Estoy muy de acuerdo con
la espantada de Paulo Coelho a la inminente Feria del Libro de Fráncfort, en la
que Brasil es el invitado especial.
El autor de «El
alquimista» está en total desacuerdo con la legión de paniaguados que el
Gobierno de Dilma Rousseff ha invitado a esa feria. De los 70 autores
convidados, la inmensa mayoría son, a los ojos del escritor más popular de
Brasil, compinches del Gobierno.
«Dudo que sean todos
escritores. De los setenta conozco solo a veinte. Del
resto ni escuché hablar. Presumo que son amigos de los amigos. Nepotismo. Me
indigna porque hay actualmente una nueva y talentosa hornada de escritores
brasileros y muchos de los jóvenes autores no han sido invitados», aunque
despiertan enorme interés entre los editores internacionales.
Algunos de los escritores
que Colho cita han sido recientemente fenómenos de ventas en Brasil, entre
ellos Rafael Dracco y Eduardo Spohr.
Según el escritor, el
Gobierno brasilero «es un desastre», aunque él había sido partidario
inicialmente de Lula da Silva.
«Por donde quiera que
paso siempre me pregunta qué ocurre en mi país. Yo digo
que el Gobierno hizo grandes promesas, pero fue incapaz de cumplirlas». Así explica su desencanto.
Ante las masivas
protestas antigubernamentales en Brasil, el Ejecutivo de Rousseff «reacciona de
forma errada: en lugar de corregir lo que está mal se embarca en nuevas
promesas que tampoco cumplirá», dice el escritor brasilero más leído en el
extranjero en todos los tiempos.
Afirma que él hizo cuando
pudo para tratar de corregir la injusticia, pero fracasó. De
manera que decidió no ir.
Coelho tenía en Fráncfort
dos actos centrales, uno para dos mil asistentes y otro para unos ochocientos.
En 1994, cuando Brasil
fue por vez primera invitado especial de la Feria de Fráncfort, Coelho, en
plena carrera ascendente, fue marginado por el Gobierno de entonces, que
dirigía el errático Itamar Franco.
Viajó por cuenta propia
y, como escribió entonces una periodista brasilera, se convirtió en una
estrella.
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