4 octubre 2013
Estoy ansioso por saber cuánto ha hecho la mano negra, larga y tramposa del Partido de los Trabajadores (PT) para que fuera rechazada por la justicia electoral brasileña la inscripción del nuevo partido, Rede Sustentabilidade, con el que Marina Silva pretendía presentarse a las presidenciales del año próximo.
Marina está considerada la primera amenaza al ímpetu continuista del tándem Dilma Rousseff, pupila, y Lula da Silva, su gurú, que se distribuyen doce años en el poder en Brasil y están firmemente decididos a mantenerlo, parece que a cualquier precio. Los sondeos sobre intención de voto sitúan a Marina en segundo lugar.
Seguramente Dilma y Lula estarán orgullosos de sus trabajadores de alcantarilla.
Como la afiliación del candidato es condición sine qua non, Marina debe decidir si se inscribe en un partido existente o espera cuatro años más. De momento hay siete formaciones políticas, de la más variopinta ideología, que quieren como candidata a esta tenaz defensora del medio ambiente, que es la preferida por el movimiento de los indignados brasileros, pese a las maniobras desvergonzadas de Lula y su PT para infiltrarse y capitalizar el extendido descontento en aquel país.
Basta recordar que Marina Silva, en 2008, dejó el Gobierno brasilero -era ministra de Medio Ambiente- a la greña con Lula, pero especialmente hostigada por la entonces poderosa jefa del Gabinete, Dilma Rousseff.
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