Francisco R. Figueroa
✍️23/3/2024
¿Qué posibilidades tiene una intelectual impoluta, octogenaria, filósofa y académica, bisoña en política, de derrotar en las urnas a un régimen sin escrúpulos, fullero, a la defensiva y enquistado como el chavista?
La respuesta, el 28 de julio, día de las presidenciales sin libertad ni equidad que ha convocado la dictadura, en coincidencia con el natalicio del difunto Hugo Chávez, para perpetuar en el poder a Nicolás Maduro y alargar el régimen para alcanzar los treinta años desde su implantación en 1999.
La intelectual Corina Yoris (80) es la alternativa audaz que ha encontrado la oposición democrática venezolana para enfrentar al batracio Maduro (61), sátrapa desde 2013 por disposición testamentaria del caudillo Chávez, en las elecciones del 28 de julio, una vez que el régimen dictatorial ha logrado finalmente su objetivo de neutralizar como rival a la tenaz y valiente dama de hierro María Corina Machado (56), una líder conservadora cuya consigna de vida es el «nunca te rindas ante el poder abrumador del enemigo» de Winston Churchill y su firme propósito desalojar «una tiranía brutal, cruel y corrupta» para «construir una Venezuela de respeto y libertad».
La cuestión está en si el régimen permite la inscripción de la candidatura alternativa o si también neutraliza a Corina Yoris, flamante miembro de la Académica de la Lengua Venezolana, en el sillón que ocupó, entre otros, el escritor y presidente Rómulo Gallegos. Es una respetada licenciada en Filosofía y Letras, doctora en historia, profesora de la jesuítica Universidad Católica, presidente de las sociedades de Filosofía y Lógica, articulista y con méritos académicos reconocidos por varias universidades extranjeras, incluida la de Salamanca. Una trayectoria intelectual que contrasta con el magro recorrido escolar de Maduro, quién a duras penas hizo la secundaria antes de meterse a sindicalista, conductor de autobuses, beisbolista mediocre, rockero de andar por casa, guardaespaldas, alumno en Cuba de doctrina castrista, golpista de tercera en la segunda asonada de 1992, incrustado luego en el revoltijo izquierdista que se aferró a Chávez, diputado, ministro y heredero del caudillo, sobre todo por determinación de los hermanos Castro, que vieron en él un comunista confiable y leal a las causas cubanas que no cortaría el conducto por el que esquilmaban a Venezuela.
Como presidente, Maduro destruyó Venezuela, incluida su indispensable industria petrolera, que fue saqueada, pauperizó a las grandes mayorías y sumió al país en el peor drama de su historia, que provocó el éxodo masivo de más de siete millones de personas, con lo que una nación que antaño atraía migrantes a manadas perdió la cuarta parte de su población.
Imposibilitada por una inhabilitación política que ella define justamente de «acto irrito, absolutamente inconstitucional y cobarde», Machado ha cedido la candidatura presidencial para la que fue escogida en octubre último, en unas elecciones primarias abiertas, con el 92% de más de 2,4 millones de votantes y frente a nueve contrincantes, una demostración de fuerza que el régimen dictatorial acusó, también porque las encuestas de intención de voto eran muy adversas, con un 80% para Machado contra el 20% del mandatario, y otros sondeos muestran una fuerte voluntad de la gente de ganarle el pulso en las urnas a tan desastroso, opresivo, aberrante y debilitado régimen.
Prontamente, el Tribunal Supremo, servil a Maduro y su camarilla en el poder, como todas las demás instituciones del Estado que el chavismo copa y parasita, dictaminó una interdicción de Machado por quince años basada en causas falaces, como la supuesta connivencia de ella con aquel infructuoso gobierno paralelo que encabezó Juan Guaidó, al que ella siempre se opuso. La inhabilitación es el mecanismo que usa el régimen para quitar de en medio a los rivales y así ha neutralizado a unos 1.400 opositores desde 2002.
La autoridad electoral, tan sumisa como el Tribunal Supremo y la Fiscalía, impidió este jueves la inscripción como legitima candidata presidencial de Machado con el sencillo truco de no proporcionar claves de acceso al sistema electrónico de registro electoral a los dos partidos que quedan sin ser proscritos entre todo el conjunto de la oposición democrática.
La causa de la inhabilitación es la presunta participación de Machado en hechos de corrupción ocurridos durante aquel gobierno paralelo, de 2019 a 2023, de Guaidó, aunque ella nunca fue parte de esa estructura y siempre se mantuvo en una posición crítica. Anteriormente, en 2015, ante unas elecciones legislativas en las que se proponía ser candidata, el régimen la quitó de en medio con otra inhabilitación basada esa vez en que en su declaración de impuestos había omitido incluir un bono de alimentación que recibía como congresista, una función de la que había sido destituida en 2014 acusada de «traición a la patria» por haberse unido a una delegación panameña para poder hablar ante la asamblea general de la Organización de Estados Americanos (OEA) en Washington. Machado sufre persecución desde que en 2012 protagonizó un sonado duelo verbal con el entonces presidente Chávez, no se le permite viajar al extranjero ni tomar vuelos domésticos y está permanente vigilada por la policía secreta.
El régimen que encabeza Maduro se había comprometido en octubre, en Barbados, mediante un acuerdo formal suscrito con la oposición, con garantes internacionales como Estados Unidos, a celebrar unas elecciones limpias este año, a que cada parte podía elegir libremente a sus candidatos presidenciales y a promover «un clima favorable al desarrollo de un proceso electoral pacífico y participativo». Cinco días después Machado arrasó en las primarias organizadas por la Plataforma Unitaria. El régimen actuó de inmediato: un diputado afín solicitó la nulidad de esas primarias y el diligente fiscal general, Tarek William Saab, un poeta que actualmente redacta libelos inculpatorios, abrió una investigación contra los organizadores aduciendo usurpación de funciones, traición a la patria y asociación para delinquir. La Corte Suprema nada demoró en suspender cautelarmente los efectos de las primarias y unos meses después ratificó la inhabilitación por quince años de Machado. Siguió una nueva ola de detenciones de opositores —pasan de treinta desde enero, incluidos destacados miembros de la campaña de Machado— justificadas en los recurrentes argumentos sobre participación en conspiraciones para matar a Maduro y otros personajes, atacar cuarteles y desestabilizar el país, complots cuyos detalles nunca se detallan más allá del enunciado genérico y que fuera y dentro de Venezuela, incluida la ONU, se consideran pretexto para sofocar y debilitar a la oposición ante las elecciones.
Corina Yoris no parece tener puntos débiles para que el régimen la ataque, ni bagaje político, aparte de haber formado parte de la coordinadora de las elecciones primarias que el fiscal Saab acusó de usurpación de funciones y traición a la patria, argucias que podrían ahora ser usadas contra ella para sacarla de la carrera.
«Tenemos que lograr la cuadratura del círculo, que es poder inscribir un candidato que sea apoyado por María Corina, que sea apoyado por todos los partidos, que el régimen no lo destruya y que pueda ganar. Ese es el tamaño del reto que tenemos. ¿Es posible? Yo sí creo que es posible”, afirma el dirigente opositor Julio Borges.
La primera reacción del régimen ha sido impedir la inscripción de Yoris y parece que tratarán de forzar a la oposición a presentar otro candidato factible de ser derrotado por Maduro sin un fraude electoral escandaloso. ✅
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