Brasil: Lula zanja la cuestión militar

Francisco R. Figueroa

✍️4/12/2022

El aún presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, un militar fracasado, disponía de la obediencia incondicional de la cúpula castrense y creía contar con los cuarteles para proseguir por la senda autoritaria y mantener el cargo.

El excapitán falló en sus cálculos.

Al abatimiento que a Bolsonaro le produjo la derrota en las urnas, el pasado 30 de octubre, se ha sumado la decepción al entender, finalmente, que los uniformados no le seguirán en su aventura, que acatan, aún a regañadientes, la victoria del izquierdista Luiz Ignácio Lula da Silva y que en nada dificultarán su vuelta al Palacio de Planalto.

Aunque aún haya bolsonaristas crédulos acampados frente a cuarteles clamando y rezando por una sublevación militar, sin haber digerido los embustes sobre que hubo fraude en las urnas, bulos que Bolsonaro no acaba de atajar estimulando así el tumulto antidemocrático de esa gente crédula, fanatizada y exaltada.

Durante su mandato Bolsonaro llevó a puestos de la administración a cerca de ocho mil militares activos o de la reserva, se rodeó de ellos en el primer círculo del poder, fue generoso con ellos en dinero y en el reparto de privilegios, y copó con generales dóciles los estados mayores. Creó un gobierno cuasi castrense con generales muy conservadores en el papel de archiministros tan ensoberbecidos y delirantes como él mismo es.

Los cuerpos militares y policiales han sido el auténtico partido de un mandatario nostálgico de la dictadura militar implantada en 1964. Bolsonaro se enrumbó hacia la carrera militar después de haber ayudado a una patrulla de soldados que iba, en el sur del estado de São Paulo, tras un famoso capitán comunista desertor que se había rebelado contra el régimen de fuerza.

Pero el alto mando, por inanición, por instinto de conservación y por carecer de un proyecto de país, ha frenado los ímpetus golpistas de los oficiales más radicales. Los generales son conscientes de que un pronunciamiento militar contra el resultado de las elecciones tendría terribles consecuencias económicas para Brasil, con sanciones y aislamiento. Y más en el país en escombros, en todos los sentidos, que deja Bolsonaro, que hasta rebañó las arcas públicas en su empresa reeleccionista.

Producto de esa decepción parece ser ese Bolsonaro en cura de silencio, alicaído, distante, ausente y triste, que apareció en dos recientes ceremonias militares, una de graduación de oficiales en la que fue su academia y otra en la promoción de diez generales.

Los puentes de los comandantes militares con el nuevo gobierno parecen tendidos. Los jefes del Ejército, la Marina y la Aeronáutica han desistido de dejar sus puestos antes de lo debido, en lo que hubiera sido una manifestación de desprecio a Lula.

En el Ejército ha caído bien la indicación del civil escogido por Lula como ministro de Defensa. José Múcio Monteiro Filho (74) es un moderado con fama de sensato y pacífico. Y con buen tránsito en las Fuerzas Armadas. Ya estuvo con Lula en un gobierno, fue diputado durante cinco legislaturas, jefe del Tribunal de Cuentas de la Unión y se inició en política en el partido del viejo régimen militar. Pudo haber sido ministro con Bolsonaro, quien en su momento se declaró «apasionado» por él y encantado con su talante. Es un veterano político al que la izquierda, sobre todo el Partido de los Trabajadores (PT) de Lula, reprocha haber sumado su voto en el Congreso Nacional para la destitución, en 2016, de la entonces presidenta, Dilma Rousseff, que dicha formación califica como un golpe de Estado. Pero lo que considere el PT no parece primordial para Lula, que trata de armar un gobierno horizontal con acento moderado para convivir con un Congreso Nacional de mayoría conservadora.

Monteiro ya ha conversado con el propio Bolsonaro y con los jefes de las tres ramas armadas. Los nuevos comandantes serán escogidos por Lula con respecto al escalafón, por estricta antiguedad, mientras que los miles de militares incrustados por Bolsonaro en puestos civiles volverán a los cuarteles o a la placidez de la reserva.

La elección de Monteiro para Defensa ha sido un gol por toda la escuadra de Lula, según algunos analistas. Y también cuentan las posibles seguridades que, con discreción y tacto, ha debido dar Lula a través de él al estamento militar. Lo que finiquita la cuestión golpista, sin alharacas ni víctimas, y pone a los uniformados fuera de la primera línea, sometidos, como tiene que ser, al poder civil y donde siempre deben quedarse: en los cuarteles. 

Con la crisis militar encauzada, a Bolsonaro le queda un problema peliagudo: cómo desmovilizar a esa feligresía que clama por una ruptura institucional sin causar a esa gente una decepción capaz de orientarla hacia otro liderazgo. ✅

franciscorfigueroa@gmail.com

No hay comentarios: