Maduro se inspira en Putin


Francisco R. Figueroa

✍️31/3/2024

Para Nicolás Maduro la «democracia ejemplar e impecable» es la que personifica Vladimir Putin, según se desprende de lo declarado por el autócrata venezolano al comentar la reciente farsa electoral que ha proyectado la era de dominio absoluto sobre Rusia del antiguo espía de la KGB por encima de los treinta años.


Resulta, por tanto, fácil de entender lo que ocurre en Venezuela de cara a la elección presidencial convocada por el mandatario chavista para el 28 de julio próximo, con la idea de perpetuarse en el solio donde lleva once años sentado como continuador de un régimen que el ex teniente coronel Hugo Chávez patrocinó hasta su deceso desde el mismo año de 1999 en que Putin ascendió al pináculo del Kremlin de la mano de Boris Yeltsin.


Maduro personifica también un régimen cruel y totalitario que no nació para conceder ni mucho menos para resignar pacíficamente el poder. «Solo muertos nos sacarán de Miraflores», proclamó en una ocasión un gerifalte chavista. Miraflores es el palacio presidencial de Caracas y el emblema del poder en Venezuela desde que comenzó a ser usado, en 1900, por el dictador Cipriano Castro, antecesor del general Juan Vicente Gómez, prototipo de sátrapa latinoamericano en el que el Nobel colombiano Gabriel García Márquez se inspiró posiblemente para escribir su celebérrima novela El otoño del patriarca.


Maduro, que en 2018 se hizo reelegir en una clamorosa patraña electoral, usufructúa el Estado, dispone de un formidable esquema militar y policial de control social, domina todas las instituciones y se extralimita en el uso de los medios públicos. 


El mandatario es consciente de que si permite unas elecciones libres genuinas perderá porque tiene sostenidamente en contra al 80% del país,sin contar esa multitud inmensa de adversarios que tuvieron que partir al exilio por cuestiones políticas o sociales, un éxodo sin precedentes superior a los siete millones de personas, a las que se les está impidiendo registrarse como electores.


Si fuera derrotado, ¿qué le queda a Maduro? Pocas opciones: un incierto exilio en Nicaragua o Cuba, los mismos calabozos donde ahora él recluye y tortura a sus opositores o la más confortable cárcel en La Haya del Tribunal Penal Internacional. Salvo que viéndose perdido negocie algún tipo de inmunidad o escape hacia adelante con poco riesgo y sufrimiento.


De manera que con tanta aversión hacia su persona y su calamitosa gestión, las dañinas sanciones internacionales —sobre todo de Estados Unidos— económicas y financieras, así como las restricciones a numerosos jerarcas chavistas, y el crecimiento notable de sus rivales democráticos en el aprecio ciudadano, el chavismo accedió a una negociación —la enésima—, que se escenificó en Barbados, con la coalición opositora democrática, frente a siete testigos internacionales, entre ellos EE.UU., Noruega, Colombia y México. 


De esas conversaciones salió el acuerdo de convocar, dentro de 2024, unas genuinas elecciones competitivas, libres y justas, con reconocimiento expreso de las partes al derecho de las formaciones políticas en liza a escoger sus candidatos sin interferencias gubernamentales.


Como contrapartida, Washington levantó algunas de sus sanciones, alivió otras y entregó a Maduro en canje a su añorado testaferro, el colombiano Alex Saab, que tenía en su poder tras ser extraditado por Cabo Verde en octubre de 2021. El alivio de las sanciones supone para el régimen venezolano unos ocho mil millones de dólares adicionales de ingresos petroleros.


Analistas han llegado a conjeturar que el auténtico objetivo del chavismo en Barbados era obtener la liberación de Saab y el alivio a las sanciones porque es evidente que un régimen de naturaleza totalitaria y con miras a eternizarse  nunca va aceptar unas elecciones libres multipartidarias con igualdad de oportunidades.


