Indigna
la reacción patriotera de Brasil frente a la decisión libre de Diego Costa de
formar parte de la selección española de fútbol.
Pero
no hablo del rechazo emocional de una «torcida» que es mayormente sentimental y
chauvinista. Me refiero al rebote por el menosprecio que se ha agarrado los
pretenciosos directivos del fútbol de aquel país. Ha
anunciad contra la decisión franca del delantero del Atlético de Madrid medidas
tan descabelladas como recurrir al Ministerio de Justicia para privar de la
nacionalidad brasileña al futbolista por traición a la patria. Nadie recuerda
allí el derecho de toda persona a decidir su propio destino. Como si Diego
Costa tuviera que vivir esclavo de una bandera o de un hinchada.
Despechada, la Confederación Brasilera de Fútbol (CBF) asegura también que recurrirá a la justicia deportiva para «impedir de todas las maneras
posibles» que el jugador, nacido en Lagarto (Sergipe) hace veinticinco años y
nacionalizado español en julio último, sea parte del conjunto nacional de España.
Arguye
con resentimiento que el delantero del Atlético de Madrid ya había optado por la selección de su
país de nacimiento porque disputó con ella dos amistosos, en marzo último. Según
las normas de la FIFA, un jugador queda necesariamente amarrado durante toda su
vida profesional a un selección tras jugar con ella el primer partido oficial.
La CBF afirma furiosa que va a litigar con el argumento de que los partidos amistosos
cuentan para el ranking de la FIFA. Cuando se ponen a ello, los brasileños son capaces
de ganan el mundial de la petulancia.
Pero habrá
que ver cómo acaba la vaina porque los «cartolas» (directivos) del fútbol
brasilero son mañosos. Saben moverse como saurios avezados en los ambientes
densos de los organismos del fútbol internacional. Recordemos a João Havelange
y su yerno Ricardo Teixeira, si ir más lejos.
Emberrinchada, la CBF ha anulado la convocatoria a Diego Costa para los dos próximos amistosos de
Brasil (Honduras y Chile), ahora en noviembre. Como si esa pataleta de niño
malcriado sirviera de algo. El seleccionador, Luiz Felipe Scolari «Felipão»,
había incluido a Diego Silva en el plantel, como maniobra de último minuto para
impedir que el artillero optara por España. Incluso le había prometido
públicamente un puesto en el equipo del próximo mundial, en el que a los
brasileros como locales les va la vida. Necesitan redimirse ante su afición del
humillante e inolvidable «maracanazo» ante Uruguay del mundial de 1950, ese
fiasco que se ha transmitido allí de generación en generación como el gran
desastre de la historia nacional.
Un
«Felipão» indignado ha reprochado a Diego Costa la malcrianza. «Un jugador
brasilero, que no desea jugar con su país, en un mundial que será jugado en su
país está desconvocado automáticamente», dijo. El petulante técnico reprocha a
Diego Costa el crimen de haber dado la espada al sueño de millones de
brasileños de formar parte del equipo de una nación pentacampeona del mundo que
con toda seguridad, según él anticipada, va a gana su sexto título en 2014. Ya
veremos. Para fastidiar a la peña, en la poderosa revista «Veja» un cronista imaginó un
segundo «marcanazo» en una final Brasil-España con Diego Costa marcando el gol
de la victoria de «la roja». Amén.
La
decisión de Diego Costa representa un puntapié en el trasero al arrogante
«Felipão», quien no contó con el jugador para la disputa de la pasada Copa de
las Confederaciones, después de haberle dado tan solo unos pocos minutos en unos amistosos.
La
CBF denuncia que Diego Costa «fue seducido, sobornado, con alicientes
dinerarios». ¡España ha corrompido a un chaval decente para fastidiarle la
marrana a la endiosada selección anfitriona del próximo mundial! Brasil
menosprecia a España tras haberla derrotado magníficamente en la final de las
Confederaciones. En realidad, los brasileros menosprecian a cualquier selección.
Luego pasa lo que pasa.
Nadie
tiene en cuanta los argumento de un tipo sencillo como Diego Costa y la difícil
decisión que ha tomado, con el corazón partido entre la patria donde nació y la
tierra a la que le construyó enteramente su vida profesional, pues en la suya
nunca jugó fútbol profesional. «Resultó difícil optar. Pensé y pensé, y
me convencí de que lo acertado es jugar con España porque aquí yo me hice. Todo
lo que tengo y lo que soy se lo debo a España, por la que tengo un cariño muy
especial y donde me siento valorado. Espero pode retribuirle».
Así de simple. Diego Costa optó con
libertad, de acuerdo a su honesto entender y a su derecho a decidir. Pidió a los brasileros comprensión
y respeto, y le ha caído encima a trompadas. Hay que esperar par ver la
reacción airada de la «torcida» cuando Diego Costa salte a un estadio brasilero
con los colores de España. Sería la acabose si marcara un gol en un hipotético España-Brasil. No se lo pierdan.
franciscorfigueroa@gmail.com
Felipâo nunca ha mostrado interés por Diego Costa. Y sospecho que su maniobra tiende más a debilitar a un posible rival, España, que a real interés por Diego.
ResponderEliminarPienso que Diego ha tomado la decisión más inteligente.