado el resto en la propaganda.También ha puesto sin pudor la poderosa máquina federal y el tesoro nacional a trabajar en su provecho usando una estado de calamidad pública que el Congreso le aprobó a cambio de nuevas jugosas dádivas federales a senadores y diputados. Y usa en su beneficio los subsidios directos a millones de pobres con el cacareado Auxilio Brasil, que Bolsonaro creó, precisamente ante las elecciones, para sustituir al Bolsa Familia vigente desde el arranque de la primera presidencia de Lula. Y mantiene artificialmente bajos los precios de los combustibles en la estatal Petrobras. 

En las encuestas Lula gana con las justas, pero está estancado mientras Bolsonaro avanza lento pero seguro, punto a punto, sin que le hayan hecho mella una serie de últimos acontecimientos aparentemente desfavorables para él. ✅

franciscorfigueroa@gmail.com


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