Nicaragua: Daniel el tramposo

Mediante manipulaciones al borde de la ilegalidad, el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, ha logrado con una chapuza de republica bananera sortear el límite constitucional de su mandato y quedar habilitado para eternizarse en el poder.

Ha sido un golpe de mano ­‒o de Estado­­‒ certero e incruento, propio de un astuto autócrata del pasado, en comparación con los embrollos de Hugo Chávez, que a lo largo de tres años y dos referendos tuvieron de cabeza a Venezuela, o con los de Manuel Zelaya, que mantienen a Honduras en la ruina.

Manipulada por Ortega, la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, con seis magistrados serviles ‒los tres titulares de fidelidad dudosa fueron sustituidos maliciosamente por sus suplentes orteguistas‒, impuso una reforma de hecho a la Carta Magna al declarar que las barreras constitucionales a la reelección de los presidentes merman el derecho de quien haya sido jefe del Estado ya que los diputados no tienen límites y todos los nicaragüenses son incondicionalmente iguales ante la ley.

La oposición ha hablado de aberración jurídica, de barbaridad política y del autoritarismo corrupto imperante en el país y recordado que una argucia parecida, también usando jueces venales, fue la base de sustento de la dictadura somocista.

De un modo tan sencillo, sin consultar a la ciudadanía, la reelección presidencial ha sido declara inconstitucional en Nicaragua. Salvando la distancia, sería como si en España la Sala Constitucional del Supremo declarase inconstitucional el régimen de las autonomías aduciendo que atenta contra la unidad de la nación establecida por la misma Carta Magna o que el heredero de la Corona sea la primogénita de los reyes Juan Carlos y Sofía, la infanta Elena, y no su hermano pequeño, el príncipe Felipe, porque la prevalencia de la línea sucesoria en el hombre sobre la mujer va en contra de la igualdad de todos los españoles consagrada por Ley de Leyes.

La reelección de Ortega tiene el rechazó frontal del 70% de los nicaragüenses, según una encuesta hecha por M&R Consultores encima de los acontecimientos. De modo que cabría esperar que Ortega saliera trasquilado cuando buscara esa reelección. Pero con sus antecedentes, el Consejo Supremo Electoral en sus manos y el populismo rampante que practica pocos confían.

Sin ir más lejos, los comicios municipales de noviembre del 2008 desembocaron en un fraude descarado a favor del orteguismo que, por ejemplo, llevó a Estados Unidos y la Unión Europea a congelar sus ayudas a Nicaragua. Poco comparado con lo que han hecho en Honduras. El régimen de Somoza se basó en un falso sistema de libertades, donde había elecciones, pero todas se la robaban, recuerda el Movimiento por el Rescate del Sandinismo. «Ortega y Somoza son la misma cosa», proclaman carteles opositores.

EEUU ha inscrito la reforma en «un patrón más amplio de acciones gubernamentales cuestionables e irregulares» que empezó antes de las tramposas elecciones municipales del 2008, ha reprochado la forma en que fue hecha, a espaldas del pueblo, y ha puesto en duda el compromiso del gobierno de Ortega con la Carta Democrática Interamericana. El líder del Comité de Relaciones exteriores del Senado, el demócrata John Kerry, afirmó que la manipulación de Ortega y de la Corte Suprema para sortear los límites constitucionales de su mandato, tiene aires del autoritarismo del pasado.

Los casos de Honduras y Nicaragua son parecida. En Honduras, la estratagema inconstitucional del presidente Manuel Zelaya para reformar la Carta Magna acabó con su destitución y destierro a punta de pistola. Las nuevas autoridades manipularon a su vez a la Corte Suprema para justificar lo que la comunidad internacional vio como un golpe de Estado.

Superada la etapa de los pronunciamientos militares, en América Latina los golpes de Estado de unos poderes a otro han sido moneda corriente desde que en 1992 el peruano Alberto Fujimori clausuró el Congreso Nacional y disolvió la Corte Suprema, un acción horrenda que fue oleado y sacramentado por la Organización de Estados Americanos (OEA), y desde que en 1993 el Senado venezolano declaró inconstitucionalmente vacante la jefatura de Estado mientras Carlos Andrés Pérez estaba siendo juzgado por presunta corrupción. De aquellos polvos vienen estos lodos.

Francisco R. Figueroa
franciscorfigueroa@hotmail.com

1 comentario:

  1. Oiga Daniel Ortega:

    ¡Nicaragua es sandinista hijo de puta!



    El pasado día 19 de julio se celebraba en mi Nicaragua el trigésimo aniversario de la Revolución Sandinista en Nicaragua que acababa con la dictadura aberrante y vergonzosa de Somoza; hijo de puta dónde los haya. Ni más ni menos.



    Treinta años pues, desde el momento en que el pueblo se levantó para acabar con el maltrato constante, perpetuo, que protagonizaba la inquebrantable desigualdad que reinaba en el jardín trasero de Somoza; hijo de puta dónde los haya.



    El protagonista de la revolución fue la clase burguesa solidaria, el campesinado hambriento, los obreros hastiados. Ellos fueron los protagonistas, los que murieron por el camino en pro de una causa futura que importaba más que su propia vida. Los mártires fueron ellos, los protagonistas del cambio. Ellos hicieron la Revolución!!



    Hoy, después de treinta años, ya no lo son. Hoy el protagonista es (un tal hijo de puta) Daniel Ortega, hijo de puta dónde los haya. Un señor que olvidó, ya hace casi 30 años, los valores del sandinismo. Los valores de la austeridad, solidaridad, compañerismo; los valores únicos que sostienen un movimiento austero, solidario, compañero del pobre y marginado.



    Hoy, Daniel Ortega, hijo de puta dónde los haya, acumula propiedades que no le pertenecen ni le dignifican, decapita la necesaria renovación en el seno del FSLN, pacta con el empresariado más derechista, criminaliza el aborto terapéutico, se alía con la Iglesia; renunciando a la izquierda coherente, apostando por una izquierda incomprensible, una izquierda que no debería existir ¡hijo de puta!



    Si Sandino levantase la cabeza pensaría en los niños que venden la prensa en los semáforos, en los trabajadores abarrotando los buses, en proteger los bosques primarios de nuestra tierra, en dar ejemplo revolucionario a nuestros jóvenes (...)



    Si Sandino, el General de los Hombres Libres, levantara la cabeza tú, Daniel Ortega dejarías de ser sandinista ¡hijo de puta!

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