Mel Zelaya arenga a sus seguidores |
Francisco R. Figueroa
29
Noviembre 2013
El proyecto socialistoide
del estanciero hondureño Manuel «Mel» Zelaya ha sufrido una nueva derrota.
Tras perder las elecciones
del domingo 24/11 en la persona de su esposa, Xiomara Castro, al antiguo
presidente y cacique liberal le queda alborotar el cotarro, hacer cálculos para
los comicios venideros y poner palos en las ruedas al nuevo gobierno del
conservador Juan Orlando Hernández, el ganador de esos comicios.
Hernández luce débil. Ganó
con cerca del 37% de los votos. Eso representa poco más que un quinto del censo electoral.
En cuando al Congreso, donde su antecesor y correligionario, Porfirio Lobo, disponía
de mayoría absoluta, Hernández se tiene que arreglar con un raquítico tercio para
lidiar con el día a día de uno de los países más violentos del planeta y más pobres y corruptos de América.
No es poco el riesgo de que Honduras se hunda en la ingobernabilidad. Va a
depender, fundamentalmente, de la generosidad y patriotismo del Partido
Liberal, la otra formación conservadora con la que el Partido Nacional se han
turnado en el poder desde siempre.
La negociación, pues, se impone entre nacionalistas y liberales. Descartado está por obvias razones un entendimiento
con los neosocialistas del Libertad y Refundación (Libre), de Zelaya, y los «indignados» del Partido Anti Corrupción
(Pac), del hombre de la televisión Salvador Nasralla, llamados a hacer causa
común contras los dos bandos históricos a los que consideran responsables de
todos los muchos males que padece esa nación centroamericana.
Protesta de zelayistass tras las elecciones |
Los dos partidos tradicionales se han
despeñado en estas elecciones. El Partido Nacional redujo su bancada de una
confortable mayoría absoluta, con 71 congresistas, a 47, mientras que los
liberales cayeron de 45 a
26. Todo ello en beneficio del Libre y del Pac.
Entre ambos reunirían una mayoría cómoda para
gobernar, con el control de casi las dos terceras partes del Congreso.
Pero para los liberales existe un serio riesgo de desgaste que podría reducir aún más su fuerza en las elecciones que habrá dentro de cuatro años.
Pero para los liberales existe un serio riesgo de desgaste que podría reducir aún más su fuerza en las elecciones que habrá dentro de cuatro años.
Es alto el riesgo de que los dos partidos
tradicionales de Honduras acaben siendo devorados por las nuevas formaciones
antisistema surgidas en estos últimos años. Zelaya y Nasralla se han alzado en
conjunto desde la nada con un tercio del Congreso y el 46% del voto directo. A
costa de liberales y nacionalistas.
Zelaya ha gritado «fraude» y «robo», al
tiempo que proclama victoriosa a su mujer. También ha amenazado con «defender
con todo» la voluntad popular. El problema se complica porque Nasralla también
se dijo victorioso. E impugnó el resultado.
Ambos fueron desmentidos por los observadores
extranjeros –casi un millar– al certificar, la inmensa mayoría de ellos, la «transparencia«
y la «confiabilidad» del proceso electoral. Así hablaron por separado los
enviados de la Organización de Estados Americanos (OEA), la Unión Europea y Estados
Unidos. Refirieron «irregularidades, pero sin posibilidad de afectar al
resultado de estos comicios.
Apenas el exjuez español Baltasar Garzón dio
la nota discordante al afirmar que vio «claros indicios» de fraude. Pero hasta el chavista
presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, reconoció prontamente la victoria de
Hernández.
El nuevo presidente tendrá que hacer malabarismos |
Pulcritud ha habido hasta donde es posible en
una nación con una democracia de calidad media e instituciones frágiles Es evidente que desde el poder se juega con
ventaja usando los recursos del Estado en las justas electorales. Eso hizo Lobo
y su Partido Nacional a favor de Hernández. También es cierto que el padrón
electoral hondureño no es lo pulcro que debiera y que a la hora del recuento se
han registrado algunas irregularidades. Pero de ahí a robarse el 20% de los
votos, como aduce Zelaya, media un mundo.
La tardanza de Xiomara Castro en pronunciarse
dio pábulo a los rumores. Hasta el punto de que uno de sus hijos se vio forzado
a negar públicamente que un Zelaya airado por el fracaso agrediera a la esposa.
«En los veinticuatro años que tengo
de vida jamás mi padre le ha levantado la mano a mi madre», aseguró José Manuel
Zelaya.
