Guatemala: fin de un desatino

Francisco R. Figueroa / 12 agosto 2011

La Corte Constitucional guatemalteca ha evitado el dislate que suponía ver a la primera dama convertida en candidata a sucesora de su esposo, tras un divorcio de conveniencia para driblar la ley que se lo impedía.

La ambición de ser la primera presidenta de Guatemala ha roto el saco de Sandra Torres, de 55 años, que ha quedado así políticamente descompuesta y sin marido.

El Constitucional rechazó por unanimidad la apelación de Torres contra el dictamen mayoritario de la Corte Suprema de Justicia contrario a su sueño de protagonizar una sucesión de alcoba parecida a la que escenificaron exitosamente en Argentina el fallecido Néstor Kirchner y Cristina Fernández en 2007.

Esos dos altos tribunales, y antes que ambos las autoridades electorales de Guatemala, esgrimieron contra Torres un sano precepto constitucional que impide ser candidatos a la presidencia a los familiares, hasta el cuarto grado, de cualquier mandatario en ejercicio.

De todos esos modos se puso de manifiesto que el divorcio de Sandra Torres y Álvaro Colom, el actual presidente de Guatemala, en abril pasado, para poner fin de mutuo acuerdo a un matrimonio de ocho años que parecía armonioso, fue una escapatoria legal para viabilizar la candidatura de ella, el fraude de ley que proclamaban sus rivales políticos, una farsa, una burla al pueblo y un insulto a la inteligencia.

Además, Torres y Colom pudieron haber cometido un delito al mentir al juez para romper su vínculo marital siendo una pareja bien avenida. De hecho el divorcio era una comedia burda pues, según todos los indicios, ambos siguieron después durmiendo juntos.

Torres habla de que ha sido víctima de un linchamiento político. Su marido, lejos de tratar de imponer su propia ley en un asunto electoral como hizo su vecino y homólogo hondureño Manuel Zelaya, pidió respeto para el fallo. De modo que el socialdemócrata Colom se ha ganado los galones de torpe aprendiz de brujo, mientras que el populista Zelaya tiene anotado en su prontuario histórico el apelativo de felón.

El veredicto contra Sandra Torres oxigena la fragilísima democracia guatemalteca y hace más interesantes las elecciones generales del 11 de septiembre próximo, en las que serán escogidos otro presidente, un nuevo parlamento nacional y todos los alcaldes del país para el período 2012-2016.

La campaña electoral está resultando muy turbulenta en un país centroamericano de 13,5 millones de habitantes marcado a sangre y fuego por la pobreza y la violencia. Los asesinatos relacionados con dicho proceso electoral se aproximan a cincuenta.

Para las encuestas el neto favorito, entre once candidatos (entre ellos la Premio Nobel Rigoberta Menchú), es el controvertido general retirado Otto Pérez Molina, del derechista Partido Patriota, a quién Álvaro Colom derrotó en las presidenciales de 2007.

Una victoria de este militar de la dictadura del general y pastor evangélico Efraín Ríos Montt (1982-83) y vinculado con el asesinato a golpes, en 1998, de obispo católico Juan José Gerardi y otras violaciones de derechos humanos debe traer mucha cola.

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