9 octubre 2013
El presidente de Venezuela, Nicolás
Maduro, acaba de pedir poderes especiales, una llamada «ley habilitante» que le
permita el gobierno por dictado sobre lo que se le antoje.
Paradójicamente ha hecho ese
pedido a un parlamento de mayoría chavista y obediencia ciega capaz de aprobar
cualquier cosa que le echen.
Maduro distrae al pueblo
diciendo que quiere crear «una nueva vida republicana, una sociedad nueva».
¡Herejía! ¡Blasfemias! ¿No era acaso él el continuador de la obra del difunto
Hugo Chávez?
La aprobación de esos
poderes totales depende de que vote a favor un diputado de la oposición.
Si los representantes de la
oposición votaran contra el pedido de Maduro, serán hostigados hasta el vómito
como compinches de la corrupción.
Si uno entre ellos vota a
favor convertirá a Maduro en un completo autócrata.
Con un presidente gobernando
al dictado no hay parlamento y sin parlamento la acorralada oposición pierde el
escasísimo espacio de debate que tiene.
Las cosas no pintan bien
para los rivales de la satrapía madu-chavista.
Sobre la corrupción sería un
buen comienzo que el exconductor de autobuses que gobierna Venezuela agarrara la
escoba y barriera a su alrededor nomás. O que usara las leyes ya existentes.
Hasta ahora Maduro ha
mostrado poco más que palabras en esa supuesta lucha contra la corrupción.
Cuando asumió la presidencia a las prisas hace seis meses prometió combatir la
corrupción. La cosa ha ido a peor.
Tiene razón Maduro cuando
advierte de que la corrupción, un monstruo insaciable de setecientas cabezas,
se puede tragar la patria, esa patria fatigada, asfixiada, tras quince años de
ese engendro que llaman el socialismo del siglo XIX, sea ello lo que fuere.
Pero no la tiene cuando
culpa a sus rivales políticos de «chupar la renta petrolera» porque, realmente,
es el régimen quien dilapida con sus políticas erráticas los colosales ingresos
procedentes de las exportaciones de crudo.
¿Cuánto ha sido ese ingreso?
Centenas de miles de millones de dólares en estos años del altísimo precio del oro
negro.
Por cierto, los ingresos
petroleros en dinero constante proceden en su casi totalidad de los denostados
Estados Unidos, porque Cuba no apoquina y es cosa de tarde, mal y nunca el pago
de los estados caribeños comparsas que están conectados a las negras ubres
venezolanas.
A China se manda crudo para
amortizar la deuda externa, que bajo el chavismo ha alcanzado cifras
desmesuradas, estratosféricas.
Maduro hace mal en volver a
amenazar a la poca prensa libre que queda en Venezuela, porque vuelve a
retratarse como lo que es.
Cada día
que pasa resulta más aberrante el disparate venezolano. Nos deja boquiabierto
el condotiero máximo nacional entre bravatas chuscas, chascarrillos
chauvinistas y grotescas ocurrencias, mientras el país se hunde.
A Maduro solo le falta la lira.
Asombra la
cantidad de papanatas que engullen a diario sus patrañas y zafiedades, sus
necios despropósitos.
Ahí va
Venezuela, entre la fe ciega de las bases y la amoralidad e ineptitud de los
dirigentes.
franciscorfigueroa@gmail.com
franciscorfigueroa@gmail.com
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