Chávez se amarra al poder hasta que la muerte lo separe

Hugo Chávez ha quedado amarrado al poder posiblemente hasta que la muerte lo separe. Esa capacidad se la da la reforma constitucional para la reelección sin límite que ayer fue aprobada por el 54,4% en un referéndum caracterizado, según la oposición, los observadores y la prensa internacional por el uso abusivo, si precedentes, a raudales del tesoro público y los recursos del Estado por un Chávez ventajista.

«Me consagro íntegramente al pleno servicio del pueblo todo lo que me quede de vida», juró un Chávez exultante desde un balcón del Palacio de Miraflores nada más se supo que había ganado el referéndum, una celebración a la que Fidel Castro sumó de inmediato su júbilo desde La Habana. De ahora en adelante Chávez estará en el poder lo que el pueblo quiera y la divina providencia permita. Ha llegado el caudillismo constitucional.

Hace catorce meses el pueblo venezolano había rechazado una enmienda constitucional parecida, por lo que la legitimidad de esta consulta estaba en entredicho pues la propia Carta Magna impide que un mismo asunto pueda ser sometido dos veces a la consulta popular durante un período constitucional.

En medio de la celebración Chávez lanzó su candidatura para las presidenciales venezolanas del 2012 porque dice que necesita otros diez años en el poder para afianzar su «revolución socialista bolivariana», aunque en más de una ocasión ha asegurado que si el cuerpo aguanta se presentará «tantas veces como sea necesario». Hay quienes afirman que su tope como jefe del Estado está en el 2024, cuando se celebrará el bicentenario de la Batalla de Ayacucho que selló las independencias de las repúblicas hispanoamericanas, y otros exageradamente que su objetivo es el 2050, cuando sería nonagenario. Este domingo 15 de febrero ha quedado, pues, legalizado en Venezuela un potencial vitaliciado.

¿De qué dependerá la permanencia de Chávez en el poder más allá del fin de su actual sesenio? Del dinero, del apoyo popular, de la fuerza militar y del control absoluto que tienen sobre todos los demás poderes y el aparato productivo del Estado, comenzando por el petróleo. Depende de la capacidad que siga teniendo Chávez de mantener para los civiles y militares afectos el sistema de prebendas, dádivas, subvenciones y todas las formas habidas y por haber de clientelismo. Y de que haya para todos.

La «revolución chavista» en sí misma no atrae masivamente a los venezolanos. Si acaso cautiva a un tercio de la población. Los resultados del referéndum de este domingo han vuelto a poner eso de manifiesto. Sin escatimar recursos públicos para salir victorioso, Chávez ha logrado seis millones de votos, 1,3 millones menos que cuando ganó las presidenciales del 2006 y lejos de la meta de los siete millones que se trazó para este referéndum. Frente a él, la oposición –esos que el oficialismo llama peyorativamente «escuálidos», «oligarcas» y «pitiyanquis»– ha logrado cinco millones de votos, medio millón más que en aquel referéndum de diciembre del 2007 cuando derrotó por primera y única vez a Chávez. Ha habido otros cinco millones de electores que se han abstenido, los «ni-ni» (ni una cosa ni la otra). Quiere decir eso que Chávez tiene hoy el apoyo del 37% por ciento del electorado venezolano, una minoría frágil para llevar adelante un proyecto político tan controvertido como el suyo y más en una época de vacas flacas como es la actual.

Chávez se hizo la idea de que podía financiar su revolución en lo interno y lo internacional con un barril de petróleo sobre los cien dólares. Soñó con ello y vino a decirlo en público. Pero el crudo venezolano vale apenas hoy 35 dólares lo que significa que ha menguado a más de la tercera parte el ingreso petrolero nacional, que representa más del 90% de todas las entradas que tiene el país. Cuando aún quedan cuatro años del actual sesenio presidencial, que acabará en febrero del 2013, Chávez dispone sobre el papel de un gran margen para que mejore una situación interna caracterizada hoy día por una violencia social extrema, con el hampa campeando en Caracas y las principales ciudades, la creciente carestía de la vida (40% para los alimentos), el desabastecimiento de productos esenciales, la corrupción y un atosigante sistema político y social que pone en riesgo las libertades públicas. En la medida en que esos indicadores no mejoren, Chávez tendrá que hacer su régimen cada vez más duro para mantenerse en el poder.

Hay tiempo también para que entra la oposición surjan líderes más creíbles, para que los dirigentes estudiantiles –auténtico motor del antichavismo– se hagan más maduros. Los estudiantes irradian una nueva mística. Si actualmente esa oposición enflaquecida, con algunas figuras gastadas y hasta chapuceras, consigue cinco millones de votos, no debiera resultar un desafío imposible salvar la diferencia de esos ocho o diez puntos porcentuales que hoy tienen con Chávez y aprovechar el resquicio que se les abre en las presidenciales del 2012. Pero tendrán que librarse de esas caras incómodas que están en la mente de todos, que quieren arrimar la brasa opositora a su propia sardina, a sus ambiciones de poder. Será a única forma que tiene la oposición venezolana de sacar a Chávez del sillón presidencial. Si todos ellos se pusieran de cuerdo en cosas mínimas y cerrasen filas con un candidato único, potable y que con alguna fuerza, le harán mucho, pero que mucho daño al Hugo Chávez.

Francisco R. Figueroa
franciscorfigueroa@hotmail.com

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