Cuando llegó la hora de la verdad, de aplicar el acuerdo de Barbados, el régimen autoritario sacó sus garras y volvió a las viejas mañas represivas. Lo violó sin más alarmado, sobre todo, por la masiva respuesta popular, con casi dos millones y medio de participantes espontáneos, a una convocatoria opositora de elecciones primarias abiertas para escoger un candidato de unidad.  Una sorprendente y abrumadora del 92% cerró filas en torno a la aguerrida dirigente conservadora María Corina Machado, un martillo pilón que golpea y desgasta al régimen desde hace diez años con tozudez de termita.


Dos de cada tres electores (65%) confiesa que votaría en las presidenciales a esa luchadora tenaz e insobornable, contra el 15% que escogería a Maduro, lo que expresa a las claras una voluntad popular de cambio por hartazgo de un régimen tan largo como corrupto, abusador y causante de calamidades en cascada que tiene el rechazo explícito de ocho de cada diez venezolanos, según los sondeos de opinión más recientes.


A la vista de todos esos números las alarmas saltaron en Miraflores. La primera medida del gobierno autoritario fue quitar de en medio a Machado mediante la confirmación por el Tribunal Supremo de una nueva inhabilitación fullera, impuesta por la Contraloría, por motivos tan capciosos como los esgrimidos cuando la anularon políticamente ante las elecciones parlamentarias de 2014.


La inhabilitación es un arma preferida del chavismo para neutralizar oponentes, hasta el punto que así lleva incapacitadas a casi mil quinientas personas desde 2003.


El régimen se bunkerizó, endureció las fortísimas restricciones políticas existentes y detuvo, encarceló, incomunicó y hostilizó a los principales colaboradores de la candidata, algunos de los cuales buscaron refugio en la embajada de Argentina.


Ante la inminente finalización del plazo para inscripción de candidatos, Machado recurrió  a delegar su candidatura en la octogenaria y desconocida profesora universitaria de filosofía ya jubilada y flamante académica de la lengua, Corina Yoris.


Era un traspaso inteligente. Yoris, una mujer escasamente conocida pero con cierto prestigio entre las élites cultivadas, sin tachas, ningún pedigrí político definido y, por tanto, sin rechazo popular y, por añadidura, del mismo nombre: Corina, parecía una convincente aspirante capaz de rentabilizar el ingente arrastre electoral de Machado, que no parece menguar a pesar de las constantes embestidas del régimen contra ella, que se circunscriben, por falta de otros argumentos, a su ideología liberal-conservadora y a su alcurnia, a la que Maduro se refiere habitualmente como «los apellidos oligarcas» o «la banda» y «la mafia» de los apellidos, que vincula al imperialismo y el neoliberalismo, mientras él se contrapone como «hombre del pueblo, de a pie, y obrero».


El régimen neutralizó a Yoris en un santiamén, impidiendo su inscripción como candidata mediante del servil Consejo Nacional Electoral (CNE), tanto por vía telemática, anulando el código de acceso de su partido al sistema, como  presencialmente, bloqueando con militares los accesos a la sede del máximo órgano comicial.


Pudieron, sin embargo, inscribirse sin trabas casi una docena de candidatos, la inmensa mayoría considerados falsos opositores, vendidos al chavismo o sin el menor arrastre popular. Puros comparsas que no representan, ni juntos ni individualmente, una amenaza a las pretensiones continuistas de Maduro, quien también pudo registrarse como candidato del oficialista Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV) y una decena de formaciones parásitas.


El gobernante acudió a la sede del CNE eufórico, ostentando poderío y rodeado de familiares, notables de la nomenclatura chavista y numerosos fieles, muchos acarreados con autobuses, a los que dirigió un encendido discurso mezclado con toda clase de diatribas contra la oposición, incluido el recurso a la trillada denuncia de un nuevo intento de asesinarle por parte del partido de Machado. Hubo un detenido, que iba armado, cuyas vinculaciones políticas son motivo de discusión pues hasta se ha afirmado que se trata de un escolta del «número dos» de la dictadura, Diosdado Cabello.