Mel Zelaya ha dejado claro con los hechos quien
manda en su partido. Aunque de palabra disimula. Con 54 años y sin historia
política –aparte su participación en las algaradas de 2009–, la señora de
Zelaya es vista como el instrumento de su esposo, impedido constitucionalmente
de ser candidato pues ya fue jefe de Estado.
Precisamente el afán de eternizarse en el poder
le costó el puesto a Zelaya a mediados de 2009. Fue sacado de la presidencia
por el Congreso, la Corte Suprema y los militares acusándole de empecinamiento
en violar reiteradamente la Constitución para seguir en el cargo.
Zelaya había ganado las presidenciales de
2005 como candidato del Partido Liberal, con la promesa de combatir la
delincuencia, la pobreza y la corrupción. Pero no lo logró.
En cambio, pronto se enredó en la tela de
araña del bolivarianismo seducido por la dulzaina, el oro negro y la chequera de
Hugo Chávez.
En ese inesperado viraje se declaró de
izquierdas, se abrazó a Chávez, anatematizó a Estados Unidos y hasta hizo de
aprendiz de brujo frente a Washington para favorecer a Cuba.
Y trató de organizar un referéndum ilegal con
el objetivo de refundar la patria mediante una constituyente al estilo del
caudillo venezolano que le permitiera volver a aspirar a la presidencia. Fue
entonces cuando los otros poderes del Estado lo despacharon para Costa Rica.
Zelaya confiaba en que el pueblo le llevaría
en andas de regreso al sillón presidencial desde la embajada de Brasil en
Tegucigalpa, donde se refugió tras regresar clandestinamente. Graso error. La
mayoría de los hondureños se pronunciaron en su contra, apoyaron el golpe y
votaron masivamente por los supuestos golpistas en las elecciones que siguieron.
También fracasaron las tratativas
internacionales, pese a la determinación mostrada, sobre todo, por Brasil,
Venezuela y Argentina para restituir a Zelaya en la presidencia. Esos tres países
llegaron al punto de no reconocer las elecciones de finales de 2009.
En esas elecciones, aunque no se presentaba, Zelaya
sufrió otro revés político. Llamó a boicotear los comicios y se registró la
mayor participación ciudadana en la corta historia democrática nacional. Además,
el gobiernista Porfirio Lobo resultó ser el candidato presidencial más votado
en unas elecciones en Honduras.
Los hondureños vieron en esos comicios la
manera de poner pilares firmes para salir de la perversa crisis institucional
en que les metió Zelaya. Llegaron al extremo se ser tratados injustamente en el
mundo como apestados, como si vivieran bajo un bárbaro régimen dictatorial.
En 2011 el país fue readmitido en el seno de
la OEA. Zelaya tuvo que entenderse con Lobo.
En las últimas elecciones Zelaya volvió a pulsar la tecla de la
constituyente para la «refundación nacional» sobre los pilares del «socialismo democrático»
con «democracia directa», de acuerdo a la hoja de ruta de la izquierda
populista en América Latina. Olía a chavismo. Al pueblo no le gustó, aunque
dejó a Zelaya con la segunda fuerza parlamentaria.
El tiempo venidero en Honduras no debe ser fácil. Pero hay un hilo de esperanza
para el país con la mayor tasa de criminalidad del mundo –el doble que
Venezuela, el triple de Colombia y cuatro veces más que México–, donde
cualquier persona tiene seis veces más posibilidades de morir que un iraquí; el narcotráfico y los pandilleros de las maras campeando allí; con las peores
condiciones de vida del continente, desigualdades abismales, subempleo
cuantioso (58%), y el 70% de la
población en pobreza, la mitad de ellos sobreviviendo con menos de dos dólares
diarios; y una deuda desproporcionada de 8.000 millones de dólares para 8,5
millones de habitantes.
Aunque menguados de fuerza, nacionalistas y liberales vuelven a tener la
palabra. Los zelayistas y los anticorrupción vuelan como aves de rapiña en
busca de despojos.
franciscorfigueroa@gmail.com
2 comentarios:
Y quién le dió de comer a la "bestia"...el que te dije. Lo del "juez figura" cada día más patético. El puto afán de notoriedad que lo trae loco...
Pues ya ve usted: "el que te dije" murió pero sus criaturas continúan en las andadas. Menos mal que aún hay gente criteriosa, como los hondureños, que no se han dejado embaucar por esos MELosos cantos de sirena. Y felicidades por lo de tu chamaca.
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