El último sondeo publicado del
atinado instituto Datafolha confirma que Marina Silva es el obstáculo mayor para
Dilma Rousseff en su búsqueda de la reelección como presidenta de Brasil, entre
todos los rivales posibles.
Pero si las elecciones fueran
hoy Dilma derrotaría sin paliativos a Marina. La actual presidenta de Brasil
ganaría la primera vuelta electoral sin la preceptiva mitad más uno de los
sufragios, con el 37% frente al 28% de Marina. En el segundo turno Dilma obtendría
la ansiada reelección por 47% a 41%.
Este es el panorama cuando
falta un año para las presidenciales brasileñas. La encuesta fue hecha al calor
de la inesperada alianza de Marina con el socialista Eduardo Campos, que aspira
también a ser candidato presidencial en 2014. La encuesta de Datafolha muestra
a las claras que Marina es mejor aspirante que él.
Maria Osmarina Marina Silva
Vaz de Lima, conocida como Marina Silva, de 55 años, es la voz más potente de
«los verdes» brasileros. Posiblemente sea entre tantísimo político que hay allí
la figura más apreciada por el movimiento de los indignados.
Como escribía Juan Arias
para El País, Marina es una mujer con fama de integridad política y de arraigados valores
éticos.
Para algunos es «santa Marina»; para otros una fanática
fundamentalista de la jungla que va contra el progreso en un país donde el
negocio agrario está en auge y representa más de la cuarta parte del PIB
brasilero.
Evangelista fervorosa, alfabetizada en la adolescencia, de niña fue «seringueira» (extractora de caucho) y de joven
abrazó el marxismo. Fue compañera de fatigas y luchas del ambientalista
amazónico Chico Mendes, al que unos estancieros asesinaron por su activismo.
En política Marina ha sido
casi de todo: concejala (1989-90), diputada federal (1991-94), senadora
(1995-2011) y ministra (2003-08). Iba al despacho oficial de la Explanada de
los Ministerio en transporte público desde el suburbio pobre de Brasilia donde
vivía. Nada del boato tan ostentoso en la vida pública brasilera.
Al cabo de casi 30 años
desistió tanto del gobernante Partido de los Trabajadores (PT) como de su líder,
el ahora expresidente Luiz Inácio Lula da Silva. Tragó sapos y culebras, hasta
que dijo basta sin levantar mucho la voz. Se fue sin dar un portazo disconforme
con la metamorfosis de Lula y su partido en el poder.
Fue candidata presidencial
«verde» en 2010. Logró casi el 20% de los votos, por encima de todas las
previsiones. Dilma ganó y sucedió a Lula, su Pigmalión. El exmandatario continúa
siendo su principal valedor y ya está de nuevo en las trincheras combatiendo
por la reelección.
Marina quería volver a ser
candidata en 2014. Pero la justicia electoral ha rechazado la legalización de
su nuevo partido, en una muestra del temor que le tienen en los estamentos
progubernamentales.
Para driblar la situación se
ha afiliado temporalmente y por sorpresa al Partido Socialista Brasilero (PSB), cuyo
líder, Eduardo Campos, pretende hacer la carrera presidencial. El PSB solo es
un partido medio. Por sí mismo no va muy
lejos. Es la séptima fuerza parlamentaria (no llega al 7% de los escaños) entre
una treintena de formaciones, la mayoría raquíticas.
De momento se desconoce si
el candidato presidencial será ella o él. Ambos siguen comportándose como si lo
fueran. Él de una manera más ostensiva que ella. No se aclaran porque no es
prudente hacerlo a un año vista. Seguramente estén tanteando fuerzas.
Campos es un perfecto
desconocido a nivel nacional pues solo ha hecho política en su estado natal,
Pernambuco, el mismo de Lula, del que es gobernador. También fue un gris
ministro de Lula y diputado federal. En tanto, ella es bastante conocida y goza
de un apreciable predicamento.
De aquí a octubre de 2014
(la primera vuelta debe celebrarse el domingo 5) el camino está lleno de cepos y
toda clase de marrullerías. Por lo pronto hay dos exministros del PT unidos
para tratar de derrotar al PT. Particularmente el adversario de quien quiera de
ambos que sea es ese gran elector llamado Lula, político avezado, experto en
artimañas y veterano de todos los comicios celebrados en su país desde el
retorno de la democracia hace casi treinta años.
1 comentario:
¡Gran Figueroa! Qué placer volver a leer en tu página comentarios tan iluminadores y certeros sobre el "impávido colosso" "gigante pela propria natureza".
Sin duda, Marina ha sido una figura muy destacada en la política brasileña por su coherencia y por su poco apego al cargo, cosa insólita entre la fauna política.
Pero en Brasil el poder de los fazendeiros llega a todas partes, y no creo que permitan a Marina presentarse. Al final, el candidato será Eduardo Campos, rival mucho menos peligroso y, en el peor de los casos, hombre seguramente mucho más manejable.
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