El presidente progresista de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, un valedor histórico del régimen chavista, se ha sacudido de encima a Maduro al manifestar su contrariedad por el impedimento a Yoris y, durante una rueda de prensa en Brasilia con su colega francés, Emmanuel Macron, expuso que la «grave» medida «no tiene justificación política ni jurídica».


Lo dicho por Lula sin duda constituye una bofetada en el rostro de Maduro y ha descolocado al régimen de Caracas tanto o más que las objeciones en el mismo sentido expresadas por el mandatario colombiano, Gustavo Petro, otro líder que el mandatario venezolano incluía en su menguada  lista de amigos. De hecho, únicamente le ha manifestado apoyo claro Cuba, Nicaragua, Bolivia y China. 


Venezuela, secundada por esos pocos aliados, esgrimen argumentos gastados sobre la mano negra imperialista norteamericana moviendo a su antojo los hilos tanto de las numerosas naciones latinoamericanas que han desaprobado los tejemanejes electorales como de la oposición democrática interna. 


Argüir que Lula, Petro o el chileno Gabriel Boric danzan al son de orquestina washingtoniana muestra la desesperación de los gerifaltes chavistas y la falta de argumentos coherentes de los portavoces oficialistas. Por ejemplo, Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional subordinada al chavismo, virtual «número tres» del régimen, delegado de Maduro en Barbados y hermano e la vicepresidenta y ministra de Economía, Delcy Rodríguez, ha tratado de persuadir a Lula y a Petro sobre el carácter «insurreccional y magnicida» de la oposición venezolana, alentada, según él, por «los fascistas de Miami». A la vez ha mandado a ambos gobernantes «a meterse sus opiniones por donde les quepan». Mientras tanto, Maduro insiste erre que erre en que él «obedece con él corazón el mandato de Chávez», el llamado «Comandante Eterno», y asegura «la continuidad del proceso revolucionario» iniciado por el difunto caudillo.


Estados Unidos ha exigido a Maduro que permita la participación en las elecciones de cuantos candidatos opositores lo deseen, y no sólo los que resulten cómodas a sus afanes continuistas, al tiempo que ha amenazado con reponer en toda su contundencia las sanciones que suavizó tras el acuerdo de Barbados para favorecer la hoja de ruta establecida en la isla antillana en octubre pasado.


Entre los candidatos que pidieron registrarse figuran tres ubicados en la órbita opositora democrática. Enrique Márquez (60 años), un pactista que, acusado de hacerle el juego al chavismo, fue expulsado del partido socialdemócrata llamado Un Nuevo Tiempo  y que, incluso, llegó a ser miembro, a propuesta del oficialismo, de la dirección de ese CNE que está tan sometido al régimen. Otro es el líder de esa misma formación política, Manuel Rosales (71), con una larga cohabitación con el chavismo, si bien con altibajos, y a quien se considera el rival apetecido por Maduro como exponente de la mayoritaria plataforma opositora y apropiada para dar un barniz democrático a la farsa electoral. Para Machado y Yoris, Rosales es «un traidor» por haberse inscrito a ocultas, sin contar con los dirigentes de la plataforma opositora y tras haber eludido concurrir a las primarias de octubre. Por último, Edmundo González Urrutia (74), un antiguo ministro en el gobierno anterior a Chávez y embajador, fue registrado como candidato  en el tiempo de descuento concedido por el CNE a la plataforma opositora. Hace el papel de «guarda puesto» a la espera de poder sustituirlo, si el régimen lo permite, por una figura de consenso en el plazo reservado para el reemplazo de candidatos.


Con independencia de que el día 28 de julio hayan pucherazo monumental, un fraude en las urnas sin precedentes en un país con una historia electoral plagada de irregularidades desde tiempo inmemorial, o de que la campaña electoral ponga de manifiesto el ventajismo de Maduro usando a su favor toda máquina los recursos del Estado, lo inmediato es conocer si el régimen permitirá la sustitución de candidatos, si la oposición democrática, plagada de personalismo, egos revueltos y conveniencias particulares, hallará un consenso y, sobre todo, si la gran electora que sin duda es María Corina Machado unge a uno de ellos. ✅


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